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La valoración cardiovascular es un pilar fundamental en el abordaje del paciente adulto y anciano con sospecha o diagnóstico de enfermedad cardiovascular. Es esencial para detectar signos tempranos de deterioro hemodinámico, establecer planes de cuidados eficaces y prevenir complicaciones.
Tipo: Resúmenes
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UNIDAD 6: El sujeto adulto y anciano con problemas cardiovasculares Valoración cardiovascular del adulto y del anciano La valoración cardiovascular es un pilar fundamental en el abordaje del paciente adulto y anciano con sospecha o diagnóstico de enfermedad cardiovascular. Es esencial para detectar signos tempranos de deterioro hemodinámico, establecer planes de cuidados eficaces y prevenir complicaciones. a. Cambios fisiológicos del envejecimiento cardiovascular Con el envejecimiento, se producen alteraciones estructurales y funcionales en el sistema cardiovascular, entre ellas: Engrosamiento del endotelio vascular y disminución de la elasticidad arterial, lo cual incrementa la poscarga cardíaca. Reducción del número de células del nódulo sinoauricular, lo que puede llevar a arritmias. Disminución de la sensibilidad a barorreceptores, dificultando la autorregulación de la presión arterial. Mayor predisposición a enfermedades como HTA, insuficiencia cardíaca y cardiopatías isquémicas. Potter & Perry (2015) subrayan que estos cambios fisiológicos hacen que el anciano presente síntomas atípicos o inespecíficos, como fatiga, confusión o pérdida de apetito, en lugar de los clásicos signos como dolor torácico. b. Componentes de la valoración cardiovascular
o Síntomas cardinales: disnea, palpitaciones, dolor precordial, edemas, síncope.
b. Insuficiencia cardíaca (IC) La insuficiencia cardíaca es una condición crónica y progresiva, donde el corazón no puede bombear eficazmente la sangre. Se clasifica en: IC izquierda: causa disnea, ortopnea, edema pulmonar. IC derecha: causa congestión venosa sistémica, hepatomegalia, edemas periféricos. En el adulto mayor, la IC es una de las causas más frecuentes de internación y reingresos hospitalarios. Síntomas: Disnea progresiva Intolerancia al ejercicio Edemas en piernas y sacro Aumento de peso por retención hídrica Fatiga, confusión Plan de cuidados según NANDA-NOC-NIC (Marion, 2011): Diagnóstico: Intolerancia a la actividad NOC: Nivel de tolerancia a la actividad NIC: Manejo de energía, control de líquidos, monitorización de peso y signos de sobrecarga Hinkle & Cheever (2019) advierten que el manejo de la IC implica una combinación de tratamiento farmacológico (IECA, betabloqueantes, diuréticos), control de líquidos, restricción de sodio y apoyo al autocuidado. c. Cardiopatía isquémica (CI)
La CI se produce por la reducción del flujo sanguíneo coronario, generalmente debido a la aterosclerosis. Puede presentarse como: Angina de pecho (estable o inestable) Infarto agudo de miocardio (IAM) Síntomas clásicos: Dolor torácico opresivo, irradiado Palpitaciones Náuseas, sudoración En adultos mayores puede presentarse como disnea o fatiga Diagnósticos de enfermería relevantes (Herdman et al., 2021): Perfusión tisular ineficaz (cardíaca) Ansiedad relacionada con percepción de amenaza vital Déficit de conocimiento Kozier et al. (2013) subrayan la importancia de la educación del paciente post-IAM, incluyendo: Reconocimiento precoz de síntomas Adhesión al tratamiento Manejo del estrés Plan de rehabilitación cardiovascular Mahan & Raymond (2017) y Torresani (2016) hacen hincapié en la intervención nutricional como pilar para evitar la progresión de la CI: Dieta hipolipemiante Control del colesterol y triglicéridos Reducción del sodio y azúcares refinados Aumento de frutas, verduras y fibras
NIC: Administración de oxígeno, control de signos vitales, manejo de anticoagulantes (heparina, warfarina, enoxaparina), educación sobre movilidad y prevención NOC: Estabilidad hemodinámica, saturación de oxígeno mantenida Referencia: Hinkle & Cheever (2019), Brunner y Suddarth Disfunción vascular La disfunción vascular se refiere a cualquier alteración del flujo sanguíneo ya sea por falla en el retorno venoso (insuficiencia venosa) o por obstrucción arterial (isquemia). Insuficiencia venosa crónica y várices Se produce por la falla del sistema valvular venoso, lo cual genera estancamiento sanguíneo en los miembros inferiores. El aumento de la presión venosa provoca dilatación de las venas superficiales (várices), edema y lesiones cutáneas. Factores predisponentes: Obesidad Sedentarismo Embarazo Trabajos que exigen estar mucho tiempo de pie Edad avanzada Signos clínicos: Venas visibles y dilatadas Edema vespertino en tobillos Cambios cutáneos (hiperpigmentación, piel dura) Úlceras venosas (generalmente indoloras)
