










Estude fácil! Tem muito documento disponível na Docsity
Ganhe pontos ajudando outros esrudantes ou compre um plano Premium
Prepare-se para as provas
Estude fácil! Tem muito documento disponível na Docsity
Prepare-se para as provas com trabalhos de outros alunos como você, aqui na Docsity
Os melhores documentos à venda: Trabalhos de alunos formados
Prepare-se com as videoaulas e exercícios resolvidos criados a partir da grade da sua Universidade
Responda perguntas de provas passadas e avalie sua preparação.
Ganhe pontos para baixar
Ganhe pontos ajudando outros esrudantes ou compre um plano Premium
Comunidade
Peça ajuda à comunidade e tire suas dúvidas relacionadas ao estudo
Descubra as melhores universidades em seu país de acordo com os usuários da Docsity
Guias grátis
Baixe gratuitamente nossos guias de estudo, métodos para diminuir a ansiedade, dicas de TCC preparadas pelos professores da Docsity
Un resumen del capítulo "la imaginación sociológica" de wright mills, explorando la distinción entre inquietudes personales y problemas públicos de la estructura social. También analiza la sociología como una práctica sistemática, diferenciándola de otras disciplinas sociales y explorando su relación con el sentido común. Se destaca la importancia de la crítica sociológica y su papel en la desmitificación de las verdades establecidas.
Tipologia: Resumos
1 / 18
Esta página não é visível na pré-visualização
Não perca as partes importantes!
“Hoy en día los hombres se dan cuenta con frecuencia que sus vidas privadas son una serie de engaños. Se dan cuenta de que es sus mundos cotidianos no pueden vencer sus dificultades, y en eso muchas veces tiene toda la razón: lo que los hombres corrientes saben y lo que tratan de hacer está limitado por las órbitas privadas en que viven; están limitados al habitual escenario del trabajo, de la familia, de la vecindad. Los hechos de la historia contemporánea son también hechos relativos al triunfo y al fracaso de hombres y mujeres individuales. Ni la vida de un individuo ni la historia de una sociedad pueden entenderse sin entender ambas cosas. EJEMPLO: Los hombres, habitualmente, no relacionan los problemas que sufren en relación con los cambios históricos, ni el bienestar del que gozan a los grandes vaivenes de la sociedad en que viven. Los hombres corrientes suelen ignorar la conexión entre el tipo de vida que llevan y el curso de la historia del mundo, ignoran lo que esa conexión significa para el tipo de hombres en que se van convirtiendo y para la clase de actividad histórica en la que pueden tener parte. No poseen la cualidad mental esencial para percibir la interrelación del hombre y la sociedad, de la biografía y de la historia, del yo y del mundo.
El capitalismo se señala como como uno de los medios de convertir la sociedad en un aparato industrial. Por todas partes, en el mundo superdesarrollado, los medios de ejercer la autoridad y la violencia se hacen totales en su alcance y burocráticos en su forma. ¿Es de extrañar que los hombres corrientes, en defensa de su yo, se insensibilicen moralmente, esforzándose por seguir siendo hombres totalmente privados o particulares? ¿Es de extrañar que estén poseídos por la sensación de haber sido atrapados? En este Edad del Dato la información domina su atención y supera su capacidad para asimilarla. Lo que necesitan es una cualidad mental que les ayude a usar la información y a desarrollar la razón para comprender lo que ocurre en el mundo y lo que quizás está ocurriendo dentro de ellos. Lo que puede llamarse IMAGINACIÓN SOCIOLÓGICA , es precisamente esa cualidad. La imaginación sociológica permite comprender el escenario histórico más amplio en cuanto a su significado para la vida interior y para la trayectoria exterior de diversidad de individuos. Ella le permite tener en cuenta como los individuos son falsamente conscientes de sus posiciones sociales. El primer fruto de esa imaginación es la idea de que el individuo solo puede comprender su propia existencia y evaluar su propio destino localizándose a sí mismo en su época; de que puede conocer sus propias posibilidades en la vida si conoce las de todos los individuos que se hallaban en sus circunstancias. Sabemos que todo