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Introducción a las relaciones internacionales, Manuais, Projetos, Pesquisas de Gestão Internacional

Introducción a las relaciones internacionales

Tipologia: Manuais, Projetos, Pesquisas

2025

Compartilhado em 10/04/2025

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Llenderrozas, Elsa, “Relaciones Internacionales”, en Luis Aznar y Miguel de Luca,
(comps.) Política. Cuestiones y problemas.
Segunda Edición, corregida y aumentada. Editorial Emecé, Buenos Aires, 2007.
En la actualidad existe una percepción común de que los asuntos internacionales afectan cada vez
más a los órdenes políticos internos y a la existencia cotidiana de las sociedades. Fenómenos
asociados a la globalización (como los avances tecnológicos en las comunicaciones y en las
transacciones económicas internacionales), la existencia de bloques regionales como el
MERCOSUR o la Unión Europea, el funcionamiento de instituciones internacionales como la
Organización Mundial de Comercio (OMC) o la Organización de Naciones Unidas (ONU), o
simplemente las interacciones de distinto orden entre los estados (como pueden ser las vinculadas
a un conflicto ambiental entre las partes), afectan no sólo a la relaciones interestatales sino
también a muchos aspectos de la vida cotidiana de las personas. La conexión entre lo “externo” y
lo “interno” se ha vuelto más estrecha, y esto motiva un interés creciente en el estudio de las
relaciones internacionales.
En la primera parte de este capítulo se analizan las distintas acepciones sobre las relaciones
internacionales y su evolución a través de las tradiciones de pensamiento, los debates centrales y
los grandes paradigmas teóricos de este campo de estudios. En la segunda parte se describen las
corrientes teóricas dominantes en el siglo XX y en el tercer apartado se esbozan las
aproximaciones conceptuales más recientes. La obra concluye con una serie de consideraciones
finales sobre el estado actual de la disciplina.
I Primera Parte
Las relaciones internacionales como objeto de estudio y como disciplina científica
El concepto relaciones internacionales
Desde principios del siglo XX, la voz “relaciones internacionalesha tenido una doble acepción.
Por un lado, designa los fenómenos sociales, que en sentido amplio, se distinguen precisamente
por su carácter “internacional”. Por otro lado, y al mismo tiempo, se la utiliza para denominar una
disciplina académica relativamente autónoma. De modo que, en ambos sentidos, en tanto objeto
de estudio y como disciplina científica, ha generado una diversidad de definiciones del término
relaciones internacionales”. Como sucede con otros conceptos de las ciencias sociales, no existe
una definición unívoca sobre esa realidad social que constituye el objeto material de una
disciplina. A su vez, la propia denominación de esta disciplina varía según las tradiciones
académicas y los espacios geográficos.
En la literatura especializada se descubre la existencia de definiciones muy diferentes del término
relaciones internacionales como objeto de estudio. La evolución misma de la realidad
internacional ha producido fenómenos complejos, que no permiten una noción simple y unívoca,
sino más bien la acumulación de definiciones que se siguen sumando a la controversia científica.
Los autores más destacados de la disciplina no han podido superar este escollo y tampoco es la
intención de este trabajo de lograrlo. El término “relaciones internacionales” abarca una variedad
de fenómenos políticos, económicos, sociales, culturales y en sentido amplio todas aquellas
relaciones humanas que trascienden los límites de una comunidad política o Estado. Es decir,
todas “aquellas interacciones humanas a través de las fronteras nacionales y de los factores que
afectan tales interacciones.” (Pearson & Rochester, 2000:14). En esta misma línea conceptual,
que busca cubrir un contenido amplio, se las define como “aquellas relaciones entre individuos y
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Llenderrozas, Elsa, “Relaciones Internacionales”, en Luis Aznar y Miguel de Luca, (comps.) Política. Cuestiones y problemas. Segunda Edición, corregida y aumentada. Editorial Emecé, Buenos Aires, 2007.

En la actualidad existe una percepción común de que los asuntos internacionales afectan cada vez más a los órdenes políticos internos y a la existencia cotidiana de las sociedades. Fenómenos asociados a la globalización (como los avances tecnológicos en las comunicaciones y en las transacciones económicas internacionales), la existencia de bloques regionales como el MERCOSUR o la Unión Europea, el funcionamiento de instituciones internacionales como la Organización Mundial de Comercio (OMC) o la Organización de Naciones Unidas (ONU), o simplemente las interacciones de distinto orden entre los estados (como pueden ser las vinculadas a un conflicto ambiental entre las partes), afectan no sólo a la relaciones interestatales sino también a muchos aspectos de la vida cotidiana de las personas. La conexión entre lo “externo” y lo “interno” se ha vuelto más estrecha, y esto motiva un interés creciente en el estudio de las relaciones internacionales.

En la primera parte de este capítulo se analizan las distintas acepciones sobre las relaciones internacionales y su evolución a través de las tradiciones de pensamiento, los debates centrales y los grandes paradigmas teóricos de este campo de estudios. En la segunda parte se describen las corrientes teóricas dominantes en el siglo XX y en el tercer apartado se esbozan las aproximaciones conceptuales más recientes. La obra concluye con una serie de consideraciones finales sobre el estado actual de la disciplina.

I Primera Parte Las relaciones internacionales como objeto de estudio y como disciplina científica

El concepto “relaciones internacionales”

Desde principios del siglo XX, la voz “relaciones internacionales” ha tenido una doble acepción. Por un lado, designa los fenómenos sociales, que en sentido amplio, se distinguen precisamente por su carácter “internacional”. Por otro lado, y al mismo tiempo, se la utiliza para denominar una disciplina académica relativamente autónoma. De modo que, en ambos sentidos, en tanto objeto de estudio y como disciplina científica, ha generado una diversidad de definiciones del término “relaciones internacionales”. Como sucede con otros conceptos de las ciencias sociales, no existe una definición unívoca sobre esa realidad social que constituye el objeto material de una disciplina. A su vez, la propia denominación de esta disciplina varía según las tradiciones académicas y los espacios geográficos.

En la literatura especializada se descubre la existencia de definiciones muy diferentes del término relaciones internacionales como objeto de estudio. La evolución misma de la realidad internacional ha producido fenómenos complejos, que no permiten una noción simple y unívoca, sino más bien la acumulación de definiciones que se siguen sumando a la controversia científica. Los autores más destacados de la disciplina no han podido superar este escollo y tampoco es la intención de este trabajo de lograrlo. El término “relaciones internacionales” abarca una variedad de fenómenos políticos, económicos, sociales, culturales y en sentido amplio todas aquellas relaciones humanas que trascienden los límites de una comunidad política o Estado. Es decir, todas “aquellas interacciones humanas a través de las fronteras nacionales y de los factores que afectan tales interacciones.” (Pearson & Rochester, 2000:14). En esta misma línea conceptual, que busca cubrir un contenido amplio, se las define como “aquellas relaciones entre individuos y

colectividades humanas que en su génesis y su eficacia no se agotan en el seno de una comunidad diferenciada y considerada como un todo, que fundamentalmente (pero no exclusivamente) es la comunidad política o Estado, sino que trascienden sus límites” (Truyol y Serra, 1973:24).