Cuidados de enfermería: Enseñar la elevación de piernas por encima del nivel cardíaco Uso de medias de compresión Estimular la deambulación Cuidados de la piel y heridas crónicas Control del dolor y el prurito Insuficiencia arterial e isquemia Ocurre cuando el flujo sanguíneo hacia los tejidos periféricos se ve comprometido, principalmente por aterosclerosis. Si progresa, puede llevar a isquemia crítica y necrosis. Síntomas: Dolor a la marcha (claudicación intermitente) Dolor en reposo (en etapas avanzadas) Piel fría, brillante y sin vello Pulsos débiles o ausentes Úlceras arteriales dolorosas Necrosis o gangrena Cuidados enfermeros: Monitorear perfusión (color, temperatura, pulsos) Enseñar cambios en el estilo de vida: dejar de fumar, ejercicio controlado Evaluar dolor y administrar analgésicos Preparar al paciente para posibles procedimientos (angioplastia, bypass) Amputación de miembros inferiores
Megaloblástica: por falta de B12 o folato. Anemia crónica: asociada a enfermedades inflamatorias o renales. Síntomas: Cansancio extremo Palpitaciones Palidez mucocutánea Cefaleas y mareos Disnea al esfuerzo Intervenciones de enfermería: Control de laboratorio (Hb, Hto, ferritina, B12) Administración de hierro oral o parenteral Educación alimentaria: carnes, legumbres, vegetales de hoja Promoción de la adherencia al tratamiento Leucemia Es un cáncer de la médula ósea caracterizado por la producción descontrolada de glóbulos blancos anormales. Clasificación: Aguda o crónica Linfocítica o mieloide Síntomas: Infecciones frecuentes Fiebre Hematomas o sangrados
Pérdida de peso Adenopatías Tratamiento: Quimioterapia Inmunoterapia Trasplante de médula ósea Cuidados de enfermería: Aislamiento protector Manejo de efectos adversos de la quimioterapia (náuseas, mucositis, caída del cabello) Control de signos de hemorragia o infección Apoyo emocional al paciente y familia Hemofilia Es un trastorno genético de la coagulación, ligado al cromosoma X, caracterizado por la deficiencia del Factor VIII (hemofilia A) o Factor IX (hemofilia B). Síntomas: Hematomas fáciles Hemorragias internas Hemartrosis (sangrado en articulaciones) Hemorragias prolongadas tras heridas o procedimientos Tratamiento: Administración profiláctica de concentrados del factor faltante Evitar medicamentos que afectan la coagulación
Es el tipo más frecuente de shock, resultado de la pérdida de líquidos o sangre, lo cual reduce el volumen circulante efectivo. Esto produce una disminución del retorno venoso al corazón, menor volumen sistólico y, por ende, bajo gasto cardíaco. Etiología: Hemorragias: traumatismos, cirugías, hemorragias internas o externas Deshidratación severa: diarrea, vómitos, sudoración excesiva, quemaduras Pérdida de plasma: síndrome nefrótico, pancreatitis grave, quemaduras extensas Signos clínicos característicos: Taquicardia (mecanismo compensatorio) Hipotensión (por volumen circulante insuficiente) Piel fría y húmeda Llenado capilar lento Oliguria (diuresis <30 ml/hora) Confusión o ansiedad Tratamiento de enfermería: Acceso venoso amplio (preferentemente dos vías periféricas o una central) Administración rápida de cristaloides (Ringer lactato, solución fisiológica) Transfusión si hay pérdida de sangre severa Monitoreo estricto de signos vitales y diuresis Posición de Trendelenburg modificada (elevar piernas) Monitoreo cardíaco El monitoreo cardíaco consiste en la evaluación continua del ritmo eléctrico del corazón, y permite actuar rápidamente frente a arritmias, isquemia o alteraciones en la frecuencia cardíaca.
Indicaciones: Pacientes con infarto de miocardio, insuficiencia cardíaca o arritmias Postoperatorio cardíaco Shock o inestabilidad hemodinámica Parámetros observables: Frecuencia cardíaca Ritmo cardíaco Onda P, complejo QRS, segmento ST, onda T Análisis de arritmias (fibrilación auricular, taquicardias, bloqueos) Electrocardiograma (ECG) El ECG es una representación gráfica de la actividad eléctrica del corazón, registrada desde la superficie del cuerpo. Es esencial para el diagnóstico temprano de infartos, arritmias, desequilibrios electrolíticos y alteraciones estructurales. Interpretación básica: Onda P: despolarización auricular Complejo QRS: despolarización ventricular Onda T: repolarización ventricular Segmento ST elevado: posible infarto agudo QT prolongado: riesgo de arritmias graves Presión Venosa Central (PVC) La PVC mide la presión en la aurícula derecha o en la vena cava superior, y refleja el volumen sanguíneo circulante y la función del ventrículo derecho.
