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Una sinopsis y tres capítulos de una historia que gira en torno a la relación entre los personajes julie, derek y landon en el contexto de un instituto. La descripción detalla los encuentros y desencuentros entre estos personajes, así como la dinámica que se genera en el aula de clases y la intervención de figuras de autoridad como el director. El texto aborda temas como la adaptación a un nuevo entorno escolar, las diferencias de personalidad y los conflictos que surgen entre los estudiantes. La narración en primera persona desde la perspectiva de julie permite al lector adentrarse en los pensamientos y emociones de los personajes. En general, el documento ofrece una mirada a las complejidades de las relaciones interpersonales en un ambiente académico.
Tipo: Resúmenes
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Derek Ainsworth tenía en claro que era mejor quedarse callado que hablar cuando no tenías nada bueno por decir. Construyó su propia definición de cada objeto y persona e intentó modificar cada error que veía a su alrededor. Él bien sabía que también evitaba varios, por eso, sólo le gustaba mirar, evadir las palabras de los demás y tratar de sobrevivir. Procreó su espacio con la ausencia del silencio y jugó con la abstención. Sin embargo, todo silencio tiene que ser interrumpido, Julie Levov decide empezar el ciclo tomando el asiento vacío a su lado al instante que lo nota, aunque la detonación sucede cuando Landon llega un día cualquiera a la escuela. El ruido del chico en la monotonía de Derek empieza a hacer eco junto a Julie. Todo se envuelve en un solo espacio y el recurso paraverbal comienza a hacer el principal. Pero al finalizar la detonación nostálgica, el único resultado es la cofosis.
—¿Crees que sea feliz? —ella le preguntó, trazando un camino en su pierna con su dedo índice—. ¿Crees que lo haya superado? El chico tocó la esquina de su ceja y soltó un suspiro, estiró sus piernas para tener una mejor postura y la miró, ella sintió como la miraba, así que dejó de mover su dedo sobre su pierna y desvió su vista hasta la de él. Quería una respuesta, aunque fuese una pequeña mentira para que se sintiera bien, pero sabía que él no haría eso, lo que menos le gustaba era mentir. El chico suavizó su rostro y relamió sus labios, mientras escogía las palabras correctas. —Solamente sé algo -comenzó-, y es que no solo la felicidad pasa, sino también la tristeza. No todo es para siempre.
Observó su muñeca y su sonrisa se agrandó. Aquellas palabras volvieron a resonar en su cabeza, cuando habían ido al puente a tirar huevos, el chico replicaba sobre todo lo malo, pero se burlaba de la pésima puntería que ella tenía. Recordaba perfectamente el sonido de su voz, cuando él pasó su brazo por encima de sus hombros y la acercó a su cuerpo. "Y aquí estamos, en ese momento en el que tienes todo y nada a la vez, donde todo silencio que se detona regresa a lo que era, silencio", había murmurado.
Al bajar del auto, mis cosas cayeron al suelo, cerré los ojos tratando de que la vergüenza no me ganase y repetí en mi interior que me diera un paro cardíaco en ese mismo instante. Buena forma de empezar el curso, (pensé). —¿Las recogerás? —mi padre preguntó con su toque burlón. Apreté mis dientes y puse los ojos en blanco, estaba controlando mis ganas de querer contestarte de una forma grosera, así que solo opté por ignorarlo. Con las mejillas coloradas, me incliné un poco para cogerlas. —Nos vemos después —murmuré a papá sin voltear a verlo. Nerviosa, di pequeños pasos, parecía que fuese la primera vez que tocaba el suelo de aquel instituto, sin embargo, no era así.
viajaban en busca de aquella puerta que dijera el número que buscaba, pero gracias al cielo no me llevo tanto como me lo esperaba, a penas doble el pasillo de las escaleras, el primer salón era. Mordí mi labio y di unos pequeños y suaves golpes esperando a que el profesor me abriera, una vez más, acomodé mi blusa, estaba oleando la falda tableada del uniforme cuando abrieron la puerta, alcé mi vista para mirar al hombre con una mirada neutra, estaba preparándome para su regaño. —Adelante, Julie — indicó con una voz suave, pero sin quitar su mirada. Me di cuenta de que estaba reteniendo la respiración, cuando expulsé todo el aire de mis pulmones. Después de todo todavía tenía un poco de suerte en mi vida. -Gracias— musité audible hacia él y me adentré al aula para cerrar la puerta detrás de mí. -Toma un lugar, para que pueda iniciar la clase. Asentí y mis ojos viajaron a los asientos, los de al frente estaban ocupados, y los de en medio también, se supone que los de atrás eran los que siempre se llenaban…
Pensativa caminé entre las filas para buscar uno, pero los que estaban vacíos tenían a una persona en el otro, no congeniaba con la mayoría a pesar de que ya fueran mis compañeros de clases durante un año, sin nombrar a Oliver que solo era un patán, así como Leah que su modo narcisista volaba por cada una de sus pestañas postizas. Mi vista se detuvo en un pelinegro, lo conocía de vista, solía ser muy callado y siempre se sentaba hasta atrás. Fabiola había comentado que aquel chico era muy guapo para ella. Derek, ese era su nombre. Decidida, di una respiración honda y caminé hasta él para poder sentarme. —¿Puedo? — le pregunté por lo bajo. El chico movió su cabeza con mucha lentitud como si le estuviese pidiendo permiso a su subconsciente y posó sus ojos en los míos. El azul me escaneó, su rostro estaba serio, pude observar las pocas pecas que sobresalían en el puente de su nariz hasta sus mejillas, por un instante pensé que me lo negaría, sin embargo, él asintió varias veces y regresó su vista hacia la nada. Mordí el interior de mi mejilla y dejé caer mi mochila al suelo para tomar asiento.
