Docsity
Docsity

Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes

Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity


Consigue puntos base para descargar
Consigue puntos base para descargar

Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium


Orientación Universidad
Orientación Universidad

Epifanías del demonio en los Apophthegmata Patrum, Monografías, Ensayos de Teorías de la Democracia

Este documento analiza la presencia del demonio en los apophthegmata patrum, una colección de escritos espirituales de los padres de la iglesia. Se examina cómo el demonio se manifiesta a través de diversas formas, como humo, disfraces, papeles como el de ángel bueno o de cristo mismo, y cómo intenta engañar a los monjes. También se discute la dualidad entre ángeles y demonios en la concepción del judaísmo y helenismo tardíos.

Tipo: Monografías, Ensayos

2016/2017

Subido el 09/03/2024

1 / 29

Toggle sidebar

Esta página no es visible en la vista previa

¡No te pierdas las partes importantes!

bg1
DEMONOLOGIA
DE LOS
APOPHTHEGMATA
PATRUM
Una
simple
ajeada
a
la historia
de
las
civilizaciones
y
las
cultu
-
ras
nos
bastarápara
constatar
cómo
Occidente
ha
sido
una
de
las
manifestaciones
culturales
más
indemnes
al
estilo
diabólico.
Frente
a las
civilizaciones
de
Asia
y
Extremo
Oriente,
o
las
culturas
primi
-
tivas
del
continente
americano,
las
producciones
artísticas
europeas
continúan
grosso
modo
la
línea armónica de
la plástica
griega
~.
Si
exceptuamos
el
genio
de
Goya,
es
a
la
llegada
del
siglo
xx,
con
las
convulsiones
de
las
dos
guerras
mundiales,
cuando
brota
es
-
truendosamente
el
elemento
diabólico
en
el
surrealismo
y,
sobre
todo,
en
la
pintura
de
1>.
Picasso;
algunos
de
sus
cuadros
nos
evo
-
can
la inspiración tenebrosa
del
gran
pintor
del
siglo
xv
en
los
albores
de
la
Edad
Moderna,
el
Basca,
que
plasmé
como
ninguno
el
desorden
demoníaco.
Lo
diabólico
ha
vuelto
a
hacer
su
aparición
no
sólo
en
el
arte,
smo
en
la
literatura
y
en
el
cine
2•
Tambiénen
siglos
pasados,
dentro
de
nuestra
propia
cultura
occidental,
uno
de
cuyos
componentes
es
sin
duda
la
herencia
judea-cristiana,
la
figura
de
Satán
ha
dejado
huella
en
el
arte
y en la
literatura,
en
la
historia
del
pensamiento
y,
sobre
todo,
en
el
debate
teológico.
Las
representaciones
del
diabla
han cambiado
según
las
distintas
épocas,
como
ha
cambiado
también
Cf.
Joseph
Henninger
y
otros,
Lo
demoniaco,
Caracas,
1970,
Pp.
257
SS.:
Formas
demoniacas.
2
Op.
cit., pp.
181-239,
C. E.
Magny,
La
participacidn
del
diablo en
la
literatura
contemporónea,
Y
PP.
131-161,
J.
Madaule,
El diablo en
Gogol
y
Dostoievski.
El
tema
en
el
cine está
menos
estudiado,
pero
sin
duda
que
está
presente.
Baste
recordar
aquí
«La
semilla
del
diablos,
de
Polansky,
o «El ángel
extermi
-
nadot-s,
de
Buñuel.
pf3
pf4
pf5
pf8
pf9
pfa
pfd
pfe
pff
pf12
pf13
pf14
pf15
pf16
pf17
pf18
pf19
pf1a
pf1b
pf1c
pf1d

Vista previa parcial del texto

¡Descarga Epifanías del demonio en los Apophthegmata Patrum y más Monografías, Ensayos en PDF de Teorías de la Democracia solo en Docsity!

DEMONOLOGIA DE LOS APOPHTHEGMATA PATRUM

Una simple ajeada a la historia de las civilizaciones y las cultu- ras nos bastará para constatar cómo Occidente ha sido una de las manifestaciones culturales más indemnes al estilo diabólico. Frente a las civilizaciones de Asia y Extremo Oriente, o las culturas primi- tivas del continente americano, las producciones artísticas europeas continúan grosso modo la línea armónica de la plástica griega ~. Si exceptuamos el genio de Goya, es a la llegada del siglo xx, con las convulsiones de las dos guerras mundiales, cuando brota es- truendosamente el elemento diabólico en el surrealismo y, sobre todo, en la pintura de 1>. Picasso; algunos de sus cuadros nos evo- can la inspiración tenebrosa del gran pintor del siglo xv en los albores de la Edad Moderna, el Basca, que plasmé como ninguno el desorden demoníaco. Lo diabólico ha vuelto a hacer su aparición no sólo en el arte, smo en la literatura y en el cine 2• También en siglos pasados, dentro de nuestra propia cultura occidental, uno de cuyos componentes es sin duda la herencia judea-cristiana, la figura de Satán ha dejado huella en el arte y en la literatura, en la historia del pensamiento y, sobre todo, en el debate teológico. Las representaciones del diabla han cambiado según las distintas épocas, como ha cambiado también

Cf. Joseph Henninger y otros, Lo demoniaco, Caracas, 1970, Pp. 257 SS.: Formas demoniacas.

