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Tipo: Esquemas y mapas conceptuales
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Fernando Mayorga
Alguien señaló alguna vez, y con acierto, que el siglo XIX boliviano concluyó con la revolución de 1952. Una revolución que se gestó durante tres décadas, aquellas que transcurren entre la guerra del Chaco (1932-1936) y la insurrección del 9 de abril de 1952, y que inauguró un complejo proceso de gestación de un nuevo orden político que, después de doce años y tres gestiones gubernamentales al mando del MNR, concluyó con un golpe de estado en 1964 que dio inicio a un ciclo militar que se extendió por casi dos décadas.
La revolución modificó profundamente la composición de -y las relaciones entre- las clases sociales. El bloque social dominante compuesto por la burguesía minera y los latifundistas fue desarticulado; la clase obrera adquirió mayor protagonismo y surgieron los campesinos como actores sociales interpelados como base popular del nuevo bloque social comandado por la pequeña burguesía urbana con un proyecto de formación del Estado Nacional y de constitución de burguesía nacional.
La revolución transformó radicalmente el orden de las cosas, particularmente en relación al rol del Estado en la economía y en el carácter de las relaciones de producción en el campo, mediante la nacionalización de las minas y la reforma agraria. Las consecuencias políticas de estos cambios fueron también profundas porque se erigió un nuevo Estado y se configuró otra sociedad civil y las relaciones entre el Estado y la sociedad civil se caracterizaron por la ampliación de la participación electoral mediante la implementación del voto universal y el protagonismo político del movimiento obrero y campesino a través de organizaciones sindicales con enorme capacidad de representación de las demandas sociales y con incidencia en las decisiones del partido de gobierno. El MNR se convirtió en la fuerza hegemónica de un sistema político que adoptó un esquema institucional virtualmente unipartidista y que se reprodujo al influjo del nacionalismo revolucionario convertido en ideología dominante en el espacio de discursividad política.
Aparte de estas diferencias en el plano organizacional – centralidad obrera vs. faccionalismo campesino- existían posturas ideológicas contradictorias puesto que los trabajadores mineros enarbolaron propuestas de revolución socialista mientras que la mayoría de las organizaciones campesinas fueron adoptando posiciones anticomunistas.
La participación política, en el transcurso de los doce años de la revolución nacional presenta como rasgo central el desplazamiento de los sindicatos obreros, particularmente minero, como factor de poder por el sindicalismo campesino como base social de apoyo al Estado. La figura del cogobierno entre MNR y COB, durante los primeros años de la revolución, dio paso a gobiernos surgidos mediante procesos electorales que sancionaban las decisiones asumidas en las convenciones nacionales del partido de gobierno puesto que no existía un sistema competitivo de partidos y la votación, sobre todo campesina, era ampliamente favorable al MNR, en cuyo seno se definía la disputa por la sucesión presidencial a través de una pugna por el liderazgo entre Paz Estenssoro, Siles Suazo, Juan Lechín y Walter Guevara Arze, cuyas querellas influyeron en las relaciones entre los sindicatos y el Estado, provocaron enfrentamientos entre sectores sindicalizados o promovieron su división.
En este trabajo evaluamos las aristas de la participación política en el proceso de la revolución nacional considerando dos momentos:
a) el período prerrevolucionario que transcurre entre la posguerra del Chaco y la insurrección de 1952 haciendo énfasis en la conformación de nuevos partidos políticos, la emergencia de nuevos sujetos políticos en el marco de la disputa discursiva en torno al carácter y contenido de la revolución y la combinación de múltiples tácticas por parte del MNR como parte de la construcción de la hegemonía del nacionalismo revolucionario.
b) el período post-revolucionario que corresponde a los gobiernos del MNR entre 1952 y 1964, haciendo hincapié en las transformaciones en las relaciones entre el Estado y los movimientos sociales emergentes, particularmente obrero y campesino, que
permiten distinguir diversas modalidades de participación política que transitan de la influencia sindical en la adopción de las medidas revolucionarias a la cooptación estatal. En este contexto, caracterizamos el orden político emergente a partir de considerar cuatro aspectos: instituciones, procesos, actores y discursos políticos, como expresiones de las transformaciones políticas provocadas por la revolución:
La derrota en la guerra del Chaco agudizó una crisis ideológica que se expresó en el debilitamiento de los partidos tradicionales de raigambre liberal, la emergencia de sectores antioligárquicos en el ejército y la conformación de nuevas organizaciones políticas de signo marxista y nacionalista en la pequeña burguesía urbana.