Como señala Esther Barbé, en estas conceptualizaciones se incorporan dos criterios definitorios: que en las interacciones internacionales los actores no son única ni exclusivamente los gobiernos ni los estados (pluralidad de actores internacionales); y que la localización y la superación de las fronteras es un elemento necesario en su doble sentido: el internacional (en referencia a lo interestatal) y el transnacional (que entiende a las fronteras no como un punto de división sino en una zona de paso, atenuando y superando las diferencias entre marco interno y marco internacional) (Barbé, 1995:20) En la misma línea, Celestino del Arenal sostiene que “las relaciones internacionales abarcan el conjunto de las relaciones sociales que configuran la sociedad internacional, tanto las de carácter político como las no políticas, sean económicas, culturales, humanitarias, religiosas, etc., tanto las que se producen entre los Estados como las que tienen lugar entre otros actores de la sociedad internacional y entre estos y los Estados.”(Arenal, 2003: 23) Como se observa, esta idea de amplitud, que determina el contenido del concepto de relaciones internacionales es una visión extendida dentro de la disciplina.

Las interacciones que trascienden del ámbito de las sociedades nacionales pueden ser de tres clases: a) estado-estado; b) estado-actor no estatal; C) actor no estatal-actor no estatal. En efecto, las relaciones internacionales son todas las formas de interacción entre miembros de sociedades separadas, estén o no propiciadas por un gobierno (Holsti, 1992:10) Estas incluyen intercambios sociales, culturales, económicos y políticos que se dan tanto en situaciones ah hoc como en contextos institucionalizados (Rosenau, 1993:455). En términos generales, todos estos tipos de interacciones constituyen relaciones internacionales, pero desde el punto de vista de muchos autores, no todas estas líneas de interacción son igualmente importantes y merecen igual tratamiento. (Pearson & Rochester, 2000:14) Sin embargo, esta cuestión es parte de una ardua y actual discusión académica que abordaremos al final de este trabajo.

No obstante las dificultades conceptuales y la falta de univocidad, aún es posible fijar el contenido de la materia en términos que entienda cualquier no especialista. En su libro Teorías contemporáneas de las relaciones internacionales, Stanley Hoffmann,(1979:19) citando a Quincy Wright, afirma que “una disciplina implica, por lo menos, la conciencia, por parte de los autores, de que existe una materia con una cierta unidad, aún cuando pueda haber discrepancias e inseguridad en relación con el criterio definidor, los límites y los métodos de la disciplina.”

Relaciones internacionales como disciplina: origen y evolución

El estudio más sistemático de la realidad y los problemas internacionales constituye un fenómeno reciente que se inicia en los países anglosajones después de la Primera Guerra Mundial. Desde entonces la evolución de las Relaciones Internacionales (RI) en tanto disciplina estuvo marcada por distintas discusiones en cuanto a la definición, el método y los objetivos. A lo largo de su existencia, se generó una secuencia de controversias teóricas y epistemológicas, que cuestionaron incluso su estatus como disciplina científica.

Como señala Kjell Goldmann, se ha debatido durante mucho tiempo si por “relaciones internacionales” se entiende una disciplina separada, un sub-campo de la ciencia política o un campo de estudios multidisciplinar (una interdisciplina). (Goldmann, 2001:581). Pero quizás unas de las posiciones más influyentes en el desarrollo de la disciplina hayan sido los postulados

Desde el origen esta disciplina denota una orientación práctica, ya que busca combinar el análisis teórico con el asesoramiento para la orientación de la política exterior del estado. Esto explica también el hecho que toda la producción teórica de la primera etapa de la disciplina sea de carácter normativo (Barbé, 1995: 32) Esta nueva disciplina logra consolidarse a partir del distanciamiento de otras disciplinas tradicionales como el derecho internacional y la historia diplomática, para ubicarse en el marco de las ciencias sociales, influenciadas en aquella época por el desarrollo de las ciencias naturales. En palabras de Barbé “Las RI nacen “desde” y “contra” dos disciplinas tradicionales en el medio académico: la historia diplomática y el derecho internacional.” (Barbé, 1995:33). De modo que el desarrollo de las RI a lo largo del siglo XX no fue fácil, porque en algunos países los estudios sobre este campo continuaron dominados por esos enfoques jurídicos e históricos, que habían monopolizado los análisis sobre los fenómenos internacionales durante casi tres siglos. En definitiva, será a partir de los años treinta cuando las RI se afirman como disciplina científica, al amparo de un proceso de desarrollo general de las ciencias sociales, particularmente de la ciencia política y la sociología. Y es precisamente en la comunidad académica norteamericana donde florecen las RI, debido al predicamento científico que ya poseían las ciencias sociales, frente a los enfoques jurídicos e historicistas dominantes en el ámbito europeo. Como afirma Barbé (1995:37) eso explica que las RI se hayan convertido con el tiempo en una de las grandes ramas de la ciencia política en Estados Unidos.

Tradiciones de pensamiento, paradigmas y grandes debates teóricos

Como se señaló, el estudio de las relaciones internacionales como disciplina es un fenómeno del siglo XX y su pleno desarrollo como conocimiento sistemático se produce después de la Segunda Guerra Mundial. La interpretación más aceptada y extendida en los historiadores de la disciplina (y la autocomprensión de los propios académicos) explica su evolución a partir del aporte de tres tradiciones de pensamiento, la formación de tres paradigmas teóricos y el desarrollo de cuatro “debates” académicos, que pasaremos a describir en este apartado.

Fue Martin Wight, quien introdujo en su obra Internacional Theory. The Three Traditions , la noción de la existencia de tres tradiciones de pensamiento en RI, entendidas todas ellas como tipos ideales, es decir, en el sentido que ningún autor responde completamente a una sola de estas tradiciones (Wight: 1991). Las tres grandes tradiciones de pensamiento presentes en el campo de las RI, según las distintas denominaciones son: la tradición hobbesiana o realista, la kantiana o universalista y la grociana o internacionalista. Hedley Bull, en su obra The Anarchical Society, describe a cada una de acuerdo a su visión sobre la naturaleza de la política internacional y el conjunto de prescripciones sobre el comportamiento internacional que se derivan de ella (Bull: 1977: 24-27) Según este autor, la tradición hobbesiana o realista describe a las relaciones internacionales bajo un estado de guerra de todos contra todos, un campo de lucha de los estados entre sí. La política internacional se caracteriza por los conflictos de intereses entre los estados y funciona como un juego de suma cero: el interés de cada estado excluye los intereses de los otros. El concepto de interés es definido en términos de poder. La actividad internacional más característica es la guerra, y la paz es siempre transitoria. El estado es libre de perseguir sus objetivos, sin restricciones morales o legales de ningún tipo. Los únicos objetivos morales o legales en política internacional, son los del propio estado y es por eso que el estado dirige la política exterior sobre un vacío moral o legal, siguiendo solamente los principios de la prudencia y la conveniencia. Los acuerdos internacionales se respetan sólo si es conveniente hacerlo, según su propio interés, si no es así, pueden incumplirse. El sistema internacional es considerado de naturaleza anárquica.