Dobutamina: mejora la contractilidad en shock cardiogénico Diagnósticos enfermeros frecuentes (NANDA-I): Algunos diagnósticos clave: Perfusión tisular ineficaz (cardiopulmonar/periférica) Disminución del gasto cardíaco Déficit de volumen de líquidos Riesgo de desequilibrio electrolítico Intolerancia a la actividad Riesgo de complicaciones cardiovasculares Intervenciones según NIC: Monitorización hemodinámica Administración de medicación y líquidos Educación al paciente y familia Manejo del dolor Prevención de complicaciones Referencia: Marion (2011), Herdman et al. (2021) Dietoterapia en enfermedades cardiovasculares La alimentación tiene un rol preventivo y terapéutico clave en enfermedades cardiovasculares. Se enfoca en: Reducción de sodio Control de grasas
Equilibrio de potasio y líquidos Hipertensión arterial (HTA): La restricción de sodio es esencial porque este favorece la retención de agua, elevando la presión arterial. Fuentes alimentarias de sodio oculto: Panificados Salsas industriales Fiambres y embutidos Snacks, enlatados, cubitos de caldo Dieta hiposódica: Menos de 1500 mg/día Evitar sal de mesa Cocinar con hierbas, limón, vinagre
Son alteraciones del metabolismo lipídico, con aumento del colesterol total, LDL (colesterol “malo”) y triglicéridos. Pautas dietéticas: Evitar fritos, grasas animales, lácteos enteros Incorporar omega 3 (pescados, semillas) Comer frutas, verduras, legumbres Actividad física regular
Evitar alimentos con riesgo microbiológico (carne cruda, huevo crudo, quesos blandos)
Valoración del aparato respiratorio en el adulto y anciano En la población adulta y especialmente en los adultos mayores, la valoración del sistema respiratorio es esencial debido a los cambios fisiológicos propios del envejecimiento. Con la edad, se observa una disminución de la elasticidad pulmonar, una menor fuerza muscular respiratoria y una reducción en los reflejos de la tos, lo cual aumenta la susceptibilidad a infecciones respiratorias y complicaciones. Tal como lo explican Hinkle y Cheever (2019) en Brunner y Suddarth: Enfermería Médico-Quirúrgica, la inspección, la palpación, la percusión y la auscultación son fundamentales en la evaluación clínica, junto con la interpretación de exámenes complementarios como la espirometría y la oximetría de pulso. Disfunción respiratoria: vías aéreas superiores e inferiores La disfunción respiratoria puede comprometer las vías aéreas superiores, incluyendo nariz, faringe y laringe. En este nivel, las inflamaciones como rinitis, faringitis o laringitis, suelen tener causas infecciosas, alérgicas o irritativas, y pueden alterar el patrón respiratorio normal, generando molestias y afectando la calidad de vida. Por otro lado, los problemas en las vías aéreas inferiores afectan la tráquea, los bronquios y el parénquima pulmonar. Estos pueden clasificarse en:
Se caracterizan por una reducción en la capacidad pulmonar total, dificultando la inspiración y reduciendo el volumen de aire que entra a los pulmones. Infecciones pulmonares como la neumonía y la tuberculosis son frecuentes en adultos mayores debido a la inmunosenescencia. Según Kozier et al. (2013), los signos clínicos pueden incluir fiebre, tos productiva, disnea y en algunos casos confusión. Tumores broncopulmonares, como el cáncer de pulmón, alteran el intercambio gaseoso y generan complicaciones como hemoptisis o disnea severa. La detección precoz y el control de factores de riesgo como el tabaquismo son claves. Afecciones pleurales como el derrame pleural o la pleuritis también dificultan la expansión pulmonar. La acumulación de líquido en la cavidad pleural puede requerir procedimientos como la toracocentesis o drenaje pleural. Traumatismo torácico, producto de caídas u otros accidentes, puede generar fracturas costales o contusión pulmonar, con impacto en la ventilación adecuada.
En estas patologías, la dificultad está en la salida del aire durante la espiración, generando atrapamiento de aire y disminución del intercambio gaseoso. La EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) es una de las más frecuentes en adultos mayores. Como explican LeMone y Burke (2009), se trata de una enfermedad progresiva asociada principalmente al tabaquismo, caracterizada por obstrucción persistente del flujo aéreo. Incluye la bronquitis crónica y el enfisema pulmonar. El asma bronquial, aunque más común en jóvenes, puede presentarse en adultos y ancianos, con episodios de broncoespasmo reversible. El tratamiento incluye broncodilatadores y corticosteroides.