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Orientación Universidad
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Pensamientos Adolescentes, Guías, Proyectos, Investigaciones de Psicología Escolar

Cómo es la adolescencia, que metas tienen, que piensan

Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones

2024/2025

Subido el 02/06/2025

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victoria-nicole-jimenez-sumano 🇲🇽

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¡Descarga Pensamientos Adolescentes y más Guías, Proyectos, Investigaciones en PDF de Psicología Escolar solo en Docsity!

NATALIA LÓPEZ MORATALLA

El cerebro adolescente

EDICIONES RIALP, S. A.

MADRID

ÍNDICE

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

PRÓLOGO

I. ¡YA SE LE PASARÁ LA ADOLESCENCIA!

¿Enfermedad pasajera o gran oportunidad? La construcción del cerebro no acaba nunca Una noticia espectacular e inesperada: el cerebro humano es ilimitado Lo recibido con la herencia genética Genios, expertos, buenos o malos para las matemáticas No todos han tenido una infancia feliz y entran en la adolescencia traumatizados

II. LA ARQUITECTURA Y LA HUELLA DIGITAL DEL CEREBRO EN LA ADOLESCENCIA

El cerebro adolescente ¿invulnerable e impredecible? La construcción del cerebro desde la vida fetal Maduración de las conexiones funcionales del cerebro Las fibras nerviosas y los fascículos en la arquitectura del cerebro

III. EMOCIONES BAJO CONTROL: AUTOCONTROL

¿Tiene algún sentido el caos emocional en la adolescencia? El sistema de recompensa emocional del adolescente La amígdala cerebral necesita “consultar” con varias áreas para evaluar las emociones y preparar la respuesta Autocontrol: control cognitivo y control de los impulsos La red de autocontrol y las emociones

IV. ADICCIÓN CON O SIN DROGAS

La adición ¿una trampa sin salida? Todas las adiciones, aunque son diferentes, aumentan el baño del cerebro en

dopamina Adiciones modernas: las nuevas tecnologías Conocer las causas que disparan la adición para prevenir Recuperarse de una adicción El Experimento Islandés: es posible un estilo de vida sensata

V. ¿QUIÉN SOY YO? ¿CÓMO SOY? MI HISTORIA Y MI FUTURO ¿CON O SIN MEMORIA?

La memoria redescubierta La memoria amuebla el cerebro El hipocampo confecciona los mapas que orientan navegar por la vida Memoria emocional y memoria autobiográfica Memoria en presente y memoria de futuro

VI. LA EMPATÍA: UN DON NECESARIO EN EL MUNDO VIRTUAL

La cara, ¿Seguirá siendo el espejo del alma? Un don con un componente cognitivo y otro emocional Empatía en la adolescencia Pensamientos propios, autoconocimiento y capacidad de juicio Estrategias de entrenamiento de la empatía

VII. LAS DISTANCIAS AFECTIVAS: CERCANO, LEJANO, FUNDIDOS EN UNO

Un mapa social en el cerebro El odio y la carencia de afectos El enamoramiento, un afecto que tiende a la fusión Un vínculo universal vivido de formas diferentes Configuración de la identidad personal-sexual en la adolescencia