En la tradición kantiana o universalista, extremo opuesto a la anterior, la naturaleza esencial de la política internacional reside en los lazos transnacionales entre sociedades, que crean vínculos entre individuos de diferentes países. La naturaleza humana es perfectible y el tema dominante de las relaciones internacionales, no es la relación interestatal, sino la relación entre todos los hombres dentro de la comunidad humana, que existe potencialmente incluso sin existir en la realidad y, que cuando se materialice hará desaparecer el sistema de estados. En esa comunidad humana los intereses de todos los hombres son idénticos. La política internacional no es un juego de suma cero, sino un juego cooperativo. Los conflictos de intereses existen a nivel superficial, entre los grupos dirigentes de los estados, pero en realidad los intereses de todos los pueblos son idénticos. En definitiva, los conflictos se ocasionaban por la mala representación de los gobernantes. Existen imperativos morales que limitan la actuación externa de los estados, pero esos no apuntan simplemente a la coexistencia y la cooperación entre estados sino a la eliminación del sistema de estados y su sustitución por una sociedad cosmopolita.

La tradición grociana o internacionalista se sitúa entre las dos anteriores y describe la política internacional como una sociedad de estados o sociedad internacional. Los estados no están en lucha constante, sino que sus conflictos se ven limitados por reglas e instituciones comunes. Ellos constituyen la principal realidad de la política internacional y son los miembros básicos de la sociedad internacional, por delante de los individuos. La política internacional no es ni puro conflicto de intereses ni la completa identidad y armonía entre los estados. Las actividades internacionales que mejor representan a este modelo son el comercio y las relaciones económicas y sociales entre los estados. Todas las relaciones estatales están limitadas por reglas e instituciones. No sólo se trata de las reglas de prudencia o de conveniencia, sino también de imperativos morales y legales que apuntan a la coexistencia y la cooperación en una sociedad de estados.

Dentro de cada una de las tradiciones de pensamiento se inscriben diferentes teorías, doctrinas, aportes sobre la política internacional, que reconocen algunos puntos de conexión precisamente en los rasgos definitorios de la respectiva tradición.

Es ya una interpretación común afirmar que el campo de las RI se consolidó durante el siglo XX, a la luz de varios debates académicos que establecieron cuestiones de tipo filosófico-normativas, metodológicas, epistemológicas y teóricas. Lo que habitualmente se denomina como primer gran debate , se desencadenó en el período de entreguerras y se dio entre idealismo y realismo. La obra de Edward Carr The Twenty Years´s Crisis 1919-1939 estableció los términos de la confrontación que en ese caso denominó realismo vs utopismo. Aunque no se trató verdaderamente de un debate, la publicación expuso los contenidos y las características de dos corrientes de pensamiento opuestas. De hecho, casi no hubo un debate propiamente dicho, ni siquiera un intercambio de ideas entre ambos grupos. Sólo aparecieron esas críticas de Carr que desde la escuela del realismo y basándose en sus presupuestos más básicos como el de equilibrio de poder, se cuestionó el utopismo de los internacionalistas liberales, principalmente el idealismo de Woodrow Wilson, cuyas ideas centrales eran consideradas responsables de la situación que condujo a la Segunda Guerra Mundial. Como sostiene Salomón, (2002:3) no hay referencias a las respuestas que los autores implicados dieron a las críticas. Simplemente, después de esta guerra, la tradición realista pasó a ocupar el lugar dominante dentro de las RI que el idealismo o internacionalismo liberal tenía en el período de entreguerras. Esa transición suele explicarse con la idea de que realistas e idealistas mantuvieron un debate que “ganaron” los primeros, y se basa en la manera en que Carr expuso sus argumentos. Sin embargo, el dominio del realismo a partir

de neorrealismo vs neoliberalismo , y por el otro, el debate racionalismo vs. reflectivismo. (Waever, 1996: 149-185), procesos de los que nos ocuparemos en el tercer apartado de este capítulo.

Como se adelantó anteriormente, otra lectura que predominó en el campo de las RI afirma que no existe un único paradigma aceptado y que al momento de desarrollarse el tercer debate se reconoce la presencia de tres grandes paradigmas o mapas mentales dominantes: el paradigma realista o tradicional, el paradigma transnacionalista-globalista o pluralista y el paradigma estructuralista o de dependencia, que deben sus nombres diferentes a los diversos autores. En este punto nos remitimos a la caracterización sistemática que Esther Barbé (1995) ha elaborado sobre estos tres grandes paradigmas teóricos en RI. Según la autora el paradigma realista es considerado como central y dominante dentro de la disciplina después de la Segunda Guerra Mundial cuando se consolida el éxito del realismo político cuyo máximo exponente teórico y padre fundador es Hans J. Morgenthau, sobre el que luego se darán algunas precisiones. Existen algunos presupuestos básicos y comunes a los autores realistas que muestran que este paradigma se apoya en una concepción negativa de la naturaleza humana y una visión pesimista y determinista del mundo, donde no existe armonía de intereses sino competencia y conflicto, y las relaciones internacionales son entendidas como lucha por el poder. (Palomares, 1994)

La cosmovisión realista se caracteriza por: a) Considerar al estado, entendido como actor unitario y racional, como la principal unidad de análisis. De manera tal que los estados son los agentes clave y la política internacional es una lucha por el poder en un entorno anárquico. La política interna puede separarse claramente de la política exterior y los estados tienen distintas capacidades lo que hace que haya grandes potencias y estados menores, en un sistema internacional de estados que poseen igualdad legal o soberanía. b) La seguridad nacional es la principal problemática de estudio, debido a la amenaza militar que representan constantemente los otros estados. Por eso el realismo centra su análisis en cuestiones referidas al conflicto, la guerra, la estrategia, y las alianzas militares. c) El mundo es visto como la imagen de las “bolas de billar” que chocan como parte de un juego, (Wolfers,1962) Los estados son considerados actores unitarios (impenetrables y únicos agentes relevantes en el sistema) que están en una situación de conflicto potencial o latente. La imagen es la de una anarquía, donde las bolas no se ajustan en sus movimientos a reglas establecidas.

La insatisfacción frente al paradigma realista generó una corriente de críticas, basadas en su incapacidad para explicar el mundo de la distensión y los cambios profundos en las relaciones internacionales de los años setenta. En efecto, en estos años la reacción contra el realismo dominante generará la aparición de dos nuevas aproximaciones teóricas: el trasnacionalismo y el estructuralismo. Ambas se presentan como alternativas al realismo y generan un número importante de teorías, autores y obras.

