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Una excelente introducción al debate entre el idealismo y el realismo en el campo de las relaciones internacionales. Explora los orígenes históricos de ambas perspectivas, desde la antigua grecia hasta la actualidad, analizando la influencia de pensadores clave como tucidides, maquiavelo y hans morgenthau. se destaca la evolución de la disciplina, su desarrollo en occidente y la creciente importancia de las perspectivas no occidentales. El texto proporciona un contexto histórico crucial para comprender las teorías contemporáneas de las relaciones internacionales y sus implicaciones en el escenario global.
Tipo: Resúmenes
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¡No te pierdas las partes importantes!
Del Arenal Moyua, Celestino. 2014. “La narrativa occidental y canónica de la teoría de las Relaciones Internacionales”. En C. del Arenal Moyua (Ed.), Etnocentrismo y Teoría de las Relaciones Internacionales: una visión crítica (pp. 41 - 50). Madrid.
Salomón, Mónica. 2002. “La teoría de las relaciones internacionales en los albores del siglo XXI: diálogo, disidencia, aproximaciones”. Revista CIDOB d´Afers Internacionals , Nº 56, pp. 7-52.
Las relaciones internacionales y la sociedad internacional, han sido objeto de análisis, reflexión e interpretación desde tiempos remotos, dando lugar a la formulación de diferentes teorías de las relaciones internacionales.
La teoría de la de las relaciones internacionales se inicia con las primeras interpretaciones de la vida internacional, en círculos de civilización muchas veces alejados de Occidente. Las interpretaciones formuladas en los escritos de Mencius y Confucio , en la antigua China, en el Código Manu y en los escritos de Kautilya , en la que hoy es la India, o en los escritos de Ibn Jaldun , en el mundo del Islam, entre otros; son una evidente expresión de que la teoría de las relaciones internacionales no es exclusiva de Occidente, y que, históricamente han encontrado su expresión en otros ámbitos culturales o civilizaciones.
Por su parte, los orígenes de la teoría de las relaciones internacionales, se desarrollara en el mundo occidental, en concreto en el mundo griego, en las reflexiones de Platón y Aristóteles , en las Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucidides , y en el mundo romano, en los juristas que desarrollaron el Ius Gentium. El mundo greco-romano estará en la base de la teoría de las relaciones internacionales.
Sin embargo, ese escenario heterogéneo y complejo, dará paso a partir del Renacimiento europeo a un escenario diferente, marcado por la centralidad y el protagonismo hegemónico de Occidente, en el proceso de conformación de una nueva sociedad internacional de alcance planetario.
En el nuevo escenario mundial, que se abre a partir del siglo XV, la disciplina científica de las Relaciones Internacionales, se van a desarrollar en el mundo occidental, un marcado etnocentrismo, que perdura hasta nuestros días e ignora las aportaciones teóricas no occidentales. Este etnocentrismo, con un protagonismo indiscutible, va asumir el pensamiento político, filosófico, jurídico, económico y sociológico occidentales.
El hecho es que la actual sociedad global es fruto del proceso de expansión, conquista y colonización de Europa sobre el mundo. Occidente impone al conjunto internacional, su cultura, sus formas de organización política, su sistema económico, su derecho internacional, sus instituciones internacionales y en definitiva, sus relaciones de poder; que tendrá su reflejo en las ciencias sociales y las ciencias de las Relaciones Internacionales.
Las formas del conocimiento desarrolladas para la comprensión de esa sociedad europea se convierten en las únicas formas validas, objetivas, universales del conocimiento.
Las relaciones internacionales tanto como realidad social como en teoría, han sido condicionadas por la civilización occidental, desde sus comienzos, siendo el capitalismo y el Estado los dos elementos centrales. En definitiva, la sociedad internacional en relación a la cual se ha construido la teoría de las Relaciones Internacionales, nació en el Occidente cristiano a partir del Renacimiento y consagrada en la Paz de Westfalia en 1648. Este fenómeno, denominado la mundialización del modelo westfaliano, está basado
norteamericano. Esta limitación de la ciencia solo empezó a superarse tímidamente a partir de finales de los años sesenta en el marco de la revolución postconductista, con el desarrollo del paradigma estructuralista, la crítica a la hegemonía estadounidense y la puesta en marcha de ´proyectos de investigación que integraban aportaciones de otros continentes. Sin embargo, habrá que esperar a los años ochenta, para que las críticas al etnocentrismo y la atención a las aportaciones no occidentales empiecen realmente a cobrar una creciente atención.
La sociedad internacional y el sistema político-diplomático experimentan un cambio radical como consecuencia del derrumbamiento de la Unión Soviética y del final de la bipolaridad a partir de 1989. Se conformara un nuevo escenario favorable al desarrollo de nuevos planteamientos teóricos que romperán los corsés tradicionales de las relaciones internacionales.
En el nuevo escenario internacional, el mundo no occidental, a raíz de la descolonización, cobra un protagonismo creciente en la relaciones internacionales, a través de la emergencia de grandes potencias no occidentales, que suponen un replanteamiento de las estructuras de poder tradicionales dominantes. Se conforma, un nuevo sistema político- diplomático, donde grandes potencias occidentales empiezan a perder el papel central. En todo ello influirá de forma decisiva el avance del proceso de globalización, sobre la base de la existencia de las redes globales de comunicación e información abiertos a todos, facilitara la universalización de lo no occidental, con sus percepciones de la realidad internacional.
Las teorías no occidentales empezaron a hacer acto de presencia en el escenario teórico. Las críticas sobre el etnocentrismo, se acrecentaran por el auge que experimentan las teorías reflectivistas. Sin embargo la realidad es que el etnocentrismo se presenta inmune a estas críticas, demostrado su fortaleza y continua siendo una marca de la ciencia de las Relaciones Internaciones. Esta narrativa estadounidense bloquea en parte el desarrollo de las teorías no occidentales, lo que explica el carácter periférico que de momento las teorías ocupan en el escenario global.