2 Op. cit., pp. 181-239, C. E. Magny, La participacidn del diablo en la literatura

contemporónea, Y PP. 131-161, J. Madaule, El diablo en Gogol y Dostoievski. El tema en el cine está menos estudiado, pero sin duda que está presente. Baste recordar aquí «La semilla del diablos, de Polansky, o «El ángel extermi- nadot-s, de Buñuel.

464 N.^ FERNÁNDEZ MARCOS

la imagen de Dios a lo largo de la Historia. Valdría la pena seguir los distintos procesos antropomorfizantes y espiritualizantes de que se ha servido la mentalidad popular para plasmar las vivencias indi- viduales y colectivas del espíritu del mal. Pero no sólo la religiosidad popular, fecunda en proliferaciones fantásticas, sino el pensamiento teológico ha recurrido a esta encarnación de las fuerzas del mal cada vez que se ha propuesto dar una respuesta a todo el horror, fallos y frustraciones del hombre y el mundo ~. La pregunta por el origen del mal, la enfermedad y la muerte se halla enquistada en todos los pueblos, y para dar una explicación concurren en la his- toria de las religiones una rica constelación de relatos mitológicos. También el cristianismo aporta su explicación, eludiendo todo dua- lismo ontológico, pero sirviéndose de una demonología bastante elaborada. Por hacer su aparición en la historia, inserto en una tradición semita y dentro de un marco cultural griego, hereda formas culturales de ambas tradiciones. Este fenómeno se mani- fiesta de manera singular en la demonología, amalgama de una serie de creencias populares y doctrinas bíblicas no asimiladas aún en un sistema de pensamiento. Confluye, de una parte, la demono- logia del judaísmo tardío, y, por otra, la creencia en los demones que se difundió en el período helenístico. A esta confusión de ideas en relación con el demonio contribuye el que la Biblia no ofrezca una doctrina sistemática sobre Satán y los malos espíritus. La pala- bra hebrea .Satan = ‘enemigo’, ‘adversario’, era frecuente en el uso profano, y la existencia de un ser diabólico supremo no desempeña aun ningún papel relevante en la época de composición del Antiguo Testamento, como puede apreciarse en el libro de Job, donde Satán defiende más bien los intereses de Dios en vez de estar contra él. Sólo al final del periodo veterotestamentario, con la irrupción de la literatura apocalíptica, se multiplican y especializan los demonios a la par que los ángeles. La figura de Satán se independiza cada vez más, hasta que en el Testamento de tos Doce Patriarcas y en la Asun- ción de Isaías se convierte ya en el contrincante de Dios bajo el nom-

3 Cf. Satdn, en Conceptos fundamentales de Teología (cd. H. Fríes), Madrid, 1966-1967. Teul el, en RGG, con abundante bibliografía, entre la que cabe des- tacar: H. Colleye, Histoire du diable, Bruselas, 1945; R. Duval, La psycho- analyse da diable, París. 1953, y R. H. Robbins, Tite Encyclopedia of Witchraft aná Demonology, Nueva York, 1959.

466 N. FERNÁNDEZ MARCOS

ajustes de difícil sistematización, que mantendrá, durante bastantes siglos, no pequeña confusión. Así se explica que algún teólogo rele- vante, como Agustín, compartiese la creencia popular de que los espíritus podían unirse sexualmente con las mujeres ~. La identificación de los ángeles malos (cuya rebelión se describe en algunos escritos apocalípticos) y los demonios aparece clara ya en la Ciudad de Dios de Agustín 8 Por fin, para la elaboración de la demonología cristiana primitiva fue decisiva la asimilación de Satán y sus ángeles con los dioses del panteón griego tradicional y el culto a los ídolos % Siguiendo a la letra la cita del salmo 96, 5 en la versión de la Septuaginta: &i it6vraq ot esol ¶0V AOvc,v Bcxqséwa, se aquiparó a los dioses paganos con los ángeles malos o demonios. Esta equiparación planteé serios problemas acerca de la relación de los demonios con las imágenes de los dioses, su actuación a través de ellas, su inhabitación en ellas, etc. En diversos pasajes de los Apophthegmata veremos confirmada esta asociación de los demonios con los cultos paganos. Con estas consideraciones previas esperamos haber alcanzado la plataforma que nos permitirá adentramos en la demonología de los Apophthegmata patrum, esta colección del siglo y d. C. que reúne los aforismos y gestas edificantes de los primeros héroes del monaquismo egipcio lO Hemos fijado nuestra atención en estos tex- tos por condensar —a nuestro parecer— uno de los momentos más fecundos en contenido demonológico y en religiosidad popular; tam- bién por su enorme interés para la historia de la religión y de la cultura como fuente de inspiración durante muchos siglos después sobre todo para la inconografía y leyenda medievales. Ya que por

7 Agustín, De Civ. Dei, X, 22 ss. Agustín. De Civ. Dei, VIII, 122. 9 Tertuliano, De Spect. 4. 2; 8. 2. 5. 7. ID A falta de ediciones criticas seguimos en adelante la edición de la colec- ción alfabética hecha por Cotelier e impresa por Migne en PO 65, 71-440, com- pletada por la colección sistemática anónima editada por F. Nau en «Revue de l’Orient Chretien», 1907, PP. 43, 171, 393; 1908, Pp. 47. 266; 1909, p. 357; 1912, PP. 204. 294, y 1913, pp. 137-146. F. Nau edita en esta revista el Cod. Coisí. 126 (s. x-n). Como este códice es casi idéntico con el Ber. ¡‘hill., 1624, tenemos en cuenta las fuentes principales que contienen prácticamente todo el material griego de los Apophtheg>nata. La edición de Migne la citaremos por el número de la columna seguido de una letra mayúscula. En cambio, la de Nau por el numero del Apophthegma en cuestión.