El paradigma transnacionalista o de la interdependencia compleja recibe también otras denominaciones (globalismo, sociedad mundial o pluralismo). Los padres fundadores del paradigma, Keohane y Nye, comenzaron hablando de transnacionalismo en sus primeros aportes pero más adelante rebautizaron su modelo como “paradigma de la interdependencia compleja”. En Power and Interdependence (1977), Keohane y Nye renunciaron a su propósito inicial enunciado en Transnational Relations and World Politics de 1971 de construir el paradigma de la “política mundial” como una alternativa al realismo (Keohane y Nye (eds.), 1972: XXIV). En lugar de eso, sostuvieron que ya no pretendían construir un nuevo paradigma sino completar el realismo, que pasaron a considerar como un enfoque válido para comprender ciertos aspectos de

la realidad internacional, con el enfoque de la interdependencia, dedicado al análisis de las relaciones transnacionales (Keohane y Nye, 1977: 23-24). Según Barbé los elementos centrales del transnacionalismo son: a) El estado deja de ser actor exclusivo, racional e impenetrable, convirtiéndose en un actor fragmentado. Se incorpora una pluralidad de actores: organizaciones internacionales, empresas multinacionales, organizaciones no gubernamentales, unidades políticas sub-estatales e individuos al análisis de la política mundial. b) Se establece una nueva agenda de investigación donde se abandona la exclusividad de los temas políticos y militares y se incorporan nuevas cuestiones propias de los países desarrollados: relaciones comerciales y financieras, desarrollo tecnológico, mundo de las comunicaciones, cuestiones energéticas, temas culturales, problemas ecológicos, etc. Como se verá más adelante, Keohane y Nye sostienen la ausencia de jerarquía en la agenda temática de los gobiernos y que los temas pasan a ser móviles adquiriendo una relevancia diferente de acuerdo al momento histórico en que se vive. c) Se sostiene el concepto de sociedad mundial o globalismo, en tanto que los flujos económicos o tecnológicos atraviesan el sistema de estados para crear una lógica de red o de telaraña en la que existen múltiples conexiones y en la que todas las piezas están vinculadas. No hay anarquía sino un cierto orden internacional creado a partir de intereses mutuos, donde la cooperación es posible.

El paradigma estructuralista o de la dependencia , surge en el mismo contexto histórico que el transnacionalismo pero su enfoque es diferente, porque centra su análisis en las desigualdades, en términos de desarrollo económico, observables en el sistema capitalista mundial, y a diferencia del transnacionalismo, no ve en el capitalismo un factor tendiente a la integración y a la cooperación sino la causa de los problemas de subdesarrollo existentes en el planeta. Como señala Barbé (1995) este paradigma, a diferencia de los anteriores, no ocupa un lugar destacado en el núcleo duro de la teoría de las RI y sus postulados están vinculados a los teóricos del imperialismo, en su mayoría marxistas: Hobson, Rosa Luxemburgo y Lenin. Entre los autores representativos del tercer paradima se encuentran Raúl Prebisch (teoría de la dependencia), Günder Frank (análisis centro-periferia) y Immanuel Wallerstein (sistema mundial). La visión de este paradigma se caracteriza por: a) Tomar como unidad de análisis al sistema capitalista mundial y sus componentes (clases sociales, estados, empresas multinacionales, etc) y analizar la lógica de dominación existente en el capitalismo. Las relaciones entre actores son interpretadas bajo el desarrollo histórico del sistema capitalista y del esquema centro-periferia. b) Los temas centrales son el origen, la evolución y la naturaleza del sistema capitalista mundial y las relaciones económicas actuales, la dependencia y al subdesarrollo. Se pretende explicar la marginalidad de algunos pueblos a partir de los mecanismos refuerzan la lógica de la dependencia. c) La lógica del sistema mundial es conflictiva y de explotación. La periferia está condenada a trabajar para el centro, en un juego de suma cero. El sistema no genera en ningún caso intereses comunes ni cooperación.

En los años ochenta, el debate interparadigmático y las posiciones críticas sobre el paradigma realista se atenuaron, produciéndose cierta revisión de algunas posturas. De tal manera, que algunos autores destacados por su trabajo alternativo al realismo, reclamarán luego nuevamente cierto papel para el paradigma tradicional. Tal es el caso de Robert Keohane, que a principios de los ochenta postula la pluralidad y complementariedad entre paradigmas, y reniega de la visión de los paradigmas alternativos, dominante en los setenta.

Ole Waever (1996) sostuvo que el uso dentro de las RI del concepto de paradigma científico (en una visión simplista de la tesis de Kuhn sobre la inconmensurabilidad de los paradigmas) tuvo efectos negativos porque respaldó por mucho tiempo la escasa confrontación de ideas. En efecto,

Como se dijo, otro principio básico de los idealistas era la armonía de intereses, basado en el interés de los individuos en la construcción de un mundo pacífico. La guerra es un fenómeno evitable, y si aún existe es porque los liderazgos de los estados no han seguido la voluntad del pueblo, en consecuencia, un sistema internacional basado en gobiernos representativos necesariamente crearía un mundo pacífico. (Dougherty y Pfaltzgraff: 1993, 15) Pero la corriente idealista de principios del siglo XX, partía de la consideración de que las relaciones internacionales estaban bajo un estado de anarquía, por lo que sus propuestas se dirigen a la superación de la misma sobre la base de la conclusión de un consenso a nivel internacional, que ordene esas relaciones y cree el entorno favorable para la paz. La política exterior debería tener por objetivo promover el bien y la paz. De algún modo estos conceptos reflejan el núcleo del pensamiento idealista y se ilustra en el discurso de Woodrow Wilson. (Vazquez, 1994: 18)

Wilson responsabilizó del flagelo de la guerra, a la política de la lucha por el poder, a la diplomacia secreta y a los intereses de los líderes no democráticos que se divorcian de los intereses de la comunidad. En su visión, la guerra era un fenómeno fundamentalmente irracional porque no se hacía para defender los intereses y la voluntad de la mayoría, y gran parte de los conflictos podrían resolverse mediante el uso de la razón. (Vazquez, 1994: 18) Wilson afirmaba que, si se eliminaba la diplomacia secreta, sosteniendo solo pactos de paz conocidos por todos; se reducían los armamentos al mínimo compatible con la seguridad nacional; se expandía la democracia (con la creación de la República de Weimar en Alemania, y de nuevos estados en Europa Oriental) y se apostaba a la creación de una asociación de naciones (como Liga de las Naciones), que garantizara la integridad territorial y la independencia política, que impidiera la agresión y diera solución pacífica a los conflictos, se cambiaría todo el sistema de la política mundial y el comportamiento de los estados dentro de ese sistema.^3