individuo vive en una sociedad, que vive una biografía, y que la vive dentro de una sucesión histórica. Por el hecho de vivir contribuye, aunque sea en una pequeñísima medida, a dar forma a esa sociedad y al curso de su historia, aun cuando él está formado por la sociedad y por su curso histórico. La imaginación sociológica nos permite captar la historia y la biografía y la relación entre ambas dentro de una sociedad. Esa es su tarea y su promesa. Los mejores analistas sociales, por más limitados o amplios que sean los rasgos de la realidad social que han examinado, los que imaginativamente han tenido conciencia de lo que prometía su obra han formulado siempre tres tipos de preguntas:
Mills comienza La imaginación sociológica describiendo la situación del hombre en la década de 1950, que se siente limitado y atrapado por su órbita privada. Por un lado, los hombres se ven confinados a sus rutinas: van al trabajo, donde son trabajadores, luego vuelven a sus casas y son padres de familia. Por otro lado, se sienten impotentes ante las condiciones políticas y sociales, que no pueden controlar. En la década de 1950, ante las ansiedades que produce la guerra nuclear y las tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética por la Guerra Fría, aumenta la sensación de que el individuo no puede intervenir en los grandes problemas estructurales, por lo que siente que no tiene ningún papel que desempeñar en la política mundial. Para entender esta situación, se debe adoptar una “imaginación sociológica”, como una forma de pensar y de hacer preguntas desde la sociología. Esto significa mirar el mundo sociológicamente, haciendo preguntas sociológicas y dando respuestas sociológicas. La tarea de Mills en este libro es describir en detalle cómo son estas preguntas y respuestas. En esta parte, esboza tres tipos de preguntas que suelen plantearse los sociólogos. La primera es cuál es la estructura de la sociedad, que
apunta a cómo se relacionan los distintos grupos que la componen. En segundo lugar, la sociología se pregunta cuál es el lugar de la sociedad en la historia, con el fin de averiguar cómo cambian las sociedades a lo largo del tiempo y cómo se relaciona la sociedad del presente con las sociedades del pasado. Por último, se pregunta qué tipo de personas produce la sociedad, para describir cómo la personalidad y el estado de ánimo de las personas, sus creencias y sus valores, están moldeados por el entorno social en el que viven. Mills explicita por qué cree que es importante plantearse estas preguntas y qué nos ayudan a comprender. Para empezar, la imaginación sociológica es capaz de oscilar entre lo personal y lo histórico. En el caso del hombre contemporáneo que se siente atrapado e impotente, el estudio sociológico explica cómo estos sentimientos son producidos por algo más grande que la vida de un individuo en particular. En este sentido, puede mostrarle cómo su vida personal está moldeada por la sociedad en la que vive y por el período histórico al que pertenece. La sociología conecta lo personal y lo histórico al transformar los problemas personales en históricos, y los problemas históricos en personales. Si un individuo se siente atrapado en su vida particular, la sociología se pregunta qué ocurre en la historia para que se produzca este sentimiento. En sentido inverso, también se pregunta cómo una situación global, como la Guerra Fría, se refleja en lo que la gente siente y piensa en su vida privada. Para aclarar el tipo de trabajo que realiza la sociología al conectar lo personal y lo histórico, Mills distingue entre inquietudes personales y problemas públicos. Las inquietudes personales son las que un individuo experimenta en su "medio", palabra con la que Mills designa la situación inmediata en la que se mueve el hombre, como su familia. Las inquietudes son un asunto privado; en cambio, los problemas pertenecen a una estructura social más amplia. Un problema es, por ejemplo, una crisis en una institución, y es un asunto público, no privado. Mills toma como ejemplo el divorcio. Un hombre y una mujer pueden tener inquietudes en su medio matrimonial; eso es un asunto privado. Pero cuando la mitad de los matrimonios acaban en divorcio en una sociedad, eso también es un problema público, que tiene que ver con la institución del matrimonio. No se pueden explicar tantos divorcios solo mirando las inquietudes individuales de cada pareja; se debe ofrecer una justificación que contemple la estructura social en su conjunto. Lo mismo puede decirse de muchas otras cuestiones que, al principio, parecen inquietudes personales, pero acaban siendo también problemas públicos. El desempleo es otro ejemplo: si son pocas las personas desempleadas en una sociedad, estos pueden ser problemas privados. Pero si una sociedad tiene una
