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Una serie de relatos policiales narrados por sus protagonistas, buscando generar diversos sentimientos en el lector. El relato central se enfoca en joselo, un niño que sueña con convertirse en policía. A través de su introspección, el documento explora la pasión y el compromiso que conlleva esta profesión, destacando la valentía, la moral y las virtudes de los oficiales de policía. La descripción detallada de las diferentes funciones y uniformes de la policía, así como las emociones y aspiraciones de joselo, brindan una visión integral de esta carrera y su impacto en la sociedad. El documento invita al lector a reflexionar sobre la importancia del servicio público y la búsqueda de una vocación que permita desarrollarse personal y profesionalmente.
Tipo: Apuntes
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Bruno Fernando CASIQUE GUEVARA Hugo César TORO VASQUEZ Luís André ESCUDERO HUACHO DESCARGA EN PDF
Índice
La vida policial tiene muchos mensajes y enseñanzas. Este día a día de ser policía, ha sido inspiración de muchas películas, obras, novelas y distintas producciones literarias, pues se encuentra llena de aventura y fantasía, de cosas que en un sano juicio creerías que te podría ocurrir. Relatos Policiales 06 La presente producción titulada “Relatos Policiales”, cuenta tres momentos, narrados por sus actores principales, buscando generar en el lector los sentimientos diversos, pues son ellos los que pasaron por cada uno de esos escenarios. El triunfo es un bonito final, pero en la policía no siempre este es el término de toda narración, por eso, es que siempre debemos dar gracias a Dios que nos cuida en cada uno de nuestros días. El arte de redactar y poder plasmar en el papel lo que nuestra mente grafica diariamente, es una actividad muy hermosa, pues permite mostrar a nuestros lectores una parte tan preciada de nosotros mismos, abriendo en cada una de las paginas un poco de nuestra vida, como si el acto mismo de abrir cada página fuera el acto de abrir la memoria del escritor, y poder introducirnos en ella y captar un hermoso mensaje que alimenta el alma. Relatos Policiales, nos permite dar a conocer nuestra vida y obra, como parte de un producto académico, guiado por nuestra asesora y a la vez docente de la asignatura de Redacción I, la magister Esther del Pilar ECHEVARRIA FRANCO, quien nos permitió el poder desarrollarnos, esperando sea de su agrado.
Luego de varios minutos de risas y aprendizajes, sonó el teléfono de Eladio, indicándole que había ocurrido un robo a mano armada, a un empresario. A este le quitaron su dinero luego de retirarlo de una agencia bancaria. Apenas escuchamos el llamado nos desplazamos por la carretera panamericana norte, siguiendo nuestro instinto policial, con el solo pensamiento de cumplir con nuestra misión, que era capturar a los delincuentes y
“Hace muchos años, en la ciudad de Chiclayo, en un distrito llamado la Victoria, unos policías de las ex instituciones policiales, jugaban al futbol en su hora de descanso. Eran unos viejos frente al espejo, pero jóvenes de espíritu, y junto a ellos dos “morocos” con el grado de alférez, todos vehementes sobre todas las cosas. A la 1 : 00 p.m., como todos los días, llegó la hora de pasar los sagrados alimentos, y así continuar con la misión encomendada de luchar contra la delincuencia y proteger a toda la población. Frank, Eladio, Elmer, Javier, Riverita, César y yo nos alistamos a subir a los patrulleros, para realizar los operativos de rutina. Ese día decidí ir en la camioneta con Eladio y Elmer, quienes eran unos grandes contadores de historias, durante el recorrido supe que Elmer con el solo hecho de su presencia policial imponía total respeto a los pueblerinos; Eladio, por su parte, era un experto en ubicar cada rincón de las calles de aquel pueblo, lo conocía como la palma de su mano, el lugar de cada árbol en la acera, de cada mercadito, de cada carro malogrado en las calles, ni que decir de las personas, todos lo conocían. No obstante, su pronunciado sobrepeso, le hacia estar siempre como conductor de los vehículos y no bajarse de él. Relatos Policiales 10
produciéndose un enfrentamiento armado, entre gritos heroicos y balas pérdidas, corriendo por aquellas chacras, cual leopardo atrapa a su presa, continuamos corriendo, pero ya no éramos solo tres, éramos una fuerza policial, de más de veinte valerosos policías, que logramos capturar a todos los delincuentes que se hacían llamar: “Los Limeños”. Después de tal hazaña, logramos recuperar el dinero del empresario, 4 mil 500 dólares y varias armas de fuego de los malhechores. Sin embargo, luego de haber cumplido la misión encomendada con éxito; lo que más nos hizo sentir fue el acto de restaurar la confianza y devolver el sentido de seguridad en nuestra población, reforzando nuestro compromiso del bienestar y protección de quienes confían en nosotros. “Siempre debemos respetar y valorar a quién ha vivido más que nosotros, pues siempre tiene algo que enseñarnos; ese largo recorrido en su camino, no solo se debe reconocer su contribución a nuestra historia policial, sino que también abrazamos las lecciones que puedan impartir. Cada arruga en la frente cuenta una historia, y cada momento vivido es una lección que merece aprecio y respeto.” Así mismo, pude darme cuenta de la valentía, alta moral y otras virtudes puesta de manifiesto de mis “viejos”; una palabra digna, que transmite sabiduría, sin duda alguna, los hombres que estuvieron a mi lado ese tiempo tenían los conocimientos más valiosos, adquiridos a lo largo de su vida personal y profesional; sin embargo, lo que más resaltaba en ellos era la actitud positiva que tenían, no se quejaban de nada, se enfrentaban a la adversidad con valentía y tesón cualidades sobresalientes de un policía. Relatos Policiales 12