El denominado “socialismo militar” que se inició en el gobierno de Toro, en cuya gestión se nacionalizó la Standard Oil, se creó el ministerio de Trabajo y se promulgó el Código del Trabajo; las medidas estatistas dictadas por Busch, como la obligatoriedad de entrega de divisas de la exportación de minerales, y varias acciones desplegadas en el gobierno de Villarroel, con el apoyo de la logia militar Radepa que asumió el poder mediante un golpe de estado con el MNR, pusieron en evidencia la crisis de legitimidad del Estado cuyas expresiones partidistas de raigambre liberal perdieron su capacidad de mediación política.
Así, se produjo la fundación de nuevos partidos políticos que expresaban la emergencia de nuevas propuestas ideológicas – como la revolución socialista- y nuevas identidades políticas – como la clase obrera-. El POR fue fundado en 1934 y jugó papel importante en la organización del proletariado minero y en la difusión del pensamiento marxista, esgrimiendo una interpelación clasista que se resumía en una propuesta de revolución que combinaba “la revolución democrático-burguesa, que se fisonomiza(ba) por la guerra y el alzamiento campesinos y la revolución proletaria que se fisonomizaba por la insurrección obrera. (Un) proceso revolucionario (que) en su conjunto (debía ser) dirigido por el
Estenssoro- que permitió al MNR disputar a los partidos de izquierda, particularmente al PIR, la influencia en los sindicatos mineros con una crítica al carácter antinacional de la burguesía minera y a las interpelaciones obreristas. Y en segundo lugar, la creación de la FSTMB en 1944 – durante el gobierno de Villarroel- con Juan Lechín Oquendo como principal dirigente estableciendo una mediación partidista en el seno del sector más importante de la clase obrera.
Es decir, durante el gobierno de Villarroel (1943-1946), el MNR asume tareas en el gobierno y desde el aparato estatal promueve acciones de organización de los mineros y campesinos/indios sentando las bases de una acción hegemónica que se desplegará en los próximos años, a pesar de la proscripción del partido y el exilio de sus principales dirigentes, combinando métodos de lucha que incluyeron alzamientos armados que condujeron a una guerra civil en 1949 y su participación en procesos electorales, entre los que sobresale su victoria nacional en 1951, escamoteada mediante un golpe de estado. En 1947, obtuvo apenas el 6% de la votación frente al 86% de los partidos tradicionales del liberalismo, mientras que en 1951, el MNR venció en las urnas con 43% de los votos, en un sistema electoral excluyente, por su carácter censitario, que se traducía en una participación que bordeaba los cien mil votos de una población cercana a los 3 millones de habitantes. La combinación de estas acciones organizativas, conspirativas, militares, político- electorales e ideológicas explica el papel vanguardista del MNR en el proceso que concluye
en abril de 1952, sin embargo, la impronta de la revolución fue marcada por la decisiva participación de los obreros en los combates contra el ejército. La insurrección de abril de 1952 fue fruto de las circunstancias como todo hecho histórico, empero, no es explicable sin la constitución de nuevos sujetos políticos, principalmente mineros y fabriles, quienes definieron el derrotero del golpe de estado que dio inicio al enfrentamiento y concluyó con la derrota del ejercito en manos de milicianos y obreros armados.
Si estas fueron las acciones desplegadas por el MNR, ¿cuáles fueron las características del discurso del nacionalismo revolucionario que le permitieron desarticular el discurso liberal y desplazar a los discursos clasistas de los partidos de izquierda. El discurso del MNR se articuló en torno a tres elementos:
-la interpretación del proceso histórico boliviano como un conflicto entre dos tendencias: una tendencia antinacional que expresaba el coloniaje y la dominación foránea, y una tendencia nacional que representaba la independencia y la soberanía.
-la caracterización de la sociedad de la época como una estructura semicolonial que se escindía en dos polos: la oligarquía conformada por la rosca minero-terrateniente como expresión de la tendencia antinacional, y el pueblo, constituido por las clases populares que eran objeto de explotación y dominio oligárquico y que representaba a la tendencia nacional.