La sociología no solo agrupa una serie sistemática de prácticas, sino que también representa un cuerpo de conocimiento considerable que se ha ido acumulando en el curso de su historia. Una ojeada a la sección de las bibliotecas rotulada “Sociología” conduce a una colección de libros que proporcionan mucha información para los recién llegados al campo, tanto si desean convertirse en sociólogos como si simplemente quieren ampliar su comprensión del mundo en el que viven. La sociología es un sitio en constante actividad que compara los saberes recibidos con las nuevas experiencias y, de esa manera, en el proceso, suma al conocimiento y cambia la forma y el contenido de la disciplina. Con recién llegados que agregan nuevas ideas y estudios de la vida social. La idea de que la palabra “sociología” está en representación de cierto cuerpo de conocimiento y de ciertas prácticas que emplean este saber acumulado resulta satisfactoria. Sin embargo, ¿qué es lo que hace del saber y de las prácticas algo distintivamente “sociológico”? ¿Qué los hace diferentes de otros cuerpos de conocimiento y de otras disciplinas que tiene sus propias prácticas? Busquemos el modo de distinguir a la sociología de otras disciplinas. En la mayoría de las bibliotecas descubrimos que los estantes más próximos al rotulado “Sociología” son los que llevan los rótulos “Historia”, “Antropología”, “Ciencias Políticas”, “Política Social”, “Leyes”, “Contabilidad”, “Psicología”, “Estudios de Administración”, “Economía”, “Criminología”, “Filosofía”, “Lingüística”, “Literatura” y “Geografía Humana”. Se ha pensado que el tema Sociología puede hallarse más cerca de esos cuerpos de conocimiento que de otros. Todos se refieren al mundo hecho por el hombre: aquello que no existiría de no ser por las acciones de los humanos. Estas materias de estudio, de modos diversos, se interesan por las acciones de los hombres y sus consecuencias. Sin embargo, si exploran el mismo territorio ¿qué las diferencia? ¿Qué las hace tan diferentes unas de otras como para justificar diferentes nombres? Respuesta simple a estas preguntas: las divisiones entre los cuerpos de conocimiento deben reflejar divisiones en el universo que investigan. Son las acciones humanas (o los aspectos de las acciones humanas) las que difieren unas de otras, y las divisiones entre cuerpos de conocimiento simplemente tienen en cuenta este hecho. EJEMPLO:
La historia se refiere a las acciones que tuvieron lugar en el pasado, mientras que la sociología se concentra en las acciones actuales. Del mismo modo, la antropología nos habla de sociedades humanas que se presume atraviesan un estadio de desarrollo diferente del nuestro. ¿Será entonces que la ciencia política, entonces, tiende a discutir acciones referidas al poder y al gobierno; la economía a tratar con acciones relativas al uso de recursos en términos de redito máximo para individuos que se consideran “racionales” en un determinado sentido de la palabra, así como con la producción y distribución de bienes; el derecho y la criminología a interesarse por interpretar y aplicar la ley y las normas que regulan el comportamiento humano y por el modo en que esas normas se articulan, se hacen obligatorias, compulsivas y con qué consecuencias? No obstante, en cuanto comenzamos a justificar los límites entre disciplinas de esta manera el resultado se vuelve problemático, ya que aceptamos que el mundo humano refleja tales divisiones que luego se convierten en ramas de la investigación. De este modo, en primer lugar ¿de dónde sacamos la idea de que las acciones humanas pueden dividirse en ciertas categorías? ¿Del hecho de que se las ha clasificado de esa manera y