EPÍLOGO

BIBLIOGRAFÍA DIVULGATIVA

PARA SABER MÁS

AUTOR

En este marco, López Moratalla nos aporta un valiosísimo conjunto de informaciones, procedentes de la genética y de las neurociencias. De su mano conoceremos los procesos de cambio y maduración del cerebro y, desde esa nueva conformación de sus estructuras y dinámicas, analizaremos cómo incide en su psicología y en su entero organismo somático masculino o femenino. Los dos primeros capítulos explican el cerebro, la herencia genética, y los procesos de construcción de las conexiones neuronales desde la infancia hasta la adolescencia. Tenemos entonces las bases para afrontar el gran tema del capítulo III: las emociones y el modo de controlarlas. Esta cuestión continua tratándose en el capítulo V, dedicado a las bases cerebrales y a la memoria de la propia identidad - ¿quién soy yo?-, y se concluye con esclarecedoras aportaciones sobre la empatía, la disposición al don amoroso, y las percepciones psicosomáticas relativas a la afectividad. Mención propia merece el capítulo IV, dedicado la exploración neurológica y psicosomática de las adicciones, hoy una desgraciada epidemia. Este libro, en definitiva, enseña a canalizar las energías del adolescente, a encauzar y prevenir, e incluso a rescatar de naufragios. No son consejos procedentes de un ámbito moral o pedagógico. Su contexto es el científico: el que procede de un concienzudo análisis de procesos genéticos y neuronales. Ahí reside su extraordinario valor y utilidad, no solo para el encuentro multidisciplinar sino para la sólida fundamentación de una correcta praxis psicológica y educativa. Padres y madres se evitarían perplejidades, errores y desesperanzas leyendo este libro. Es muy cierto que, como padres de adolescentes, somos aprendices. También lo son los abuelos, cuando sus nietos llegan a esa edad. Es propio de los aprendices cometer errores. El peor de ellos, tal vez, es suponer que todo lo sabemos. Si el lector se reconoce aprendiz y, por profesión o por familia, tiene adolescentes a su cargo o en su vida, experimentará que el “tiempo es oro” si lo dedica al libro de Natalia López Moratalla.

PEDROJUAN VILADRICH Catedrático de Universidad y escritor

experiencia muestra que la aventura de meternos y entender el cerebro de un adolescente es lo suficientemente fascinante para que los nombres, “la jerga” empleada, nos llegue a resultar familiar. Más aún, si tenemos en cuenta el cambio radical que han dado las neurociencias actuales en relación a la funcionabilidad del cerebro. En efecto, años atrás, los científicos centraban su atención en la medida de las áreas activadas o silenciadas, mientras los participantes en los experimentos realizaban la tarea que se les asignaba. De ahí que las expresiones del tipo “la sede de la conciencia”, “las emociones están en”, llevó a pensar frecuentemente que lo mental —pensamientos, afectos, deseos…— “está en el cerebro”. Pero evidentemente no es así: en el cerebro solo están las células, las neuronas con sus terminaciones, que constituyen la materia gris , y las grandes fibras que permiten comunicar áreas cercanas o distantes, formando la materia blanca. Los avances que los investigadores están consiguiendo, nos están permitiendo ver el cerebro “en acción”. Hoy en día, afortunadamente, empleando técnicas de imagen avanzadas, entendemos de circuitos y redes, de conexiones por donde ha de pasar la información, y de mapas mentales que nos orientan en los espacios geográficos, físicos, afectivos o cognitivos. Lo que importa son las conexiones, los cables que forman en paralelo las terminaciones, llamadas axones , por los que pasa a otra neurona la información recibida y elaborada en esa neurona. “Ver” la estructura íntima del cableado del cerebro, y “verlo” en funcionamiento por activación de una red, que además se alía con otras redes, o se suelta de ellas, nos lleva a comprender cómo se va armando la arquitectura funcional del cerebro de una persona desde niño y, tras la pubertad, en la adolescencia. Se trata, por tanto, de conocer en qué consiste esa onda de maduración biológica del cerebro durante la adolescencia, y cómo se establecen las conexiones entre las neuronas hasta llegar a alcanzar el patrón universal del trazado de las conexiones neuronales. Así llegaremos a saber cómo se desarrollan y manifiestan las capacidades genuinamente humanas. Aunque hablemos de cerebro emocional, de cerebro ejecutivo o del cerebro de las relaciones interpersonales, no nos quedamos en las regiones, sino en la sincronización de las neuronas, a través de las conexiones entre las células que las integran en esa zona concreta. Neuronas que, por ello, participan en el procesamiento de unas actividades concretas relacionadas con las emociones, la toma de decisiones, etc.