En suma, la revolución nacional era planteada a partir de la contradicción general entre oligarquía y pueblo y no a partir de las contradicciones de clase puesto que la concepción
subalternos. Si lo nacional era pensado en términos de homogeneidad, porque ningún actor tenía valor positivo al margen de la nación; lo popular era concebido como algo heterogéneo pero su diversidad era aparente porque el Estado, como epítome de la nación, le proporcionaba coherencia y unidad. Es decir, el pueblo estaba compuesto por diferentes sectores sociales que en el seno del programa nacionalista no tenían relaciones antagónicas sino diferencias, puesto que su diversidad era uniformada bajo un proyecto estatal. Era su relación con el Estado lo que definía el carácter nacional o antinacional de una clase social, porque al situarse al margen de la pertenencia a la unidad ahora expresada en el Estado, cualquier sector, grupo o persona pasaba a ocupar el polo antinacional. La nación antes personificada en el pueblo pasó a ser/estar representada por el Estado y los intereses clasistas definieron las formas de vinculación de los movimientos sociales con el Estado en una lógica creciente de pacto – en el caso del movimiento campesino- y en una lógica creciente de enfrentamiento – en el caso del movimiento obrero- como facetas contrapuestas de un ciclo que culminó en 1964 con un golpe militar.
La participación política en los doce años de la revolución nacional estuvo marcada por la modificación de las bases sociales de apoyo a los gobiernos del MNR. Aunque en cada gestión gubernamental se pueden establecer variaciones en las relaciones entre el movimiento obrero y campesino y entre estos actores y el Estado, es posible establecer dos fases en este período.
Una primera fase, entre la insurrección y mediados de la gestión del gobierno de Siles Zuazo (1957-1961), caracterizada por el protagonismo de la COB y la influencia de los sindicatos obreros y campesinos en las decisiones estatales y en las pugnas en el partido de gobierno. Una segunda fase que se inicia con la ruptura del cogobierno MNR-COB y se caracteriza por el aislamiento de la clase obrera y su desplazamiento por los sindicatos campesinos como base de apoyo del Estado en confluencia con el creciente protagonismo que adquiere el ejército y que culmina con el golpe de Estado de 1964.
Un factor que influyó en las características del proceso es la pugna entre líderes del partido de gobierno que se inició en 1957 con el enfrentamiento entre Siles, como presidente de la república y Lechín, como dirigente de la COB-, continuó con la división en las filas del MNR y la competencia intrapartidista y electoral en 1960 entre Guevara Arze y Paz Estenssoro como expresiones de derecha (MNRA) e izquierda que acentuaron la división entre los campesinos, sobre todo en los valles cochabambinos, y se agudizó en 1964, con la ruptura de los otros tres líderes con Paz Estenssoro a raíz de su reelección presidencial y el surgimiento de fuerzas de derecha e izquierda desprendidas del tronco del partido de gobierno, como el PRA y el PRIN. El golpe de estado que dio fin con el ciclo de la revolución nacional fue conducido por el candidato vicepresidencial del MNR, el Gral. Barrientos Ortuño, y la caída de Paz Estenssoro se produjo ante la inercia de su partido, la inmovilidad de los sindicatos y la complicidad de los otros líderes de la revolución que algunos pensadores nacionalistas definieron como “restauración oligárquica”.
Otro elemento determinante fue provisto por el carácter de las medidas adoptadas por los gobiernos que definieron el curso de las alianzas y rupturas entre movimientos sociales y el Estado. La nacionalización de la minería y la creación de COMIBOL sentó las bases de un poderoso sindicalismo minero que tenía como único interlocutor al Estado que, a su vez, dependía de los ingresos generados por la exportación de minerales. Este hecho le proporcionó al proletariado una importancia cualitativa y lo convirtió en el principal referente de la acción gubernamental. Este protagonismo fue más evidente en los cuatro primeros años de la revolución, puesto que, a partir de 1956, el ejercicio del voto universal le otorgó preponderancia al movimiento campesino como sostén de apoyo a los gobiernos del MNR, una preponderancia cuantitativa nada desdeñable considerando que en las principales ciudades, el MNR perdió las elecciones frente a FSB.