Esta corriente de pensamiento idealista adoptó y desarrolló muchas de las ideas inicialmente propuestas por Wilson. Como se vio, estas posiciones se plantearon en el estadio inicial de desarrollo de las RI y entre los autores utópicos se destacaron los aportes de Alfred Zimmern, G. Lowes Dickinson, Norman Angell y Gilbert Murray. Pero a medida que el proyecto político basado en sus ideales fracasaba (Liga de las Naciones) y se aproximaba la Segunda Guerra Mundial, comenzó a abrirse una brecha entre el pensamiento idealista y la realidad que creó el terreno fértil para el desarrollo de la escuela realista, que luego dominó el panorama teórico de la disciplina (Dougherty y Pfaltzgraff: 1993:16)

A fines del siglo XX, el legado de Kant y su preocupación por la paz, reaparecerán con fuerza, particularmente en los trabajos de Michael Doyle (1983) sobre la paz interdemocrática, y en todo la corriente de teorizaciones neokantianas, encabezadas por Bruce Russet (1983) donde se sostiene que las democracias raramente luchan entre ellas, intentando demostrar empíricamente la correlación entre sistemas democráticos y ausencia de guerras. Pero también en las conceptualizaciones sobre la paz estable de Kacowicz, Bar-Siman-Tov, O. Elgström y M. Jerneck (1998), sobre las comunidades de seguridad de Adler y Barnett (1998), y los trabajos sobre los órdenes regionales de seguridad de Lake y Morgan (1997).

A partir de la década del ochenta y principalmente en la academia norteamericana, el idealismo o liberalismo clásico se reformulará bajo la denominación de neoliberalismo, reuniendo nuevas conceptualizaciones vinculadas al papel de las instituciones y los regímenes internacionales en el sistema de la política mundial. Sobre esta corriente nos referiremos en el tercer apartado de este artículo.

Realismo

El realismo ha sido la corriente más influyente de las teorías de las RI durante el siglo XX. Algunos autores sostienen que ha ocupado un papel hegemónico y que el resto de la historia de las RI podría entenderse como una nota al pie de página del realismo (Dunne, 1997: 110). La escuela realista se presenta en parte como una crítica al idealismo o “utopismo” dominante en las RI durante las primeras décadas del siglo XX, pero en verdad los antecedentes intelectuales del realismo se remontan a los orígenes de la filosofía política occidental, con los aportes de Tucídides sobre la antigua Grecia, cuando describe el debate meliano en la Guerra del Peloponeso del siglo V a.C. Posteriormente, en la misma corriente se sumaron contribuciones de la teoría política moderna, en particular de Tomás Hobbes y Nicolás Maquiavelo.

En general los realistas tienen una concepción antropológica pesimista, porque sostienen que la naturaleza humana no es innatamente buena o perfectible, sino que es constante y está en permanente conflicto por la búsqueda de poder. La mayoría de los escritores realistas creen que la naturaleza humana es irracional, egoísta y que tiende a la violencia. De allí surge la necesidad de diseñar el marco político (interno y externo) que pueda minimizar la propensión humana al conflicto. Por otra parte, el realismo posee una visión determinista sobre el sistema internacional, porque considera que las perspectivas de transformarlo no son grandes, debido a que está configurado por numerosas fuerzas, muchas de las cuales son inmutables (como por ejemplo la geografía y la naturaleza del comportamiento humano). En el mundo realista no hay una armonía de intereses esencial entre los estados, y a menudo estos tienen objetivos nacionales en conflicto, que en algunos casos pueden llevar a la guerra. Bajo esta aproximación las relaciones internacionales son entendidas como lucha, competencia y política de poder (Palomares, 1994:82).

Los atributos de poder y los objetivos políticos de un estado son fundamentales para determinar su capacidad de influir en el comportamiento de otro. El poder del estado es un fenómeno multidimensional, y no refleja exclusivamente capacidades de fuerza militar, por eso los atributos y capacidades estatales incluyen no sólo las fuerzas armadas sino también niveles de desarrollo tecnológico, población, recursos naturales, factores geográficos, forma de gobierno, liderazgo político, estrategia, es decir, aspectos cuantitativos y cualitativos. (Dougherty y Pfaltzgraff: 1993:16) La mayoría de los realistas coinciden en que la ubicación geoestratégica de un estado afecta sus capacidades nacionales y la orientación de su política exterior, y esto hace que ciertos estados sean más vulnerables frente a otros o que algunos ocupen posiciones geográficas estratégicamente más importantes que otras (Dougherty y Pfaltzgraff: 1993:16)^4

Surgida en el contexto histórico de la entreguerra, del fracaso de la Liga de las Naciones, y de la inestabilidad internacional que derivó en la lucha por el poder entre las grandes potencias durante la Segunda Guerra Mundial, la escuela realista considera difícil lograr la paz a través del derecho, las instituciones y organizaciones internacionales, y menos aún por medio de un gobierno mundial. En un orden mundial que consideran anárquico es necesario utilizar otros mecanismos, y es el equilibrio de poder el medio que sirve para evitar que cualquier nación logre la hegemonía. Para la mayoría del realismo existe una clara diferencia entre la política interna y la política externa. El entorno internacional es distinto del interno por la ausencia de instituciones políticas con autoridad, sistemas legales y patrones de conducta aceptados por todos. Se trata de un mundo de estados anárquico, donde no hay una autoridad legal y política superior. En este sistema internacional donde se carece de una autoridad común, rige el principio de autoayuda y

El tercer principio, asume que este concepto clave del interés definido como poder es una categoría objetiva universalmente válida, pero no significa que el significado de ese concepto este fijo de una vez y para siempre. Por el contrario, el sentido de “interés definido como poder” es inestable. En verdad la idea de interés es la esencia de la política y esa sí es inalterable por circunstancias de tiempo o lugar. Sin embargo en un mundo en el cual las naciones rivalizan por el poder, las políticas exteriores de todos los estados deben considerar a la supervivencia la meta mínima de la política exterior. ( Dougherty y Pfaltzgraff: 1993:107) Todos los estados están obligados a proteger su identidad física, política y cultural contra la intrusión de otros. Así el interés nacional se identifica con la supervivencia nacional que abarca la integridad del territorio, de sus instituciones políticas y de su cultura. Una vez que su supervivencia está asegurada, el estado nación puede buscar otros intereses menores. ( Dougherty y Pfaltzgraff: 1993:107)

En el cuarto postulado, Morgenthau afirma que los principios morales universales no pueden aplicarse a las acciones de los estados en su formulación abstracta y universal, sino que debe filtrárselos a través de circunstancias concretas de tiempo y lugar. En su búsqueda del interés nacional, los estados están gobernados por una moral que difiere de la moral de los individuos en sus relaciones personales. Dado que la responsabilidad del estadista es la supervivencia del estado, sus obligaciones respecto de la ciudadanía exigen una moralidad diferente que la del individuo. ( Dougherty y Pfaltzgraff: 1993:108) Ambos, los individuos y el estado deben juzgar la acción política a través de principios morales universales, tales como la libertad. Sin embargo, mientras el individuo tiene el derecho a sacrificarse en defensa de ese principio moral, el estado no, porque su accionar está inspirado en el principio moral de la supervivencia nacional. No puede haber moralidad política sin prudencia, es decir sin la consideración de las consecuencias políticas de su acción. El realismo considera a la prudencia la virtud suprema de la política. La ética en abstracto juzga la acción por su conformidad con la ley moral, la ética política juzga la acción por sus consecuencias políticas.

