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Tipologia: Resumos
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ANTECEDENTES FILOSÓFICOS DE LA PSICOLOGÍA José Moya Santoyo
INTRODUCCIÓN
LA PSICOLOGÍA DE LA ANTIGÜEDAD GRIEGA Y LATINA Por Luis García Vega, José Moya Santoyo y Sandalio Rodríguez Domínguez
Históricamente el estudio de la Psicología comienza por la admiración que siente el hombre ante dos realidades que llaman poderosamente su atención: el mundo de los objetos materiales y su propia conciencia, dos realidades que se le presentan inabarcables y desorganizadas. La primera labor de la conciencia es poner orden en el mundo; para ello el hombre, según la expresión bíblica, da nombre a los objetos que se presentan ante él. De esta clasificación y categorización de los fenómenos de acuerdo a sus regularidades surge la forma más primitiva de ciencia física. Un problema distinto surge cuando el hombre se enfrenta a su propia conciencia, es entonces cuando se descubre como parte del mundo y al mismo tiempo distinto del mundo. Ante un fenómeno tan extraño y tan novedoso, el hombre necesita dar una explicación que encontrará en la mitología o en la reflexión filosófica. En los griegos aparecen claramente estos dos momentos históricos, siendo la mitología de Homero y la explicación filosófica de Aristóteles dos momentos cumbres de la antropología filosófica de los griegos. Pero el camino hasta Aristóteles pasa por diversos momentos importantes de la reflexión en la filosofía de los filósofos presocráticos, en la que vamos a detenernos brevemente.
Los filósofos presocráticos
En el siglo IV a.C. el desarrollo del pensamiento médico condujo al reconocimiento de la importancia del cerebro y los órganos de los sentidos para el razonamiento y la percepción, dos funciones que se distinguían la una de la otra. Los griegos introdujeron además la doctrina empirista en la Psicología, doctrina que propugna que todos los
contenidos de la mente se derivan de los sentidos. Heráclito (535-474 a.C.) sostenía que todo conocimiento le llega al hombre “a través de la puerta de los sentidos” y Protágoras afirmaba que toda la vida psíquica está compuesta de percepciones. Los estoicos utilizaron la expresión “tábula rasa”, la tableta lisa (tabla recubierta de cera para escribir) donde se escriben todas las experiencias. Esta es la doctrina que será retomada por los empiristas británicos del siglo XVII. Empédocles De Agrigento (495-435 a.C.) avanzó la hipótesis de que hay un sentido de la percepción, afirmando que lo igual es percibido por lo igual. Los sentidos perciben porque los efluvios emanados de los cuerpos penetran por los poros de varios de los sentidos. Demócrito “el Abderita” (460-370 a.C.) concibe la mente (psique), lo mismo que el resto de las cosas, constituida por átomos. La percepción se produce a partir de la fuerza que sale de los objetos y se pone en contacto con los átomos de fuego de la psique, creando un fenómeno (apariencia) de realidad. Los efluvios emanados por los objetos ponen el órgano de los sentidos en movimiento, y a través del vehículo de los átomos de fuego se producen copias de la realidad de la psique. Anaxágoras de Clazomne (499-428 a.C.) fue agonista como Leucipo y Demócrito. Teofrasto explica la teoría de la percepción de Anaxágoras de la siguiente manera: La percepción se produce por los contrarios, porque lo igual no se ve afectado por lo igual... La visión, por ejemplo, se produce por la imagen en la pupila del ojo; pero no se distinguen las imágenes cuando son del mismo color, sino cuando son de distinto color. Los demás sentidos discriminan los objetos de la misma manera. El calor lo detectamos cuando la mano está más fría, y lo mismo el frío, cuando la mano está más caliente. Por otra parte, todas las sensaciones están acompañadas de miedo... El contacto de lo distinto con lo distinto produce miedo. El miedo es evidente cuando se producen sensaciones prolongadas o muy intensas; los colores brillantes y los ruidos fuertes causan miedo, y no se pueden aguantar estas sensaciones durante mucho tiempo.