La ejecución de la reforma agraria con un sentido individualista, desplazando las propuestas de cooperativización del agro de los sindicatos obreros, debilitó la posibilidad de una alianza obrero/campesina, sentó las bases de un acuerdo campesino con el Estado y redujo la influencia de la izquierda obrera y partidista en el sindicalismo campesino, a pesar que en el inicio de la gestión de Siles Zuazo se produjeron acciones convergentes como el
una forma organizativa unitaria y centralista que aglutinaba los sindicatos de diversas ramas en la Central Obrera Boliviana, con capacidad de influencia en la adopción de las medidas de transformación revolucionaria porque se constituyó en el principal actor de interlocución para el Estado debido al grado de cohesión orgánica, conciencia política e importancia económica estratégica de los trabajadores mineros. Por su parte, el movimiento campesino adoptó el sindicato como forma organizativa general pero bajo una lógica faccionalista y con preponderancia de liderazgos regionales de tipo cacical en un vínculo multiforme y heterogéno con el Estado, las tendencias del partido de gobierno y la COB.
c) la resolución de los procesos políticos en los primeros años de la revolución mediante el cogobierno entre el MNR y la COB, cuya ruptura se tradujo, a partir de 1957, en el desplazamiento de los trabajadores mineros por los campesinos como base social de apoyo al Estado, paralelamente a la reorganización del ejército y al desarme de las milicias armadas, desplazando el proceso decisorio a la pugna entre tendencias y líderes del partido de gobierno.
d) la hegemonía del discurso del nacionalismo revolucionario convertido en ideología estatal en cuyo seno discurrían las diversas expresiones políticas de izquierda y de derecha y se definían los límites y las posibilidades de la participación de los actores sociales y políticos.
Instituciones y participación política
La participación política tuvo dos modalidades institucionales: sindical , a través de una forma de organización de la acción colectiva obrera extendida a los diversos sectores sociales que se aglutinaron en la Central Obrera Boliviana que actuaba como factor de poder, y electoral , merced a la ampliación de la ciudadanía política mediante el establecimiento del voto universal a partir de 1956, cuya concentración en apoyo al MNR se tradujo en un sistema virtualmente unipartidista en cuyo seno se dirimían las alianzas entre las diversas corrientes que pugnaban por la orientación del sentido de la revolución y
por el acceso a empleos en el aparato estatal por parte de sectores de la pequeña burguesía en una lógica de patronazgo político y porque la participación política a través del partido , - en una tercera modalidad- expresaba el sentido que asumió la política como un medio de movilidad social para militantes, dirigentes y brokers sindicales.
La insurrección desmanteló provisionalmente al ejército y el poder conseguido con las armas fue formalizado con el reconocimiento de la victoria electoral del binomio Paz-Siles en los comicios de 1951. Un reconocimiento circunscrito a las figuras del presidente y vicepresidente, puesto que el parlamento dejó de funcionar hasta que se convocaron a elecciones generales en 1956 bajo la vigencia del voto universal. Una vez que se amplió la participación política de los sectores populares, sobre todo campesinos, se definió la disputa política mediante la consulta electoral en un ejercicio del voto que sancionaba legalmente las decisiones asumidas en las convenciones del partido de gobierno en lo relativo a la sucesión presidencial y la conformación de listas parlamentarias. La adopción de un sistema de representación proporcional y la modalidad de lista completa de parlamentarios reforzó el control partidista sobre las mediaciones sindicales y otorgó mayor poder al candidato presidencial, una vez dirimidas las pugnas en las convenciones nacionales del partido de gobierno.
En el seno del MNR se dirimían las disputas por el liderazgo, la pugna entre tendencias ideológicas, la querella por el acceso a cargos públicos y el establecimiento de redes clientelares con caciques sindicales y regionales. Aunque, como señala Malloy, ni el Estado ni el partido tenían control sobre la movilización política desatada con la revolución, el MNR era la única organización política que manejaba el aparato estatal y tenía un relativo control de las organizaciones sindicales, sobre todo campesinas, creadas desde el flamante Ministerio de Asuntos Campesinos. Militantes de partidos de izquierda que eran rivales del MNR en el período prerrevolucionario se sumaron a sus filas bajo una lógica de “entrismo” o participaron en algunas comisiones, como la Comisión de Reforma Agraria, mientras que la mayoría de los dirigentes sindicales eran militantes del partido de gobierno, incluido el secretario ejecutivo de la COB, y algunos dirigentes fueron nombrados ministros. A esta modalidad de participación, mediada por el partido y el sindicato, se sumó la participación
En los primeros años de la revolución, los procesos políticos se definían en el marco del cogobierno entre la COB y el MNR aunque, posteriormente, la ruptura del cogobierno dio paso a una alianza entre el Estado y los campesinos, con un papel cada vez más creciente del ejército en el escenario político, al punto de influir en la nominación de candidato vicepresidencial del MNR (Barrientos) en 1964.
