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Este documento analiza la evolución de la regulación del capital extranjero en argentina durante la segunda fase del proceso de sustitución de importaciones (1955-2000). Se explora la influencia de los gobiernos militares y civiles en la política de inversión extranjera, incluyendo la ley de inversiones extranjeras de 1976 y los tratados bilaterales de inversión. El documento también examina el papel de la inversión extranjera directa en el crecimiento económico y la importancia de los aportes extranjeros para la balanza de pagos.
Tipo: Resúmenes
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El concepto de economía nació con los fisiócratas franceses simultáneamente a la institución del mercado como mecanismo de oferta- demanda-precio. Los precios existían antes, pero su esfera estaba restringida al comercio y las finanzas, ya que sólo los banqueros y comerciantes utilizaban el dinero regularmente. No fue su ocasional fluctuación, sino su predominante estabilidad lo que les convirtió en un factor cada vez más importante a la hora de determinar los beneficios del comerciante.
La simple infiltración del comercio creó un buen número de desarrollos institucionales posteriores, como la penetración del comercio exterior en los mercados y la revolucionaria innovación de mercados con precios fluctuantes para los factores de producción, trabajo y tierras. Este nuevo campo de experiencia era la economía, y su descubrimiento llegó a los fisiócratas como una iluminación.
Adam Smith se convirtió en el fundador de la economía política porque reconoció, aunque débilmente, la tendencia hacia la interdependencia de estos diferentes tipos de precios en la medida en que eran el resultado de mercados competitivos. Sin embargo, ni Quesnay ni Smith intentaron establecer la economía como un ámbito de la existencia social que trasciende el mercado, el dinero o los precios.
La ficción mercantil puso el destino del hombre y de la naturaleza en manos de un autómata que controlaba sus circuitos y gobernaba según sus propias leyes. El temor al hambre del obrero y el deseo de ganancia del patrón mantenían el mecanismo continuamente en funcionamiento.
Esta práctica utilitaria tan poderosa, lamentablemente, deformó la comprensión del hombre occidental de sí mismo y de la sociedad. La doctrina pareada fue que las instituciones de la sociedad estaban "determinadas" por el sistema económico. El mecanismo de mercado creó para ello el espejismo del determinismo económico como si fuera una ley general para toda la sociedad humana.
La acción racional, como tal, es la relación de los fines con los medios; la racionalidad económica, específicamente, supone que los medios son
escasos. Pero la sociedad humana va mucho más allá de todo eso. El racionalismo económico no tiene respuesta a preguntas sobre cuál debería ser el fin del hombre y cómo debería elegir los medios, que implican motivaciones y valoraciones de un orden moral y práctico.
Para mantener la aparente unidad, se dieron dos significados adicionales de lo racional: en cuanto a los fines, se postuló que racional era una escala de valores utilitaria; en cuanto a los medios, la ciencia aplicó una escala de comprobación de los rendimientos. Ningún significado de lo racional es relevante para definir el principio del racionalismo.
Fue un rasgo destacado de la mentalidad de mercado. La acción económica se suponía "natural" al hombre y por tanto autoexplicativa. Este eclipse del pensamiento político fue la deficiencia intelectual de la época, originada en la esfera económica, pero que a la larga destruyó cualquier planteamiento objetivo de la economía misma.
El solipsismo económico generó un concepto insulso de justicia, ley y libertad, en nombre del cual la historiografía moderna negó toda credibilidad a los incontables textos antiguos, en los que se declaraba que el fin del estado era el establecimiento de la rectitud, la insistencia en la ley y el mantenimiento de una economía central sin opresión burocrática.
La absorción de la economía por los conceptos mercantiles fue tan total que ninguna de las disciplinas sociales pudo escapar a sus efectos.
La gran transformación: una crítica al
liberalismo de mercado
Reconocemos que los largos periodos de desempleo, los persistentemente altos índices de desigualdad y las predominantes pobreza y miseria en gran parte de América Latina han tenido un efecto desastroso en la cohesión social, y han sido una fuerza contribuyente de los altos y crecientes índices de violencia que padecen. Las políticas económicas no sólo contribuyeron a una ruptura de relaciones sociales duraderas, sino que esa ruptura tuvo efectos económicos muy adversos. Los inversionistas recelaban de colocar su dinero en países donde las tensiones sociales parecían tan graves, y muchos dentro de esos países sacaron su dinero, lo que creó una dinámica negativa.
