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En este documento, freud analiza la paranoia como una forma de defensa psíquica, en la que el individuo proyecta al mundo exterior representaciones inconciliables con su yo. Freud compara la paranoia con otras formas de defensa como la histeria, la neurosis obsesiva y la confusión alucinatoria, estableciendo diferencias en cuanto al tratamiento del afecto y el contenido de la representación inconciliable. El texto también menciona un caso clínico de un paciente llamado rudi kaufmann, en el que se observa un 'sueño de comodidad' guiado por el cumplimiento de un deseo. Este documento representa uno de los primeros estudios de freud sobre la paranoia, sentando las bases de su teoría sobre este trastorno mental.
Tipo: Resúmenes
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la neurastenia se genera un empobrecimiento totalmente si- milar por el hecho de que la excitación se escapa como por un agujero, pero en ese caso se bombea en vacío s. S., mien- tras que en la melancolía el agujero e^tá en lo psíquico. El empobrecimiento neurasténico, por su parte, puede des- bordar sobre lo psíquico. Y además, los fenómenos son de hecho tan semejantes que en muchos casos es preciso poner cuidado para separarlos.
[Figura 3.] '^
Manuscrito H.'"' Paranoia
La representación delirante se clasifica en la psiquiatría junto a la representación obsesiva como una perturbación puramente intelectual, y la paranoia junto a la locura obsesi- va como psicosis intelectual. Una vez cjue la representación obsesiva se ha reconducido a una perturbación afectiva, y se ha demostrado que debe su intensidad a un conflicto, es forzoso que la representación delirante caiga bajo la misma concepción; por tanto, también ella es la consecuencia de
"•'• [Anexo a una carta (inédita) del 24 de enero de 1895. — Es este el primero de numerosos estudios de Freud sobre la paranoia. Doy un resumen de ellos en mi «Nota introductoria» al análisis de Schreber (ISllc), AE, 12, págs. 4-6. Más o menos un año después del presente manuscrito, Freud volvió a hacer un examen (menos in- teresante) del tema en el Manuscrito K (infra, págs. 266 y sigs.), qae luego, ampliado, constituyó h sección III del segundo trabajo sobre las neuropsicosis de defensa (1896¿), AE, 3, págs. 175 y sigs. Si bien aquí se indaga en el mecanismo de la proyección, no hay ninguna vislumbre de que la afección tenga un fundamento en la homosexualidad. Esa teoría fue dada a conocer por primera vez en el análisis de Schreber (AE, 12, pág. 41), aunque allí nos dice Freud (ibid., pág. 55) que había estado estudiando el problema ¡unto con
unas perturbaciones afectivas y debe su intensidad a un pro- ceso psicológico. Los psiquiatras suponen lo contrario, el lego está habituado a derivar la locura de unas vivencias anímicas conmocionantes. Quien en ciertas circunstancias no pierde su entendimiento «es que no tiene ninguno que perder»/'''
De hecho, esto es así: la paranoia crónica en su forma clásica es un modo patológico de la defensa, como la histe- ria, la neurosis obsesiva y la confusión alucinatoria. Uno se vuelve paranoico por cosas que no tolera, suponiendo que uno posea la predisposición psíquica peculiar para ello. ' ¿En cjué consiste esta predisposición? En la inclinación a aquello que constituye el signo distintivo psíquico de la paranoia; lo consideraremos con un ejemplo. Una doncella que va envejeciendo, de unos 30 años, vive junto con su hermano y su hermana [mayor]. Pertenecen al estamento obrero superior; mediante su