Todas estas teorías de la percepción, mediante representaciones de los objetos con los que guardan una estrecha semejanza, son tan sencillas y atractivas que han perdurado durante 15 siglos, habiendo sido negadas por Johannes Müller y otros psicólogos de nuestro siglo. La explicación de la psique humana no se centró en la percepción de los objetos, sino que hubo un interés bastante generalizado en cuestiones fisiológicas para determinar la influencia del cuerpo y su forma de interacción con el espíritu. Alcmeón de Crotona, que
Una vez que se juntan alma y cuerpo en un solo ser, la naturaleza prescribe a éste el servir y el ser mandado, y a aquélla, en cambio, el mandar y el ser su dueña... Es a lo divino, inmoral, inteligible, uniforme, indisoluble y que siempre se presenta en identidad consigo mismo y de igual manera, a lo que más se asemeja el alma y... por el contrario, es a lo humano y de igual manera ininteligible, disoluble y que nunca se presenta en identidad consigo mismo, a lo que a su vez, se asemeja más el cuerpo.
Platón establece la necesidad de que exista algo permanente y algo mudable, algo que permanece para siempre y algo que muere. Por otro lado, el conocimiento requiere el uso de categorías con que ordenar lo sensible, lo que captan los sentidos. Platón une las ideas del ser y del no ser, de lo idéntico y lo diverso en aquellas categorías que ofrece el alma, pues “no hay para estas categorías ningún órgano especial como para aquéllas, sino más bien que el alma por sí misma me parece que contempla lo que es común en todas las cosas... Y por eso, no será nunca la misma cosa sensación y conocimiento”. Mientras el conocimiento a través de los sentidos es empírico, la categorización requiere un sustrato ideativo que Platón encuentra bajo la idea de la reminiscencia.
La doctrina psicológica de Aristóteles
La psicología se constituye como ciencia por obra de Aristóteles (384-322 a.C.), nacido en Estagira (Macedonia). Discípulo de Platón en Atenas, escribió una obra sistemática de Psicología, πεġí ής, se trata de un tratado sobre el alma. En Homero se destaca con vigor singular la distinción entre ψυχή, como ser individualizado, singular, irreducible, y el θυμός como el impulso indiferenciado que caracteriza a todo ser viviente. En la doctrina aristotélica el cuerpo tiene un πνεύμα ( animus, spiritus) efectúa la integración del organismo mediante sus movimientos apropiados con el cuerpo. Aristóteles parece haber creído que el πνεύμα mueve el cuerpo a través de los vasos sanguíneos, puesto que él no conocía el funcionamiento de los nervios. Por otra parte, Aristóteles se separa de la concepción que Platón tiene de alma. El alma, de acuerdo con Aristóteles, es una entelequia del cuerpo; eso es, lo que da unidad a las distintas funciones del cuerpo. El énfasis en la unidad del alma y del cuerpo y la importancia
de considerar el organismo como un todo para comprender la percepción y la acción es lo más característico de la concepción de Aristóteles. Según el principio del hilemorfismo, la forma es el principio sustancial del ser (como cuando se dice que el alma es forma del cuerpo orgánico). La forma, en su más amplio sentido, es lo que hace que un ser sea lo que es, a saber, aquello que hace que un ser concreto sea precisamente este ser determinado y no cualquier otro. La forma es, por consiguiente, la naturaleza del ser. En la forma alcanza el ser toda su realidad y recorre todos sus grados. La forma determina la especie, lo mismo que sus virtualidades y diferencias con el resto de los seres que comparten con él la misma materia. Además, algunas sustancias tienen en sí un principio de movimiento, son cambiantes dentro de un orden. Entre los distintos movimientos es especialmente importante la génesis y desarrollo de nuevos individuos vivos en los cuales se transmite la misma forma sustancial a una nueva materia. Para explicar que las sustancias pueden cambiar sin dejar de ser lo que son, Aristóteles utiliza los conceptos de potencia y acto. El ser potencial es, en rigor, ser actual: sólo por la actualidad puede ser entendida la existencia de la posibilidad. Es evidente que la potencia tiene que ser anterior al acto, ya que la potencia sólo puede actuar porque es una potencia: solamente ven que tienen la potencialidad de ver. Para que un organismo tenga vida es necesario que existan posibilidades de cambio, de movimiento; la vida no se presenta como algo acabado, un ser en acto, sino un ser con enormes posibilidades de existencia. El alma es principio de movimiento: en sí misma es vida y posibilidad de cambio. Aristóteles advierte que existen tres categorías diferentes de seres vivos: las plantas, los animales y el hombre. Por ser seres vivos todos tienen las capacidades de nutrición, generación y crecimiento, pero cada una de ellas presenta un paso respecto a los seres inferiores. Así, las plantas superan a los minerales porque poseen además un alma vegetativa, los animales superan a las plantas porque poseen además un alma sensitiva y, finalmente, los hombres tienen un alma intelectiva. El alma de los hombres hace posible que éstos vivan, sientan y piensen en sentido primero y radical. Aristóteles localizó las funciones psíquicas en el corazón, mientras su maestro Platón y los pitagóricos las habían colocado en el cerebro. Galeno sintetiza las dos posiciones diciendo que los espíritus animales se encuentran almacenados en los ventrículos cerebrales, que fluyen hacia los ventrículos del corazón, de donde son distribuidos por el cuerpo a través de las arterias.