que a cada registro en esa clasificación se le ha dado un nombre particular? ¿Del hecho de que hay grupos de expertos creíbles, considerados gente bien informada y confiable, que reclaman derechos exclusivos para estudiar aspectos de la sociedad y nos proporcionan luego opiniones autorizadas? Sin embargo, ¿nos parece sensato, desde el punto de vista de nuestra experiencia, que la sociedad se divida en economía, política o política social? ¡Nosotros no vivimos un rato en el reino de la ciencia política, otro rato en el de la economía, ni nos movemos de la sociología a la antropologia cuando viajamos de Inglaterra a, digamos, América del Sur, o de la historia a la sociología cuando cumplimos un año más! Si somos capaces de separar estos dominios de actividad en nuestras experiencias y de ese modo categorizar nuestras acciories en términos. de política en un momento y economía en el siguiente, ¿no será porque, antes, nos enseñaron a hacer tales distinciones? Por lo tanto, lo que conocemos no es el mundo en sí, sino lo que hacemos en el mundo en términos de cómo nuestras prácticas se ven moldeadas por una imagen de ese mundo. Es un modelo que se arma a partir de ladrillos derivados de las relaciones entre lengua y experiencia. De modo que no hay una división natural del mundo humano que se refleje en diferentes disciplinas académicas. Lo que hay, por el contrario, es una división del trabajo entre los estudiosos que examinan las acciones humanas, que se ve reforzada por la
expansión o confinamiento de la libertad de los actores se cuentan entre las préocupaciones más destacadas de la sociología. Los actores individules se vuelven visibles para un estudio sociológico en tanto son miembros o partícipes de una red de interdependencia. Dado el hecho de que, independientemente de lo que hagamos, dependemos uno de otro, podríamos decir que las preguntas centrales de la sociología son: ¿de qué manera los tipos de relaciones sociales y de sociedades que habitamos se relacionan unos con los otros, nos vemos a nostros mismos y vemos nuestro conocimiento, nuestras acciones y sus consecuencias? Es esta clase de preguntas la que constituye el área particular de discusión sociológica y define a la sociología como una rema relativamente autónoma de las ciencias humanas y sociales. Por lo tanto, podemos decir que pensar sociológicamente es una manera de entender el mundo humano que también abre la posibilidad de pensar acerca de ese mundo de diferentes maneras. SOCIOLOGÍA Y SENTIDO COMÚN: Pensar sociológicamente también se distingue por su vínculo con el llamado “sentido común”. La sociología va moldenado su vínculo con el sentido común a partir de resultados que son importantes para su situación y su práctica. Todos nosotros vivimos en compañía de otras personas o interactuamos unos con otros. En ese proceso, desplegamos una extraordinaria cantidad de conocimiento tácito que nos permite enfrentar los asuntos de la vida cotidiana. Cada uno de nosotros es un actor experto. Sin embargo, lo que logramos y lo que somos depende de lo que otras personas hacen. Finalmente casi todos nosotros hemos vivido la experiencia angustiosa del fracaso de la comunicación con amigos y con extraños. Desde este punto de vista, el tema de la sociologia está ya incorporado a nuestras vidas, y sin esto seríamos incapaces de llevar adelante nuestras vidas con los otros. Aunque éstamos profundamente inmersos en nuestras rutinas diarias, inspirados por un saber práctico orientado a los escenarios sociales en los que interactuamos, a menudo no nos detenemos a pensar sobre el significado de lo que hemos atravesado y, con menos frecuencia aun, nos detenemos a comparar nuestras experiencias privadas con el destino de otros, salvo, tal vez, para tener respuestas privadas a problemas sociales exhibidos para el consumo en los chat-shows televisivos. Aquí, sin embargo, la privatización de cuestiones sociales se ve reforzada, liberándonos de la carga de ver la dinámica de las relaciones sociales dentro de lo que se visualiza, en cambio, como reacciones individuales. Esto es exactamente lo que el pensamiento sociológico puede hacer por nostros. Como un modo de pensamiento se fromularán preguntas como ésta: “¿Cómo se entrelazan nuestras biografias individuales con la historia que compartimos con
