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El dualismo cuerpo-alma ha sido una cuestión eternamente pendiente en la antropología filosófica. Desde que Platón dijera, en el Fedón, que el alma quedaba atrapada en un cuerpo, esta idea ha sido defendida y matizada por innumerables filósofos, incluso de la Edad Moderna, como Descartes, quien estableció la distinción entre «Res cogitans» y «Res extensa».
Tipo: Monografías, Ensayos
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Víctor Páramo Valero Páramo Valero, Victor (2010). EL ETERNO DUALISMO ANTROPOLÓGICO ALMA-CUERPO: ¿ROTO POR LAÍN? Universidad de Valencia (España). Rescatado de:
Siguiendo la explicación alegórica de Aristóteles, puede existir un ojo sin vista, esto es, un ojo ciego, pero no puede existir el sentido de la vista sin que exista el ojo, la vista sería –pasando ahora del ojo al cuerpo entero- “la totalidad del cuerpo que posee sensibilidad como tal”; el cuerpo sería “la totalidad de la potencia sensitiva. […] Lo que no está en potencia de vivir no es el cuerpo que ha echado fuera el alma, sino aquel [cuerpo] que la posee”8. Esto es, Aristóteles está identificando así la «potencia de vivir» con el «alma». El cuerpo sin alma no tiene «potencia de vivir» (un cuerpo que “ha echado fuera el alma”9 no tiene «potencia de vivir»), sino que sólo aquel cuerpo que posee alma está en disposición de ser viviente. Por eso un ser viviente es un compuesto de alma y cuerpo; no pueden separarse, si se quiere que algo tenga vida. El cuerpo por sí mismo no tiene vida, pero el alma por sí misma no existe; se necesita que el cuerpo posea alma para que sea algo viviente. El cuerpo en potencia es aquel que tiene alma: “el esperma y el fruto, por su parte, son tal tipo de cuerpo en potencia”10. El alma es al cuerpo lo que la vista es al ojo. El alma es la entelequia del cuerpo a la manera en que la vista es la entelequia del ojo. Aristóteles entiende «entelequia» como forma; mientras que la “materia es potencia, la forma es entelequia”11. Aristóteles no identifica el alma con el cuerpo, sino que el alma es una entidad compuesta de materia y de estructura y forma que es de un cuerpo; el cuerpo es, por decirlo así, el que “realiza la función de sujeto y materia”12. Aristóteles comprende que todo cuerpo natural que participa de la vida tiene alma, esto es, que toda materia que participa de la vida tiene forma. Por ese se ha dicho que Aristóteles lleva a cabo una traducción del dualismo antropológico platónico (cuerpo-alma) a un hilemorfismo (materia- forma). Por esta misma razón Aristóteles define al alma como la “forma específica de un cuerpo natural [material] que en potencia tiene vida”13. Aunque la desustancialización del alma se presenta en Aristóteles como una posibilidad interna en su teoría del ser viviente, “es un hecho que Aristóteles no lleva a cabo la desustancialización del alma” 14. En el caso del hombre, éste consta de materia y una forma específica, ya que también es un compuesto hilefórmico; la forma específica de un organismo viviente es su eîdos, que es el conjunto de “las funciones o actividades vitales que tal organismo realiza”15. Aristóteles distingue varias partes de la forma específica o eîdos del hombre. Es posible identificar el alma con la vida. Pero esto conlleva a un sor- prendente resultado: si la forma específica, el alma, de un cuerpo es el conjunto de funciones que realiza, y esas funciones, en el caso del ser humano, son las de nacer, alimentarse, crecer, reproducirse, envejecer y morir16, el alma no queda sino “desprovista de sustancialidad, existencia y realidad autónomas”17.
Si se identifica al alma con lo que Aristóteles entiende por vida (“solemos llamar vida a la autoalimentación, al crecimiento y al envejecimiento”18), el alma del hombre son sus funciones específicas del hombre; los elementos que forman al hombre de un modo específico son lo que constituyen “la función a que están destinados y sirven: la actividad específica del ser humano que constituye su razón de ser, su finalidad”. Con lo que la finalidad del hombre es cumplir con su función y viceversa, y el conjunto de las funciones –la vida– del hombre son su forma específica, esto es, su alma. Con lo que el alma, como hemos señalado, no tiene ni substancialidad, ni existencia ni realidad autónoma: el alma no es substancia que exista de modo real –como realidad– por sí misma. Es la identificación del alma con la vida (con el conjunto de funciones propias del ente natural) lo que nos lleva a esta conclusión. Y por ello, si la vida son estas funciones específicas de un ente natural, es en el cuerpo del ente natural donde esas funciones se llevan a cabo: sin un cuerpo que tenga la potencia de realizar esas funciones, no hay vida. El cuerpo es el posibilitador de la vida, el que hace posible llevar a cabo las funciones propias de un ente natural.
[9] De anima II l, 412b25. [10] Ib. [11] De anima II l, 412a10. [12] De anima II l, 412a19. [13] De anima II l, 412a20-21. [14] «Introducción» en Aristóteles, Acerca del alma, Madrid, Gredos, 1988 , p. 32. [15] Ib., p. 25. [16] Ib., p. 24. [19] F. Roger Garzón, El concepto de persona en Pedro Laín Entralgo, Valencia, Universidad de Valencia, 2008, p. 90. [20] «Introducción» en Aristóteles, Acerca…, p. 25. [21] Ib, p. 30. [22] Ib., p. 31, nota 15. [23] Roger Garzón, El concepto…, p. 93. [24] «Introducción» en Aristóteles, Acerca…, p. 32. [25] Roger Garzón, El concepto…, p. 90. [26] De anima II l, 412a20-21.