sensibles, pero la inteligencia puede extraer de estos elementos la esencia de las cosas, con lo cual se hace posible la ciencia. Aristóteles distinguió claramente entre los aspectos cognitivos y motivacionales del alma. Por una parte, señaló una serie de funciones cognitivas que van desde la sensación a la razón; y por otra, una serie de aspectos motivacionales que van desde la simple necesidad al deseo y la voluntad. A partir de los aspectos motivacionales, Aristóteles derivó una psicología dinámica, en la que se aúnan el placer y la verdadera vida moral. Aristóteles identifica a veces hábito, pero otras establece una clara distinción entre ellos. El hábito es de mayor duración que la mera disposición. Los actos repetidos generan disposiciones, más o menos permanentes, a obrar de cierta manera: practicando la justicia se llega a ser justo, sabio, cultivando la sabiduría, valeroso, cultivando el valor... En una palabra, de la repetición se los mismos actos nacen las disposiciones a reproducirlos. Se podría afirmar que los hábitos son el elemento fundamental de la personalidad, entendidos éstos no en un ámbito puramente biológico, sino enmarcados en el ámbito social. El hombre es eminentemente un “animal político” y es la polis donde se realiza el hombre plenamente, interrelacionando, a través del lenguaje y las obras, con el resto de los ciudadanos. La vida fuera de la sociedad solamente es posible para los que son más que hombres, los dioses, o menos que hombres, las fieras.
La psicología post-aristotélica
Después de Aristóteles vino el período Helenístico, que se distinguió, entre otras cosas, por la importante manifestación científica de Alejandría en el siglo III a.C. Herófilo y Erasistrato descubrieron el sistema nervioso, los nervios que conducen al cerebro y a la médula espinal. Estos autores distinguieron incluso entre nervios sensoriales y nervios motores, una distinción que no sería válida hasta 1811, por Charles Bell. Galeno realizó vivisecciones de los nervios a nivel modular y comprobó empíricamente que unos son encargados de la transmisión del impulso sensorial y otros conducen el impulso motor a los músculos. Sin embargo, en general, la ciencia de Alejandría no promovió el estudio de la psicología, pues se consideraba que la mente no debía estudiarse como un objeto natural sometido a las leyes de las ciencias naturales. Los estoicos (hacia el 300 a. C.) contribuyeron también al desarrollo de la psicología con la noción de conciencia y la noción de instinto; el último debía ser ante todo un sentimiento
interior de conformidad con la razón innata expresada en las leyes de la naturaleza. En el siglo III d.C. Plotino volvió sobre la filosofía de Platón y estableció la psicología como una ciencia de la experiencia basada en la introspección descrita sin referencia a los procesos filosóficos. En esta línea se inscribe también la psicología de Platón y Plotino, pero, posteriormente, en la Edad Media, la psicología consistió en una repetición más o menos elaborada de lo expuesto por Aristóteles y San Agustín.
