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muy buen texto, contiene breves conceptos puntuales que son importante en la definición de lo bello
Tipo: Apuntes
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La “Crítica del Juicio” estético se subdivide en la “analítica del Juicio estético” - que a su vez comprende la “analítica de lo bello” y la “analítica de lo sublime”- y “Dialéctica del Juicio estético”. Ahora nos ocuparemos de la analítica de lo bello. Es preciso aclarar que Kant concede mayor privilegio al a belleza natural que a la artística. En consecuencia, esto le da mayor relieve a su concepto de belleza pura. La belleza pura (sea de la naturaleza o del arte) “no presupone concepto alguno de lo que el objeto deba ser”, es la belleza que lo es “según la pura forma”, como ejemplo podemos dar las flores o la música. A tal belleza pura contrapone Kant la belleza adherente, como el retrato de un ser humano, la cual “presupone un concepto y la perfección del objeto según éste”. El análisis de los juicios de gusto -es decir, la facultad de juzgar lo bello- pone el acento, no sobre las cosas mismas, sino sobre nuestros juicios acerca de la belleza (o fealdad) de nuestras representaciones. “Para decidir si algo es bello o no, referimos la representación, no mediante el entendimiento al objeto para conocerlo, sino, mediante la imaginación […], al sujeto y al sentimiento de placer o displacer del mismo. El juicio de gusto […] es estético, entendiendo por esto aquel cuyo fundamento de determinación no puede ser más que subjetivo “, pura complacencia (o disgusto) en la representación del objeto (no en éste). El fundamento de tales juicios, pues, reside en un sentimiento de satisfacción (Wohlgefallen) o de desagrado. Kant distingue cuatro momentos de tales juicios, para lo cual recurre a la cuádruple división de los juicios teóricos: cualidad, cantidad, relación y modalidad. LO BELLO, SEGÚN LA CUALIDAD, ES OBJETO DE SATISFACCIÓN DESINTERESADA. Lo bello refiere la representación tan sólo al sujeto y a su estado de agrado, sin designar nada en el objeto ni añadirle cosa alguna. Que algo se me presente como bello no señala ninguna propiedad del objeto, sino que place (gefallt) por la sola representación. Así podemos distinguir lo bello de lo agradable (das Angenehme), que es lo que place a “los sentidos en la sensación “, el mero placer sensible o sensual. También se distingue [lo bello] de lo bueno y de lo útil, el sujeto tiene interés en el objeto, en su existencia real, mientras que lo bello place por su sola representación, independientemente de que el objeto al que se refiere exista efectivamente o no. En tanto que en los otros casos examinados (el conocimiento, la moral, etc.) es esencial el interés en la existencia del objeto, lo bello es tema de una satisfacción desinteresada. El placer estético, pues, es puramente contemplativo. En la actitud estética ocurre como si se viera el objeto por primera vez, desembarazados de la experiencias diaria y deformadora de las cosas y las contemplásemos ahora como con los ojos frescos. De modo que puede decirse que la actitud estética libera al objeto de cualquier objeto de dominio por parte de la voluntad, y simplemente deja ser a la cosa -lo bello entonces es objeto de satisfacción puramente contemplativa y libre, por no estar atado a ningún interés. SEGÚN LA CANTIDAD, LO BELLO PLACE UNIVERSALMENTE. Como lo bello place sin interés ninguno, será objeto se satisfacción universal. Cuando se afirma que gustibus non est disputandum (no hay que discutir en
materia de gustos), se habla, en realidad, no del gusto estético, sino del gusto de los sentidos. Por ejemplo, habrá quien guste del sonido de los instrumentos de viento, mientras que otro preferirá el de los de cuerdas. Para Kant sería ridículo que alguien dijese que tal o cual cosa es bella “para mí”. Con todo derecho podría decir que a él le agrada, pero no debe llamarlo “bello” si sólo a él place, pues sólo la palabra “bello” implica la universalidad, lo que gusta en sí mismo, independientemente de las sensaciones placenteras o de lo bueno; “bello” ya de por sí hace referencia, no al gusto individual, sino al que exige la aprobación de los otros. El predicado “bello” sólo se enuncia bajo la suposición de que toda otra persona sentirá lo mismo, y por ello cada uno hablará “de lo bello como si la belleza fuera una cualidad del objeto”. Los juicios referentes a lo bello -a diferencia de los relativos a lo agradable- se enuncian pues con pretensión de validez universal. Para Kant la universalidad estética es subjetiva y se apoya en el sentimiento. Sin embargo, que el juicio sea universal no significa que todo juicio sobre lo bello sea válido para todos y para cada caso particular del objeto bello y que todos coincidan con él; sino que se trata del principio universal del juicio de gusto: que ante lo bello todos debieran sentir el mismo placer (aunque de hecho pudiera ocurrir que no lo sientan). El placer de lo bello, como todo sentimiento, es algo mío en cuanto lo siento yo, algo que concierne al aspecto privado, personal e irrepetible de cada individuo. Ya al decir que lo bello es objeto de placer desinteresado, se ha afirmado que se trata de algo universal y no depende de las particularidades de uno o varios individuos. Lo bello suscita una satisfacción libre que se funda en el sentimiento de placer. Como el sentimiento debe resultar de la estimación (Beurteilung), no ha de fundarse en ningún interés, sino en la mera contemplación en cuanto las facultades del espíritu “refieren a una representación dada al conocimiento en general”. El conocimiento requiere “en general” la colaboración armónica de dos facultades: imaginación y entendimiento. La imaginación combina lo múltiple dado (por la sensibilidad); el segundo otorga la unidad (el concepto) con que se lleva a cabo la síntesis; el concepto determina, delimita, aquella multiplicidad, se la subordina: su función es la de establecer la regla (regula) con que se sintetiza. El entendimiento (la facultad de las reglas), regula, rige o determina el material enlazado por la imaginación. Eso es lo que ocurre con el conocimiento, donde el entendimiento “determina” a la imaginación. Pero en el juicio estético no hay concepto. “Bello es lo que, sin concepto, place universalmente”. Ahora la relación entre imaginación y entendimiento, aunque armónica (en el caso de lo bello), tiene sentido diferente al que se da en el conocimiento, pues mientras allí el entendimiento (mediante el concepto) era lo determinante, ahora en cambio el entendimiento está “al servicio” de la imaginación. A pesar de que en el sentimiento de la belleza no hay concepto, no obstante, el objeto bello se nos ofrece con cierto orden y armonía, que en verdad escapan al concepto. Lo bello no es jamás caos o desorden, sino que en él se encuentra siempre cierta “regularidad” – que no atañe al entendimiento sino al acuerdo espontáneo entre imaginación y entendimiento. El placer estético es, pues, la conciencia de esa armonía espontánea que el espíritu siente entre imaginación y entendimiento, entre la libre conformidad de ambas facultades. Y como en este caso el entendimiento carece de cualquier aspecto individual, sino que atañe solamente a aquello que todo sujeto posee en común – el espíritu y sus facultades universales-, se explica la universalidad del
suponiendo el cual son posibles los juicios de gusto. Si no se hace tal suposición, se cae sin remedio en el escepticismo (tan fatal en estética como en la teoría del conocimiento o la moral). Cuando se formula un juicio que afirma que algo es bello, y negamos la opinión contraria, nuestro juicio lo fundamos “en nuestro sentimiento, que pone a su base, no como sentimiento privado, sino como uno común”, suponemos que la representación del caso no le resulta placentera a un solo sujeto, sino que se trata de un estado de espíritu necesario común a todos