LOS «APOPIITHEGMATA PATRXJM» 467

haberse plasmado estas narraciones al final de la antigúedad tardía confluyen en ellas concepciones populares de la demonología helé- nica y sobre todo de la judea-cristiana. Representan una de las fases de mayor vivencia del demonio, hasta tal punto que éste, personificado, se visualiza muchas veces en un combate cuerpo a cuerpo con los solitarios del yermo. Por lo demás, faltaba un estudio de conjunto sobre el tema. W. Bousset, en su magnífica monografía sobre la tradición textual de los Apohthegniata, ni siquiera lo menciona “. K. Heussi lo estu- dia sólo tangencialmente 12, y los artículos aparecidos hasta el pre- sente en el Reatiexicon flir Antike unu Christentum se contentan con tímidas indicaciones. Comenzaremos por el estudio filológico de la terminología em- pleada en estos escritos para designar al demonio o los demonios: a continuación abordaremos la esfera privilegiada de su influencia sobre los eremitas a través de los togismoi. Por fin, la descripción de las epifanías diabólicas nos ayudará a descubrir, en lo posible, las concepciones demonológicas subyacentes, difícilmente reducti- bles —como veremos— a una doctrina sistemática, aunque esté latente una profunda idea teológica: la de llevar la lucha contra el diablo a su mismo campo, el desierto, y la asimilación de esta lucha con la conquista de Egipto para el cristianismo y la destruc- ción de los cultos paganos.

  1. TERMINOLOGíA

El análisis de los términos empleados en los Apophthegmata ofrece el siguiente resultado: predominio de la expresión 8a[vcav¡ Ea[vovs~ (ca. 45 veces), pasando del singular al plural dentro incluso de la misma narración sin criterio fijo constatable, según las nece- sidades estilísticas de la frase y las funciones que tenga que desem- peñar el demonio o demonios en cuestión. Esta fluctuación termi- nológica es un índice de la imprecisión y nebulosidad con que se representaban la imagen del demonio.

II W. Bousset, Apophthegmata. Studien zur Gescitichie des ¿¡Iteren Mónchtutn, Túbingen. 1923. 12 K. Heussi, Der Ursprung des Mánchtums, Ttibingen, 1913, Pp. 261 ss.

LOS «APOPHTIIEGMATA PATRIJM» 469

phthegmata, sino que más bien esta abundancia terminológica nace de la necesidad de describir en toda su amplitud la acción del ma- ligno tal como la experimentaban los anacoretas en sus vidas y las múltiples asociaciones que evocaba en su imaginación. A su vez, esta acumulación de sinónimos pone de manifiesto la popularidad de la figura del demonio en los ambientes del yermo: basta una velada alusión para que los lectores entiendan el personaje de que se trata. Respecto de esta terminología conviene notar que la palabra 8&~oXog ya tenía, según parece, connotaciones de malicia en el griego clásico. El aticista Pollux asocia las palabras Xotopoc. ~X&ouIrr~oq, 8i&~oXoq 15 En la Septuaginta, 8 á~3oXoc traduce de ordinario el término hebreo Sa tan, incluso en Job 1, 6. En este último pasaje Aquila transcribe ocrr&v y Teodoción traduce 6 &vrKfl~cvoq; en cambio, en 1 Re 11, 4 es Septuaginta la que transcribe acrr&v, mientras que Aquila y Teodoción traducen 6 1v’rixs[~tsvoq. Habría que remontar, pues, el origen de algunas circunlocuciones para el demonio que tanto éxito iban a tener en los primeros siglos cris- tianos a las versiones griegas de la Biblia, en particular a Aquila y Teodoción 16 Además de las expresiones de los Apophthegmata que acabamos de reproducir, son frecuentes en el cristianismo primitivo los si- guientes sinónimos para el diablo: (^6) 1itoóxaXoq 17, 6 ~s’o&v0ponrog, 6

dvopoc, 6 &XXÓrptoq, 6 &vdb’xog, 6 ¿v&vflo~, 6 púcxavog. En el fondo, todos ellos perpetúan o ilustran de diversas formas el significado originario de Satán como enemigo o adversario.

2. «LOGIA» Y «LOCISMO!»

Uno de los principales agentes con que cuenta el demonio para introducirse en la soledad del anacoreta y atormentar su sosiego

Utrecht, 1952, Pp. 80 ss., y Die Meidung heidnischer oder christlicher Termniní in den, Frflhchristlichen Sprachgebrauch, en Vig. Chr. 19/4 (1965), 193-210. ‘5 E. Hatch, Essays in Biblical Greek, Oxford, 1889, p. 46. 1~ Concretamente 6 dv¶LKetvsvo~ vuelve a aparecer como sinónimo del demonio en el cristianismo primitivo y en 1 Tirn. 5, 14. ‘7 0. 3. M. Bartelink, Mbo6xaXo~ epititéte dii DíaFile, en Vig. Oir. flUí <1958) 37-45. Y Y. Geffcken, Bdo,cavoq. 8aflac~v, en Charisteria, Rzach zum 80 Geburtstag, 1930.