LOS COMIENZOS DE LA CIENCIA MODERNA
JUAN LUIS VIVES (1492-1540)
Juan Luis Vives nació en Venecia, aunque pasó gran parte de su vida en Inglaterra, en Francia y en los Países Bajos; estudió Humanidades en Erasmo y enseñó en las universidades de Lovaina y de Oxford. Su aportación fundamental a la psicología es la introducción del método empírico e inductivo en la investigación psicológica a través de una aproximación fenomenológica. Rompió con la tradición escolástica, cuyo interés estaba casi exclusivamente en determinar la naturaleza del alma y comenzó una investigación más fenomenológica en la psicología, como aparece en su obra De Anima et Vita (1538). Lo importante para el psicólogo no es investigar qué es el alma en sí, sino sus fenómenos, o como él dice: “lo que es el alma no nos concierne a nosotros conocerlo; lo que aparece, sus manifestaciones, es lo que realmente tiene importancia”. El método de investigación preferido es la introspección, a través de la cual se manifiesta al propio sujeto su interioridad. Luis Vives es uno de los primeros escritores que al hablar de la asociación de ideas introduce elementos motivacionales. Estos adquieren gran importancia porque son capaces de evocar pensamientos relacionados con estas emociones e ideas asociadas. Nos recuerda que, cuando era joven, estando enfermo con fiebre, le dieron cerezas que le resultaron de un sabor desagradable, a las que relacionó con su enfermedad, por lo que comenzó a odiarlas. A partir de entonces siguió odiando las cerezas que, más que recordarle la fiebre, parecía como si se la volvieran a producir. De alguna manera las emociones potencian la memoria. En el plano emotivo, Luis Vives estudió también los impulsos egoístas del ser humano, las apetencias, y la ambivalencia de los sentimientos, como, por ejemplo, el amor que se puede transformar en odio.
Mente y cuerpo, según Descartes, son dos entidades distintas, que no tienen nada en común. La materia y el cuerpo son entidades extensas, que operan de forma material y que se explican desde los principios físicos y mecánicos. La mente es inextensa, libre, e insustancial o carente de sustancia. Pero lo nuevo en Descartes es que la mente y el cuerpo, a pesar de ser completamente distintos, pueden interactuar en el organismo humano. La mente puede influir en el cuerpo y el cuerpo en la mente, de donde surge la teoría del interaccionismo mente-cuerpo. Si se considera el cuerpo independientemente de la mente, se comporta como una máquina, y sus operaciones se pueden explicar perfectamente a través de las leyes mecánicas del movimiento de los objetos en el espacio. Siguiendo esta línea analógica del funcionamiento del cuerpo como una máquina perfectamente diseñada, llegó Descartes a la idea de la “ondulatio reflexa”, un movimiento que no necesita la voluntad para moverse. Algunos descubrimientos filosóficos apoyaban la teoría mecanicista de Descartes. Miguel Servet había descubierto la circulación pulmonar de la sangre y otros médicos habían hechos avances considerables sobre el proceso de la digestión. También se conocía que los músculos del cuerpo trabajan en pares opuestos y que la sensación y el movimiento dependían de los nervios. Todo esto estaba en consonancia con la idea más general de que el cuerpo funcionaba como una máquina. El cuerpo se mueve mecánicamente y sus movimientos, por tanto, se pueden predecir, pues el cuerpo se moverá de acuerdo con los impulsos (sensaciones) que reciba. Los animales pertenecen completamente al área de los fenómenos mecánicos, por tanto los animales no tienen inmortalidad, no son capaces de pensar, y no tienen ni libertad ni voluntad. La mente inmaterial tiene las capacidades de pensamiento y de conciencia, y por tanto nos ofrece el conocimiento del mundo exterior, aunque su más importante capacidad es la de pensar; algo absolutamente distinto del mundo material. El pensamiento no pertenece al mundo material, por tanto es inmaterial, libre e inextenso, pero no puede conocer el mundo sino a través del cuerpo. Descartes sostiene la interacción de estos dos elementos completamente distintos, pero ha de encontrar un punto de interaccionen en que la mente y el cuerpo puedan intercambiar sus influencias mutuas. Descartes pensaba que el punto de interacción debía estar en el cerebro, porque muchas de las investigaciones habían demostrado que los nervios llevan las sensaciones al cerebro y muchas de las vías nerviosas del movimiento parten también del cerebro. Dentro del cerebro, la única glándula que no está dividida y duplicada en ambos
