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modelo de convivencia prevencion de violencia
Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones
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El Modelo de Convivencia para la atención, prevención y erradicación de la violencia escolar, fue aprobado por el Consejo Estatal para prevenir, atender y erradicar la violencia, en su sesión de fecha 10 de julio de 2020, de conformidad con el artículo 2º último párrafo de la Ley para una convivencia libre de violencia en el entorno escolar para el Estado de Guanajuato y sus municipios.
ºEn el presente Modelo dirigido a la comunidad escolar, se emplean los términos: niños, adolescentes, alumno(s), jóvenes, docente(s), maestros, profesores y padres de familia, aludiendo a ambos géneros, con la finalidad de facilitar la lectura. Sin embargo, este criterio editorial no demerita los compromisos que la Secretaría de Educación de Guanajuato asume en cada una de las acciones encaminadas a consolidar la equidad de género.
M odelo de ConvivenCia para atender , prevenir y erradiCar de la violenCia esColar
Este documento desarrolla el Modelo de Convivencia para Atender, Prevenir y Erradicar la Violencia Escolar en el Estado de Guanajuato. Su elaboración toma como base los siguientes elementos:
a. El análisis de documentos de política pública sobre los temas de convivencia y prevención de violencia en escuelas públicas mexicanas.^1 b. Los aportes de la investigación internacional y nacional sobre los temas de convivencia y prevención de violencia en las escuelas, con especial atención en las alternativas generadas para hacer frente a la problemática que implica la construcción de una convivencia pacífica en las escuelas. c. La práctica directa de trabajo en escuelas con docentes, directivos escolares y otros agentes educativos, en cuanto a la identificación de los desafíos que enfrenta el quehacer docente situado en contextos de violencia. d. La revisión de teoría que sustenta la propuesta de este Modelo a partir de sus fundamentos filosóficos, sociológicos y pedagógicos.
1 De manera específica se retoman los documentos: Modelo Escolar de Prevención de la Violencia y la Delincuencia (2013-2014) y el Programa Nacional de Convivencia Escolar. Protocolos para la detección, prevención y actuación en situaciones de abuso sexual infantil, acoso escolar y maltrato en las escuelas de educación inicial y básica para el Estado de Guanajuato (SEP, 2017). Considerando que los documentos de Política Pública establecidos como base para la elaboración de los modelos estatales de Atención, Prevención y Erradicación de la violencia escolar están centrados en el diseño de estrategias dirigidas principalmente a la población estudiantil, el presente Modelo deja fuera de su atención a las violencias que sufren los docentes y autoridades en el contexto escolar, las cuales están contempladas en el artículo 24 de la Ley para una Convivencia libre de Violencia en el Entorno Escolar para el Estado de Guanajuato y sus Municipios (2013). Cabe señalar también que los protocolos de maltrato y de abuso sexual están dirigidos a atender este tipo de violencias que pueden ser ejercidas por los docentes y otros adultos en contra de niñas, niños y adolescentes.
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El Modelo está estructurado en tres niveles de análisis e intervención para la construcción de una cultura de paz en las escuelas.
Los espacios o ámbitos de intervención que contempla el modelo son:
- Pedagógico-curricular que corresponde al trabajo del aula, por lo cual refiere a las prácticas docentes y al trabajo con el grupo de clase. - Organizativo-administrativo que refiere a las prácticas directivas y docentes involucradas en los procesos de gestión institucional. - Socio-comunitario, que contempla la participación de padres y madres de familia, así como de otros miembros e instancias comunitarias que apoyan la labor de la escuela en favor del aprendizaje y la formación integral de los estudiantes.
El propósito último de este documento es poner a disposición del sector educativo, un conjunto de orientaciones que apoyen los esfuerzos por construir una paz duradera en las escuelas.
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personas o bienes. En estos casos las personas concretas que ejercen la violencia pueden ser rastreadas y localizadas (Galtung,1988).