470 N. FERNÁNDEZ MARCOS

es la zona intermedia de los Iogistnoi. La imagen del demonio de los solitarios de Nitria quedaría incompleta si no los tuviésemos en cuenta. Para comprender el relieve y casi la personificación de las palabras y de los pensamientos que tienen el vigor de producir lo que dicen, al igual que en la mentalidad primitiva> habría que trasladarse al clima espiritual del eremita: estos dichos sentenciosos brotan con parsimonia y ponderación, como frutos de higos silves- tres, en el desierto del silencio. En este horizonte de hay dos realidades que cobran una entidad vivísima, casi mitológica: el logion, dicho sabio y edificante procedente de la boca del &vopco- iroq ¶VEu1IartKóq, y los logismoi o turbamulta de pensamientos que se avalancha sobre el eremita como una polvareda que le envuelve y solicita, siempre manipulados por el demonio: >cal &Xc,~ qtoXóv fj-ysLpEv a6r45 icovtop’róv Xoyta1s¿Sv tv x9 E~ avo(g («y de repente comenzó a levantarle un gran torbellino de pensamientos en su mente») nos dirá Atanasio en su Vita Antonii, 5. El logion desempeña en los solitarios del yermo una función psicagógica de primer orden. Están convencidos de que no se debe pronunciar ninguna palabra banal, sino que, si se habla, ha de ser para la edificación de los hermanos. Por eso se escoge el silencio como ámbito en el que se ejercita el monje para romper con el mundo exterior y concentrar su alma sobre si misma y sobre Dios. Puesto que se han de evitar las palabras triviales u ociosas, des- pués del silencio, la mejor señal de expresión y comunicación con el discípulo es el «gesto profético», es decir, la respuesta a una pregunta mediante una parábola en acción que visualiza y hace caer en la cuenta al punto de la enseñanza pretendida. Pero todavía algunas veces, cuando un joven con conflicto interno se acerca a pedir consejo a un anciano, éste, tras mucho hacerse de rogar, rompe su silencio y entonces la palabra pronunciada adquiere la categoría de un oráculo. Maestro y discípulo están convencidos de que este dicho es un don del Espíritu y que, por lo tanto, será eficaz y no dejará de producir su fruto 18 Los cuchés que introducen

IB De esta concepción de la palabra, que obra como entidad independiente del que la pronuncia una vez que sale de su boca, hay testimonios tanto en el mundo clásico como en el mundo bíblico. Baste citar a Is. 55, 10-12 o la bendición de Isaac, que no puede volverse atrás ni ser repetida para su otro hijo (Gen. 27).

472 14. FERNÁNDEZ MARCOS

Los logismoi desempeñan las mismas funciones que los demo- nios: tientan al solitario poniendo a prueba su aguante (&~raip&CsrO ditó Xoyapo0, Ap. 210); perturban su soledad: ¿nxXstro &KELVO~ t’nó roO L8(ov XoytovoO. - - xoXe1n’joaq U n~ Xoy:av@ (Ap. 357); acosan y molestan al asceta: XoytapoL.. &xóxXcaoav a&róv xat iroXóv xovtopróv frya.tpav («le rodearon y levantaron una gran pol- vareda. - -, Ap. 50). Se les aplica los mismos calificativos que a los demonios: caxouo obg Xoytopoúg (Ap. 83 y 220), ro¿u KaKOlTotOúg Xoy’o~±obq~.tou¿8’cíncov (Ap. 56); 6 Va” y&p tntt~aXXs Xoyto¡iobc 15uirapoúq (Atanasio, Vita Ant., 5). Se introducen subrepticiamente como el demonio: U’ dv Xoyiapóg ópeXo$poaúv~r ~ &ireps$avtaq 6irs¡atX0~ ooi (Ap. 299). Naturalmente que hay que conceder un margen a las formula- ciones metafóricas en la descripción de estas extrapolaciones de los conflictos internos con los que tiene que enfrentarse el solitario. Sin embargo, a partir de estos modos de expresión no nos parece exagerado concluir que los logismoi se conciben como personificacio- nes del demonio, que a veces actúan por si mismas y otras como agentes de una autoridad diabólica superior. <Nuestras voluntades se han converitdo en demonios’ (r& y&p eaXi9j.tara f1p8V 8a~vovsc ysydvaciv), se dice expresamente en 337/C. Y en el Ap. 219 se hace alusión al príncipe de los demonios como coordinador de todos los logismoi, de todos los malos pensamientos y deseos que acosan al monje: ¶T&vr~ -y&p ot Xoycpot T~v ¡tova)< y f3<ouatv ~va xs9aXf1v, cabeza que no es otro que Satán, como se confirma en el Ap. 64, en el que un viejo visionario (Btopar¡KÓC) contempla a Satanás de pie e inspirándole secretamente deseos de fornicación (róv Iarav&v tcva¡i¿vov Kat XoytoVoú~ ¡¿ot iropva(aq fnroj3áXXovra)- Son los demonios los que esparcen los malos pensamientos: &rav al BaL~IOVEq rnraLpúot ‘robq Xo-ytopobg ~ ooXXaX’i~opg aórotg («cuando los demonios siembren los logismoi, no hables con ellos>, Ap. 184); los que vejan al monje por medio de ellos: ol 8aIIIOVES 8L& rc2v Xoyap¿3v A0X(~ov aC’róv («los demonios le atormentaban por medio de los logismoi», Ap. 50). Por eso la táctica del solitario consiste en «retener todos sus pensamientos y no entregar ninguno de ellos al enemigo» (Ka-rcxoxstv 6Xauq roúg Xoyta~abq xal p~Uvu t~ a&r~v btbóvai tq~ A~epQ, 344/A).