Aquella era una de esas cálidas noches de verano, me encontraba en la Heroica Ciudad de Tacna después de un servicio de atención a la ciudadanía. Yo, un joven oficial, estaba sentado en la recepción de la guardia de honor, junto a un colega de armas, con quien conversaba sobre los cambios de colocación, aquel evento mediante el que asignaban a los oficiales a distintos destinos y cargos de responsabilidad, mencionando la posibilidad de una nueva asignación de puesto. —Mi alférez —me dijo—, usted debería ir a trabajar a la escuela de formación policial de Tacna. Es un lugar que ofrece muchos beneficios, además de ser tranquilo para los oficiales — comentó el colega. —Me parecería una excelente oportunidad —le respondí—, pero me falta algo muy importante que requiere la directiva: el grado de teniente. —le expliqué. —¿O sea que usted no puede ir a trabajar a una escuela de formación solo porque es alférez? Me parece algo ridículo —dijo. Como es normal, cuando uno empieza en el servicio dentro de la institución policial, considera que la norma siempre se cumple al pie de la letra; sin embargo, con el devenir del tiempo, aprendí que siempre existen excepciones, que son parte nuestra cultura organizacional. Relatos Policiales 16
Fui rápidamente conocer mi dormitorio, que compartiría con otros señores tenientes contemporáneos de escuela conmigo, siempre con cautela, porque la diferencia grado me hacía pasible de poder ser sancionado por cualquier oficial que laboraba en el lugar. La Escuela de Educación Técnico Profesional Policial de Tacna, ubicada en Locumba, ciudad peruana capital del distrito homónimo y de la provincia de Jorge Basadre en el departamento de Tacna, poseía un clima cálido. Para llegar desde donde vivía, tenía que trasladarme por una hora y media vía terrestre por la carretera Panamericana, así que con buen ánimo empecé el viaje. Cuando llegué a este centro de formación, me di cuenta de que la Escuela de Oficiales había forjado en mí una forma de vida imborrable, donde el orden y la marcialidad eran signos necesarios para demostrar que uno tenía disciplina. Saludé con mucha energía a cuantos efectivos policiales y estudiantes se me acercaban, pues el respetar es la base para ser respetado. A algunos alumnos les pedí que me orientaran donde quedaba la Oficina de Administración. En la oficina de Administración fui recibido por la mayor María Tuesta, una buena oficial que, durante mi tiempo de cadete, había sido jefe de compañía en la Escuela de Oficiales. Ella me recibió y me felicitó por haber llegado cambiado a la escuela, pues en allí se formaban los futuros integrantes de nuestra gloriosa institución. —Buen día, Toro —me dijo, con la seguridad que le caracterizaba— Espero que tengas un año lleno de éxitos y que apoyes en la gestión de nuestro coronel, que se encuentra reasignado como director. —Muchas gracias, mi mayor —le contesté—. Voy a dar lo mejor de mí para poder contribuir en la formación de los alumnos y apoyar en lo que se pueda dentro de la escuela. —Sé que lo harás bien —me dijo, moviendo su cabeza de forma afirmativa—. Instálate en tu dormitorio. A mediodía, el coronel director de la escuela hablará con todos los oficiales subalternos que se están incorporando. Relatos Policiales 18
—Muchas gracias, mi coronel — le dije—. Eso era lo que venía a preguntar, pues no sabía quién era la persona que me había recomendado. Ahora que lo tengo claro, espero ser de apoyo en su gestión. Si bien es cierto que tengo poco tiempo de servicio, voy a dar lo mejor de mí para hacer las cosas bien. Fui rápidamente conocer mi dormitorio, que compartiría con otros señores tenientes contemporáneos de escuela conmigo, siempre con cautela, porque la diferencia grado me hacía pasible de poder ser sancionado por cualquier oficial que laboraba en el lugar. 19 Ya era medio día cuando nos acercamos para hablar con el señor director de la escuela, el coronel Víctor Zeballos, quien nos dio la bienvenida y nos explicó la problemática que había presentado la Escuela el año anterior, deseándonos lo mejor. —Espero que ya se hayan instalado en sus dormitorios — nos dijo con seriedad—. Cada uno de ustedes sabe por qué está aquí y quién lo ha recomendado, así que espero que se cumpla la misión encomendada por el comando. Si desean hablar conmigo, las puertas de mi oficina siempre están abiertas. Luego de la reunión, salimos de su oficina. Fue entonces cuando me quedé pensando en sus palabras, pues yo no sabía quién me había recomendado. Por eso decidí quedarme para hablar con él y preguntar si estaba bien que yo, en mi grado de alférez, pudiera quedarme a trabajar en la escuela. Toqué la puerta y me dijo que pasé. —Buen día, ¿usted es el alférez Toro? —preguntó, recibiendo una afirmación de mi parte, luego continuó hablando—. Me han dado buenas referencias suyas, por eso hice un informe donde estaba su nombre, para que usted venga a trabajar conmigo. Con sus palabras, disipó las dudas que sentía. No sabía qué más preguntar. No quería ser descortés, menos con alguien que había dicho confiar en mí, peor aún, si me habían recomendado tendría que dar la talla y hacer las cosas bien.