—¿De verdad te quedarás aquí? —una voz rasposa pronunció irrumpiendo el silencio que se había formado entre las cuatro paredes. Alcé mi vista hasta donde se había escuchado la voz, en la puerta descansaba apoyado de lado mi compañero de pupitre. Tragando lo que tenía en la boca, me permití hablar: —Sí— contesté en un minúsculo monosílabo- ¿Por qué? Metió sus manos a los bolsillos del pantalón de su uniforme y se alejó del marco para cerrar la puerta con su pie, comenzó a caminar hasta mí poniéndome nerviosa, sentí como mis manos comenzaron a sudar. Antes de llegar hasta mí, él se detuvo y tomó asiento al frente de mí. —Mira, yo suelo quedarme en el aula cuando todos se van, pero al parecer una pequeña pilla me ha sustituido— explicó con la voz serena, y con el semblante vacío. Mordí el interior de mi mejilla para después soltarla y entreabrir mis labios.
cogió una fresa—. ¿Qué ha sido de ella? ¿Por qué no ha asistido hoy?
Papá molestando de nuevo con sus chistes mañaneros solo hacían que me pusiese de muy mal humor. Sin decirle nada, salí del auto sujetando con fuerza la correa de mi mochila sobre mi hombro. Me alejé rápidamente con pasos largos para entrar al instituto, pero me detuve en unos de los pasillos y revoloteé dentro del bolsillo delantero de mi mochila en busca del pequeño pliego de papel que nos habían dado ayer. La dirección avisó que todo el alumnado fuera al gimnasio antes de retirarnos para asignarnos los casilleros que le tocaría a cada uno. El mío no estaba tan lejos, solo era cuestión de caminar dos pasillos a la derecha, subir las escaleras y así llegar al salón de clases. Podría parecer lo demasiado lejos por como sonaba, pero esto era mejor que aquellos del edificio E, los cuales tenías que darles la vuelta a todos
los demás edificios para intentar llegar a tiempo a sus clases. Atravesando a todos los alumnos, traté de buscar mi bloque, algunos empujaban mientras otros te golpeaban dándote una mirada mala y al final, eran ellos quienes terminaban insultándote. Rodé los ojos cuando escuché como me llamaron estúpida. Salí de todo ese embrollo de personas y por fin di con mi casillero, aunque me detuve a unos centímetros. Mi entrecejo se frunció al ver la escena que estaba en frente de mí. Mi compañero, el pelinegro, estaba dándole unos cuantos golpes a un casillero, pero mi ceño se frunció aún más cuando me di cuenta de que era el mío. Él lo volvió a golpear y con la punta de su pie lo pateó. Ver su agresión hacia mi casillero hizo que tuviera la valentía de acercarme hasta él. —iHey! ¡Detente! —exclamé llevando mis manos a mi pecho con las palmas extendidas hacia la dirección de él—. ¿Qué estás haciendo? El chico lo hizo y movió su cabeza con lentitud, sus ojos cayeron hasta mí. Sus labios formaron
tomando uno avergonzado -. No te habías dado cuenta.
aún no había sonado y eso indicaba que no estaba llegando tarde, así que tracé mi camino y cuando entré, divisé que el chico ya se encontraba allí, ¿cómo había llegado tan rápido? Ignorando mi propia pregunta, me atreví a sentarme a su lado nuevamente. El no dijo nada, ni me dedicó una mirada, solo oí como dio un suspiro y apoyo sus codos sobre el pupitre, el salón comenzó a tener cada vez más alumnos y los murmullos aumentaban. El chico a mi lado resopló y por el rabillo del ojo, observé como talló sus sienes con los dedos de su mano, pero al instante que lo hacía, la profesora entró haciendo que todos guardaran silencio. Iba a cerrar la puerta, cuando una mano en contra de ella, lo impidió.
—Mejor siéntese sino quiere tener su primer reporte —sentenció la mujer apuntándolo con su dedo índice. Landon levantó las manos en forma de inocencia mientras tomaba asiento, giró su rostro hacia mi dirección, sus ojos de un color verde-mieles tropezaron con los míos y me sonrió. —¿En serio aún hay reportes aquí? Susurró para mí. Asentí con la cabeza unas cuantas veces para regresar mi mirada hacia el frente y oí como soltó un pequeño ruido con la boca. La profesora comenzó a dar su clase manteniéndonos callados siempre, aquel que hiciese un mínimo ruido sería sacado del salón hasta la siguiente clase. Los minutos pasaban cada vez más lentos, ahora nos encontrábamos en la segunda clase, la cual era cálculo, solo faltaba una más para poder salir a desayunar. El profesor David comentaba un poco de teoría sobre los matemáticos más importantes de la materia hasta que se vio interrumpido por los toques en la puerta, la cual fue a abrir en seguida.