Polanyi expone el mito del libre mercado: nunca hubo un sistema de mercado autorregulado de verdad libre. En sus transformaciones, los gobiernos de los países hoy industrializados tuvieron un papel activo no sólo en la protección de sus industrias mediante aranceles, sino también en la promoción de nuevas tecnologías. Los defensores del consenso neoliberal de Washington destacan que las intervenciones gubernamentales son el origen del problema; la clave para la transformación es 'poner el precio adecuado"
Polanyi sostiene que la creación de una economía de mercado autorregulada requiere que los seres humanos y el ambiente natural se conviertan en simples mercancías, lo que asegura la destrucción tanto de la sociedad como del ambiente. Conforme se hacen visibles las consecuencias de los mercados irrestrictos, las sociedades se resisten. Esto se debe a que las mercancías ficticias (como la tierra, el trabajo y el dinero) no se produjeron originalmente para venderse en un mercado, lo que hace imposible el desarraigo de la economía. Las sociedades de mercado reales necesitan que el Estado desempeñe una función activa en el manejo de los mercados, y esa función requiere decisiones políticas.
Debido a que las sociedades invariablemente retroceden ante el precipicio de la experimentación cabal de la autorregulación del mercado, sus teóricos siempre pueden sostener que cualquier fracaso no es resultado del diseño de estos mercados, sino de la falta de voluntad política para ponerlos en práctica. Polanyi sostiene que las sociedades de mercado consisten en dos movimientos opuestos: el movimiento de laissez-faire hacia la expansión del alcance del mercado y el contramovimiento protector que surge de la resistencia al desarraigo de la economía. Aunque las simpatías de Polanyi están por lo general con el contramovimiento protector, también reconoce que en ocasiones se crea un peligroso punto muerto político-económico, lo que permitió el ascenso del fascismo en Europa.
Polanyi argumenta que las reglas que rigen la economía mundial se encuentran en el centro de su marco teórico. Analiza cómo el patrón oro, al intentar crear un mercado global integrado, tuvo consecuencias contrarias, imponiendo costos económicos incosteables a los pueblos. Esto intensificó la rivalidad política, militar y económica entre naciones, lo que culminó en la Primera Guerra Mundial. Polanyi considera que la visión neoliberal de un ajuste automático de los mercados en el ámbito global es una fantasía peligrosa, y que la economía global necesita instituciones regulatorias fuertes para evitar crisis económicas abrumadoras.
Polanyi se mantenía optimista sobre el futuro, creyendo que el ciclo de conflictos internacionales podía romperse. Consideraba que el paso clave era eliminar la creencia de que la vida social debía subordinarse al mecanismo de mercado, lo que abriría el camino para subordinar tanto las economías nacionales como la global a las políticas democráticas. Veía en el Nuevo Trato de Roosevelt un modelo de estas posibilidades futuras, donde la economía se organizaría en torno a los mercados y la actividad mercantil, pero con un nuevo conjunto de mecanismos regulatorios que protegerían a los seres humanos y la naturaleza de las presiones del mercado.
Tres aproximaciones a la idea de dinero
Existen tres aproximaciones a la idea de dinero: intuitivas, funcionales y esenciales. Las definiciones intuitivas señalan al dinero como "todo lo que se acepta generalmente como medio de cambio", resaltando su función de facilitador del intercambio. Las definiciones funcionales abordan las funciones que cumple el dinero, como medio de cambio, unidad de cuenta y reserva de valor.
Funciones del dinero
Medio de cambio: El dinero funciona como un facilitador de los intercambios, siendo la primera función que tuvo la moneda en relación al pago del tributo al templo. Unidad de cuenta: El dinero funciona como tal porque con él se marcan los precios de los bienes y servicios. Reserva de valor: El dinero puede usarse para transferir poder adquisitivo del presente al futuro, vinculándose con la esfera financiera.
Hay una estrecha vinculación entre la función de medio de cambio y la de reserva de valor, ya que el dinero puede cumplir la primera función porque también es reserva de valor, aunque esto último puede tener una tendencia contrapuesta a la primera función al permitir el atesoramiento.