Podemos reconocer la violencia directa fácilmente; por ejemplo, los casos de agresiones físicas y/o verbales, mediante las cuales una persona o grupo de personas insultan, atacan o asesinan a otra u otras. Las guerras son un ejemplo extremo de violencia directa, ya que en ellas no sólo participan grupos de personas, sino naciones enteras. Además, la duración y el número de víctimas que resulta de este tipo de violencia hace que sean más graves y duraderas sus consecuencias.
Galtung (1988) afirma que detrás de la violencia visible y directa, siempre hay una violencia estructural , cuya característica fundamental es la desigualdad, la cual se reproduce generación tras generación. Es decir, cuando los recursos son distribuidos en forma desigual, ya sea en el ámbito de la educación, en los servicios de salud, de agua potable, alimentos, u otros, estamos hablando de violencia estructural.
En este tipo de violencia es difícil ubicar un actor o actores específicos, ya que es una violencia institucionalizada, incluso muchas veces legalizada, que se manifiesta como diferentes oportunidades de vida, según el grupo social al que se pertenece. Así, la pobreza, el desempleo, los bajos salarios o la exclusión, -entendida como la falta de acceso a los recursos y al poder en la toma de decisiones- son expresiones concretas de la violencia estructural.
A pesar de que la violencia estructural puede pasar inadvertida o verse como algo natural para muchas personas, puede ser más destructiva aún que la violencia directa. Por ejemplo, algo evitable, como la mortalidad infantil anual en el mundo causada por desnutrición y por enfermedades curables, equivale a las muertes causadas por 236 bombas como la de Hiroshima (Galtung, 1988).
La violencia cultural , por su parte, es el conjunto de creencias, valores y actitudes que legitiman la violencia directa y la violencia estructural. En otras palabras, la violencia cultural hace que el racismo, el sexismo y la homofobia, entre otros, así como el uso de la violencia hacia determinados grupos de personas, se vean como aceptables y/o racionales. El mecanismo psicológico por el cual la violencia cultural se desarrolla, es la interiorización de creencias y valores (Galtung, 1990, 2013).
Otro ejemplo de violencia cultural son las ideologías fundamentalistas que justifican la segregación y aún la eliminación de personas o grupos de personas consideradas
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como inferiores o “indeseables”. Cuando al otro no sólo se le deshumaniza, sino que se le cosifica, privándolo de toda dignidad, el escenario está listo para aceptar cualquier tipo de violencia directa, la cual además, culpa a la víctima por la violencia que recibe. La utilización de adjetivos que estereotipan a grupos de personas como “peligrosas”, “improductivas”, “inútiles”, “delincuentes”, en el fondo justifica diversas formas de maltrato y abuso; por tanto, incluso el exterminio se convierte en un deber psicológicamente posible (Galtung, 1990, 2013).
De esta manera, la violencia puede comenzar en cualquier vértice del triángulo formado por la violencia estructural, cultural y directa, y se transmite fácilmente a las otras esquinas del mismo.
En suma, la violencia directa puede considerarse como un evento o una serie de eventos, mientras que la violencia estructural es un proceso constante con sus altibajos. Por su parte, la violencia cultural es persistente, dado el profundo enraizamiento de formas de ver el mundo, de entender las relaciones sociales e interpersonales y de valorar la diversidad humana (Galtung, 2013). Por esta razón, las transformaciones culturales en favor de una cultura de paz, se producen con mucha lentitud, ya que las creencias, los
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causas estructurales y culturales que generan y justifican la violencia directa, la paz se consolida y se hace sostenible.
La imagen de un iceberg permite representar la parte visible de la violencia, esto es, la violencia directa, que es la más evidente y la que más preocupa a los docentes, directivos y autoridades educativas. Asimismo, muestra cómo es que tanto la violencia estructural, como la cultural, por estar naturalizadas, son prácticamente invisibles a pesar de que en ellas están las raíces profundas y ocultas de la violencia directa. Para construir una paz duradera se requiere ir al fondo del iceberg.
