Docsity
Docsity

Prepare-se para as provas
Prepare-se para as provas

Estude fácil! Tem muito documento disponível na Docsity


Ganhe pontos para baixar
Ganhe pontos para baixar

Ganhe pontos ajudando outros esrudantes ou compre um plano Premium


Guias e Dicas
Guias e Dicas

Martim Fierro - José Hernandes, Manuais, Projetos, Pesquisas de Direito

Livro Pdf, 1º Volume - Original em Espanhol

Tipologia: Manuais, Projetos, Pesquisas

Antes de 2010

Compartilhado em 22/11/2009

fernando-guterres-do-carmo-1
fernando-guterres-do-carmo-1 🇧🇷

4.6

(7)

13 documentos

1 / 54

Toggle sidebar

Esta página não é visível na pré-visualização

Não perca as partes importantes!

bg1
Libordot
Martín Fierro
José Hernández
Digitalizado por
h
ht
tt
tp
p:
:/
//
/w
ww
ww
w.
.l
li
ib
br
ro
od
do
ot
t.
.c
co
om
m
pf3
pf4
pf5
pf8
pf9
pfa
pfd
pfe
pff
pf12
pf13
pf14
pf15
pf16
pf17
pf18
pf19
pf1a
pf1b
pf1c
pf1d
pf1e
pf1f
pf20
pf21
pf22
pf23
pf24
pf25
pf26
pf27
pf28
pf29
pf2a
pf2b
pf2c
pf2d
pf2e
pf2f
pf30
pf31
pf32
pf33
pf34
pf35
pf36

Pré-visualização parcial do texto

Baixe Martim Fierro - José Hernandes e outras Manuais, Projetos, Pesquisas em PDF para Direito, somente na Docsity!

Digitalizado por

ht htttpp::////wwwwww..lliibbrrooddoott..ccoomm

I

Aquí me pongo a cantar al compás de la vigüela, que el hombre que lo desvela una pena estrordinaria, como la ave solitaria con el cantar se consuela.

Pido a los santos del cielo que ayuden mi pensamiento: les pido en este momento que voy a cantar mi historia me refresquen la memoria y aclaren mi entendimiento.

Vengan santos milagrosos, vengan todos en mi ayuda, que la lengua se me añuda y se me turba la vista; pido a mi Dios que me asista en una ocasión tan ruda.

Yo he visto muchos cantores, con famas bien otenidas y que después de alquiridas no las quieren sustentar: parece que sin largar se cansaron en partidas.

Mas ande otro criollo pasa Martín Fierro ha de pasar; nada lo hace recular, ni las fantasmas lo espantan, y dende que todos cantan yo también quiero cantar.

Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar, y cantando he de llegar al pie del Eterno Padre; dende el vientre de mi madre vine a este mundo a cantar.

Que no se trabe mi lengua ni me falte la palabra; el cantar mi gloria labra y, poniéndome a cantar, cantando me han de encontrar aunque la tierra se abra.

Me siento en el plan de un bajo

lo que al mundo truje yo del mundo lo he de llevar.

Mi gloria es vivir tan libre como el pájaro del cielo; no hago nido en este suelo ande hay tanto que sufrir, y naides me ha de seguir cuando yo remuento el vuelo.

Yo no tengo en el amor quien me venga con querellas; como esas aves tan bellas que saltan de rama en rama, yo hago en el trébol mi cama y me cubren las estrellas.

Y sepan cuantos escuchan de mis penas el relato que nunca peleo ni mato sino por necesidá y que a tanta alversidá sólo me arrojó el mal trato.

Y atiendan la relación que hace un gaucho perseguido, que padre y marido ha sido empeñoso y diligente, y sin embargo la gente lo tiene por un bandido.

II

Ninguno me hable de penas, porque yo penando vivo, y naides se muestre altivo aunque en el estribo esté, que suele quedarse a pie el gaucho más alvertido.

Junta esperencia en la vida hasta pa dar y prestar quien la tiene que pasar entre sufrimiento y llanto; porque nada enseña tanto como el sufrir y el llorar.

Viene el hombre ciego al mundo, cuartiándolo la esperanza, y a poco andar ya lo alcanzan las desgracias a empujones; ¡la pucha, que trae liciones

el tiempo con sus mudanzas!

Yo he conocido esta tierra en que el paisano vivía y su ranchito tenía y sus hijos y mujer... Era una delicia el ver cómo pasaba sus días.

Entonces... cuando el lucero brillaba en el cielo santo y los gallos con su canto nos decían que el día llegaba, a la cocina rumbiaba el gaucho... que era un encanto.