trabajo, el hermano ha logrado instalarse como pequeño fabricante. Entretanto, alquilan una habitación a un compañero, un hombre muy viajado, algo enigmático, muy diestro e inteligente, que durante un año mora con ellos como el mejor camarada y la mejor de las compañías. Luego el hombre se despide, para retornar pasados seis meses. Ahora permanece sólo breve tiempo y desaparece definitivamente. Las hermanas suelen lamentar su ausencia, no saben más que hablar bien de él; no obstante, la menor le cuenta a la mayor sobre una vez que él intentó ponerla en peligro. Ordenaba ella la pieza mien- tras él todavía estaba en cama; entonces la llamó junto al lecho, y cuando se llegó sin sospechar nada, le puso su pene
Jiing y Ferenczi «en los últimos años». Ernest Jones (1955, págs. 303 y 281) menciona c]ue Freud había planteado el asunto a Ferenczi el I i tic febrero de 1908 —en una carta que Jones cita en parte (ibid., pág. 488)—, y lo había discutido con Jung unos días antes, el 27 de enero. J:n esa carta a Jung, asevera Jones (ibid., pág. 281), Freud de- cía que l'liess le había enseñado esto. Presumiblemente lo hizo de palabra, ya que en las publicaciones de Fliess no hay indicio alguno de ello. Ahora bien: hace poco se descubrió un memorando (hasta ahora inédito) que Freud envió a Jung y que versa sobre la teoría í\¿ la paranoia con bastante detalle; y tampoco en él hay trazas del tundamcnto homosexual. Aunque ese memorando no tiene fecha, se lo halló junio a otras cartas dirigidas a Jung que datan del primer scmcsire de 1907. Es probable, entonces, que la nueva teoría fuese concebida en el segundo semestre de ese año, y que Freud sólo la hubiese considerado seriamente poco antes de enviar las dos cartas a lung y Ferenczi antes mencionadas.] 5'' [Lessing, Emilia Galotti, acto IV, escena 7. La misma cita apa- rece en un trabajo inconcluso de Freud, «Personajes psicopáticos en el escenario» (1942a [1905-06]), AE, 7, pág. 281.]
tonces imperturbado, pero algo varió en la posición de to- da la cosa. Antes era un reproche interno, ahora era una insinuación que venía desde afuera. El juicio sobre ella había sido trasladado hacia afuera, la gente decía lo que ella habría dicho de sí misma. Algo se ganaba con ello. Al juicio pronunciado desde adentro habría debido aceptarlo; al que llegaba desde afuera podía desautorizarlo. Con esto, el jui- cio, el reproche, era mantenido lejos del yo. La paranoia tiene, por tanto, el propósito de defenderse de una representación inconciliable para el yo proyectando al mundo exterior el sumario de la causa que la representa- ción misma establece."' Dos preguntas: [1] ¿Cómo se llega a ese traslado? [2] ¿Rige también en otros casos de paranoia?
"^ [En este enunciado emerge por primera vez el concepto de proyección, cuya primera aparición en una obra publicada se encuen- tra en el segundo trabajo sobre las neuropsicosis de defensa (1896¿), AE, 3, pág. 183, aunque allí se lo trata de manera mucho más su- maria que aquí.] '>" {«Misbrauch» al final del párrafo en el original; en AdA figura erróneamente «Ausbruch» {«estallido»}.]
calador de cumbres, el sportsman, etc. Son unos equivalen- tes eróticos. Las mujeres los conocen también. El tratamien- to ginecológico cae en esta categoría. Existen dos clases de mujeres enfermas: unas son tan fieles al médico como a su marido, las otras cambian de médico como de amante. Aho- ra bien, de este mecanismo de sustitución de efecto normal se abusa en el caso de las representaciones obsesivas —even- tualmente, a los fines de la defensa —.