otros seres humanos?” Al mismo tiempo, los sociólogos son parte de esa experiencia y, por lo tanto, por mucho que quieran apartarse de los objetos de su estudio, no pueden romper por completo con el saber que tratan de comprender. Hay algo más que decir de la relación especial entre sociología y sentido común. Hay pocos equivalentes sociologicos de fenómenos limpios, sin uso, que no hayan sido dotados ya de un significado cuando aparecen los sociólogos con sus cuestionarios. Aquellas acciones e interacciones humanas que exploran los sociólogos ya han sido nombradas y han recibido la consideración de los propios actores y son, por lo tanto, objetos del saber del sentido común. Familias, organizaciones, redes solidarias, barrios, ciudades y pueblos, naciones e iglesias y cualquier otro grupo cohesionado por la interacción humana regular ya han recibido significado e importancia por parte de los actores. Cada término sociológico ya está cargado de los significados que le da el saber del sentido común. Por estas razones la sociología esta íntimamente relacionada con el sentido común. Con límites fluidos entre pensamiento sociológico y sentido común, no se puede garantizar de antemano su solidez. Es importante trazar un límite entre conocimiento sociológico propiamente dicho y sentido común para la identidad de la sociología como un cuerpo cohesionado de conocimiento. No sorprende pues que los sociólogos presten mucha atención a este factor, y PODEMOS PENSAR CUATRO MODOS EN QUE SE CONSIDERARON ESTAS DIFERENCIAS.
. EN PRIMER LUGAR, la sociólogia, a diferencia del sentido común, hace un esfuerzo por subordinarse a las reglas rigurosas del discurso responsable. Se espera que los sociólogos en su práctica tomen muchas precauciones para distinguir, de modo claro y visible, entre nos enunciados corroborados por evidencia disponible y las proposiciones que sólo pueden aspirar a la categoría de ideas provisiorias, no aprobadas. Las reglas del discurso responsable exigen que toda la “cocina” (el procedimiento completo que nos llevó a las conclusiones finales y que, se sostiene, es garantía de su credibilidad) quede abierta al escrutinio. El discurso responsable debe relacionarse también con otros enunciados hechos sobre el mismo tópico, de modo que no puede descartar o silenciar otros puntos de vida que se hayan manifestado, por inconvenientes que resulten para la propia argumentación. De este modo, la honestidad, confiabilidad y, eventualmente, también la utilidad práctica de las proposiciones resultantes se verán acrecentadas. Después de todo, nuestra fe en la credibilidad de la ciencia está cimentada en la esperanza de que los científicos hayan seguido las reglas del lenguaje responsable. . EN SEGUNDO LUGAR, se halla el tamaño del campo del que se extrae el material para el pensamiento sociológico. Para la mayor parte de nosotros en nuestra rutina diaria este campo esta confinado a nuestro propio universo de vida, es decir a las cosas que hacemos , la gente con la que nos encontramos, los propósitos que nos planteamos en nuestras búsquedas y los suponemos que otros plantean para las
La sociología se alza en oposición a la singularidad de las visiones del mundo que pretenden, de manera no problemática, hablar en nombre de un estado de cosas general. Tampoco da por sentadas formas de comprensión como si éstas constituyeran un modo natural de explicar acontecimientos que podrían desgajarse sencillamente del cambio histórico o de la ubicación social en la que tuvieron lugar. Dado que comienza su examen a partir de configuraciones (redes de dependencia) más que a partir de actores individuales o acciones unitarias, demuestra que la metáfora vulgar del individuo motivado como clave para comprender el mundo humano - incluidos nuestros propios, profundamente personales y privados, pensamientos y hechos- no es un modo apropiado de comprendernos a nosotros mismos y a los demás. Pensar sociológicamente es dar sentido a la condición humana a través de un análisis de las múltiples redes de interdependencia humana, esa dura realidad a la que nos remitimos para explicar nuestros motivos y los efectos de su activación.