La paz duradera se propone construir relaciones humanas basadas en la justicia social y la autorrealización humana, lo cual implica erradicar los prejuicios generalizados que justifican la injusticia y la exclusión social. En otras palabras: “la paz debe construirse en la cultura y en la estructura, no sólo en la mente humana” (Galtung, 1998, p. 16).
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La convivencia escolar también puede
entenderse como construir una paz efímera o
una paz duradera en las escuelas
Los conceptos de paz negativa y paz positiva de Johan Galtung, antes expuestos, permitirán identificar dos grandes polos en un continuo correlacionado, cuyos extremos reflejan dos perspectivas distintas de la convivencia escolar: la convivencia como paz efímera y la convivencia como paz duradera.
Convivencia como paz efímera
Cuando las escuelas se enfocan únicamente en contener los comportamientos agresivos de los estudiantes, básicamente a través de la vigilancia por parte de las autoridades y/o la aplicación de reglamentos escolares orientados hacia el castigo, en realidad se está trabajando por una paz efímera, ya que estas medidas solamente darán resultados mientras esté presente la autoridad que vigila o que impone las normas y sanciones.
El problema con este tipo de mecanismos de contención, es que refuerzan la idea de que los estudiantes son los únicos responsables de la violencia escolar, dejando de lado la forma en que ciertas prácticas escolares y de aula la propician. Por ejemplo, la competencia intensa, la exclusión, la desvinculación y las prácticas jerárquicas autoritarias, son en sí mismas formas de violencia estructural que generan violencia directa en las escuelas (Aronson, 2001; Harber y Sakade, 2009).
Asimismo, de acuerdo con algunas investigaciones, la violencia escolar tiende a aumentar cuando las normas se aplican de manera rígida o inconsistente, cuando los alumnos las perciben como injustas y cuando conllevan de manera frecuente castigos fuertes, como las suspensiones o las expulsiones (INEE, 2007; Skiba y Knesting, 2001).
Convivencia como paz duradera
Las escuelas que orientan sus esfuerzos no solamente en controlar los comportamientos agresivos de los estudiantes y en atender los problemas inmediatos, sino que van más allá en los esfuerzos por: apoyar los procesos académicos de los alumnos, desarrollar la confianza entre ellos y los docentes, abrir espacios de diálogo y de participación
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Los conflictos pueden abordarse de manera constructiva, lo que permite llegar a una resolución no violenta de los mismos, o bien de manera destructiva, que tarde o temprano desembocará en formas de violencia directa. Tal como señala Galtung (2013), detrás de todo episodio de violencia, hay un conflicto no resuelto. En contraste, un manejo constructivo de los conflictos puede llevar a la transformación de las relaciones sociales, así como a la convivencia entendida como la construcción de una paz duradera.
Detrás de todo episodio de violencia, hay un conflicto no resuelto (Galtung, 2013)
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Si los conflictos son inherentes a las relaciones humanas, la escuela representa un espacio invaluable para aprender a manejarlos de manera constructiva, es decir, para que las necesidades y/o intereses que pueden resultar antagónicos y que se presentan entre la gran diversidad de personas, no escalen al nivel de violencia. Por ello, en el espacio escolar hay ciertas prácticas pedagógicas y de gestión que tienen un fuerte impacto en el manejo pacífico de conflictos, como son: el ofrecer oportunidades a los estudiantes para dialogar sobre sus necesidades, intereses y preocupaciones, o para expresar sus propias perspectivas sobre diferentes temas, así como el participar en la toma de decisiones de manera individual y colectiva en relación a problemas que les conciernen.
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Segundo Nivel: Resolución de Conflictos
Este nivel tiene un carácter más amplio, ya que contempla estrategias de manejo de conflictos a través del diálogo y la resolución pacífica de los desacuerdos, en lugar de una salida centrada en la sanción. Favorece el desarrollo de habilidades y capacidades en las personas a través de la utilización de estrategias para aprender a manejar los conflictos de manera constructiva.