LOS «APOPHTHEGMATA PATRUM» 473

A veces se ciernen sobre el anacoreta como un torbellino que lo hace dar tumbos (...pcoécov rotg Xoytcpot~), o como se lanza una bandada de aves rapaces sobre la carroña. En el Ap. 277 un anciano encargado de espantar las aves de un sembrado excla- mó: «idos, malos pensamientos de dentro y pájaros de fuera»

(órr&ysrs al ~oú ~rov~pot XoyiaVot Kat r& Up .irszaivá)m. Otras

veces se les compara a los mismos demonios que nos acosan como fieras salvajes en círculos concéntricos de los que sólo podemos libramos trepando a los árboles, es decir, recurriendo a Dios en la oración (208/B) 21 La dynamis del diablo aparece concretizada no sólo en los logismoi, sino también en otras representaciones subalternas de Satanás, como la Avtpysia~. Las fórmulas xa-C tvápysiav roO Xarav& <Ap. 22 y 189), ~car’ tvtp-ystav roO StajBóXov (Ap. 31), tao EcrrcxvR r~v ¿vépyaav <Ap. 64) se refieren a la continua ingerencia del demonio en el tinglado de la vida humana, ya que, como en toda mentalidad primitiva, desaparecen las causas segun- das y los acontecimientos más triviales están movidos por los buenos o malos espíritus. Hay expresiones que producen la impresión de que la &vtpysa es una potencia aliada de Satán, en el sentido del Ap. 273: s}aiv aL 8vvá~s¡g -roO Xarav&. - - ~1?c~Oi~, ~ &1ItXELU Kat ~ MriOu1aia, o de otros catálogos variables de vicios que aparecen en los Apoph- thegmata. Pero en otras ocasiones se habla expresamente de la &VtpyEta como encarnación del demonio e identificada con él. Ocurre ~ Como veremos en seguida, los demonios aparecen a veces como enjam- bres de moscas o abejas. 21 Atanasio, Vit. Ant., 9: ... ro¿q 8k roO obdaxoo r~oaapa~ Totxot>c ¿Scrsp ~4avreq o! ba(~oveq *SoCav 60 a&iZv PrnokpxÉoeaL, psxaa,ctwartoOtvr«~ ds fitlp(c.w xal Ap,csr~v •avxao(av. xat ~v 6 r6wo~ s¿OtSc ~rsOqpo~dvo~ $avrao(at Xs6v,ov, &pKrcov. Xao~ráp5cov, xaúpov K«! 84~scov, &a,«bcov xal axop’r!av xcrl Xóxc.,v. ~ Ya desde los presocráticos se emplea esta palabra junto con sus deriva- das para designar cualquier tipo de actividad por oposición al ,ydeog, y se emplea especialmente aplicada a la irrupción de seres sobrenaturales en la esfera humana. Entre los Apologistas se usa sobre todo para indicar la acción diabólica, que imitó los misterios cristianos en los cultos paganos. Cf. E. Fascher, Energe ja, en RAC. La energeia, como fuerza diabólica, aparece de diversas formas en los Apophthegma te. No olvidemos que a los endemoniados se les llama técnicamente hspyoópsvot (los manipulados) junto con KaTÉYÓMSvoI O 8aqzovi~6~isvot. Cf. Th. Klauser, Energoumenoí, en RAC, c. 52: «Diejenigen lii denen der unreine Geist, der Teufel, wirksam ist. (bapyatq)-

LOS •APOPRTHEGMATA PATRUM» 475

ángel, a su lado, lo abanicaba (&-yyEXov ¶napLo¶&vevov icat (>tirLcovra aóróv). Ante semejante espectáculo, el anciano se retirá con deli- cadeza. Al despertarse, el abad Juan preguntó a su discípulo si había entrado alguien en su celda mientras dormía. ‘Sí —le respon- dió—, el viejo aquél’ Entonces constaté el abad Juan que tenía el mismo grado de virtud que él y que habla visto al dngel ~. Esta anécdota es el mejor reflejo de la mentalidad de los soli- tarios de la Scetis con relación a las visiones. Llegados a un deter- minado grado de virtud y de concentr9ción, era opinión común entre los padres del yermo que podían hacérseles visibles ángeles y demonios, todo ese mundo intermedio de potencias invisibles que pululaba por la tierra y por los aires. Este tipo de visiones podía conseguirse también mediante ejercicios de ascesis. Es una menta- lidad muy semejante a la que sustenta la creencia en las epifanías nocturnas de las divinidades y los santos en los templos de incubatio, precisamente durante el sueño por tratarse también de un estado de concentración del espíritu en el que <la divinidad se reúne con el alma y entra en su mundo» en palabras del obispo neoplatónico Sinesio de Cirene ~. Las frecuentes y grotescas epifanías del demo- nio constituyen el elemento más pintoresco y fecundo para el estu- dio de la demonología. Brotan de una idea muy extendida en la historia de las religiones acerca de las frecuentes transformaciones de la divinidad, según la cual ésta puede hacerse visible y salir a nuestro encuentro disfrazada de múltiples figuras, pero sobre todo en el mendigo, peregrino y vagabundo ~. Las epifanías del demonio son una réplica e imitación de este modo de comportarse la divini- dad. En los Apophthegmata aparece muy marcado el gusto del demo- nio por los disfraces y la representación de papeles como el de ángel bueno y de Cristo mismo, sobresale por su afán de imitar; y tal vez esta tendencia mimética haya contribuido a la difusión de la imagen

de los demonios como monos (simia Dei) tan extendida en la Edad

Media.