¿Es la adolescencia una crisis inevitable?

El mito de la “crisis inevitable” va tomando una fuerza que hace unas décadas no tenía. La pubertad se ha adelantado —en buena medida por la mejora de la alimentación— y la madurez se ha retrasado —al menos, en lo que supone la edad de la independencia social y profesional—, por lo que la inestabilidad permanece más tiempo, con todas sus consecuencias.

El conductismo[1] ha perdido su fuerza. Conocemos que realmente la inmadurez del cerebro, debida a la edad, no es la causa determinante de la crisis. La causa de la crisis de la adolescencia, con sus problemas emocionales, es más bien el resultado de las influencias sociales y de las propias actitudes sobre la base de una inestabilidad natural del cerebro. Los estilos de vida actuales generan que las temeridades para la vida y la salud —conducción arriesgada, borracheras, relaciones sexuales precoces—, constituyan fenómenos frecuentes entre adolescentes. Incluso conductas que afectan a la salud psíquica del adulto comienzan y arraigan entonces. Precisamente, la base biológica de muchos trastornos neuropsiquiátricos o neuropsicológicos reside en el hecho de que el patrón universal de la arquitectura del cerebro, un patrón dado por los genes, es directamente dependiente, a su vez, de las vivencias. Los nuevos estilos de vida están presididos por la velocidad, puesto que queremos alcanzar los deseos y los resultados de inmediato, por el estrés, por la necesidad de emociones positivas constantes, y la facilidad de encontrar respuestas online sin necesidad de una búsqueda paciente. ¡Imaginación al poder, y a la hoguera con las normas!, es el grito de guerra. Todas estas experiencias “atípicas”, y muy especialmente el tránsito de las relaciones personales —estar juntos, verse, mirarse, hablarse— a las relaciones por conexión virtual, cambian el cerebro: inciden en el desarrollo de los circuitos funcionales del cerebro y alteran la secuencia natural y precisa de la onda de maduración que, desde la nuca avanza hacia la frente en estos años de la adolescencia. En la etapa de la adolescencia en que la memoria de la propia vida, la autobiografía, está empezando a construirse, la influencia sobre la identidad y la personalidad de estos estilos de vida es enormemente directa. No obstante, las palancas que mueven el mundo de los adolescentes han de tener temeridad: al menos, una veta. Sin el placer por el peligro y la fascinación de lo nuevo no arrancaría la aventura de la búsqueda de la felicidad. Ese tiempo siempre será —por la flexibilidad de las conexiones neuronales que da la inestabilidad— el tiempo de las metas ambiciosas, del descubrimiento del amor romántico y de la solidaridad.

Estrategias exploratorias-cognitivas con las emociones al rojo vivo

Durante la adolescencia, el paso de la mentalidad infantil a la mentalidad de adulto requiere un cambio de estrategias que no se logran de forma automática dejando pasar los años. En esta etapa junto a una atracción por las novedades, que aporta motivación por conocer, hay de forma natural una gran respuesta emocional, una búsqueda de la recompensa inmediata, y una falta de nitidez de los recuerdos que añade sensación, y realidad, de confusión. El proceso natural de adaptación desde el entorno familiar al entorno social cuenta así con los mecanismos de exploración impulsados por la búsqueda de emociones