La presencia de la COB en el gobierno fue resultado de la decisiva participación de los mineros en la insurrección, porque el golpe de estado organizado por el MNR se transformó en un levantamiento popular cuya victoria militar modificó las relaciones entre los actores sociales y políticos. Uno de los resultados más importantes de este hecho fue la participación directa de los sindicatos en el poder político a través de la presencia orgánica e institucional de la COB en los gobiernos del MNR desde abril del 52 hasta 1957 (Lazarte 1988:121) con la designación de ministros obreros (primero tres y, luego, cinco miembros) que, empero, eran militantes del partido de gobierno.
Esta situación sacó a relucir varios problemas tales como el mecanismo de designación de los ministros obreros (nombramiento presidencial o sindical), el control sindical sobre su labor en el gabinete (rendición de cuentas a los ampliados de la COB o acatamiento a las instrucciones del partido) y la canalización de las demandas sectoriales en desmedro de las metas políticas de la COB, puesto que, de manera paulatina, se manifestó la tendencia a una presencia corporativa de los ministros obreros en representación de su sector contradiciendo las líneas políticas de carácter general. Si el ámbito estatal era un espacio de pugna entre el partido y la central obrera respecto al sentido de las medidas revolucionarias, el espacio sindical era un ámbito de disputa entre las tendencias ideológicas del partido de gobierno, entre lechinistas (de izquierda) y silistas (de derecha) que concluirá con ua virtual ruptura del cogobierno después de la implementación del Plan de Estabilización Monetaria de 1957 y el intento gubernamental de sustituir a la COB como interlocutor, primero mediante la formación de un “bloque reestructurador” que inmovilizó a la COB por un largo tiempo y después con el intento de conformación de la COBUR en el segundo gobierno de Paz Estenssoro. Ambos intentos fracasaron aunque evidenciaron el deterioro en las relaciones entre el movimiento obrero y el Estado.
El cogobierno entre MNR y COB fue tematizado como poder dual, sin embargo, al margen de la participación política de los sindicatos en las decisiones gubernamentales, sobresale la imbricación entre organizaciones sociales y el partido de gobierno expresada en el carácter ambivalente de la representación obrera en el gabinete ministerial, puesto que los ministros obreros eran militantes del MNR así como varios militantes del partido de gobierno ocupaban carteras en el comité ejecutivo nacional de la COB y muchos miembros de la COB eran miembros de la bancada parlamentaria del MNR como expresión de tendencias internas. El secretario ejecutivo de la COB fue ministro, presidente del senado y vicepresidente, el secretario general fue delegado campesino a la COB, ministro de asuntos campesinos y vicepresidente de la república, el secretario privado del presidente era considerado ministro obrero e inclusive, cuando se produjo un impasse entre la COB y el gobierno de Siles, Paz Estenssoro, a la sazón embajador en Londres, fue invitado a ocupar el cargo de secretario ejecutivo de la COB^1. Estos ejemplos ponen en evidencia el alcance hegemónico del partido de gobierno puesto que las disputas sobre el sentido de las medidas se dirimían también como parte de un juego interno matizado por las pugnas entre los líderes de la revolución. En suma, en la primer etapa de la revolución los procesos decisorios estaban sometidos a la negociación entre la COB y el partido de gobierno, (1952-1956), paulatinamente fue decreciendo la importancia de la COB a la par que en su seno se produjo la emergencia de dirigentes opositores al MNR y la presencia de partidos de izquierda – particularmente el Partido Comunista- en el comité ejecutivo elegido en 1962 que empezarán a disputar al MNR el control de la COB. También, de manera paulatina, adquirirá mayor incidencia el apoyo campesino que tenía una presencia marginal en la COB^2 y cuya instancia nacional de organización sindical – la Confederación Nacional de Campesinos de Bolivia- estaba sometida a las tendencias centrífugas provocadas por la existencia de caciques o líderes locales que actuaban como intermediarios entre sus bases y el Estado y participaban en el juego de pugnas internas entre los líderes del partido. La
(^1) En el primer congreso de la COB, la comisión política adoptó el documento propuesto por el comité ejecutivo de la COB y aprobado previamente por el Comité Político Nacional del MNR. Sus miembros ocupaban u ocuparon cargos en el gobierno y en el parlamento en calidad de militantes del partido (Lazarte 1988: 21)
Estado que se convirtió en el único interlocutor del proletariado minero y de varios sectores sindicalizados y de una tradición de sindicalización obligatoria iniciada en los años 30.