23 Cf. 216/A. En 217/!), preguntado el mismo abad Juan por qué lloraba, responde: pktca &rt 6 Zar«v&~ ,taL4¿t ck xt~v &ptv. 24 PO 66, 1309 ooyytvnai y&p atrfl K«l Oe6~ Ayx6o¡no~ o6xoc Axoúon. 25 Profunda idea religiosa recogida por Mt. 25, según la cual en este encuen- tro con la divinidad desconocida se cifra el juicio del hombre en el más allá.

476 N. FERNÁNDEZ MARCOS

No vamos a detenemos en el origen e interpretación de estas epifanias y preferimos mantenernos en el estricto campo fenome- nológico. a pesar de que contamos con algunas observaciones que pueden servir de pauta para explicar dentro de la esfera psicológica muchas de las fantasmagorías que allí se describen: los prolongados ayunos, las vigilias competitivas y otras extravagancias de los soli- tarios bastarían para provocar estados alucinatorios, pesadillas noc- turnas y visiones extrañas. Caminando en una ocasión el abad Maca- rio desde la Scetis a la montaña de Nitria, se encontró con un lago que bordeaba a una isla. Allí acudían a beber agua muchos animales del desierto y entre ellos divisó a dos hombres desnudos. Entonces —dice— «desfallecí porque creí que eran espíritus» <xat ¿baiXtaoa tá o¿5p& ¡tou &vóVtoa y&p Sri 1tvsú~xa¶& dciv, Ap. 25). También se contaba del abad Milesio que, habitando con dos discípulos en los confines de Persia, fueron a visitarle los hijos del rey, y al ver su aspecto salvaje y peludo, le preguntaron: ‘dinos, ¿eres un espíritu o un hombre?’ ~. Dominados por la creencia de que los espíritus podían irrumpir y mezcíarse con la mayor naturalidad en la vida diaria de los hombres, cualquier fenómeno extraño y paradójico (aquí hombres desnudos y agrestes) bastaba para desencadenar la asociación con los malos espíritus. Pero prescindamos por el momento de las posibles explicaciones de muchos de estos fenómenos desde el punto de vista psiquiátrico 27, campo estimulante para el historiador de la medicina, limitándonos a la descripción de las distintas epifanías con que suele manifestarse el demonio en los Apophthegmata:

IP CON FIGURA HUMANA. — a) Bajo las apariencias de un negro o etíope. En esta epifanía está subyacente la concepción del demo- nio como hijo de las tinieblas ~. Ya en la carta de Bernabé 4, 9 se le llama 6 vtXas y en la Vita Antonii, 6 ~tXaq ,ratg. Asimismo, en la Historia monaconum, 8 a un tal Apolo se le aparece el demonio

26 297/E KO! Oeaoáliavo atróv^ rp¡>«Z5i~^ Ka! d>q^ &ypíov, A~s,tX&y9aav xat

stitov oórQ AvOpú,iroq st 9 lrvzflfba, «tITE ?~itv.

27 Cf. Y. Stoffels, Die Angrifte der Dámonen aig den Finsiedier Antonius, en Theoiogie und Glaube 2 (1910), 721-732 y 809-830. Stoffels somete a un examen psicológico las narraciones de la Vila Antonii inspirándose en los presupuestos de la moderna psiquiatría. 28 p j. Dólger, Die Sonne der Gerechtigkeít und der Schwarze, Miinster, 1918, pp. 49 ss.

478 14. FERNÁNDEz MARcOS

pastoral del obispo y por eso llevaría este disfraz (el orLx&plov es una vestidura sacerdotal o de obispo). Por otra, parece imitar al vendedor ambulante que va ofreciendo su variada mercancía para captar a cada monje según su debilidad y seducir a los ingenuos. En cualquier caso aparece el demonio como comediante o actor teatral que sabe representar en cada momento el papel apropiado, faceta que predominará en los Apophthegmata por encima del as- pecto terrorífico.

—Armado con una hoz: Al ir el abad Macario desde un lugar pantanoso a su celda, cargado de ramos de palmera, le sale al encuentro el diablo con una hoz dispuesto a desbaratarle (icat tSoá 6It1~vTfloEv aó’r¿2 6 Bi&SoXog xar& Uy ób¿v psr& bpEnávou 268/C). A continuación viene la prueba de fuerza, el diálogo y la victoria del viejo. Por la mucha humildad del anciano reconoce que no puede golpearle ni vencerle (>cat <Sg ~0áXflCEVaútóv lCpOUOQt. OÓK loxvos. icat Xtyat aór~r floXX9 1 ¡Ma &wñ cofl, Mrnc&pIE. 8v

búvapcn irpóg cA). En 277/C se le aparece al mismo abad con un cuchillo queriendo cortarle un pie. Al igual que en el caso anterior, tras una prueba de fuerza confiesa su impotencia proclamando al final que a los demonios sólo les falta una cosa: la humildad. Pertenecen ambas anécdotas al mismo tipo de narraciones propa- gandísticas forjadas con el fin de exaltar el monaquismo y sus virtudes más características. Por su belleza y concisión vale la pena transcribir esta última: dXXors iráXtv 8aEpc-~v ¿itáot~ t~, «313& Ma¡a919 ¡IET& vcr><atp(ou OtXcov rt5v nóSa a&roO xóipa~ icat Bi& d1v