A diferencia del primer nivel, que actúa las más de las veces después de que se han presentado los incidentes, el nivel de Resolución de Conflictos tiene un carácter preventivo, ya que anticipa a formar a los estudiantes en un manejo adecuado de los conflictos para que puedan ponerlo en práctica una vez que se presenten, evitando así que escalen a violencia. Para ello contempla estrategias muy diversas, como la elaboración participativa de las normas, con la finalidad de encontrar el sentido de las mismas; o el favorecer momentos para dialogar conflictos interpersonales en el grupo-clase, cuando se presentan diferencias entre las necesidades e intereses de unos y otros.
En la política pública se habla de Prevención para referir a la resolución de conflictos a través del fortalecimiento de factores de protección , es decir, aquellos que promueven el desarrollo de habilidades sociales, de la autoestima y el sentido de autoeficacia. Esto para promover relaciones interpersonales seguras y solidarias, así como el fortalecimiento de capacidades para el manejo de conflictos:
“El objetivo de las escuelas seguras, es la promoción de la participación e involucramiento de todos los integrantes de la comunidad escolar, en los asuntos de interés colectivo, abogando por la resolución de conflictos por vías no violentas, tales como el dialogo y la negociación” (Modelo Escolar de Prevención de la Violencia y la Delincuencia, 2013-2014, p, 58).^5
5 El Programa Nacional de Convivencia Escolar señala como factores de protección , en la línea de prevención, cuestiones básicas como el desarrollo de habilidades socio-afectivas y comunicativas, las cuales apoyan el desarrollo de capacidades para un manejo de conflictos por medios no violentos (SEP, 2017).
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Tercer Nivel: Transformación de Prácticas
Pedagógicas y de Gestión
Este último nivel alude a un tipo de intervenciones de mayor envergadura, ya que se modifican prácticas pedagógicas y de gestión en favor de crear las condiciones para que todos y cada uno de los estudiantes se sienta valorado, incluido y pueda progresar en sus aprendizajes.
Igualmente, tiene mayor alcance que los dos anteriores, ya que contempla estrategias que se dirigen a construir una comunidad solidaria al promover un trato equitativo y respetuoso entre los alumnos, así como al permitir que se expresen y participen en la toma de decisiones sobre asuntos relevantes para ellos. Ante los conflictos, este nivel de intervención va más allá de establecer los términos de la retribución y el castigo, ya que se centra en reparar el daño causado o incluso, reparar heridas previas. Entre otras prácticas que promueve están: debates y discusiones en clase alrededor de dilemas y temas controvertidos, lo que permite a los estudiantes desarrollar herramientas y capacidades de pensamiento crítico y a la vez ejercitar formas de participación democrática.
Los documentos de política pública hablan de la importancia de establecer estrategias para Erradicar la Violencia en las escuelas. Si se pretende erradicar, es decir, resolver de raíz la violencia en las escuelas, es necesario trabajar en este tercer nivel, el cual atiende los orígenes profundos de la violencia, como pueden ser la falta de consideración de la diversidad, la marginación de estudiantes, tanto de los beneficios del conocimiento, como de la expresión de su propia voz así como de participar en la toma de decisiones de asuntos importantes en su aprendizaje.
El sentirse desvinculado del grupo de pares y excluido de las tareas del aula, causa frustración y deterioro de las relaciones entre compañeros, lo que alienta la violencia. De ahí que todos los esfuerzos orientados a promover la inclusión, la equidad y la participación, son constructores de paz duradera en las escuelas.^6
6 El Programa Nacional de Convivencia Escolar señala como factores de protección la construcción de ambientes de inclusión, igualdad, democracia, respeto, promoción de la tolerancia, creación y operación de redes de apoyo, así como la erradicación de prejuicios, estereotipos y cualquier tipo de discriminación. Este nivel equivale a la Prevención Primaria; es decir, crear las condiciones para evitar que se produzca algún factor que genere violencia (SEP, 2017).
