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Este documento resalta la importancia de una formación integral del abogado, más allá del dominio del derecho. Destaca la necesidad de análisis doctrinal, revisión jurídica, técnicas de interpretación y una sólida formación valoral. Enfatiza que el profesional debe tener una conducta íntegra y claros parámetros morales, anteponer la justicia a sus intereses. Discute los principios fundamentales del ejercicio de la abogacía, como independencia, imparcialidad, deber de informar, honradez, probidad y lealtad. Aborda la importancia del secreto profesional, la actitud de servicio y la libertad de defensa. Hace hincapié en que los abogados deben actuar de manera desinteresada, con probidad y respeto, manteniendo su independencia. Finalmente, resalta la importancia de la formación académica y evitar prácticas cuestionables que puedan dañar la imagen de la profesión.
Tipo: Apuntes
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Directorio 2008 - 2012 PRESIDENTE: Esc. Gabriel Cisneros Abedrabbo VOCALES: Ing. Guillermo Montoya Arq. Msc. Ximena Idrobo Sr. Gustavo Meythaler Dr. Daniel Escobar Dra. Jacqueline Costales Mat. Iván Pazmiño Tlga. Ivonne Ronquillo Ing. Cristian Aguirre
COORDINACIÓN: Ing. Anahí Cárdenas Oleas
DIAGRAMACIÓN: Wilson Trujillo B
www.culturaenecuador.org
IMPRESIÓN:
Dedicatoria
Presentación
“Los libros te enseñarán, y no te avergonzarán.” Asegura un refrán y otro dice: “La pluma es lengua del alma”.
El distinguido y apreciado colega, riobambeño, compañero de fun- ciones cuando ejerce como magistrado de la Sala Penal de esta Corte Pro- vincial de Justicia, el Dr. Marco Carrillo Velarde, entre sus virtudes mani- fiestas en esta espléndida obra jurídica de su autoría, afirmo que desborda su alma y el ímpetu de espíritu.
PREMISA. Bellamente habla del profesional del Derecho como cuan- do dice: “El abogado es hombre de sabiduría, de consulta, que siempre pone de manifiesto el altruismo y nobleza… ciudadano culto, que impone respetabilidad, justo, que profesa de manera imperativa el bienestar so- cial.”
Sin embargo y sin ambages, describe una penosa realidad relativa a nuestro campo de actividad, expresa que: “Estamos conviviendo la etapa del desamor, del irrespeto a la abogacía”, pues inclusive “…a lo mejor se busca sin sacrificio un rendimiento económico, sin mayor esfuerzo.”
Resalta que estamos “soportando calificativos peyorativos gracias a la mala fama que tiene nuestra profesión, con comentarios que van de lo ridículo a la ofensa”, por lo que recomienda “… establecer que la justicia por la que luchamos, sea labrada con dignidad, altura propias de quienes hemos escogido esta noble profesión. Justicia no es dañar a otro.”
Por aquello plantea con acierto, dentro de los ASPECTOS DEONTO- LOGICOS de su excelente obra, formular un combate ardiente y frontal a
las prácticas de corruptela; pide que: “Ayudemos a cambiar actitudes”. Y en mi opinión se torna magnánimo al afirmar que: “Estamos llamados a decir la verdad, a defender el derecho y principalmente la justicia.” Porque en otra frase que resulta célebre, es del pensamiento que: “La verdadera justicia alcanzaremos con moral y ética, en la práctica con comportamien- tos que brinden a la sociedad la suficiente confianza.”
En definitiva, y al punto, muy bien hace en afirmar que: “Debe asis- tirnos siempre el mejor de los comportamientos que conlleva a justipre- ciar nuestra noble profesión”.
Entre las figuras locales y nacionales de personalidades destacadas por el autor, consta también mi señor padre, por ello, no puedo menos que reconocerle en nombre de la familia, por la justicia que pregona y practica.
Dentro de la primera parte de su libro trata de: LOS VALORES FUN- DAMENTALES, asume temas gravitantes, tal la ETICA y la ABOGACIA, re- cuerda que “El hombre debe asumir la búsqueda del bien y alejarse del mal”; la DEONTOLOGIA-ETICA, ciencia de los deberes; la ETICA PROFE- SIONAL, apunta que se cualifica desde conductas elementales, en base al honor, dignidad, integridad, concernientes a las relaciones con los colegas, sobre todo, con el cliente, guardándole el secreto.