Las definiciones esenciales del dinero
Existen dos grupos teóricos principales que buscan identificar la esencia del dinero:
Marxistas : Sostienen que el dinero es la medida de valor de todas las mercancías, por ser la mercancía 'equivalente general'.
Teóricos de la 'desmaterialización' del dinero : Formulan una definición esencial del dinero como un 'acuerdo' o 'lazo social'. Para ellos, el dinero no guarda relación con el trabajo, sino que es un acuerdo entre los miembros de una comunidad para utilizarlo como medio de pago.
Las discrepancias entre los marxistas surgen al tener que aplicar su razonamiento a la modalidad actual del dinero: el dinero fiduciario, que carece de valor intrínseco y cuya aceptación se basa en la confianza en la autoridad que lo respalda. Esto ha hecho desaparecer la relación directa del dinero con el valor-trabajo.
reducirá la actividad económica. Esto hará que falte dinero que retorne al circuito productivo, por lo cual el sistema financiero deberá ofrecer créditos con tasas de interés positivas.
Las consecuencias sistémicas de la tasa de
interés positiva
La especulación financiera es favorecida al elevarse la tasa de interés, en detrimento de las actividades productivas.
La concentración de la riqueza es favorecida por la tasa de interés, pues quien tiene dinero puede acrecentarlo fácilmente haciéndolo 'trabajar' en el circuito financiero. Quien pide prestado dinero deberá transferir una porción importante de su excedente a los acreedores.
El deterioro ambiental es impulsado por la tasa de interés, ya que la evaluación de proyectos de inversión favorecerá a aquellos de resultados inmediatos en detrimento de los de lenta maduración, debido a que la tasa de interés permite 'descontar' valores futuros llevándolos a valores presentes.
Se han propuesto algunas soluciones para reducir la tasa de interés, como mecanismos de 'tasa de desinterés'.
Keynes y Gesell
Keynes propuso que el Estado interviniera aumentando el volumen de capital de modo de eliminar la escasez del mismo. Por su parte, Gesell había formulado otra propuesta: la oxidación monetaria, que consistía en la depreciación programada del valor de la moneda, lo que se logra aplicando un impuesto a la tenencia de dinero en el bolsillo. Gesell consideraba que la solución que se propusiera para desalentar el atesoramiento debiera asegurar la circulación efectiva del dinero y reducir la tasa de interés a un nivel ínfimo. La oxidación lograría ambos objetivos simultáneamente.
La escuela keynesiana explica que en el capitalismo se atesora moneda porque es el 'activo más líquido' y la liquidez es valorada por distintos motivos que tienen su dimensión en la propia sociedad capitalista. Sin embargo, el señalamiento crítico de Keynes a la propuesta de oxidación es que si se le quitara al dinero la ventaja que tiene para ser atesorado, aparecerían otros activos sucedáneos cercanos que se emplearían con tal fin.
Por otro lado, la antropología económica muestra que el atesoramiento no es exclusivo del capitalismo, sino que el hombre primitivo también atesoraba objetos preciosos. Más allá de la existencia de atesoramiento, esta acumulación no era usada como capital sino para crear una relación social, borrar una ruptura en las relaciones sociales y crear o simbolizar una posición social superior. En este sentido, se atesora para acceder al prestigio y al poder, que en la sociedad capitalista se logra a través de la riqueza material y el dinero.
El atesoramiento del medio de cambio puede no ser un problema en sociedades no regidas por la lógica del valor de cambio, donde el medio de cambio no está ligado al prestigio y al poder como sí lo está en el capitalismo.
Acumulación, atesoramiento y capitalismo
El término acumulación es usado de un modo confuso: unas veces para hacer referencia al ahorro, otras al atesoramiento y otras a la acumulación de capital. En este texto, se entiende la acumulación de esta última manera, mientras que el ahorro es la parte del ingreso que no se gasta y el atesoramiento es aquella parte del ahorro que permanece fuera del circuito económico.