rairsivoqpooúvflv aóto5 1U1 buv~estc XAyEL añr@ 6ca !xsrs, icat

~pstg <o~¿v póv~ rfl vanEtvocppoaúvfl ba~t p~rc ~p~v ical xpa-

-rata («Otra vez se le presentó al abad Macario un demonio con un cuchillo queriendo cortarle el pie. Y al no conseguirlo por su humil- dad le dice: ‘Todo lo que tenéis lo tenemos también nosotros. Sólo os diferenciáis en la humildad y por eso vencéis’>). Es una exhibición de la confrontación de fuerzas de los dos poderes antagónicos que luchan competitivamente en el desierto: los monjes y los demonios. —Como hombre que sale al encuentro de las mujeres de la ciu- dad y de las aldeas al atardecer y al amanecer buscando unirse con ellas ~. En esta epifanía está subyacente la creencia popular 30 «ROC», 1902, p. 614. Cf. u. 29.

LOS «APoPIITHEGMATA PATRIAS» (^479)

de que los demonios podían unirse sexualmente con las mujeres, creencia que compartía —como vimos— algún teólogo y Agustín haciéndola extensiva a todos los espíritus. —Con la figura de un desconocido. No se le menciona más que con el demostrativo 6 U. Pero nadie duda que se trata de él. Se oye un ruido a la puerta de la celda del abad Sisoe. El viejo, enfer- mo, encarga a su discípulo que diga al desconocido a modo de ensalmo la frase siguiente: «Soy Sisoe en la montaña lo mismo que en el barranco». Al oírlo, desapareció el visitante desconocido (icat voñoag 6 ytpcav Xtyet 43 Vaenr9 cxórofl A~paa~r srits T45 Kpoú- oavw ‘EycS Z.to6~c; Etc; ró Spoc;. Aycb Itoó~q etc; tó XaPáBPLOV, 6 St &Koóoag &9av~q tytvaro. —Con figuras cambiantes de mujeres licenciosas o muchachos danzarines. Así los contempla un anciano dotado del carisma de la visión: «ve fuera de la celda de uno de los hermanos una mul- titud de demonios. Unos se transformaban en mujeres que profe- rían indecencias y otros en jóvenes mal hablados o danzantes y otros adoptaban diversas figuras» (6p& ECco &v6c; ic¿XX(ou v¿~v &86X43C0V nXfj8og Sa’Vóvcov riv~v LiETaaXlhJaTtcoAvTG)v Etc; yuvrn- K&c; ical &ItPEItfl Xsyoúcaq, aXXovg 8k sIc; vscnrápouq Suoqq~o8vraq

15 &XXcav ópxoup¿vcov, krtpcov 8k ~Lc 8¡á¿popa oyj~¡.±ara uaraPXn-

e¿vrc.~v, Ap. 66). También Antonio solía ver a los demonios entre- garse a toda clase de demostraciones grotescas: hacen ruido, bailan, carcajean, silban... Son buenos comediantes y saben representar, cuando conviene, el papel serio de ángeles buenos o imitan la figura de Cristo, como veremos en seguida. Semejante a la anterior es la epifanía narrada en el Ap. 188 en forma de mujeres pmvocativas: <Pues cuatro demonios se transfi- guraron con el aspecto de mujeres bellísimas, permaneciendo du- rante cuarenta días combatiendo contra él para arrastrarle a una unión vergonzosa» (rtocapsg y&p ba(uovsc Av stbsi yuva:K¿~v ¿6-

~iop~or&rcov ¡lETaoyfflsatIoOtvxEc;. Aid reooap&xovra f11.t¿pag E pat-

vav iraXarovr¿q irpóc; aóróv, A@sXcóoaaecn aig atoj<c’&v vkv...); epifanías que se convierten en topoi de la literatura monacal ates- tiguadas ya en la Vida de Antonio y en la de Pacomio 3~. 3~ Atanasio, Vita Ant. 5: ‘cal 6 pcv báPoXoc &~ttp¿vev 6 dOMec; ‘cal cS~ yóvll oxYfltct-rtcaoeaL vwcráq ‘cal .rdvra rp&uov ¡zqutaOai, ¡¿¿voy Iva ráv

LOS «APOPHTHEGMATA PATRUM» 481

3•O CON LA FIGURA DE MoscAs O ENJAMBRE DE ABEJAS. — Representa-

ción teriomórfica ampliamente atestiguada en la leyenda ~: «Y vio a los demonios que venían como moscas sobre el más pequeño; unos venían a posarse sobre su boca, otros sobre sus ojos. Y con- templó al ángel del Señor con una espada de fuego que le pro- tegía y espantaba a los demonios de junto a él» (icat ctbov roÓc; Bafpovac; Ap~optvouc; ¿SrnrEp pv(ac; Aid róv pLKpóT¿pOV ¡cal ol VEV

flpxovro ¡caOtoai stc; -ró orópa a&roO, ol EA etc; robc; 6$eaXpoóc; a&rofl ¡cal atbov dyyaXov icup(Ov ¡carAxovra ño¡.4atav irupóq ¡cal 1rap’XapaKODvTa auSróv ¡cal E cS¡cov’ra xoñq Ea’povac; dir’ a&ro0, 277/A). En otra ocasión uno de los ancianos pidió a Dios ver los demonios, y <los contempló como un enjambre de abejas que ron- dan al hombre rechinando los dientes contra él» (¡cal aibav a&robc;

8TL ¿Srnrap ptXraoat ¡cu¡cXoOa¡ -róv &vOpc.rnov I3póxovuc ‘coác; 686v.

rac; aárG,v tu’ a&róv. cl &yyaXoí ¡copLeo A,rsr<~av aóvouc;. Ap. 369).