Al referirse a LA MORAL, describe su decadencia, opina por falta de compromiso, seriedad y profundidad en los estudios universitarios, ade- más, por la crisis de la sociedad, convirtiéndose el abogado algunas veces en “cómplice del fraude”, “encubridor del delito.”
Repleto en valores y principios éticos, el Dr. Marco Carrillo Velarde en mi criterio trasciende cuando plantea y escribe con decisión y valentía sobre estos aspectos relevantes e indispensables, en la vida del profesio- nal del Derecho. No cabe más que observar el respeto a todo y a todos, pues creo es la base de la convivencia social; su consecuencia es acepta- ción, armonía, paz e inclusive progreso.
Es importante no sólo saber de leyes, de su aplicación correcta, es
ción para discutir asuntos que se nos encomienda.
Se remite al tratadista Calamandri, quien estima que: “Los abogados debemos llamar la atención del cliente sobre la cuestión moral antes que sobre la cuestión del Derecho”.
Para finalizar la primera parte con pertinencia dedica un título a los FUNCIONARIOS JUDICIALES, a quienes preferentemente pide eficacia y celeridad en los trámites.
La segunda parte del libro titula: PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES y LEGALES, en donde cita y comenta realmente sobre aquellos más im- portantes, contenidos en la vigente Constitución de la República, muchos que vienen desde la anterior, y que hoy en la actualidad son de frecuente aplicación, uso por todos quienes estamos vinculados con el campo de las leyes.
Se refiere a cada unos de los principios de inmediación, preclusión, oficialidad, de investigación integral, del debido proceso, de contradic- ción, celeridad, ataca el retardo; de concentración, legalidad o reserva, publicidad, y de este último manifiesta que salvo honrosas excepciones los medios de comunicación son sensacionalistas; del juez natural, de la presunción de inocencia, baluarte poderoso de la libertad humana, según Carnelutti.
Otros principios que enuncia y hace bien en describirlos son: De la motivación, la inviolabilidad del derecho de defensa, dispositivo o que tra- ta del impulso procesal, se remite a un fallo de la Corte Constitucional; la oralidad, que no se debe confundir con oratoria; de oportunidad, es ex- cepción a la legalidad; el “nom bis in idem”, diferente de la cosa juzgada; la supremacía constitucional, de oficialidad, objetividad, de aplicación in- mediata y directa, el de incondicionalidad, de plena operatividad o que favorezca su vigencia efectiva.
Comparto y alabo cuando consagra aquello que dice: “Tenemos el verdadero reto de desarrollar, investigar y profundizar que los derechos y
garantías constantes en los textos constitucionales y legales, se constitu- yan en la brújula para una verdadera convivencia social justa, que reflejará en una verdadera democracia.”
Termina su espléndida obra con los Mandamientos del inmortal tra- tadista uruguayo Eduardo Couture.
Por lo que en fin, diferente, necesario, útil, de fácil comprensión es este valioso trabajo, pues no nos somete únicamente al frío análisis de las leyes, de la doctrina, jurisprudencia, sino también, en un momento deci- sivo del ejercicio de la abogacía, cuando muy bien resalta y recuerda los principios éticos, morales, que señalan cómo debemos comportarnos, ba- sado a su vez en los pensamientos de grandes filósofos, personalidades.
Con entusiasmo aseguro que esta obra es de gran utilidad, indispen- sable en las librerías, en las bibliotecas, en las manos de los estudiantes de Derecho y de los colegas, más aún. Colton plantea que “Debemos usar un libro como las abejas las flores: para absorber su esencia”.
Mis sinceras congratulaciones y agradecimiento a la vez al Dr. Marco Carrillo, por este valioso libro que me enaltece comentar, al que desde ya le advierto un éxito completo en su edición.
Dr. Luis Costales Terán MIEMBRO DE LA CASA DE LA CULTURA “BENJAMÍN CARRIÓN” NÚCLEO DE CHIMBORAZO
Introducción
Para establecer en clara forma el papel del Abogado o Jurisconsul- to y su relación con la sociedad, es lógico que debamos situarnos en el mundo contemporáneo, dentro de los diversos órdenes de la vida social, en que la capacidad creativa, la actitud y principios morales, no pueden encontrarse fuera del intrínseco del comportamiento profesional.