La acumulación de medios de producción no es necesariamente acumulación de capital, pero puede serlo. La diferencia que Marx hace entre reproducción simple y reproducción ampliada. El dinero - un dinero no capitalista - podría funcionar favoreciendo la reproducción ampliada, sin revestir por ello la forma capital y, por lo tanto, sin que esta reproducción ampliada pueda denominarse acumulación de capital.
La pregunta acerca de qué sería una moneda no capitalista es incorrecta: una moneda no puede ser capitalista o no capitalista, sino que existe un uso
Informe de la Comisión sobre la Medición del
Desarrollo Económico y del Progreso Social
La Comisión tiene como objetivo determinar los límites del PBI como indicador de los resultados económicos y del progreso social, reexaminar los problemas relativos a la medición, identificar datos adicionales, evaluar la viabilidad de nuevos instrumentos de medición y debatir sobre una presentación adecuada de datos estadísticos.
Las mediciones habituales pueden dar a entender que la inflación es más reducida o el crecimiento más fuerte de lo que perciben las personas. Esta diferencia es importante y está generalizada, y no puede reducirse a la psicología humana y la ilusión monetaria. Existen diversos factores que pueden explicar esta diferencia, como problemas en el proceso de medición, debates sobre la elección de los conceptos pertinentes, o que el PBI o todo agregado calculado por habitante no proporcione una evaluación adecuada de la situación de la mayoría de la población.
La Comisión propone instrumentos de medición diferentes o complementarios en diferentes ámbitos, esperando que influya en la acción futura en materia de política estadística en los países desarrollados y en los países en desarrollo. Preconiza desplazar el centro de gravedad de nuestro aparato estadístico de un sistema de medición centrado en la producción a un sistema orientado hacia la medición del bienestar.
Este informe se dirige a los responsables políticos, a las autoridades que deseen tener una visión más adecuada de los indicadores disponibles o potenciales, a la comunidad académica, los especialistas en estadísticas y a las organizaciones de la sociedad civil que a la vez emplean y producen estadísticas, así como al público general.
Mensajes y recomendaciones principales del
informe
El informe establece que ha llegado el momento de adaptar nuestro sistema de medición de la actividad económica para reflejar mejor los cambios estructurales que caracterizan la evolución de las economías modernas. En
algunos países y sectores, el crecimiento de la 'producción' se debe más a la mejora cualitativa de los bienes producidos y consumidos que a su cantidad. Medir el cambio cualitativo supone un desafío, pero es esencial para medir los ingresos y el consumo reales, factores determinantes del bienestar material de las personas. Además, los servicios públicos han aumentado considerablemente desde la Segunda Guerra Mundial, pero siguen midiéndose mal en muchos casos. La evolución de la productividad en la prestación de dichos servicios se ignora, lo que puede llevar a subestimar o sobrevaluar el crecimiento de la economía y de los ingresos reales.
Otro mensaje clave es que ha llegado la hora de que nuestro sistema estadístico se centre más en la medición del bienestar de la población que en la medición de la producción económica, y que es conveniente que dichas mediciones del bienestar se restituyan en un contexto de sustentabilidad. Existe una diferencia creciente entre las informaciones transmitidas por los datos agregados del PIB y las que importan realmente para el bienestar de los individuos. Por lo tanto, hay que elaborar un sistema estadístico que complete las mediciones de la actividad mercantil por datos relativos al bienestar de las personas y mediciones de la sustentabilidad, este sistema deberá reflejar la diversidad de las experiencias personales y de las relaciones entre las diferentes dimensiones de la vida de las personas.
En el marco de la evaluación de bienestar material, referirse a los ingresos y al consumo, más que a la producción. Hacer hincapié en la perspectiva de los hogares. Tomar en cuenta el patrimonio al mismo tiempo que los ingresos y el consumo. Otorgar más importancia a la distribución de los ingresos, del consumo y de las riquezas. Ampliar los indicadores de ingresos a las actividades no mercantiles. La calidad de vida depende de las condiciones objetivas en las cuales se encuentran las personas y de sus capacidades dinámicas. Los indicadores de la calidad de vida deberían proporcionar una evaluación exhaustiva y global de las desigualdades. Se deberán concebir encuestas para evaluar los lazos entre los diferentes aspectos de la calidad de vida de cada uno, y las informaciones obtenidas se deberán utilizar cuando se definen políticas en los diferentes ámbitos. Los institutos de estadísticas deberían proporcionar las informaciones necesarias para asociar las diferentes dimensiones de la calidad de vida y permitir de esta manera la construcción de diferentes índices. Las mediciones del bienestar proporcionan informaciones esenciales sobre la calidad de vida. La evaluación de la sustentabilidad necesita un conjunto de indicadores bien definido.
