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Las marcas de la oralidad en el texto teatral son: FRAGMENTACIÓN: en la lengua oral aparecen oraciones como “fragmentos”, ya que el hablante omite algunas palabras que ha mencionado antes para evitar su repetición. El interlocutor repone automáticamente esas palabras. (Diez días, quince o veinte, ya perdieron la cuenta) PAUSAS: el hablante suele producir pausas que le permiten organizar mentalmente su enunciado. (Hay… tantas cosas… que nunca tuve…) MULETILLAS: son expresiones que ocupan las pausas para mantener vigente el canal.( eh… bueno…. Este….) INTERRUPCIONES: el hablante comienza una expresión con una estructura sintáctica determinada, y la interrumpe para iniciar otra con una diferente. (Para mí sería un compromiso… Supongo que la Asistencia Pública… Yo no…) APELACIONES DIRECTAS AL INTERLOCUTOR: el hablante puede interpelar directamente a su oyente. (Señores, quién los entiende.)
Tipo: Apuntes
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Enrique Pichon-Rivière, Ana Pampliega de Quiroga El descubrimiento, el acto creador responde a un mecanismo por el cual el sujeto evita el caos interior, resultante de una situación básica de depresión. Se patentiza así la relación entre creación y locura, ya que el creador acosado por un mundo interno fragmentado, en vías de desintegración, busca en su obra la aparición de sus vínculos positivos con la realidad. La creación es un constante juego de muerte y resurrección del objeto, Pablo Picasso resulta un ejemplo típico de esta actitud. Su pintura penetra en los objetos, los descompone, los desintegra, para poder reconstruirlos luego, recreándose. El enfrentar el objeto estético o de conocimiento configura siempre una situación triangular, a la que hemos caracterizado como bicorporal y tripersonal. Es un drama que tiene como protagonistas al investigador, el objeto, y como tercer término el miedo del investigador o creador de quedar atrapado en el objeto. Así el psiquiatra que utiliza su mente como instrumento, teme entrar en el mundo del enfermo y quedar aprisionado en el universo caótico de la locura. Es el terror a la contaminación, que surge del hecho de que todo cono cimiento se hace por identificación, por empatía. Sólo una distancia óptima entre el investigador y su objeto puede permitir una comunicación positiva. En cambio, si la ansiedad es demasiado grande, comienza a escapar del objeto, al que siente como perseguidor. Por esto el descubrimiento, la develación del objeto, es un acto de coraje, que significa vencer el miedo a lo insólito, lo nuevo o lo siniestro que pueden ocultarse en el objeto. A este miedo une un sentimiento de culpabilidad por el hecho de mirar allí donde otros no han mirado. Una interpretación psicoanalítica atribuye esta culpa a la curiosidad y las fantasías sexuales que subyacen en toda actitud de investigación. Aparecen entonces los rituales del creador destinados a postergar o impedir la entrada en una zona peligrosa. Por fin un acto de decisión lo obliga a zambullirse en ella, presionado por factores de responsabilidad social, competición, etcétera.
La aspiración al dominio de caos, ese miedo a la desintegración interior que determina el acto creador, tiene en Norbert Wiener, padre de la cibernética, su paradigma. Wiener, depositario y portavoz de un universo desintegrado, invento la "ciencia del control" para no enloquecer. El testamento científico de este hombre, muerto hace pocos años, aporta al psicoanalista un material tan arcaico, tan primitivo, como el que se puede observar en un salvaje o un psicótico. Su pensamiento, regido por una lógica de tipo mágico, muestra tales fisuras, tal disgregación, que se adivina a través de él un mundo interno desordenado y siniestro. Frente a ese inconsciente, que parece un rompecabezas desarmado, nos preguntamos cómo se instrumentó la mente de Wiener, en virtud de qué mecanismo pudo surgir de ese caos interior una ciencia esencialmente ordenada de la realidad como la cibernética. Sólo la imagen de la destrucción interior, su sentimiento de culpa y un formidable intento de reparación evitan que se convierta en un iconoclasta y orientan su esfuerzo hacia la reconstrucción. El objeto es reparado, armado el rompecabezas. El creador proyecta su caos fuera de sí, lo domina y lo reordena. He aquí el triunfo de la vida sobre la muerte, de la salud sobre la locura. Las contradicciones que lo desgarran se resuelven en la marcha del proceso creador. La fortaleza de su yo y los estímulos del contexto permiten que este hombre, con una psiquis "cargada de dinamita", se convierta en el descubridor, el líder del cambio. La trascendencia de su obra se hace universal, porque la reconstrucción no se detiene en un mundo propio, sino que apunta a la ordenación de un caos que compromete a toda la Humanidad Por una imponderable constelación de factores de inteligencia, sensibilidad y circunstancias históricas se ha hecho depositario de las ansiedades de su siglo, como un visionario que tomara a su cargo la necesidad de controlar el inmenso poder de las fuerzas nucleares. Su nuevo orden debe dominar a la muerte. La obra de Wiener ha seguido un curso dialéctico, una continua espiral de creación y destrucción del objeto, que es reconstruido siempre en un nivel diferente y con técnicas nuevas. Su situación interna lo mueve a buscar en