De esta forma, el etnocentrismo se estudia y se ofrecen soluciones desde planteamientos occidentales, alejados de los problemas, perspectiva e intereses de otros países y regiones de la sociedad global. Incluso conceptos como Estado, poder, seguridad, interés nacional, anarquía, autoayuda y equilibrio de poder son conceptos occidentales, basados en sus problemas pasados y actuales. Este etnocentrismo sirve para legitimar acciones de los Estados Unidos y Estados Occidentales, por lo tanto para privilegiar políticas, especialmente económicas.
La disciplina está en un periodo de máxima autoconciencia y auto cuestionamiento, en el que todo se analiza y se replantea con particular intensidad: la teoría, los métodos, el objeto, las funciones y hasta la propia historiografía de las Relaciones Internacionales.
Las razones de esta efervescencia se hallan en las fuerzas motrices que tradicionalmente han impulsado el desarrollo de la disciplina y su evolución teórica. Siguiendo a Alfred Zimmern , son tres las fuerzas motrices:
En primer lugar, el natural desarrollo interno de las ideas, estructuradas en teorías o “paradigmas”. En segundo lugar, el impacto de la evolución de los acontecimientos en las teorías que intentan explicarlos. En tercer lugar, la influencia de conceptos e instrumentos provenientes de otras ciencias sociales.
En la teorización sobre las Relaciones Internacionales, coexisten los intentos de dialogo y aproximación, entre distintos enfoques con la aparición de unas fracturas teóricas en la disciplina mucho más profundas a partir de la emergencia de enfoques distanciados de los tradicionales. A su vez, estos ataques a los enfoques tradicionales, son una manifestación de otras reflexiones que se hicieron en el marco más amplio de las ciencias sociales.
Realismo
Los orígenes de la tradición realista pueden trazarse en la antigua Grecia y en la antigua India en Maquiavelo y Thomas Hobbes. Pero el desarrollo del realismo como teoría con pretensiones explicativas de la realidad internacional tuvo lugar en el marco de la guerra fría. Celestino del Arenal ha resumido sus principales características:
a) Es una teoría normativa orientada a la política práctica, que busca a la vez acercarse a la realidad internacional de la guerra fría y del enfrentamiento ente los bloques y de justificar la política que los Estados Unidos pusieron en marcha para mantener su hegemonía. b) Está dominada por el pesimismo antropológico. c) El realismo rechaza la existencia de una posible armonía de intereses y el conflicto se considera connatural al sistema internacional. d) La actuación del Estado viene determinada por el propio sistema. Todos los Estados actúan de forma semejante, tratando siempre de aumentar su poder. e) Junto al poder, otro elemento clave, es la noción del interés nacional y que se identifica con la seguridad del Estado. f) El realismo político asume que los principios morales en abstracto no pueden aplicarse a la acción política.
El debate realismo-idealismo
Tras la Segunda Guerra Mundial, la tradición realista pasó a ocupar el puesto dominante en la teorización de las Relaciones Internacionales, que había tenido el pensamiento internacionalista liberal en el periodo de entreguerras. La transición entre una y otra etapa mantuvieron una confrontación llamado el “primer debate”.
En realidad, casi no hubo intercambio de ideas entre ambos grupos. En los apartados dedicados al “primer debate” suele aparecer una única referencia: las críticas de E.H Carr a los internacionalista liberales en su obra The Twenty Years Crisis, de 1939. Uno de sus argumentos principales es que el pensamiento “utópico” de autores como Zimmern o Roosevelt, fue una de las causas de que la Segunda Guerra Mundial estuviera a punto de estallar. Carr expuso en su obra, que fue un enfrentamiento entre “ciencia” (representada por el realismo) y la “utopía” (por internacionalista liberales).
Pero esta es una representación distorsionada de las posiciones de ambas partes. Algunas de las ideas que les atribuía Carr correspondían, más bien, a etapas anteriores del pensamiento liberal, como por ejemplo la noción de “armonía de intereses”. Más bien lo que hizo Carr en su obra fue oponer a las premisas utópicas otra serie de premisas basadas en la tradición de pensamiento realista y que, según él, coincidan con la realidad.
Más que un enfrentamiento entre ciencia y utopía, el encontronazo de Carr con los internacionalistas liberales fue un choque entre dos visiones del mundo opuestas, o entre dos “ideologías sociopolíticas”. En el momento histórico en que se desarrolló el debate, ninguna de esas visiones del mundo estaba vinculadas a una teorización lo suficientemente sistemática y articulada como para que se la pudiera considerar científica, aun en un sentido amplio. Ello hacía imposible que el realismo y liberalismo pudieran entablar un auténtico debate.
El dominio del realismo en la teoría de las Relaciones Internacionales no puede interpretarse como una “victoria”, puesto que no hubo “debate” ni prácticamente coexistencia en el tiempo entre “realistas e “idealistas”. La preponderancia de las teorizaciones inspiradas en la tradición realista tras la guerra tuvo que ver con la utilidad de los enfoques realistas como guía de los decisores políticos estadounidense en las dimensiones militares y diplomáticas de las relaciones internacionales, a partir de la emergencia de los Estados Unidos como superpotencia en un sistema bipolar.
A partir del impacto de acontecimientos tales como la crisis del petróleo o la guerra de Vietnam, el cuestionamiento al realismo se intensifico, hubo muy pocos intercambios entre las teorizaciones realistas dominantes y las corrientes heredadas de la tradición liberal.