La reforma fiscal de Reagan en 1981 introdujo rápidas cuotas de depreciación y otros cambios radicales en el mercado inmobiliario, lo que llevó a los inversores a aprovechar al máximo las nuevas reglas. Cuando en 1986 se suprimieron estas ventajas fiscales, la burbuja inmobiliaria se pinchó, dejando una herencia problemática para el sucesor de Reagan, George Bush padre.
Los efectos devastadores del aumento de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal también se sintieron en América Latina, donde el sector bancario se vio gravemente afectado y muchas entidades quebraron. Esto a su vez debilitó nuestro propio sistema bancario y la economía en general.
La crisis bancaria más profunda se produjo en 1988-1989. En sus esfuerzos por sanear sus balances, los bancos redujeron drásticamente la concesión de créditos, lo que secó el flujo de capital y gradualmente desaceleró la economía estadounidense.
Cuando la economía entró en recesión, la Reserva Federal acabó por reducir los tipos de interés en 1991. Sin embargo, esta recesión tuvo un impacto significativo, con 3,5 millones de nuevos desempleados entre 1990 y 1992, y millones más que perdieron sus empleos por peores condiciones.
El presidente Clinton hizo de la reducción del déficit su prioridad número uno, lo que implicó dejar en segundo plano gran parte de su agenda de medidas sociales. Lo que se intentó fue "dejar la bala de la reducción del déficit en la recámara" para asegurar una mayor reducción en años venideros, esperando que la salud de la economía hubiera mejorado lo suficiente.
La reducción del déficit tuvo un efecto no buscado de recapitalizar varios bancos del país, lo que sirvió para reactivar la economía tanto como cualquier otra medida. Además, al bajar los tipos de interés a largo plazo, los bancos volvieron a su negocio principal: el crédito.
Por lo tanto, la reducción del déficit puede considerarse un "acierto involuntario", una decisión correcta adoptada por motivos incorrectos.
El juego de la confianza: explicación
alternativa
La reducción del déficit era solo una de las medidas necesarias para revitalizar la economía. Se suponía que la responsabilidad fiscal era
territorio de los republicanos conservadores, pero después de doce años de libertinaje fiscal, el trabajo sucio quedó a cargo de Clinton sin ayuda de los republicanos, que votaron unánimemente en contra de su plan de reducción del déficit.
Clinton tuvo la valentía de recortar los gastos y también de aumentar los impuestos, especialmente a los ricos, que habían obtenido la mayor parte de las ganancias económicas en las dos décadas anteriores. La oposición fue intensa: los republicanos insistían en que los impuestos paralizarían el crecimiento económico.
Creo que llevamos la reducción del déficit demasiado lejos. Si la reducción del déficit era lo que nos había sacado de la recesión, entonces otros países en recesión también deberían reducir su déficit; y esta fue la política que, a instancias nuestras, el FMI impuso a países en vía de desarrollo, con los desastrosos resultados de todos conocidos.
Para una economía que afronta un descenso económico, las ventajas de incrementar los gastos superan con creces los inconvenientes, incluso si estos gastos se financian completamente a través del déficit, y es especialmente cierto cuando estos gastos son inversiones de alta rentabilidad.
Hubo muchas oportunidades de inversión en el sector público con muy alto rendimiento económico y social a las que tuvimos que renunciar. Estas insuficiencias inversoras en el sector público no dejan de afectar negativamente a la inversión en el sector privado. También invertimos menos de lo necesario en las ciudades del interior del país.
Una contabilidad inadecuada es fuente de información errónea y conduce a decisiones económicas incorrectas. La reducción del déficit no sólo no suele solucionar las bajas económicas a corto plazo, sino que puede incluso ser perniciosa para el crecimiento económico a largo plazo. Esta última lección es particularmente importante para Europa, que ha sufrido limitaciones en su política económica debido al pacto de estabilidad.