Su composición y funcionamiento propiciaron la existencia de nuevas pautas de cultura política que, durante varias décadas, definieron el comportamiento de diversos sectores de la sociedad civil. La influencia del movimiento obrero se expresó en la generalización del sindicato como forma organizativa de los diversos sectores subalternos, la adopción de pautas de funcionamiento basadas en la democracia asambleísta y la reproducción de una visión estadolátrica que integraba lo social y lo político en el Estado. Otro elemento de cultura política que vale la pena resaltar es la existencia de pluralismo ideológico en sus filas e independencia sindical respecto a los partidos políticos, hecho que implicó la presencia de diversas corrientes o partidos en el comité ejecutivo de la COB.
El rasgo más sobresaliente fue su capacidad para representar y formular demandas generales respecto al sentido de las medidas revolucionarias (nacionalización de la minería sin indemnización o revolución agraria en vez de reforma agraria) que excedían los intereses gremiales de sus afiliados. Se trataba de la combinación de funciones de mediación y canalización de demandas con tareas de representación política e influencia en las decisiones gubernamentales, esto es, una función de poder que en las tres décadas de vigencia del Estado del 52 tuvo capacidad de influir en -o bloquear- las decisiones gubernamentales o rectificarlas. Esta capacidad estuvo ligada a su composición social. Aunque los mineros se convirtieron en la vanguardia de la COB, esta entidad desde su origen tuvo capacidad de representar tanto los intereses obreros como de trabajadores no asalariados y sectores de clases medias. Así, en su primer congreso, contaba con la representación de delegados obreros (mineros, fabriles, ferroviarios, constructores, chóferes, petroleros, harineros, gráficos y siringueros), delegados empleados (maestros, empleados particulares, empleados públicos, bancarios, telecomunicaciones, sanitarios, gastronómicos y porteros), delegados campesinos y delegados “especiales”( universitarios, artistas y escritores, estudiantes y gremiales). Más de la mitad de los delegados eran representantes de la clase obrera y la tercera parte de estos eran mineros, el sector con mayor representación y con mayor presencia en el comité ejecutivo. Los delegados
representaban a federaciones o confederaciones nacionales que agrupaban a sindicatos organizados por rama de producción, empresa o actividad, mediante sindicalización obligatoria y unitaria que implicaba una adscripción automática a la COB y la imposibilidad de la existencia de otros sindicatos en una rama de actividad o empresa. Al articular a los diversos sectores subalternos y esgrimir demandas nacionales y no meramente corporativas, la COB adquirió una capacidad representativa de carácter político, aunque a medida que se debilitó el co-gobierno, esta entidad adoptó posiciones reivindicativas que expresaban su aislamiento respecto a otros sectores, cooptados por el partido de gobierno para debilitar al proletariado minero, el sector más afín a posiciones de izquierda y de crítica a la gestión gubernamental.
Siguiendo a Lazarte, se pueden establecer dos momentos en el rol de la COB y su capacidad representativa: el momento del cogobierno, sobre todo entre 1952-1954, cuando “la central sindical se constituye en articulador de los sectores subalternos (y) su poder de irradiación se extiende a la clase media y al campesinado” ... y un segundo momento, sobre todo después del fracaso de la huelga general de 1957 contra el Plan de Estabilización Monetaria, cuando “la COB vive su ostracismo obrero, replegada, en defensiva, y aunque intenta formular propuestas nacionales, su capacidad de recepción está fuertemente limitada a los sectores obreros, sobre todo mineros y fabriles, con una clase media ajena a sus discursos y un campesinado en conflicto con ella” (1988:196).
Si la unidad programática y la orientación político-ideológica de la COB era provista por la vanguardia minera y en torno a ella se articularon los demás sectores sociales obreros y no obreros, esta central sindical tuvo problemas para agrupar a los sindicatos campesinos, en cuya organización jugaron un papel importante tanto la COB como el MNR a través del flamante Ministerio de Asuntos Campesinos. Consideraciones ideológicas que se traducían en el desdén por la carencia de posiciones revolucionarias en el campesinado al influjo de una concepción marxista que subordinaba su papel a la acción de la clase obrera y permanencia de prejuicios culturales de carácter racista respecto a los indios fueron factores que sumados a la capacidad de cooptación estatal desplegada por el MNR respecto a los