Y sentao junto al jogón a esperar que venga el día, al cimarrón se prendía hasta ponerse rechoncho, mientras su china dormía tapadita con su poncho.

Y apenas la madrugada empezaba a coloriar, los pájaros a cantar y las gallinas a apiarse, era cosa de largarse cada cual a trabajar.

Este se ata las espuelas se sale el otro cantando, uno busca un pellón blando éste un lazo, otro un rebenque, y los pingos relinchando los llaman dende el palenque.

El que era pión domador enderezaba al corral ande estaba el animal bufidos que se las pela y más malo que su agüela se hacía astillas el bagual.

Y allí el gaucho inteligente en cuanto el potro enriendó, los cueros le acomodó y se le sentó en seguida, que el hombre muestra en la vida la astucia que Dios le dio.

Y en las playas corcoviando

¡Ah tiempos... pero si en él se ha visto tanto primor!

Aquéllo no era trabajo, más bien era una junción, y después de un güen tirón en que uno se daba maña, pa darle un trago de caña solía llamarlo el patrón.

Pues siempre la mamajuana vivía bajo la carreta, y aquél que no era chancleta en cuanto el goyete vía, sin miedo se le prendía como güérfano a la teta.

¡Y qué jugadas se armaban cuando estábamos riunidos! Siempre íbamos prevenidos pues en tales ocasiones caiban muchos comedidos

Eran los días del apuro y alboroto pa el hembraje, pa preparar los potajes y osequiar bien a la gente, y ansí, pues, muy grandemente pasaba siempre el gauchaje.

Venía la carne con cuero, la sabrosa carbonada, mazamorra bien pisada, los pasteles y el güen vino pero ha querido el destino que todo aquéllo acabara.

Estaba el gaucho en su pago con toda seguridá pero áura... ¡barbaridá! la cosa anda tan fruncida que gasta el pobre la vida en juir de la autoridá.

Pues si usté pisa en su rancho y si el alcalde lo sabe Lo caza lo mesmo que ave aunque su mujer aborte... ¡No hay tiempo que no se acabe ni tiento que no se corte!

Y al punto dése por muerto

si el alcalde lo bolea, pues áhi no más se le apea con una felpa de palos. Y después dicen que es malo el gaucho si los pelea.

Y el lomo le hinchan a golpes, y le rompen la cabeza, y luego con ligereza, ansí lastimao y todo, lo amarran codo con codo Y pa el cepo lo enderiezan.

Ahí comienzan sus desgracias, áhi principia el pericón; porque ya no hay salvación, Y que usté quiera o no quiera, lo mandan a la frontera o lo echan a un batallón.

Ansí empezaron mis males lo mesmo que los de tantos; si gustan... en otros cantos les diré lo que he sufrido. Después que uno está perdido no lo salvan ni los santos.

III

Tuve en mi pago en un tiempo hijos, hacienda y mujer, pero empecé a padecer, me echaron a la frontera ¡y qué iba a hallar al volver! tan sólo hallé la tapera.

Sosegao vivía en mi rancho como el pájaro en su nido; allí mis hijos queridos iban creciendo a mi lao... Sólo queda al desgraciao lamentar el bien perdido.

Mi gala en las pulperías era, cuando había más gente, ponerme medio caliente, pues cuando puntiao me encuentro me salen coplas de adentro como agua de la virtiente.

Cantando estaba una vez en una gran diversión;

y esas cosas no me enllenan.

Al mandarnos nos hicieron más promesas que a un altar. El Juez nos jue a proclamar y nos dijo muchas veces: "Muchachos, a los seis meses los van a ir a revelar."

Yo llevé un moro de número. ¡Sobresaliente el matucho! Con él gané en Ayacucho más plata que agua bendita; siempre el gaucho necesita un pingo pa fiarle un pucho.

Y cargué sin dar mas güeltas con las prendas que tenía: jergas, poncho, cuanto había en casa, tuito lo alcé; a mi china la dejé media desnuda ese día.

No me faltaba una guasca; esa ocasión eché el resto: bozal, maniador, cabresto, lazo, bolas y manea... ¡El que hoy tan pobre me vea tal vez no crerá todo esto!

Ansí en mi moro, escarciando, enderecé a la frontera. ¡Aparcero, si usté viera lo que se llama cantón...! Ni envidia tengo al ratón en aquella ratonera.

De los pobres que allí había a ninguno lo largaron; los más viejos rezongaron, pero a uno que se quejó en seguida lo estaquiaron y la cosa se acabó.