Greenspan parecía confiar en domar a la burbuja —y salvar al país de los efectos de su explosión— solamente con palabras. Cuando se evidenció que las palabras no bastaban para desinflar la burbuja, no se reaccionó adoptando ninguna otra medida ni acción alternativa.
La desregulación del sector de las telecomunicaciones, el sector eléctrico y el sector bancario, así como la falta de regulación en el sector de la contabilidad, contribuyeron a la creación de burbujas y problemas económicos. Existían razones fundamentales para el optimismo económico de los años noventa, como los avances tecnológicos, pero la desregulación se convirtió en la "niña bonita" de la política, a pesar de que lo necesario no era desregular, sino reformar las regulaciones existentes. La desregulación de las telecomunicaciones liberó fuerzas que no apuntaban únicamente a la producción de mejores bienes y servicios, sino al establecimiento de la hegemonía en el mercado, lo que contribuyó a la burbuja y posterior descenso económico. Los defensores de la desregulación cometieron el error de pensar que la sola existencia de competencia era suficiente para que los mercados funcionaran bien, sin tener en cuenta que podían persistir grandes distorsiones.
La desregulación y sus consecuencias
La Ley de Telecomunicaciones de 1996 exigió que las Baby Bells "desataran" sus líneas de servicio y equipamiento, ofreciendo acceso a sus competidores a precios con descuento. Esta disposición fue todo lo que quedó de una compleja estructura de subvenciones destinada a asegurar un servicio a precios modestos para los más pobres y los habitantes de las zonas rurales.
Se confiaba en que la desregulación conduciría a una explosión de productividad, pero el crecimiento de la productividad durante la era de la desregulación, los años de Carter-Reagan-Bush, fue muy inferior al que lo precedió o lo siguió. En el caso de los años de Clinton, la desregulación condujo a una explosión de actividad, aunque gran parte de ésta no fuera sino un derroche de recursos.
La investigación económica de los años setenta y ochenta reveló una amplia gama de fallos del mercado, como imperfecciones de la competencia, mercados ausentes y externalidades. Sin intervención gubernamental, los mercados producirán demasiado cuando haya externalidades negativas, como la contaminación, y demasiado poco cuando haya externalidades positivas, como las inversiones en investigación básica.
Uno de los más importantes fallos del mercado es el esfuerzo de los negocios por suprimir la competencia. Uno de los logros de Clinton fue reconocer la importancia de la competencia para el buen
funcionamiento de la economía, no sólo para garantizar precios bajos a los consumidores, sino también para fomentar la innovación.
La desregulación parece estar más motivada por intentos de aumentar los beneficios que por una verdadera preocupación por la eficiencia de la economía estadounidense. Las empresas generalmente se oponen a las subvenciones para todos menos para sí mismas, están a favor de la competencia en todos los sectores menos en el propio, y a favor de la franqueza y transparencia en todos los sectores menos en el suyo.
El Consejo de Asesores Económicos intentó preparar una lista exhaustiva de exenciones fiscales y subvenciones a sociedades difíciles de justificar, pero el Tesoro lo rechazó, sugiriendo que la expresión "bienestar empresarial" sonaba a lucha de clases.
Algunas ventajas empresariales se otorgan en forma de regalo de los recursos naturales del país, como el espectro radioeléctrico, que históricamente se repartía de forma gratuita, permitiendo a los magnates de los medios de comunicación amasar una fortuna.
Otras formas comunes de ventajas empresariales ocultas son las ayudas fiscales y la protección contra la competencia.
Era necesario redefinir el papel del Estado y contar con mecanismos de regulación cuidadosos y limitados, ya que tanto los mercados como los gobiernos fallan con frecuencia.
Los auges y crisis económicos se han asociado a menudo con la desregulación, sobre todo en el sector financiero, como la debacle de las cajas de ahorro en Estados Unidos.