[2.] Y bien: ¿rige esta concepción también para otros ca- sos de paranoia? Yo opinaría que para todos. Tomaré algunos ejemplos. El paranoico litigante no se concilia con la idea de ha- ber obrado mal, o de tener que separarse de sus bienes, En consecuencia, el juicio no es conforme a derecho, él no ha obrado mal, etc. El caso es harto claro, aunque acaso no del todo unívoco; se lo podría resolver más simplemente. La gran nación no puede entender la idea de haber sido derrotada en la guerra. Por consiguiente, no ha sido derro- tada, la victoria no vale; así da el ejemplo de una paranoia de masas, e inventa el delirio de la traición.*' El alcohólico nunca se confesará haberse vuelto impo- tente por la bebida. Puede tolerar mucho alcohol, mas no tolera en igual grado esa intelección. Por ende, es la esposa la culpable —delirio de celos, etc.—. El hipocondríaco se debatirá largo tiempo antes de hallar la clave para sus sensaciones de estar gravemente enfermo. No se confesará que aquellW provienen de su vida sexual, pero le deparará la máxima satisfacción que su enfermedad no sea endógena, en los términos de Moebius, sino exógena; en consecuencia, está envenenado. El funcionario relegado en los ascensos necesita {imagi- nar} el complot de persecución y que es espiado en su ofi- cina, de lo contrario tendría que confesarse su fracaso. Pero lo que así se genera no es siempre forzosamente un delirio de persecución. Un delirio de grandeza consigue, qui- zá todavía mejor, mantener apartado del yo lo penoso. Es el caso de la marchita cocinera que debería hacerse a la idea de permanecer excluida de la dicha amorosa. Es el momento justo para el caballero de la casa frontera, quien a todas lu- ces quiere desposarla y se lo da a entender de una manera tan asombrosamente tímida, aunque perceptible. En todos los casos, la idea delirante es sustentada con la misma energía con que el yo se defiende de alguna otra
*! [Alude a las secuelas de la guerra franco-prusiana de 1870.J
[Figura 4.]
Psicosis histérica
Panorama general defendido
Histeria
Representación obsesiva
Confusión alucinatoria
Paranoia
Afecto
Tramitado por conversión
Conservado
Ausente
Conservado
Contenido de la representación
Ausente de la — conciencia
Ausente de ¡a — conciencia Sustituido
— Ausente
Conservado
Proyectado
Alucinación
Amistosa para el yo Amistosa para la defensa
Hostil al yo Amistosa para la defensa
Resultado
Defensa lábil con ganancia buena
Defensa permanente sin ganancia
Defensa permanente, ganancia brillante
Defensa permanente sin ganancia
Domina
la conciencia Hostil al yo I Hostil a la defensa
Defensa fracasada
Carta 22"**
[... ] No tengo nada para adjuntarte. A lo sumo, una pequeña analogía para la psicosis onírica de D. que hemos vivenciado juntos. Rudi Kaufmann, un sobrino muy inteli- gente de Breuer, también médico, es dormikín y se hace despertar por una servidora a quien luego obedece de mala gana. Una mañana, ella torna a despertarlo y, como no quie- re oírla, lo llama por su nombre: «¡Señor Rudü». Tras eso el durmiente alucina un letrero de hospital (cf. Rudolfiner- haus)'''' con el nombre «Rudolf Kaufmann» sobre él escri- to, y se dice: «O sea cjue Rudolf .Kaufmann ya está en el hospital; no necesita entonces encaminarse a él», y sigue durmiendo.*'" [... ]
Manuscrito I/" Migraña: puntos establecidos
1. Un asunto de sumación. Desde el amago hasta el esta- llido de los síntomas pasan horas y hasta días. Uno tiene, por así decir, la sensación de cómo es superado un obstáculo y luego se continúa un proceso.
'>' L Techada en Vicna el 4 de marzo de 1895.] '''•' LUn hospital privado de Vicna. — «Rudi» es el sobrenombre familiar para «Rudolf».] '' [Este es quizás el primer registro cjue chiste de un «sueilo de comodidad» guiado por el cumplimiento de deseo; fue presentado luego por Frcud en IM inicrprctación de ¡os sueños ( 1 9 0 0 Í ¡ ) , / 1 £ , 4, ]iágs. 144-5 y 245. Volvió a apelar a este ejemplo en Esqueiiu del PÚcocmáUsis (1940^), AE, 23, pág. 168.] '•' [Sin fecha. Este manuscrito no formaba parte del resto de la colcceicSn, sino que estaba en poder del doctor l^obert Fliess, en Nueva York. En un fragmento no publicado ac|uí de la Carta 22 parece hacerse referencia a este documento como si hubiera sido redactado poco antes que esa carta. — Tanto I'reud como Fliess sufrían de migrañas. Cf. Jones (1953, pág. 339J y Psicopalnlogía de la vida cotidiana (1901¿), /lE, 6, pág. 28.]