Todas las células del cuerpo humano contienen el mismo material genético (la herencia genética o genoma ), pero cada tipo celular dentro de cada órgano o tejido tiene un programa genético diferente. Así, únicamente se copian a RNA —y se traducen a proteína[2]— los genes que esas células necesitan específicamente para su función, mientras el resto se silencian. La expresión y traducción de los genes se controla mediante un sistema de regulación formado por una serie de factores que no están al principio, sino que van apareciendo en un momento concreto y en el espacio corporal que le corresponde. El mecanismo de regulación más estudiado es una modificación química que se da en la citosina , una de las unidades —o sillares — que integran el ADN. Esta modificación consiste en la introducción de un pequeño grupo llamado metilo. Los grupos metilo, que cuelgan de la citosina como banderines, actúan como señales de reconocimiento para que ciertas proteínas se unan al ADN y le indiquen a un gen concreto si debe expresar o silenciar su mensaje. La construcción del cuerpo sigue la dinámica espacio-temporal de crecimiento y desarrollo de los seres vivos que se denomina dinámica epigenética. En cada una de las etapas, los efectos que producen las nuevas proteínas sobre el material genético dan lugar a una retroalimentación de la información genética; es decir, aumenta la información al aparecer información nueva con el proceso mismo. Esta modificación del estado del material de partida, el material genético, en cada fase del proceso hace que el resultado sea más que la suma de las partes. Aparecen, entonces, características nuevas que no estaban en la configuración del material inicial, y en este sentido se habla de que emergen nuevas propiedades. La dinámica epigenética permite que se registre el paso del tiempo y las influencias del ambiente, y que se haga siempre de forma armónica. El ser vivo, se organiza como un todo, y en él cada uno de los órganos y tejidos presentan su propia unidad en el todo corporal. La formación del cuerpo de cada hombre, a diferencia del organismo de cada animal, cuenta con un plus de información, que se incorpora intrínsecamente a la construcción del cuerpo. Es la información que le viene de su capacidad de relación con los demás y que potencia y retroalimenta la mera información genética y epigenética, aportando un plus de realidad a cada persona[3]. Todo aquello adquirido por educación y cultura y las vivencias propias, se combinan para dar la identidad personal, gracias a la dinámica epigenética. Pues bien, el cerebro de cada uno comienza a construirse —con dinámica epigenética — durante la vida en el seno materno, pero a diferencia del resto de los órganos y tejidos, su construcción no termina nunca. El proceso es ordenado tanto en el espacio cerebral como a lo largo del tiempo. Unos genes se traducen a proteínas en las neuronas que ocupan un determinado lugar, y lo hacen en tiempos precisos, siguiendo una secuencia concreta. El conjunto de genes de los que depende el funcionamiento del cerebro (el transcriptoma cerebral humano), se expresa de modo específico en las numerosas áreas que constituyen este órgano. Como es de esperar, las diferentes áreas

según los genes que se traducen o silencian en las neuronas que las forman, coinciden con regiones cerebrales de función definida. Si sirve el ejemplo, es el cerebro como una orquesta, donde multitud de músicos interpretan sus partituras. Hay piezas en las que tocan, se superponen y se encadenan, y piezas en las que permanecen en silencio, originando como resultado “regiones cerebrales” bien diferentes. Sin embargo, es una orquesta muy peculiar puesto que no tiene un director que dé la entrada y la salida a unos y otros. Esas grandes regiones cerebrales se subdividen en pequeñas parcelas de neuronas que se caracterizan por las conexiones específicas que establecen con neuronas de otras regiones, y esto siempre en base de su actividad cerebral dependiente de la localización que ocupan. Podemos decir que en la orquesta polirítmica algunos grupos de músicos de cada zona “conectan con la mirada” con otros que interpretan una partitura diferente, y se ponen así de acuerdo para sincronizan sus ritmos.