Los mensajes de Prebisch
Prebisch formuló un conjunto de ideas que enriquecieron el acervo intelectual de nuestros países. El primer mensaje clave de su obra es que los países centrales conforman visiones del orden mundial funcionales a sus propios intereses. Por lo tanto, es necesario rebelarse contra ese esquema teórico para resolver el problema del desarrollo. Las formulaciones ideológicas de los centros desarrollados conciben una organización del sistema en que los países de la periferia son apenas segmentos del mercado mundial y no sistemas nacionales capaces de conformar estrategias para desplegar su potencial de desarrollo económico y social e incorporar los avances de la ciencia y la tecnología.
La densidad nacional
El análisis comparado de la experiencia de los países exitosos revela la presencia de ciertas condiciones necesarias que, en conjunto, denomino la densidad nacional. Estos componentes son: 1) la cohesión social, 2) la calidad de los liderazgos, 3) la estabilidad institucional de largo plazo, y 4) la existencia de un pensamiento propio, crítico del pensamiento hegemónico del centro.
América Latina tropieza con la debilidad de la densidad nacional de nuestros países. Nuestro desafío en la resolución del dilema del desarrollo en el mundo global es mayor que en otras partes, porque aquí tenemos que responder a los problemas de la actualidad y, simultáneamente, reparar los agravios del pasado. Es preciso enriquecer la densidad nacional de nuestros países en los cuatro componentes mencionados.
Los tres grandes mensajes de Prebisch conservan plena vigencia: 1) la importancia decisiva del pensamiento crítico, 2) que la transformación es posible, y 3) que no es posible el desarrollo sin un cambio estructural profundo que incorpore las actividades en la frontera del conocimiento.
La regulación de la inversión extranjera en la
Argentina en los distintos regímenes de
acumulación
La política en relación al capital extranjero está decisivamente condicionada por el régimen de acumulación dentro del cual se implementa. El régimen de acumulación no es independiente del dominante en cada fase de la economía mundial, ya que condiciona las posibilidades de inserción en la economía mundial de las distintas fracciones nacionales del capital e incide sobre la relación de fuerzas entre esas fracciones.
En la Argentina, pese a los cambios experimentados desde 2003 en el régimen de acumulación, aún subsiste la regulación legal de la inversión extranjera establecida en los años noventa, en el marco de un régimen internacional de acumulación actualmente en crisis y que experimenta rápidas transformaciones.
El conjunto del trabajo procura contribuir a la discusión del tipo de regulación del capital extranjero que requiere un modelo de acumulación orientado a profundizar la industrialización con una creciente integración social.
La Argentina Oligárquica
En Argentina, la entrada de capital extranjero y las remesas de utilidades no estuvieron sujetas a regulación alguna entre 1870 y la crisis de 1930. Durante este período, casi el 45% del capital fijo era propiedad de inversores extranjeros, quienes ocupaban los núcleos productivos estratégicos. El régimen de acumulación vigente se basaba en el libre cambio, lo que supuso un escaso desarrollo manufacturero, dependiendo el crecimiento de las condiciones externas de demanda y de precios.
En los años 20, Argentina experimentó una nueva ola de inversiones extranjeras ligada a la expansión internacional de las empresas norteamericanas productoras de bienes de consumo durable. Sin embargo, esta inversión fue relativamente menor que en otros países, debido a la elevada concentración del ingreso y el paulatino distanciamiento de los salarios locales respecto a los imperantes en esos países, lo que tornaba a la economía argentina menos atractiva para la radicación de inversiones orientadas a la producción de estos productos para el mercado interno.
El ascenso al poder del peronismo supuso un régimen de acumulación apoyado en una alianza entre el capital local centrado en el mercado interno y la clase obrera, lo que impulsó la expansión de ese mercado sobre la base de una amplia protección aduanera para la industria manufacturera. El gobierno procedió a la estatización de los ferrocarriles y de importantes empresas de servicios públicos, al rescate de la casi totalidad de los empréstitos externos e impulsó la presencia en sectores claves de la economía de empresas estatales.
En 1953 se estableció por primera vez un régimen legal completo, aunque limitado a la industria y la minería, para la inversión extranjera. Este régimen sujetaba la inversión a una aprobación previa, condicionada a que recayera en una actividad cuyo desarrollo por el capital extranjero estaba previsto en la estrategia industrial del gobierno y que significara un efectivo aporte de divisas. Además, se prohibía remitir utilidades antes de 2 años y repatriar el capital antes de 10.