El quinto principio afirma que el realismo político se niega a identificar las aspiraciones morales de una nación particular con las leyes morales que gobiernan el universo. Una cosa es afirmar que las naciones estén sujetas a la ley moral, pero otra es pretender saber con certeza que es lo bueno y lo malo en las relaciones entre los estados. Ahora, si consideramos a todas las naciones, como unidades políticas que persiguen sus respectivos intereses definidos en términos de poder, podemos “juzgar a otras naciones como juzgamos a la propia” y en esa forma, somos capaces de perseguir políticas que respeten los intereses de otras naciones mientras protegemos y promovemos nuestros propios intereses. Según el sexto principio, Morgenthau subrayaba la autonomía de la esfera política con respecto a otros campos de acción. El realismo político no desconoce la existencia y relevancia de otras normas de pensamiento ajenas a las del campo de la política, pero sostiene que debe subordinarse esas otras normas a las de la política. Por eso se aparta de otras escuelas cuando éstas imponen criterios pertenecientes a otras esferas, en el ámbito de la política. Las acciones políticas deben juzgarse con criterios políticos, es decir en qué medida afectan el interés nacional entendido en términos de poder.

Dougherty y Pfaltzgraff (1993:108) destacan de la obra de Morgenthau las distintos tipos de lucha por el poder. Según esta perspectiva los estados siguen políticas orientadas a preservar el statu quo, lograr expansión imperialista o ganar prestigio. Toda política, ya sea interna o externa, busca mantener, aumentar o demostrar poder. Si bien, el fin de una política de statu quo es preservar la distribución de poder existente, la nación que adopta esa política no necesariamente actúa para impedir todos los cambios internacionales. Por el contrario, las naciones que buscan el

statu quo pueden pretender mantener el equilibrio de poder o impedir el cambio que amenace la distribución de poder existente. La segunda alternativa descripta es el imperialismo, que busca, en definitiva, cambiar las relaciones de poder existentes entre naciones y modificar el equilibrio de poder. Los estados pueden adoptar políticas imperialistas como resultado de la victoria, la derrota o por la debilidad de otros estados y para ello pueden recurrir a la fuerza militar o a medios culturales y económicos. (Dougherty y Pfaltzgraff (1993:109) Finalmente los estados también pueden perseguir una política de prestigio, que puede ser según Morgenthau uno de los medios a través de los cuales las políticas de statu quo o de imperialismo tratan de lograr sus fines y tiene como objetivo impresionar a otras naciones con el poder que la propia nación concretamente posee, o con el poder que cree o quiere que otras naciones crean que posee. Para ello Morgenthau sugirió dos mecanismos específicos: la diplomacia y el despliegue de fuerzas. Una política de prestigio tiene éxito cuando una nación gana semejante reputación de poder que el uso concreto de poder se vuelve innecesario. (Dougherty y Pfaltzgraff (1993:109)

Sobre el conflicto y la paz, Morgenthau sostenía que es la búsqueda de intereses nacionales que no son esenciales para la supervivencia nacional lo que contribuye al conflicto entre los estados, pero a su vez sólo aceptaba la intervención militar en asuntos que fueran de interés vital para un estado. Como muchos otros realistas Morgenthau consideraba el equilibrio de poder como la técnica más efectiva para desempeñarse en el sistema internacional y utilizaba el término en varios sentidos: como una política orientada a cierto estado de cosas; como un estado de cosas concreto; como una distribución de poder aproximadamente igual y como cualquier distribución de poder. Sin embargo no es el equilibrio de poder en si mismo sino el consenso internacional sobre el cual está construido lo que preserva la paz internacional. (Dougherty y Pfaltzgraff (1993:110). También la diplomacia juega un papel crucial en la preservación de la paz porque es fundamental para crear un consenso internacional sobre el cual puedan construirse instituciones políticas mundiales. Para ello la diplomacia tiene que estar orientada a lograr objetivos de política exterior definidos en términos de intereses nacionales y apoyados con un poder adecuado. Los estados deben estar dispuestos a negociar en temas que no son vitales para ellos. Pero en definitiva la obra de Morgenthau tiene como “objetivo pragmático el de orientar la diplomacia de los Estados Unidos frente a la amenaza de la Unión Soviética mediante la aplicación de la norma más clásica de la diplomacia europea: el equilibrio de poder” (Barbé, 1995)

Neorrealismo: Kenneth Waltz

A fines de la década del setenta, el realismo se reformula teóricamente iniciándose lo que se conoce como la corriente del “neorrealismo”, cuyo autor más representativo e influyente es Kenneth Waltz, con su obra Theory of International Politics (Waltz, 1979), quizás una de las más polémicas de la literatura de RI, debido a que gran parte de la discusión académica posterior girará alrededor de esta teoría. El neorrealismo se propone introducir más rigor en la tradición realista, definiendo conceptos claves de manera más clara y coherente y desarrollando una serie de proposiciones que pudieran estar sujetas a la comprobación empírica y la investigación (Dougherty y Pfaltzgraff 1993:131) En efecto, quizás la principal diferencia entre el neorrealismo de Waltz y el realismo clásico sea el intento de construir una teoría clara, rigurosa, y concisa, de "explicar pocas cosas, pero importantes" (Waltz, 1975: 3-4). El enfoque neorrealista busca adaptar elementos del realismo clásico en una teoría adecuada al mundo de fines del siglo XX. Además de Waltz, se encuentran en la corriente neorrealista otros académicos norteamericanos como Stephen Krasner y Robert Gilpin.

internacional se basa en el hecho de que unidades yuxtapuestas y combinadas de forma diferente se comportan de manera distinta y al interactuar producen resultados también diferentes. (Waltz,

Como la estructura del sistema internacional es anárquica (carece de una autoridad central), se vuelve necesario que las unidades busquen medios para asegurar su supervivencia y garantizar su seguridad. En un sistema anárquico rige el principio de autoayuda y los estados buscan uno o los dos de dos cursos básicos de acción posibles, dado que es la estructura la variable que condiciona el comportamiento político de las unidades. En efecto, los estados pueden realizar esfuerzos internos para aumentar sus capacidades políticas, militares y económicas y por desarrollar estrategias eficaces. O también pueden hacer intentos externos por alinearse con otros actores. De este modo, es la estructura del sistema, especialmente el número de actores y sus respectivas capacidades, la que configura los modelos de interacción que tendrán lugar, incluido el número de estados alineados entre sí en grupos opuestos como parte de un equilibrio de poder. (Dougherty y Pfaltzgraff 1993:132) Dentro de una estructura anárquica, todas las unidades tienen la necesidad básica de seguridad, y las diferencias entre los estados en cuanto a las capacidades y los medios que poseen para la seguridad, representan la principal característica distintiva que separa a uno del otro dentro del sistema. En consecuencia todo este escenario apunta, al igual que el realismo clásico, a la necesaria emergencia de equilibrio de poder. En verdad, para el neorrealismo el poder sigue siendo una variable clave, pero es entendido más como un componente necesario e inevitable de la relación política que como un fin en si mismo.