El cerebro es un órgano plástico: necesita ser usado

La plasticidad cerebral es un término que se refiere a la capacidad del cerebro de cambiar y adaptarse para aprender y mejorar sus habilidades cognitivas. Como resultado de la experiencia, la anatomía funcional se modifica. La herencia genética no determina las funciones y capacidades humanas. A lo largo de la vida se crean y amplían unas conexiones, mientras otras se debilitan. El dicho popular que afirma que «lo que la naturaleza no da, Salamanca —refiriéndose a su Universidad— no lo presta» debe ser matizado, ya que no es del todo cierto. Al nacer, el cerebro tiene millones de neuronas, que se interconectan entre sí, creando un cableado que permite que el impulso nervioso pase de célula a célula. La información del impulso, recibido a través de las terminaciones dendritas de una neurona, se procesa en el soma, o cuerpo, y la información pasa a través del axón —terminación con capacidad de crecer— a otra neurona, la célula diana. El espacio formado entre las dos neuronas que conectan es conocido como sinapsis. En los periodos críticos del desarrollo se crean y organizan las conexiones. En cada etapa, la organización permite la eficiencia local y global del cableado que conduce la información, y las redes se van haciendo paulatinamente funcionales, completas y operativas. Cada uno nace con las predisposiciones cognitivas necesarias para atender a los rasgos del entorno, que son claves para la supervivencia. Y lo hace buscando información relevante, tanto del medio natural como de tipo social, fruto de la relación con los demás. Al adivinar y comprender las motivaciones de los demás puede copiar las ideas o inventos más provechosos de otros, innovar y crear. Así adquiere conocimientos por mera transmisión cultural, sin tener experiencia directa de esos eventos. El nicho del hombre es cognitivo y cultural, por lo que es tarea y responsabilidad de cada uno conservar la plasticidad de su cerebro toda la vida. No se trata, como se ha

de circuitos, en un tejido de fibras entrecruzadas que traza caminos por los que fluye la información en el cerebro; circuitos que se encienden para procesar emociones, recuerdos, ver, oír, etc. O que se silencian, por ejemplo, para evitar hacer juicios que puedan crear distancias entre las personas. Las posibilidades de circuitos que se encienden y apagan en un momento dado son más numerosas que las que pueden alcanzarse en la más larga y rica vida. Para ilustrar esto, pensemos en un espectáculo de luz y sonido que se realizara en el inmenso panorama del cielo estrellado de una enorme galaxia. Los puntos de luz aparecen poco a poco al espectador que se sitúe en uno de los dos hemisferios de la tierra en una noche sin nubes. Las constelaciones distribuyen los astros formando virtualmente figuras geométricas con nombres propios, como Osa mayor, Orión, etc. Cada autor del guion del espectáculo podría contar una historia encendiendo y apagando, al ritmo de la banda sonora, diferentes constelaciones, a las que da un significado concreto. Es más, podría integrar una con otra formando una nueva figura geométrica, más o menos irregular y con un significado propio, diferente de las anteriores y más que la mera suma de las dibujadas con los puntos luminosos. De vez en cuando, puede hacerse una pausa para integrar lo anterior, ver qué ha resultado alegre y qué ha sido dramático, y seguir así el hilo para preparar un final feliz, que se cumplirá o no. Las neuronas interactúan, y se encienden o apagan en sincronía, formando los circuitos cerebrales por los que fluye la información. Estabilizan “constelaciones”, o las deshacen. El guion también prevé poder olvidar y no guardar. Nuestro cerebro cuenta y registra paso a paso la historia vivida. El cambio de la arquitectura desde un cerebro infantil a un cerebro adulto, pasando por la adolescencia, se acompaña de la manifestación paulatina de las capacidades propias. A lo largo del tiempo este proceso sigue el ritmo de los genes y el que marcan las hormonas sexuales y, por tanto, ritmos diferentes en ellos y ellas. Pero en cualquier caso, sobre un ritmo base que es el ritmo de los tiempos que marcan los relojes, cada uno crea su propia melodía, con sus vivencias y decisiones. Cada uno es el director de orquesta de la composición musical de su propia vida. Esta metáfora sobre el funcionamiento del cerebro puede ayudar a comprender que la historia de cada uno no está escrita de antemano, no estamos determinados. La herencia recibida no nos ata irremediablemente puesto que lo que vivimos, decidimos y proyectamos deja huella. Es genuinamente humano que del pasado se traigan al presente los recuerdos que seleccionamos y con los que simulamos un futuro; según su evaluación actual decidimos el futuro. Proyectamos la vida según la actualización del pasado, bueno o malo, agradable o desagradable, con la mirada puesta en el sentido de nuestra existencia.

