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Este documento explora la muerte y el duelo en diferentes culturas y sociedades, así como el suicidio y sus causas y consecuencias. Se analizan las diferentes actitudes hacia la muerte y el duelo, así como las diferentes formas de tratar con la muerte en diferentes culturas. Se discuten también las diferentes formas de suicidio y sus causas, así como las diferentes formas de tratar con el suicidio en diferentes sociedades.
Tipo: Diapositivas
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Lic. Ruddy Huascar Amparo Almonte
Formulación de Objetivos Objetivo General Examinar el presupuesto teórico, histórico, y principios fundamentales que rigen el fenómeno descrito del ciclo de la vida y cuáles son los desafíos que debemos superar y apoyan la experiencia del duelo y el derecho a la vida. Objetivos Específicos
el noveno día se hace un novenario desde la mañana hasta final de la tarde en el cual se hace abundante comida para brindar a todos los participantes. En Irlanda se hace un velatorio toda la noche, en que los amigos y familiares brindan a la memoria de la persona muerta, a las shivá judía de una semana de duración, en la cual los dolientes se desahogan y comparten recuerdo del fallecido. En la Antigua Grecia, los cuerpos de los héroes eran incinerados en público como señal de honor. La cremación todavía es una práctica generalizada entre los indúes en India y Nepal. En Japón, los rituales religiosos alientan a los supervivientes a mantener contacto con el fallecido. La familia construye en el hogar un altar dedicado a sus ancestros, hablan con los seres queridos fallecidos y les ofrecen comida o cigarrillo. En Egipto, los musulmanes expresan su dolor con muestra de profunda pena, por su parte a los musulmanes de Bali se les alienta a suprimir la tristeza, a reír y estar alegres. Todas esas prácticas y costumbres diversas en diferentes partes del mundo ayudan a la gente a enfrentar la muerte y elaborar el duelo por medio de significados culturales conocidos que proporcionan un sostén en medio de la turbulencia de la perdida.
brillantes o encuentros místicos, pero esto no es más de acuerdo a un anestesiólogo holandés que esta sensación es producto del cerebro cuando es privado de oxígeno, le surgen ciertas imágenes debido a las alteraciones en la corteza visual que pueden resultar en la percepción de un túnel. La psiquiatra Elizabeth Kubler-Ross en su trabajo con personas agonizantes, encontró que la mayoría de ellas agradecía la oportunidad de hablar abiertamente acerca de su condición y estaban conscientes de la cercanía de la muerte, incluso si no se les había comunicado formalmente su estado. La doctora Kubler identificó cinco etapas en el proceso de aceptación de la muerte
Los niños pueden entender mejor la muerte si se le presenta el concepto a una edad temprana y se les alienta a hablar al respecto. La muerte de una mascota puede proporcionar una oportunidad natural. Investigaciones mas recientes indican que ya desde los cuatro años los niños pueden lograr una comprensión parcial de lo que sucede después de la muerte la cual no puede completarse si no hasta muy adentrados en los años escolares, en el caso de la comprensión de la muerte, los niños muestran aflicción depende de su desarrollo cognoscitivo y emocional “tabla 19.2”. En ocasiones los niños expresan su aflicción por medio de la ira, el mal comportamiento o la negativa a reconocer una muerte. Pueden sentirse confundidos por las expresiones de los adultos cuando alguien fallece. Los padres y otros cuidadores adultos pueden ayudar a los niños con el duelo explicándoles que la muerte es fatal e inevitable y que ellos no la ocasionaron con su mala conducta o sus pensamientos. Los niños necesitan que se les asegure que se le seguirá recibiendo el cuidado de adultos cariñosos. En el caso de los adolescentes, no suelen pensar mucho en la muerte a menos que se enfrenten directamente con ella, de esta forma hacen un autostop, manejan con imprudencia o experimentan con drogas y sexo, a menudo los resultados son trágicos.
Aunque el suicidio ha dejado de ser un delito en las sociedades modernas, todavía existe un estigma hacia éste fundamentado en parte en las prohibiciones religiosas y en parte en el interés de la sociedad por preservar la vida. Una persona que expresa pensamientos suicidas puede ser considerada mentalmente enferma. Por otro lado, cada vez son más quienes consideran que la elección del momento de morir de un adulto maduro es una decisión racional y un derecho que debe defenderse. Las tasas de suicidios en Estados Unidos empezaron a disminuir a fi nales de la década de 1990, luego de un aumento de 25% entre 1981 y 1997. Sin embargo, entre 2006 y 2007 ocurrió un incremento significativo de 3.7% (Xu et al., 2010), con más de 34 500 personas que se quitaron la vida en 2007. Aun así, la tasa de suicidio en Estados Unidos —11.5 muertes por cada 100 000 habitantes (Xu et al., 2010) — es menor que en muchos otros países industrializados (Kinsella y Velkoff, 2001). Es probable que las estadísticas subestimen el número de suicidios; muchos quedan sin registrarse y algunos (como los “accidentes” automovilísticos y las sobredosis “accidentales” de medicamentos) no se reconocen como tales. Además, las cifras sobre los suicidios a menudo no incluyen los intentos de cometerlo; se estima que, en Estados Unidos, entre 20 y 60% de las personas que cometen suicidio o lo intentaron antes, y que alrededor de 10% de los individuos La mayoría de la gente cree que lo que motiva a los terroristas suicidas es el extremismo religioso. Sin embargo, un pequeño y polémico grupo de investigadores sostiene que su impulso se