En el realismo de Waltz, las estructuras pueden cambiar y lo hacen a partir de cambios en la distribución de capacidades entre sus unidades, porque si bien las capacidades constituyen atributos de las unidades, su distribución entre las diversas unidades es una característica definitoria de la estructura del sistema. Si cambia la estructura, también se cambiará el modelo de interacciones entre las unidades. De modo que sólo una transformación estructural puede alterar la naturaleza anárquica del sistema internacional. Pero los cambios en los sistemas no se originan en su estructura sino en sus partes y son las fuerzas que se dan a nivel de la unidad las que configuran la posibilidad del cambio sistémico. El propio Waltz admite que el neorrealismo no provee una teoría abarcadora de las relaciones internacionales y que esto requeriría, una teoría a nivel de las unidades, porque las unidades configuran la estructura del sistema, tanto como la estructura condiciona a las unidades. Como se observa, Waltz no explica los fenómenos internacionales principalmente por referencia a las acciones de los estados y sus características internas (segunda imagen). Por el contrario, toma como punto de partida la estructura, sus características y los modelos de interacción que configura (tercera imagen). Y las estructuras surgen de la coexistencia de las unidades políticas características de un período histórico determinado (que pueden ser ciudades- estados, naciones o imperios) pero su enfoque no se ocupa de cómo y por qué tales unidades políticas llegan a existir en un momento particular de la historia. (Dougherty y Pfaltzgraff 1993:133)

En síntesis, los neorrealistas o “realistas estructurales” aportan un marco metodológico nuevo, que busca incorporar mayor rigor científico en la elaboración teórica y conceptualmente ponen énfasis en la estructura del sistema internacional para explicar las relaciones internacionales, se enfocan en las influencias y condicionamientos que la estructura tiene sobre la política internacional de los estados. Sin embargo, sus premisas filosóficas sobre las relaciones internacionales son similares a las del realismo clásico: ve al estado como el actor principal, sostiene que la lucha por el poder determinan los asuntos internacionales, no tiene fe en el derecho internacional o en las organizaciones internacionales, niega que los principios morales

universales puedan aplicarse a la política exterior de los estados, y continúa diferenciando entre los ámbitos de política interna y externa. (Arenal, 2003: 378) En particular, cabe subrayar el carácter estadocéntrico de este enfoque y el papel decisivo que se atribuye a las grandes potencias en la configuración de la estructura del sistema internacional, porque aunque no se desconoce la existencia y el papel de otros actores no estatales, sólo se atribuye relevancia política en la conformación de la estructura internacional a los estados. (Arenal, 2003: 379) Y será precisamente este punto clave el que enfrenta a esta teoría con las corrientes transnacionalistas en boga en los años setenta, encabezadas por Robert Keohane y Joseph Nye, que describiremos a continuación.

Transnacionalismo: la teoría de la interdependencia compleja

La obra de Robert Keohane y Joseph Nye, Power and Interdependence. World Politics in Transition ,(1977) acercó una nueva perspectiva de análisis para las relaciones internacionales. Se elaboró en un contexto histórico de profundo cambio en la economía mundial que se ha vuelto más interdependiente, de ascenso de nuevos actores en el escenario internacional (organizaciones internacionales, empresas transnacionales, ONGs, etc,) y de nuevos temas de preocupación en la agenda global (ecología y protección del medio ambiente, efectos de la revolución informática, etc) Precisamente la formulación de la “teoría de la interdependencia”, emerge como una crítica a las tres premisas centrales del realismo clásico: que los estados, como unidades coherentes, son dominantes en la política mundial; que la fuerza es un instrumento útil y efectivo de la política, es decir que si bien se pueden emplear otros instrumentos, el uso o la amenaza de la fuerza es la manera más efectiva, y por último, que existe una jerarquía de temas en la política mundial, encabezada por las cuestiones de la seguridad militar, ya que la seguridad militar (alta política) domina a los asuntos económicos y sociales (baja política)

Para Keohane y Nye (1989), las premisas realistas definen un tipo ideal de política mundial caracterizada por: el conflicto entre estados donde el uso de la fuerza es posible en cualquier momento, la integración política mínima que solo dura mientras sirve a los intereses nacionales de los estados más poderosos y la inexistencia o irrelevancia de los actores transnacionales. La supervivencia de los estados se logra gracias al ejercicio de la fuerza o a la amenaza de su uso y el sistema es estable durante el equilibrio del poder. Según los autores, tanto el realismo como su enfoque de “la interdependencia compleja” son construcciones tipo-ideales, es decir que muchos casos caerán entre los dos extremos. En algunas situaciones las premisas realistas serán adecuadas, pero frecuentemente la interdependencia compleja ofrece una descripción mejor de la realidad.

Según esta perspectiva, la interdependencia compleja tiene tres características principales. La primera es la existencia de canales múltiples que conectan las sociedades, lazos informales y formales entre distintos actores. Además de los estados hay otros actores que participan directamente en la política mundial, que se desarrolla a través de canales interestatales (canales normales asumidos por los realistas), transgubernamentales y transnacionales. La noción de relaciones transgubernamentales destaca la importancia de los vínculos entre las burocracias de diversos gobiernos, que son los que en definitiva explican la potencial “falta de coherencia” de la conducta internacional de los estados y por qué estos no actúan coherentemente como unidades. Las relaciones transnacionales surgen precisamente porque los estados no son las únicas unidades que actúan en el escenario mundial, sino que hay nuevos actores no estatales (por ejemplo las grandes corporaciones multinacionales que operan globalmente como Ford Motors, ONGs como Greenpeace, organizaciones internacionales como ONU). La segunda característica es la a usencia