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Distinciones importantes
En la vida diaria de las escuelas suelen utilizarse con poca precisión o incluso de manera inadecuada, términos muy importantes relacionados con la construcción de la Convivencia, así como con la Atención, Prevención y Erradicación de la Violencia Escolar. Precisar unos y otros tiene gran importancia, ya que se trata de fenómenos muy próximos pero distintos, tanto en su nivel de gravedad, así como en las causas que los originan, por lo que las intervenciones requeridas son también distintas.
Iniciaremos con la definición de violencia escolar. Si bien existen múltiples formas de definir este concepto, las diferentes perspectivas con las que ha sido abordada destacan algunos elementos en común: “Encontramos conceptualizaciones diversas sobre la violencia, a la que en términos generales referimos como una forma relacional que provoca daño, destrucción, fragmentación y rechazo” (Tello y Furlán, 2016).
La violencia escolar ha sido reconocida como un grave problema para la educación de calidad, no solamente por el hecho de poner en riesgo la salud y el bienestar emocional de los estudiantes, sino también porque se convierte en un grave obstáculo para su desarrollo de habilidades cognitivas, así como de responsabilidad social y ciudadana (UNESCO, 2019).
Para lograr una Contención y/o Atención adecuada, es necesario distinguir entre distintos tipos de situaciones conflictivas que alteran la convivencia:
a) Delitos b) Faltas graves: acoso escolar o bullying y violencias esporádicas. c) Faltas leves: disrupciones, indisciplinas, conflictos entre estudiantes que no han escalado al nivel de violencia.
a) Delitos: Son aquellas acciones u omisiones que son sancionadas por las leyes penales conforme establece la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, por lo tanto, de conformidad con los protocolos previstos en la normativa del Estado, la autoridad escolar deberá dar vista a la Fiscalía General del Estado para que realice la investigación para el esclarecimiento de los hechos. Este rubro también incluye aquellas situaciones conflictivas que por su nivel de gravedad ponen en alto riesgo el bienestar de los miembros de la comunidad educativa, como pueden ser: atentar contra la libertad, la salud o la integridad personal de cualquiera de los miembros.
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b) Faltas graves: Se refiere a situaciones conflictivas que han escalado hacia violencia escolar, pero que no corresponden a las características de la comisión de un delito. Existen diversas formas de clasificar las faltas graves, las cuales a su vez demandarán de distintos abordajes para su atención:
- Acoso escolar o bullying: También conocida como violencia constante, aparece cuando uno o más estudiantes lastiman física o psicológicamente y de manera continua a algún compañero o compañera, aprovechando el desequilibrio de poder que existe entre ellos para evidenciar su indefensión (Olweus, 2006). No siempre supone agresión física, pero inevitablemente genera un daño psicológico tanto en los afectados como en los observadores y, desde luego, en los agresores. Tal es el caso de diversas formas de maltrato físico, vejaciones, humillaciones, aislamiento, destrucción de pertenencias, difamación, y/o violencia en las redes sociales, también llamado ciberbullying. Éste último representa un tipo especial de acoso, puesto que una sola publicación puede replicarse un sinnúmero de veces; de ahí que el daño que ocasiona puede resultar devastador. - Violencia esporádica: Se utiliza para referir a situaciones aisladas de conflicto que escalaron hacia expresiones de violencia entre estudiantes tales como: peleas, empujones, palabras insultantes, amenazas, u otras. Este tipo de violencia difiere del bullying en dos aspectos importantes: por un lado, no se trata de un acoso constante, lo cual es uno de los rasgos centrales del acoso escolar o bullying. Por el otro, los estudiantes que se confrontan tienen una fuerza física o psicológica similar, cosa que no ocurre en el bullying donde la fuerza es asimétrica, quedando la víctima en una posición de indefensión y desamparo frente al agresor o agresores.
Es muy importante distinguir la violencia esporádica del acoso escolar o bullying, porque no es lo mismo un incidente aislado de violencia entre compañeros que la constante intimidación y abuso de poder que se da en el acoso. No distinguirlas puede dar lugar a aplicar sanciones desproporcionadas en el caso de la violencia esporádica.