El cerebro no funciona como un todo

No está nunca encendido del todo, ni apagado del todo. Las neuronas, como los astros en el firmamento, están donde están; cada neurona ocupa un sitio fijo en una región concreta de uno u otro de los dos hemisferios, desde que se inicia la construcción del cerebro fetal. El cerebro funciona por coordinación temporal, a golpe de sincronizaciones: las neuronas tienen que sincronizar sus relojes para poder recibir diversos impulsos de forma simultánea y así procesar la información recibida, elaborarla en su interior y transmitirla a otras neuronas, formando, por ejemplo, el circuito de percepción visual de un objeto concreto. De forma similar, varios circuitos han de sincronizar sus relojes para integrar los aspectos del objeto: color, figura, movimiento… La nueva sincronización va constituyendo los circuitos en red: red de memoria, de atención, de control, etc. Las redes son flexibles y se asocian entre sí o se disocian, cambiándose la configuración total de lo que está encendido a simultáneo. El conjunto de esas redes, que además conectan entre sí en nodos o puntos concretos por los que pasa la información, se denomina conectoma [4]. Lo importante, por tanto, es la capacidad de conectar sincronizando en el tiempo, e integrando en unidad los diversos procesos. Volviendo al símil de la orquesta polirítmica sin director, entendemos que los diversos ritmos se ajustan sintonizando en un solo canal de transmisión; a la misma longitud de onda.

El puente entre el cerebro y la mente

La mente tampoco funciona como un todo, sino con un código de tiempo: el mismo que el código del cerebro. De forma muy resumida y sólo en tanto necesitamos conocer las características de la psique del adolescente, desarrollamos muy brevemente el puente entre el cerebro y la mente, que hoy conocemos. La dinámica tanto de los procesos cerebrales como de los mentales lleva irreversiblemente de lo simple a lo complejo, generando nuevas estructuras espaciales, sucesivas en el tiempo, que hacen aparecer propiedades de las que carecían las anteriores organizaciones. En un solo sujeto los procesos cerebrales sincronizan neuronas en circuitos, conjuntos de circuitos en redes y realizan cambios de configuración de las redes en el espacio físico del cerebro. En paralelo, el patrón concreto de actividad da lugar a una representación mental, de primer orden o de orden superior. La integración en sincronía temporal de las representaciones genera estados mentales, que a su vez se organizan según secuencias temporales precisas en actividades mentales cognitivas, emocionales, etc. Esta es precisamente la relación cerebro-mente. Al tener la misma dinámica, a cada paso del proceso cada patrón de actividad cerebral, y cada red activada, guarda una relación directa con una representación mental y un estado mental. Destaco esta relación, que en el pasado ha supuesto tanto debate.

inteligencia general, ni son iguales en la habilidad para las matemáticas.

El Q.I. y la capacidad de inteligencia general

La inteligencia tiene tantos componentes, todos ellos entrenables, que, al menos por ahora, no hay posibilidad de realizar una medida real. De hecho, los llamados coeficientes intelectuales (Q.I.), que pretenden evaluar de forma objetiva un conjunto de actividades intelectualmente exigentes, no tienen valor real en sí: aunque sí son herramientas útiles, que muestran tendencias. Hay personas que desde niños son expertos en cualquiera de las tres capacidades académicas: lectura, escritura y aritmética; de adultos son igualmente hábiles en diversas actividades y normalmente sus Q.I. alcanzan valores altos. Pues bien, se ha demostrado que hay una correlación entre la inteligencia analítica innata y la velocidad del cambio de materia gris a materia blanca de la región del lóbulo frontal del hemisferio izquierdo. La maduración cerebral se realiza pasando neuronas con muchas terminaciones, materia gris , mediante poda y recubrimiento con mielina de los axones, a materia blanca. En chicos o chicas muy inteligentes, con un alto Q.I., este cambio se da a gran velocidad entre los 7 y los 18 años. Sin embargo, los que presentan una inteligencia media, apenas cambia la velocidad de maduración de esa región cerebral concreta con la edad.