encuentra, simplemente, en el mismo deseo de suicidarse y los mismos factores de riesgo de otras poblaciones clínicas. En la mayor parte de las naciones, las tasas de suicidio aumentan con la edad y son más elevadas entre los hombres (Kinsella y Velkoff, 2001; Nock et al., 2008). Las mujeres jóvenes, solteras con poca educación y las que son impulsivas, ansiosas o deprimidas tienen mayor riesgo de presentar pensamientos y conducta suicidas (Nock et al., 2008). Históricamente, la probabilidad de tener éxito en los intentos suicidas era mucho mayor en los hombres, pero en los años recientes esta brecha disminuyó considerablemente y la probabilidad de los intentos suicidas es apenas marginalmente mayor entre los hombres (National Survey on Drug Use and Health, 2009). Las tasas de suicidio de los hombres son más altas sobre todo porque es mucho más probable que utilicen métodos confiables, como armas de fuego, mientras que las mujeres son más propensas a elegir otros medios, como envenenamiento o la horca. Más de la mitad de los suicidios logrados son por disparo (CDC, 2007a; Kung et al., 2008; Miniño et al., 2007). Entre los grupos raciales y étnicos, los hombres blancos y los nativos americanos tienen las tasas de suicidio más altas. La probabilidad de cometer suicidio
entre los ancianos negros es apenas un tercio de la de los ancianos blancos (NCHS, 2006), tal vez debido al aspecto religioso y a que están acostumbrados a los golpes duros (NIMH, 1999a). Sin embargo, las tasas de suicidio entre las personas negras, en especial las más jóvenes y con menos educación, se han incrementado de manera significativa desde mediados de la década de 1980 (Joe, Baser, Breeden, Neighbors y Jackson, 2006). Debido a un alza que no ha sido explicada y que se observó recientemente en el suicidio durante la mitad de la vida (tabla 19.4), las tasas de suicidio en Estados Unidos alcanzan ahora un récord en el caso de los adultos en sus cuarenta e inicios de los cincuenta y luego disminuyen para volver a aumentar después de los 75 años (Xu et al., 2010). El riesgo de cometer suicidio aumenta de manera considerable si existe una historia familiar de suicidio o de intentos de cometerlo. Es posible que una aparente vulnerabilidad hereditaria esté relacionada con la baja actividad de la serotonina, un químico regulador de los estados de ánimo y los impulsos de la corteza prefrontal, la sede del juicio, la planificación y la inhibición (Harvard Medical School, 2003). Aunque algunas personas que intentan suicidarse ocultan cuidadosamente sus planes, casi todas dan señales de advertencia: hablar de la muerte o del suicidio, regalar sus bienes más preciados, abusar de las drogas o el alcohol, y mostrar cambios de personalidad como ira, tristeza, aburrimiento o apatía inusuales. Las personas que están a punto de quitarse la vida tal vez descuiden su apariencia y duerman o coman mucho más o mucho menos de lo habitual. A menudo muestran signos de depresión, así como dificultad inusitada para concentrarse, pérdida de autoestima y sentimientos de impotencia, desesperanza o pánico (American College of Emergency Physicians, 2008; Harvard Medical School, 2003). A quienes sobreviven a las personas que acaban con su vida se les conoce como “las otras víctimas del suicidio”. Muchos se culpan por no haber reconocido las señales. “Repiten de manera obsesiva los sucesos que condujeron a la muerte, imaginando cómo habrían podido prevenirla y reprochándose por no haberlo hecho” (Goldman y Rothschild, s.f.). Debido al estigma vinculado con el suicidio, esos supervivientes suelen luchar solos con sus emociones en lugar de compartirlas con otros que quizá podrían comprenderlos. (La tabla 19.5 enumera las señales de advertencia del suicidio y los pasos a seguir si alguien amenaza con suicidarse)
pueda usar para cometer suicidio. Los deseos de una persona mentalmente competente pueden exponerse por anticipado en un documento llamado instrucciones anticipadas (voluntad en vida), el cual contiene las disposiciones sobre cuándo y cómo descontinuar la atención médica infructuosa. Desde entonces, los 50 estados de ese país legalizaron alguna forma de instrucciones anticipadas o adoptaron otras previsiones que rigen la toma de decisiones relacionadas con el fi n de la vida. Un documento de voluntad en vida puede incluir disposiciones específicas relacionadas con las circunstancias en que debe descontinuarse el tratamiento, qué medidas extraordinarias deben tomarse para prolongar la vida (si es que acaso debe tomarse alguna), y qué tipo de manejo del dolor se desea. La persona también puede especificar, por medio de una tarjeta de donador o una firma en la parte posterior de su licencia de conductor, que sus órganos sean donados a alguien que necesite un trasplante. Dicha planificación anticipada no solo es benéfica para la persona que agoniza, sino también para la familia.
detenga el tratamiento si tienen una enfermedad terminal. Mientras que la mayoría de los negros (61%) e hispanos (55%) prefieren que todo se haga para mantenerlos vivos. Searight y Gafford (2005a) sugieren que la baja tasa de cumplimiento de directivas avanzadas entre los no blancos puede reflejar una desconfianza en el sistema de salud de Estados Unidos como resultado de las disparidades en el cuidado de la salud que han experimentado los no blancos. Entre los hispanos, los pacientes también pueden ser reacios a seleccionar un solo miembro de la familia para que sea responsable de las decisiones al final de la vida por la preocupación de aislar a la persona nombrada y de ofender a otros miembros de la familia, ya que esto es comúnmente visto como una “responsabilidad familiar” (Morrison, Zayas, Mulvihill, Baskin, & Meier , 1998).