En la lista de la tarde el jefe nos cantó el punto, diciendo: Quinientos juntos llevará el que se resierte; lo haremos pitar del juerte; más bien dése por dijunto.

A naides le dieron armas,

pues toditas las que había el coronel las tenía, según dijo esa ocasión, pa repartirlas el día en que hubiera una invasión.

Al principio nos dejaron de haraganes criando sebo, pero después..no me atrevo a decir lo que pasaba. ¡Barajo!... si nos trataban como se trata a malevos.

Porque todo era jugarle por los lomos con la espada, y, aunque usté no hiciera nada, lo mesmito que en Palermo le daban cada cepiada que lo dejaban enfermo.

¡Y qué indios, ni qué servicio, si allí no había ni cuartel! Nos mandaba el coronel a trabajar en sus chacras, y dejábamos las vacas que las llevara el infiel.

Yo primero sembré trigo y después hice un corral, corté adobe pa un tapial, hice un quincho, corté paja... ¡La pucha, que se trabaja sin que le larguen ni un rial!

Y es lo pior de aquel enriedo que si uno anda hinchando el lomo ya se le apean como plomo... ¡Quién aguanta aquel infierno! Y eso es servir al gobierno, a mí no me gusta el cómo.

Más de un año nos tuvieron en esos trabajos duros, y los indios, le asiguro, dentraban cuando querían: como no los perseguían siempre andaban sin apuro.

A veces decía al volver del campo la descubierta que estuviéramos alerta, que andaba adentro la indiada;

Tiemblan las carnes al verlo volando al viento la cerda, la rienda en la mano izquierda y la lanza en la derecha; ande enderiesa abre brecha pues no hay lanzaso que pierda.

Hace trotiadas tremendas dende el fondo del desierto; ansí llega medio muerto de hambre, de sé y de fatiga; pero el indio es una hormiga que día y noche está despierto.

Sabe manejar las bolas como naides las maneja cuanto el contrario se aleja manda una bola perdida y si lo alcanza, sin vida es siguro que lo deja.

Y el indio es como tortuga de duro para espichar; si lo llega a destripar ni siquiera se le encoge; luego sus tripas recoge y se agacha a disparar.

Hacían el robo a su gusto y después se iban de arriba, se llevaban las cautivas y nos contaban que a veces les descarnaban los pieses a las pobrecitas, vivas.

¡Ah, si partía el corazón ver tantos males, canejo! Los perseguíamos de lejos sin poder ni galopiar. ¡Y qué habíamos de alcanzar en unos bichocos viejos!

Nos volvíamos al cantón a las dos o tres jornadas sembrando las caballadas; y pa que alguno la venda, rejuntábamos la hacienda que habían dejao resagada.

Una vez entre otras muchas. tanto salir al botón, nos pegaron un malón

los indios y una lanciada. que la gente acobardada quedó dende esa ocasión.

Habían estao escondidos aguaitando atrás de un cerro. ¡Lo viera a su amigo Fierro aflojar como un blandito! Salieron como máiz frito en cuanto sonó un cencerro.

Al punto nos dispusimos aunque ellos eran bastantes; la formamos al istante nuestra gente, que era poca; y golpiándose en la boca hicieron fila adelante.

Se vinieron en tropel haciendo temblar la tierra. No soy manco pa la guerra pero tuve mi jabón, pues iba en un redomón que había boliao en la sierra.

¡Qué vocerío, qué barullo, qué apurar esa carrera! La indiada todita entera dando alaridos cargó. ¡Jue pucha!... y ya nos sacó como yeguada matrera.

¡Qué fletes traiban los bárbaros, como una luz de ligeros! Hicieron el entrevero y en aquella mescolanza, éste quiero, éste no quiero, nos escogían con la lanza.

Al que le dan un chuzaso dificultoso es que sane; en fin, para no echar panes, salimos por esas lomas lo mesmo que las palomas al juir de los gavilanes.

Es de almirar la destreza con que la lanza manejan. De perseguir nunca dejan y nos traiban apretaos. ¡Si queríamos, de apuraos, salirnos por las orejas!

Seguiré esta relación aunque pa chorizo es largo: el que pueda hágase cargo cómo andaría de matrero, después de salvar el cuero de aquel trance tan amargo.

Del sueldo nada les cuento, porque andaba disparando; nosotros, de cuando en cuando, solíamos ladrar de pobres: nunca llegaban los cobres que se estaban aguardando.

Y andábamos de mugrientos que el mirarnos daba horror; le juro que era un dolor ver esos hombres, ¡por Cristo! En mi perra vida he visto una miseria mayor.