hemisferios es la glándula pineal, y a esta glándula le otorgó la función de ser punto de conexión entre el cuerpo y la mente. La forma de interacción entre la mente y el cuerpo es tratada por Descartes de forma mecanicista. Los movimientos de los espíritus animales en los nervios huecos producen una impresión en la glándula pineal, y de esta impresión la mente obtiene una sensación. Lo relevante es que un movimiento cuantitativo (el flujo de los espíritus animales) se transforma en una cualidad puramente mental (la sensación). También la mente puede producir una impresión en la glándula pineal, que a su vez, por la inclinación hacia un lado u otro, influye en la dirección del flujo de los espíritus animales hacia los músculos, y de esto resulta el movimiento. De esta manera, una cualidad puramente mental puede influir en el movimiento, una propiedad del cuerpo. Otra formulación importante de Descartes que influyó poderosamente en el desarrollo de la psicología es la doctrina sobre las ideas. Descartes creía que en la mente tenemos dos tipos de ideas: innatas y adquiridas. Las adquiridas se producen mediante la aplicación de un estímulo externo, y, por tanto, son producto de la experiencia obtenida a través de los sentidos. Las ideas innatas, por el contrario, no las producen los objetos del mundo externo, sino la mente o conciencia, y son independientes de la experiencia, aunque pueden ser actualizadas o contrastadas con experiencias concretas. Entre las ideas innatas, Descartes señala la idea de Dios, de sí mismo, los axiomas geométricos, la idea de perfección, de infinito, etcétera. El mecanismo de Descartes fue continuado en Francia durante el siglo XVII por las contribuciones de Nicolás de Malebranche (1638-1715). Pero este siglo, además, tuvo innovaciones importantes dentro de la ciencia y la tecnología que aportaron datos y métodos de estudio importantes para la psicología. Johann Kepler (1571-1630) había notado que el cristalino del ojo era simplemente la lente y no el órgano fundamental de la visión, y que proyectaba una imagen invertida en la retina, por lo cual dedujo que era la retina el órgano de la visión. Kepler formuló la pregunta sobre ¿cómo vemos de forma correcta cuando las imágenes retinianas están invertidas?, cayendo en el error común de pensar que los objetos debían estar representados con similares patrones en el cerebro. Posteriormente, Descartes demostró, usando un ojo de toro, que la imagen invertida la producen las lentes en la parte posterior del ojo. En este siglo se produjeron otros dos descubrimientos de la percepción. En 1638, Galileo (1564-1642) mostró que la altura de los tonos depende de la frecuencia de la vibración del
G. L. Leclerc, conde de Bufón (1707-1788): en su Historia Natural , de 44 volúmenes, publicada en Francia entre 1749 y 1804, intentaba integrar los hechos y observaciones aislados en un desarrollo histórico continuo y afirmaba que las especies cambian en relación al medio. Jean-Baptiste de Lamarck (1744-1829), naturalista francés, depuró las creencias de Erasmus Darwin. Creyó y difundió una teoría de la evolución relacionada con el comportamiento, que levantó mucha polémica, llegando a ser la teoría evolucionista más importante antes de Charles Darwin. En 1809, aparece Philosophie Zoologique, donde se expone el sistema. Su teoría se basa sobre lo que ha venido a llamarse “herencia de los caracteres adquiridos”, cuyas fases son las siguientes:
las bases de la evolución de las especies, objetivo primordial de la obra de Darwin: El origen de las especies (1859). En 1858, Darwin había reunido ya cuantiosas pruebas y datos concretos que le permitan apoyar sus teorías con solidez. Entonces, a punto ya de publicar su obra, recibe un artículo de Alfred Russell (1822-1913) que, como él, había leído a Malthus, y en el que exponía una teoría basada también en la lucha por la existencia, a pesar de que nunca llegaría a admitir la hipótesis de Lamarck, como Darwin hizo. Darwin se encuentra entonces sin saber qué hacer, pues ambas formulaciones, la de Russell y la suya propia, son casi iguales, aunque la suya se basa en más datos y es más completa. Se decide por pedir urgentemente la opinión de Lyell sobre cómo debe comportarse respecto a Russell. Lyell estudia los manuscritos de éste y aconseja a Darwin mandarlos a la Sociedad Linneana, en unión de los suyos propios. Allí se acuerda publicar un ensayo conjunto y se hace en la revista Linnean Society Journal ese mismo año de 1858. Por fin, el 24 de noviembre de 1859, se publica la primera edición de la obra de Darwin: The Origin os Species by Natural Selection or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for life (El origen de la especies por la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida; los 1250 ejemplares de la edición se vendieron ese mismo día), sobre