La velocidad del cambio de materia gris —neuronas con múltiples terminaciones— a materia blanca —neuronas podadas y con su terminación axón cubierto de mielina— es mayor para los que tienen mayor inteligencia, medida como valor del Q.I.

Se desconoce si existe un factor genético o epigenético responsable de la velocidad de maduración de esta área. En definitiva, lo que podemos afirmar es que los niños “muy inteligentes” no son más inteligentes sólo por el hecho de tener más o más menos materia gris a cualquier edad, sino que el nivel de inteligencia está relacionado con propiedades dinámicas —velocidad de la maduración cortical— durante la infancia y la adolescencia.

Genios, expertos, buenos o malos para las matemáticas

Algunas de las capacidades intelectuales son objetivamente cuantificables, como por ejemplo la facilidad o dificultad para resolver problemas matemáticos. Se han realizado estudios de la arquitectura funcional del cerebro que subyace a las variadas situaciones, resultando otra ventana que se nos abre a la comprensión de los cambios en las estrategias cognitivas de la adolescencia. Se ha podido analizar el cerebro del alemán Rüdiger Gamm y con ello dilucidar el “misterio” de que su cerebro le convirtiera en una calculadora humana. El secreto era poseer una prodigiosa memoria que aportaba velocidad a los cálculos. Al parecer, usa las mismas redes neuronales que usamos todos para el cálculo y que conectan regiones de los lóbulos frontales y parietales. Sin embargo, mientras las personas “normales” guardamos los resultados parciales —por ejemplo, de multiplicaciones complejas— en la memoria a corto plazo y los borramos enseguida, Gramm aplica otra estrategia: recurre a su memoria episódica, que le permite almacenar y recuperar los resultados parciales de las multiplicaciones de una forma más eficiente y durante más tiempo. A los expertos en cualquier rama de las matemáticas, según el entrenamiento y como consecuencia de él, se les ha hecho especialmente densa la materia gris de los lóbulos frontales y parietales. Por ello, mientras resuelven problemas complejos activan una red bilateral —que comprende el surco intraparietal y algunas regiones del giro temporal inferior, de la corteza prefrontal y el cerebelo—, lo que no ocurre en el cerebro de expertos en otras áreas como la medicina o la filosofía, por ejemplo. El aumento del volumen en materia gris en las regiones cerebrales que se usan continuamente es muy general. Con la repetición propia del entrenamiento los músicos desarrollan la motricidad fina y los taxistas la memoria espacial. Los no versados en matemáticas presentan una actividad cerebral similar a la que exhiben cuando leen frases incompresibles. Se debe a que tenemos innato un sentido rudimentario para los números, de las proporciones y cantidades, además de la comprensión espacial, desde el que se desarrolla el pensamiento matemático. Y, junto a ese sentido hay en el pensamiento matemático una pequeña participación de las áreas del lenguaje. El talento básico innato programado para el manejo de cantidades y números es bastante impreciso, puesto que solo cuantifica cantidades. Se va aprendiendo desde que se es un bebé, añadiendo símbolos —palabras o números— que permiten diferenciar. Esto es, el lenguaje y la cultura desarrollan esta capacidad innata. Capacidad que tiene su sustrato necesario en el surco intraparietal , una zona muy profunda en la intersección de ambos hemisferios, que se activa cuando comparamos números y pensamos cantidades. Los primates tienen áreas cerebrales para la aritmética: en el cerebro de los macacos Rhesus existen neuronas que se activan solamente cuando memorizan un número fijo de objetos, 2, 4, 6, aunque no lo hacen de forma precisa. Esas neuronas se localizan en una pequeña área del prosencéfalo y otra del surco intraparietal. Esta última, como ocurre con otras áreas del cerebro de los primates, es “precursora” de la correspondiente del