La sociedad ecuatoriana como es lógico, requiere cada día de altos niveles de intelectualidad con el propósito de seleccionar o forjar instru- mentos teóricos que necesita la comunidad nacional, para ir construyen- do el camino que la conduzca a la realización de la meta social deseada. El desenvolvimiento de la sociedad del hombre demanda el derecho de participación en la toma de decisiones, así como el acatamiento de su fun- ción como dirigido; ya no bastan las grandes palabras, si no son seguidas por hechos que correspondan a esas palabras. Los Abogados, de ninguna manera, podemos estar divorciados de la realidad social, tanto más que conocedores de la problemática en la que vive nuestro país, de manera particular respecto a la administración de justicia, al que hacer profesio- nal y en general a la actitud que asumimos como hombres y mujeres de derecho, debe asistirnos siempre el mejor de los comportamientos que conllevan a justipreciar nuestra noble profesión.
Estamos llamados a decir la verdad, a defender el derecho y prin- cipalmente la justicia, sin estas características, no podremos cumplir con nuestro deber; la actuación del profesional del derecho jamás debe per- mitir que la cubra sombra vergonzosa alguna, la carrera debe ser límpida, clara, para que seamos mirados y respetados, con deferencia como dig-
nidad humanas; en definitiva convertirnos en eternos defensores de los más caros derechos ciudadanos, de los derechos humanos. Pero no solo es el profesional en el libre ejercicio el que debe cumplir con estas carac- terísticas, esa reserva no es única para el abogado litigante; es también para los operadores de justicia, ya que justamente por ello en medio de sus funciones jurisdiccionales, las virtudes son esencias que adornan al juez; para el fiscal, al empleado público que en su calidad de abogado, está presto a brindar sus servicios no sólo en razón de la remuneración que percibe, sino que esta preparado a entregar su contingente honesto a la comunidad.
En las diferentes actividades que cumplimos los profesionales del derecho, debe estar presente la honradez, el secreto profesional, el respe- to al colega y magistrados; es decir ha de existir el comportamiento ético y moral, lo que conllevará sin lugar a dudas al éxito, imprimiendo confianza al cliente que espera de nosotros actuaciones transparentes.
El presente trabajo no constituye de modo alguno “el manual de comportamiento profesional” , por el contrario simplemente son claras recomendaciones que las presento, fruto de las experiencia profesional por más de dos décadas de camino recorrido, he tenido que compartir enseñanzas de ilustres magistrados y más funcionarios judiciales; de pro- fesionales del derecho en el libre ejercicio, que con su altos quilates de hombres estudiosos, han orientado a consignar día a día lo mejor de mis conocimientos modestos por cierto; de colegas abogados docentes y guías de la juventud, con sapiencia han abonado el espíritu de hombres y muje- res libres, de buenas costumbres que requiere nuestra patria. En una sociedad conflictiva como la nuestra, debe estar fundada en el respeto y ejecutar fielmente el mandato que se nos entregue, como par- te de nuestra misión; ello impone deberes y obligaciones múltiples para nosotros mismos, al cliente, a los tribunales y autoridades ante las cuales asistimos como abogados en representación de quienes confían en nues- tros conocimientos profesionales, a nuestros colegas y a la sociedad en general.
En el presente texto que pongo a vuestra consideración, encontrarán
apoyándose en la experiencia histórica y filosófica, que ha desarrollado la humanidad, pero con espíritu crítico y una razón activa, evitando idealiza- ciones irracionales o fantásticas; para lograr esto se requiere de hombres y mujeres que labremos y trabajemos en hechos de beneficio de la huma- nidad.
Presento y entrego este pequeño trabajo a mis queridos colegas, a mi pueblo, a mis hermanos espirituales, hombres libres y de buenas cos- tumbres, que siembran día a día la moral y el buen comportamiento ético que la sociedad nos exige y que debe ser regla interna de cada uno de nosotros.
Porque escogimos esta noble profesión, no puede ser de otra mane- ra, que ella se constituya una forma de servir a la comunidad.