las bases de las pruebas reunidas como material de investigación que intenta demostrar la transición de las especies. Darwin, en La descendencia humana y la selección sexual (1871), aplica la teoría general de la evolución a la especie humana, considerando al hombre como un animal superior con un cerebro anormal, haciéndolo descender de un antepasado simiesco, padre a la vez del hombre y de los simios actuales: el hombre desciende de un cuadrúpedo peludo dotado de cola, arbóreo probablemente en sus costumbres y habitante del viejo mundo. En aquel entonces, y para la sociedad inglesa en que vivía Darwin, esta afirmación iba a levantar una protesta general. Darwin se animó a dar este paso por la obra que en 1863 publicó el catedrático de biología y paleontología de la Escuela de Minas de Londres, Thomas Huxley: Testimonio de la posición del hombre en la naturaleza, donde afirma que el hombre es también resultado de la evolución como los demás animales (a pesar de la polémica a que esta afirmación da lugar, los científicos la van viendo poco a poco como más natural). Darwin trata de demostrar esta afirmación valiéndose de datos tomados sobre el comportamiento de animales superiores y comparándolos con el de los humanos inferiores
(deficientes mentales, salvajes y niños); resultado de esto es su obra: La expresión de las emociones en el hombre y los animales (1872). Darwin no fue psicólogo ni intentó hacer psicología, pero sus afirmaciones contienen las llaves que abrían muchos nuevos campos de investigación en la psicología: Al estudiar la vida como función adaptativa y no el contenido de la mente cual era la misión que Wundt tenía señalada a la nueva psicología, inicia un movimiento en pro del estudio de los mecanismos de adaptación del organismo al ambiente, que va a culminar con el funcionalismo americano y con las modernas teorías conductistas. Al señalar la continuidad y semejanza entre los animales y hombres (expresión de las emociones...), rompe la tremenda barrera que Descartes puso entre unos y otros, y así se inicia la floreciente escuela inglesa de psicología animal (Spalding, Romanes, Morgan y Hobhouse), que provocará el entusiasmo por la psicología comparada en EEUU desde finales del siglo pasado, entusiasmo que crecerá progresivamente hasta nuestros días. Además de una actitud de observación, recopilación y clasificación de datos, Darwin se interesa por la génesis de los rasgos (evolución). Tal vez esto animó a los psiquiatras del siglo pasado a dedicarse, más que a las grandes clasificaciones de enfermedades mentales, a los estudios etiológicos (Freud) de las mismas. Con ello se da pie al nacimiento de la psicología clínica y de la psicología moderna. La misma actitud genética y evolutiva de los rasgos o habilidades puede servir de base a la psicología evolutiva. Darwin observó día a día la evolución de un hijo suyo durante los tres primeros años de su vida. Este mismo procedimiento usó casi un siglo antes (1781) el filósofo alemán F. Tiedemann, observando los primeros años de su hijo Federico. Taine publica en 1876 las observaciones que hizo con su hija. W. Preyer, filósofo de Jena, presenta en Berlín (1880) un esquema y procedimiento de cómo debe observarse a los hijos cada día y anima a que así se haga para educarlos bien. Baldwin (1890), Binet (1892), W. Stern y su esposa (1907-1908), son otros que se dedican a observar pacientes a sus hijos, para ver y controlar la evolución de ciertas pautas de comportamiento. El problema de cómo se adapta el ser vivo al ambiente va a interesar a la moderna pedagogía , interesada en el problema de la adquisición (aprendizaje) de hábitos y destrezas. El hecho que sea fundamental para la supervivencia el tener algo que otro de la misma especie no posee de esa manera, nos lleva al terreno del estudio de las diferencias individuales , antes sólo tratado, unas veces ocasionalmente (Bessel: “ecuación personal” de
comparada. Otros, partiendo del principio científico del reduccionismo, opinaban que el comportamiento natural dependía del instinto; para otros, el animal aprendía por casualidad o por ensayo-error y éxito. Otros explicaban el comportamiento como una especie de tropismo que movía el animal en una u otra dirección. En Norteamérica se trabajó especialmente con animales en el laboratorio, mientras que, en Europa, Lorenz formó una interesante escuela (la etología) que prefería observar al animal en su medio natural. Para explicar la génesis del comportamiento ontogenético de los animales algunos hacían recaer todo su peso en el medio ambiente (ambientalistas), mientras que otros preferían recurrir a la herencia como principal determinante de las habilidades de cada individuo.