Tanto los actores internacionales no estatales como las organizaciones internacionales son diferentes según los temas. Como las vinculaciones de temas son menos efectivas, los resultados de cada negociación serán diferentes según el tema del que se trata. Los enfoques realistas llevan a las autoridades a concentrarse en los temas político-militares pero en la interdependencia compleja, la agenda puede verse afectada por los problemas internos e internacionales creados por el desarrollo económico y otros temas nuevos (como la protección del medio ambiente). Los grupos internos politizarán nuevos temas, antes considerados nacionales y los introducirán en la agenda interestatal. La distinción entre política interna y política internacional queda desdibujada. Cuánto más cerca se está de la situación de interdependencia compleja, más se verán afectados los resultados de la negociación política por las relaciones transnacionales. Las empresas multinacionales son significativas como actores independientes y los contactos entre burocracias gubernamentales conducen a coaliciones transgubernamentales en torno a una política particular. La idea de que hay un interés nacional se vuelve ambigua, ya que un órgano del gobierno puede perseguir intereses propios con el pretexto del interés nacional. Las organizaciones internacionales también tienen un papel significativo en la política mundial. Frente a la multiplicidad de temas, las coaliciones se forman transnacional y transgubernamentalmente y el papel de las instituciones internacionales en la negociación política ha ido en aumento. Ellas también ayudan a formular la agenda internacional y actúan como catalizadores para la formación de coaliciones y como foros para las iniciativas políticas y los vínculos propiciados por los países débiles. Las organizaciones internacionales son a menudo instituciones útiles para los estados débiles porque favorecen la constitución de coaliciones de estados pequeños y no poderosos.

El enfoque de la interdependencia compleja dio origen a nuevas corrientes teóricas dentro de las RI, que surgieron en los años ochenta y de lo que nos ocuparemos en el próximo apartado.

III Tercera Parte Las concepciones teóricas en RI a principios del siglo XXI

De manera opuesta a lo que ha sido el desarrollo de las RI durante las primeras siete décadas de existencia -básicamente alrededor de muy pocas escuelas dominantes y sostenido por el optimismo acerca de la posibilidad de progreso teórico- desde mediados de la década del ochenta pero en particular en los años noventa, el panorama académico de las RI comenzó a expandirse incorporando nuevas perspectivas teóricas. Los cambios profundos en el sistema internacional, con el proceso de derrumbe y desmembración de la ex-Unión Soviética, y el fin de la guerra fría, tuvieron un fuerte impacto en la comunidad académica de las RI, debido a que ninguna de las grandes teorías había sido capaz de predecir estos acontecimientos. Esto generó controversias sobre la aplicabilidad de las teorías, sobre su capacidad predictiva y en definitiva sobre su empeño en obtener legitimidad científica aferrándose a métodos que en su mayoría respondían a cánones de cuño positivista.

Este último período abrió una etapa de cuestionamiento sobre los fundamentos teóricos, metodológicos y epistemológicos de la disciplina. En ese contexto general de reflexión crítica se desarrolla lo que algunos denominan como cuarto debate en las RI, que como se dijo incluye: por un lado, el intercambio entre los autores neorrealistas y neoliberales (o institucionalistas); por el otro, el debate elevado por los enfoques “reflectivistas” (teoría crítica, postmodernismos y feminismos recientemente surgidos en RI) que plantean posturas de reestructuración de la disciplina en el marco de la confrontación "racionalidad versus reflectividad”. Y finalmente, como sostiene Mónica Salomón (2002), a estas dos tendencias se suma el intento de alcanzar una síntesis entre los enfoques tradicionales y los reflectivistas, realizado tanto por la teoría

constructivista como por la perspectiva de la ”sociedad internacional”(escuela inglesa y española de RI). En este apartado seguiremos en términos generales el trabajo de Salomón (2002), quien describe ampliamente este proceso.

A principios de los años ochenta comienza un intercambio académico muy fluido entre las reformulaciones del realismo y del liberalismo conocidas ya en la literatura de las RI respectivamente como “neorrealismo” y “neoliberalismo”. Como se mencionó, ambos enfoques en sus versiones tradicionales se presentaban como posiciones opuestas, basadas en fuertes tradiciones de pensamiento filosófico-normativas. A diferencia de ello, las actuales conceptualizaciones neorrealistas y neoliberales ya no sólo no se muestran irreconciliables sino que también tienen una agenda de temas comunes, que sin embargo, no impide que sigan existiendo algunas diferencias de enfoque en la manera en que ambos intentan explicar los fenómenos internacionales.

En su trabajo Salomón destaca que el actual diálogo “neorrealismo versus neoliberalismo” tiene como antecedentes el primer debate de entreguerras y el tercer debate de la década del setenta, mencionados anteriormente. Y señala que fue precisamente Robert Keohane, quien encabezara el cuestionamiento transnacionalista al enfoque realista, el principal mentor del acercamiento actual entre neorrealismo y neoliberalismo. La autora sostiene que resulta difícil establecer en qué momento el debate realismo-transnacionalismo se convirtió en el debate del neorrealismo- neoliberalismo y que probablemente haya habido una superposición entre ambos. Aún así considera posible diferenciar el “tercer debate” del "cuarto debate" a partir de tres cuestiones claves: la primera fue la renuncia del transnacionalismo de Keohane, a crear un "paradigma alternativo" al realismo, que ya se hizo mención; la segunda era la propuesta de integrar teorías provenientes de la tradición realista y de la tradición liberal en un enfoque multidimensional que daría como resultado el concepto de “régimen internacional”; y finalmente la tercera, era el acercamiento de posiciones, consecuencia de la reformulación del realismo en neorrealismo y del enfoque transnacionalista en (neo)liberalismo institucional. (Salomón, 2002)

Fue el propio Keohane (1983) el que hizo la propuesta de integrar las distintas agendas de investigación en un enfoque multidimensional. La idea era incluir diversos aportes como núcleo de ese nuevo enfoque de la política mundial en tres direcciones, a saber: uno de ellos sería el propio neorrealismo de Waltz; otro sería un programa de investigación centrado en el análisis de las instituciones y reglas internacionales; y un tercero, se ocuparía de teorías de política interna, de toma de decisiones y de procesamiento de la información que tendría la función de conectar las dimensiones internas e internacionales.

Por su parte, la propia corriente transnacionalista asumía un nuevo programa de investigación estructural, distinto de las anteriores posturas porque adoptaba algunas de las premisas del (neo)realismo, aunque con ciertos matices, por ejemplo, que los estados son los principales actores internacionales, aunque no los únicos; que los estados actúan racionalmente, aunque no a partir de una información completa ni con preferencias inmutables y, finalmente, que los estados buscan poder e influencia, aunque no siempre en los mismos términos (Keohane, 1983). Pero sin duda, el centro de interés de esta corriente –que el propio Keohane llamó “institucionalismo liberal” (Keohane, 1984)- es el estudio de las reglas e instituciones internacionales (que en sentido amplio incluye a todas las modalidades de cooperación internacional formales e informales) que sostiene como premisas que la cooperación es posible y que las instituciones modifican la percepción que los estados tienen de sus propios intereses, posibilitando así la cooperación (algo que los realistas/neorrealistas ven sólo como un fenómeno coyuntural). En esa