. POR ÚLTIMO, el poder del sentido común depende de su carácter autoevidente: es decir, el de no cuestionar sus preceptos y ser autoconfirmante en su práctica. Por su parte, esto descansa en la rutina, el carácter habitual de nuestra vida diaria, que moldea nuestro sentido común a la vez que es simultáneamente moldeada por él. Necesitamos esto para seguir adelante con nuestras vidas. Cuando se repiten lo suficiente, las cosas tienden a volverse familiares y lo familiar es visto como autoexplicativo; no presenta problemas y puede no despertar curiosidad alguna. No se hacen preguntas si la gente está satisfecha de que “las cosas sean como son” por razones que no están abiertas a escrutinio (indagar, investigar). En un encuentro con ese mundo familiar regido por las rutinas que tienen el poder de confirmar las creencias, la sociología puede aparecer como un extranjero entrometido e irritante. Al examinar aquello que se da por sentado, tiene el potencial de perturbar las cómodas certidumbres de la vida planteando preguntas que nadie recuerda haber planteado. Estas preguntas convierten lo evidente en un rompecabezas y pueden volver extraño lo familiar. La desfamiliarización pueden tener beneficios claros. Lo que es más importante, puede abrir nuevas y antes insospechadas posibilidades de vivir la propia vida con otros con más autoconciencia, mas comprensión de lo que nos rodea en términos de un mayor conocimiento de uno mismo y de los demás y tal vez también con más libertad y control. PARA ENTENDER MEJOR LA SOCIOLOGÍA: Cuando, convoca y desafía nuestro saber compartido, la sociología nos impulsa a reexaminar nuestra experiencia, para descubrir nuevas posibilidades y terminar siendo más abiertos y menos propensos a la idea de que el conocimiento sobre nosotros y los demás tiene un punto final, y no que es un proceso excitante y dinámico que aspira a una mayor comprensión.
Pensar sociológicamente nos puede hacer más sensibles y tolerantes a la diversidad. Ruede aguzar nuestros sentidos y abrir nuestros ojos a nuevos horizontes más allá de nuestras experiencias inmediatas para que exploremos condiciones que, hasta ahora, habían permanecido relativamente invisibles. Una vez que comprendemos mejor cómo los aspectos aparentemente naturales, inevitables, inmutables y eternos de nuestras vidas han llegado a instalarse a través del ejercicio del poder humano y los recursos humanos, vamos a encontrar más dificil aceptar que son inmunes e impenetrables a futuras acciones, incluidas las propias. Pensar sociológicamente, como un poder antifijación, es por lo tanto un poder en pleno derecho. Hace flexible lo que pudo haber sido opresiva rigidez de las relaciones sociales y, al hacerlo, abre un mundo de posibilidades. El arte del pensamiento sociológico consiste en ampliar la eficacia práctica de la libertad. Cuando se ha aprendido más acerca de ella, el individuo puede estar un poco menos sujeto a la manipulación y más fuerte frente a la opresión y el control. Probablemente también esos individuos se volverán más eficaces como actores sociales, ya que pueden ver las conexiones entre sus acciones y las condiciones sociales y cómo esas cosas que, por su rígida fijación, se muestran irresistibles al cambio están abiertas a la trarisformación. Está también aquello que se halla más allá de nosotros como individuos. Hemos dicho que la sociología piensa de manera relacional para situarnos dentro de redes de relaciones sociales. De ese modo la sociología se alza en defensa del individuo, pero no del individualismo. O sea que pensar sociológicamente significa pensar un poco más plenamente en la gente que nos rodea en términos de sus esperanzas y deseos, sus preocupaciones e intereses. Así, podremos apreciar mejor al individuo humano que hay en ellos y tal vez aprender a respetar lo que cualquier sociedad civilizada que se precie debería garantizar a esas personas para mantenerse: el