La escuela anecdotista y otros psicólogos ingleses
Esta escuela se basa en la teoría darwinista, según la cual la escala filogenética forma un continuo, llegando a firmar que los animales superiores poseen una cierta capacidad, aunque rudimentaria, de razonamiento. Para probar esto, recogen con frecuencia historias anecdóticas de comportamiento de animales, a veces de dudosa procedencia y en las que se enfatiza una supuesta conducta inteligente, emocional y ética de ciertos animales. Entre los más destacados representantes de esta escuela se encuentran: el propio Darwin y Sir John Lubbock (1834-1913), que en 1882 escribe una obra sobre la vida de las hormigas, avispas y abejas, en la que al hablar de la vida social de estos insectos les atribuye cierto grado de inteligencia. El que, sin duda, es más conocido, es el filósofo y naturalista inglés George John Romanes (1848-1894). En 1882 publicó la obra Animal Intelligence, considerada por muchos el primer libro de psicología comparada, y en él se usa por primera vez este término. En esta obra aparecen anécdotas y también a veces observaciones científicas que le sirven de base para interpretaciones antropomórficas de las actividades. También es importante su obra Mental Evolution in Animals (1883), donde estudia la evolución del pensamiento y del lenguaje. Observa que el animal tiene capacidad para formar lo que él llamó “receptos”, que obtiene a partir de una especie de abstracción inconsciente basada en una asociación espontánea no intencional, común a los animales y niños (en los primeros meses de la vida de éstos); son así como conceptos primitivos, pero que en el animal no se desarrollan por carecer de lenguaje. También Romanes observó y experimentó con varias especies de animales marinos en un laboratorio que hizo en la costa
noroeste de Escocia, y donde en los veranos obtenía el material para las conferencias que sobre este tema daba durante el curso en Londres y Oxford. Carl John Warden señala cinco aspectos que sirvieron de criterio a esta escuela para suponer cierto grado de inteligencia de los animales.
Escuela instintivista
Douglas Spalding (1840-1877), a principios de 1870, escucha en Aberdeen (Escocia) unas conferencias de A. Bain, en las que defendía que el comportamiento de los animales es aprendido por imitación de sus congéneres. Spalding, no estando de acuerdo con tal afirmación, observa que los pollos recién nacidos buscan alimentos picoteando el suelo, a pesar de que los aisló de otros adultos tapándose los ojos al nacer. Igualmente, comprobó cómo esos animales huían ante la presencia del halcón, su enemigo natural, incluso sin ver la reacción de los pollos adultos. De ahí que pensara que el instinto era algo real. Surgirá una polémica en la historia de la psicología en torno a este tema del instinto que aún hoy día existe. Tal vez Douglas Spalding (1873) sea el pionero de este procedimiento, privando a los pollos recién nacidos de la compañía de sus congéneres para así observar lo que hacían sin la interferencia de la imitación. Se comprobó que muchas pautas de conducta eran específicas y obedecían a un mecanismo nervioso central que se transmite hereditariamente. Un ejemplo muy clarificador es el hecho de que, en cautiverio, las aves aprenden a cantar, a hacer el nido, etc., de la misma manera que lo hace su especie. Es