Yo no tenía ni camisa ni cosa que se parezca; mis trapos sólo pa yesca me podían servir al fin... No hay plaga como un fortín para que el hombre padezca.

Poncho, jergas, el apero, las prenditas, los botones, todo, amigo, en los cantones jue quedando poco a poco; ya nos tenían medio loco la pobreza y los ratones.

Sólo una manta peluda era cuanto me quedaba; la había agenciao a la taba y ella me tapaba el bulto; yaguané que allí ganaba no salía... ni con indulto.

Y pa mejor hasta el moro se me jue de entre las manos; no soy lerdo... pero, hermano, vino el comendante un día diciendo que lo quería "pa enseñarle a comer grano".

Afigúresé cualquiera la suerte de este su amigo, a pie y mostrando el umbligo,

estropiao, pobre y desnudo. Ni por castigo se pudo hacerse más mal conmigo.

Ansí pasaron los meses, y vino el año siguiente, y las cosas igualmente siguieron del mesmo modo: adrede parece todo para aburrir a la gente.

No teníamos más permiso, ni otro alivio la gauchada, que salir de madrugada, cuando no había indio ninguno, campo ajuera, a hacer boliadas, desocando los reyunos.

Y cáibamos al cantón con los fletes aplastaos, pero a veces medio aviaos con plumas y algunos cueros que áhi no más con el pulpero los teníamos negociaos.

Era un amigo del jefe que con un boliche estaba; yerba y tabaco nos daba por la pluma de avestruz, y hasta le hacía ver la luz al que un cuero le llevaba.

Sólo tenía cuatro frascos y unas barricas vacías, y a la gente le vendía todo cuanto precisaba: a veces creiba que estaba allí la proveduría.

¡Ah pulpero habilidoso! Nada le solía faltar ¡Aijuna! y para tragar tenía un buche de ñandú. La gente le dio en llamar "el boliche de virtú".

Aunque es justo que quien vende algún poquitito muerda, tiraba tanto la cuerda que con sus cuatro limetas él cargaba las carretas de plumas, cueros y cerda.

y áhi no más volvió a decir comiéndomé con la vista: "-¿Y qué querés recebir si no has dentrao en la lista?"

"-Este sí que es amolar", dije yo pa mis adentros, "van dos años que me encuentro y hasta áura he visto ni un grullo; dentro en todos los barullos pero en las listas no dentro".

Vide el plaito mal parao y no quise aguardar más... Es güeno vivir en paz con quien nos ha de mandar, y reculando pa trás me le empecé a retirar.

Supo todo el comendante y me llamó al otro día, diciéndomé que quería aviriguar bien las cosas que no era el tiempo de Rosas, que áura a naides se debía.

Llamó al cabo y al sargento y empezó la indagación: si había venido al cantón en tal tiempo o en tal otro Y si había venido en potro, en reyuno o redomón.

Y todo era alborotar al ñudo, y hacer papel: conocí que era pastel pa engordar con mi guayaca; mas si voy al coronel me hacen bramar en la estaca.

¡Ah hijos de una!... ¡La codicia ojalá les ruempa el saco! Ni un pedazo de tabaco le dan al pobre soldao, y lo tienen, de delgao, más ligero que un guanaco.

Pero qué iba a hacerles yo, charabón en el desierto; más bien me daba por muerto pa no verme más fundido y me les hacía el dormido

aunque soy medio dispierto.

V

Yo andaba desesperao aguardando una ocasión, que los indios un malón nos dieran, y entre el estrago hacérmelés cimarrón y volverme pa mi pago.

Aquéllo no era servicio ni defender la frontera: aquéllo era ratonera en que es más gato el más juerte: era jugar a la suerte con una taba culera.

Allí tuito va al revés: los milicos se hacen piones, y andan por las poblaciones emprestaos pa trabajar; Ios rejuntan pa peliar cuando entran indios ladrones.

Yo he visto en esa milonga muchos jefes con estancia, y piones en abundancia, y majadas y rodeos; he visto negocios feos a pesar de mi inorancia.

Y colijo que no quieren la barunda componer; para esto no ha de tener el jefe, aunque esté de estable, más que su poncho y su sable, su caballo y su deber.

Ansina, pues, conociendo que aquel mal no tiene cura, que tal vez mi sepultura si me quedo iba a encontrar, pensé en mandarme mudar como cosa más sigura.

Y pa mejor, una noche ¡qué estaquiada me pegaron! Casi me descoyuntaron por motivo de una gresca. ¡Aijuna, si me estiraron lo mesmo que guasca fresca!