La Palabra ABOGADO proviene del latín advocatus que quiere de- cir HOMBRE DE CIENCIA, PATRONO, LETRADO, DEFENSOR, ya que en la era romana en los asuntos donde existía dificultad, para que se les auxi- lien, los llamaban a fin de que puedan ser socorridos por personas que tenían conocimientos del derecho, es decir que eran hombres de ciencia, versados en la erudición del derecho. En la definición que hace el doctor Guillermo Cabanellas en su diccionario jurídico nos dice que Abogado es “El que con título legítimo ejerce la Abogacía. También es el profesor en jurisprudencia que con título legal se decida a defender en juicio, por es- crito o de palabra, los intereses y causas de los litigantes”. Por manera que el significado que tiene que darse por parte de quien luce ese orgullo de ser Abogado, es el que acepta esa misión en la que él, aquilata, estudia, que es hombre de consulta, cuya erudición y sabiduría pone siempre de manifiesto el altruismo y nobleza.
El Abogado no es el resultado de una consagración académica como señalaría Ossorio, sino una concreción profesional, que en el ejercicio de la abogacía se convierta dedicando su vida a dar consejos jurídicos y exigir justicia en los tribunales, quien olvida de estos hechos, puede ser cual- quier otra cosa, pero menos abogado. Estamos conviviendo la etapa del desamor, irrespeto a la abogacía, existe inconciencia respeto al rol, por lo que requerimos mutuamente que hagamos conciencia y procedamos de manera inmediata a corregir los errores que están manchando la repu- tación del abogado y en manera particular de la carrera de Derecho, que con dedicación seamos verdaderos profesionales sin caer en las redes de la corrupción en la falta de ética profesional y otras taras que se van prac- ticando en desmedro de nuestra propia profesión.
El ABOGADO tiene en su vida misma esa esencia vital, un reto que es justamente el de luchar, del trabajo honesto, el ser humano que se esfuer- za, en el propósito de cualificar al sector abogadil, aquilatando el sitial que se nos ha puesto en la historia que lógicamente corresponde al verdadero
profesional del Derecho, quien siempre imprime una incuestionable con- ducta en su quehacer. Esto significa que los Abogados somos los llamados a decir la verdad y soldados de la justicia en la correcta aplicación del De- recho, características básicas que no pueden dejar de ser observadas ni faltar en su deber a cumplir en la sociedad.
Si somos llamados para profesionalmente solucionar problemas ajenos, no solo necesitamos la capacidad que debemos tener, sino en po- der comprender, aconsejar sobre la posible solución y ejercer con hones- tidad a ese llamado que nos hacen nuestros clientes, dando una sabia re- comendación respecto a la gravedad de las dificultades puestas a nuestra consideración. Ello significa que el profesional del derecho por su propia actitud sabrá caminar aquellos senderos difíciles que es la de entregar consejos con acierto para establecer una relación de confianza y desde luego buscar solución más adecuada y apegada a la justicia.
Aspecto fundamental que el profesional del derecho no debe nun- ca olvidar, es justamente el de la preparación personal, el estudio técnico del derecho, la formación académica, la necesidad de la especialización, la profundización en el conocimiento de las ciencias sociales en general, ello constituirá en el alimento cualificado que llegue a nuestras mentes, lo que servirá indiscutiblemente para combatir el quemeimportismo que hacen que algunos colegas sean fácil presa de ello, incluso cayendo en el barranco de la vulgaridad y desvergüenza. Pero al hablar de la formación académica, cultural y especializada de los profesionales que hemos esco- gido esta noble profesión, que al igual que otras profesiones, no debemos mirar con impavidez, desprecio, ese acervo cualitativo que debe adornar a los Abogados, ya que esa indiferencia al desarrollo en el conocimiento de nuestra disciplina, refleja que a lo mejor se busca sin sacrificio un rendi- miento económico sin el mayor esfuerzo, ya que seguramente el profun- dizar en el estudio, en el desarrollo de la técnica jurídica e incluso en la especialización, no constituyen atractivos que respondan a sus intereses “económicos” que es lo que se busca únicamente.
Se dice que la cultura de algunos profesionales del derecho, se ha venido degradando, tanto más que para obtener el título que nos debe