derecho a hacer lo que nosotros hacemos, de modo que puedan elegir y practicar sus modos de vida de acuerdo con sus preterencias. Esto significa que puedan seleccionar sus proyectos de vida, definiéndose y defendiendo su dignidad como nosotros podríamos defender la nuestra frente a obstáculos con los que todos, en mayor o menor grado, nos topamos. Pensar sociológicamente, pues, tiene el potencial de promover la solidaridad entre nosotros: es decir, una solidaridad basada en la comprensión y el respeto mutuos, en una resistencia mancomunada al sufrimiento y una condena compartida a las crueldades que son las causas de ese sufrimiento. Finalmente, si esto se logra, la causa de la libertad se acrecentará mucho al ser elevada al rango de vina causa común. Volviendo a lo que decíamos acerca de la fluidez de lo que parece inflexible, una mirada sociológica a la lógica interna y al significado de formas de vida diferentes de las propias puede bien llevarnos a volver a pensar los vínculos que se han trazado entre nosotros y los otros. Una nueva comprensión generada de esta manera podría facilitar nuestra comunicación con “los otros" y conducirnos
Si, porque devela cosas ocultas y a veces reprimidas. Revela, por ejemplo, la correlación entre el éxito escolar, que se identifica con “la inteligencia”, y el origen social, o más bien, el capital cultural heredado de la familia. Son verdades que a los tecnócratas, a los epistemócratas, es decir a un buen número de aquellos que leen y financian la sociología, no les gusta escuchar.
“objetividad”. ¿Puede el sociólogo estar por encima de la pelea, en posición de observador imparcial? La sociología tiene la particularidad de tener como objeto campos de luchas: no solamente el campo de las luchas de clases, sino el propio campo de las luchas científicas. Y el sociólogo ocupa una posición en esa luchas: en primer lugar, en tanto que detenta un cierto capital económico y cultural en el campo de las clases; luego, en tanto que investigador dotado de un cierto capital específico en el campo de la producción cultural y, más precisamente, en el subcampo de la sociología. El sociólogo debe tener esto siempre en mente, con el fin de discernir y de controlar todos los efectos que su posición social puede tener sobre su propia actividad científica. Me parece que las chances de contribuir a producir la verdad dependen, en efecto, de dos factores principales, que están ligados a la posición ocupada: el interés que se tiene en saber y hacer saber la verdad o, inversamente, en ocultarla o en ocultársela uno mismo, y la capacidad que se tiene para producirla. La expresión de Bachelard: “Sólo hay ciencia de lo oculto”. El sociólogo está tanto mejor armado para descubrir eso oculto, en la medida en que está mejor armado científicamente, en la medida en que utiliza mejor el capital de conceptos, de métodos, de técnicas acumulado por sus predecesores, en la medida en que es más “crítico”, en la medida en que la intención conciente o inconciente que lo anima es más subversiva, en la medida en que tenga más interés en develar lo que está censurado, reprimido en el mundo social. Y si la sociología no avanza más rápido, como la ciencia social en general, es quizás en parte porque estos dos factores tienden a variar en razón inversa. Si el sociólogo logra producir aunque más no fuera un poco de verdad, no es a pesar de que tiene interés en producir dicha verdad, sino porque existe interés. Lo cual es exactamente lo inverso del discurso un poco tonto de la “neutralidad”. Dicho interés puede consistir, como además sucede en todas partes, en el deseo de ser el primero en hacer un descubrimiento y apropiarse todos los beneficios asociados, o en la indignación moral, etc. No habría muchas verdades científicas, si uno tuviera que condenar tal o cual descubrimiento so pretexto de que las intenciones o los procedimientos de los descubridores no fueron muy puros.