Aunque en este caso parece claro que el ¿Sairsp p¿X’oaaí hace refe- rencia a la multitud, no a la figura de los demonios, quienes, a juzgar por la expresión PpúxovrEs robq ¿86v-mc;, sugieren una imagen canina o felina.

4~ EN FORMA DE HUMO O FUEGO. — Este modo concreto con que a veces se hace visible el demonio tal vez encuentre una explicación en la naturaleza ígnea de algunos demonios. Según la clasificación de la Historia Lauslaca, hay una categoría de demonios llamada ígnea, y esto explicaría los fenómenos de combustión que acompañan tan a menudo a su epifanía. En el Ap. 372 se puede contemplar a la tentación objetivada que sale como humo de la boca del pa- ciente (¡cal añOt.cac; óp& ¡caxv¿v Lic roO arói.tcrroc; a&roO Af,E~Xól1E- voy)- Los demonios dejan constancia de su presencia disolviéndose en forma de humo: «‘Nos habéis vencido, monjes’. Y el jergón debajo de él se puso como chamuscado por el fuego y ellos desapa- recieron como humo» (Avuci5ccrre f~p&c;. ¿~ ¡lova)<of. ¡cal Aytve-ro tó 0V Tó óito¡cátú=a&roo (Sc; itup¿c; ¡caaoptvov. ¡cal a&rot SA <Sc; ¡cairvóq &4’avalc; yayóvaatv, Ap. 278). Otras señales de su presencia 33 Para los demonios con figuras de moscas, cf. H. Glinter, Legendenstudien, Heidelberg. 1906, p. 115. Tu. Nissen, Sophronios-Studien III: Medizin und Magie in Sophronios-Thaumata, ByZ 39 (1939). p. 373 iroxXal pop4>al x¿~v &aqtovlcav: moscas, gusanos, escolopendra, pájaro, liebre, etc. IV.—

482 N. FERNÁNDEZ MARCOS

al abandonar los cuerpos de los endemoniados son aún más ilustra- doras. Es frecuente el grito con que proclaman su derrota al salir del energúmeno: «Cuando llegó el monje a casa vino una endemoniada y le dio una bofetada. Éste ofreció la otra mejilla conforme al man- dato del Señor> y el demonio atormentado gritó en los siguientes términos: ‘¡Oh, fuerza, el mandato de ¿Jesús me expulsa!’ Y al punto quedó limpia la mujer» (¡cal ¿Ira ?jx0cv 6 póVaXoc; Etc; róv ot¡cov ljXO¿v f~ batpov~Coptvn ¡cal gbcú¡cev aór4!> &áirwpa. 6 U ~cTp&9¿ ¡cal TñV dXX~v oayóva Kara -r~v tvroX9¡v roO Kuptou —¡cal ¡3aoavLoOalq^6 baLwnv^ bcpaCa^ Xtycov’^ &^ jBLa.^ f~^ AvroX~^ roO ‘l~ooB Axj3áXXai pa. ¡cal aóOLoq A¡caOap~o0~ f 1 yuvi’j, 156/A). En el Ap. 314 el anciano no quiere hacer uso de su poder para exorcizar al poseso, pero ya que éste lo insultó llamándole borracho (orvoxoui5c9, le conmina para que salga de aquel cuerpo antes de terminar de beber su copa de vino. En efecto, al punto se aleja gritando: ‘Me abrasas’ (¡caieic; p~. xa(atc; pa)- Por fin, otras muchas veces se anuncia su presencia corporal, pero sin especificar qué forma adopta el demonio para manifes- tarse: ¡cal ¿S’On aórfj ocúpari¡cog ró -nvsOpa r9c; ‘wopvaLac;, 420/C);

i~rx~OAvra U r& -irvcúpcvra Aq6v~oav aór45 atoerjr¿2c; XL-yovra. - -,

Ap. 291 («Y vencidos los espíritus, se le aparecieron visiblemente diciendo...»). Otra vez, cuando un viejo vituperaba al diablo, se le aparece éste con el permiso de Dios cara a cara para quejarse

(Av j.t~ oi5v ¡car& ouyj~cSpfloiv OcoD cpatvsrai aór~ 6 &á~oXoc; &ptv

‘~rpóc; 6¡pv, Ap. 34).

Sirviéndose de su astucia (uno de los rasgos más acentuados en los demonios del desierto junto con sus dotes arlequinescas), puede manifestarse simultáneamente bajo una doble apariencia, con el fin de sembrar la discordia entre dos hermanos que nunca habían disputado. La picardía consiste en manifestarse a uno como cor- neja, mientras que el otro lo ve como paloma (cf. 3121W. Vemos, pues, cómo a lo largo de los Apophthegmata predomina la faceta de los demonios como bufones sobre la faceta terrorífica. Sólo con la llegada de la Edad Media la creencia en estos espíritus intermedios asociada a la creencia en la magia y la brujería desen- cadenaría el pánico en gran parte de la población. En esta misma época, con el resurgir de la fe en el diablo, las imágenes con que se le representa ganarán también en rasgos expresivos. Por un lado,