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El documento analiza el uso de la huella ecológica y la huella de carbono corporativa como herramientas para el ecoetiquetado de bienes y servicios. Se destaca la utilidad de estos indicadores para proporcionar información cuantitativa sobre el impacto ambiental a los consumidores, lo que les permite tomar decisiones de compra más informadas. Se discuten los diferentes tipos de ecoetiquetas y los requisitos para su implementación, así como los desafíos y oportunidades que enfrentan las empresas, especialmente las pequeñas y medianas, para estimar y comunicar su huella ambiental. El documento también aborda el papel de las administraciones públicas en el fomento del ecoetiquetado. En general, el texto presenta un análisis detallado de cómo la huella ecológica y la huella de carbono pueden ser herramientas valiosas para promover el consumo sostenible a través del ecoetiquetado.
Tipo: Apuntes
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La obtención de bienes y servicios genera diferentes impactos ambientales (consumo de recursos, emisiones, vertidos, entre muchos otros). La reducción de estos impactos se ha convertido en la actualidad en una de las prioridades a la hora de diseñar estrategias de desarrollo sustentable. En el ámbito de la Unión Europea, el Libro Verde sobre Política Integrada de Productos señala que una forma de lograrlo es mediante el diseño de un "nuevo paradigma de crecimiento y calidad de vida a través de la creación de riqueza y competitividad en base a productos verdes" (CE, 2001). De ahí que la "Política Integrada de Producto" (IPP) (1) sea uno de los ejes principales de la "Estrategia Europea de Desarrollo Sustentable" (CE, 2006). En los últimos años, se ha avanzado en el diseño de la IPP (CE, 2003; Nuij et al., 2005; CE 2006), si bien aun se está trabajando en el desarrollo de indicadores que proporcionen información adecuada para diseñar estrategias en este campo. Por el momento, existe consenso sobre el tipo de análisis a realizar, considerándose que el análisis del ciclo de vida (LCA) proporciona el mejor marco para valorar el impacto ambiental de bienes y servicios (CE, 2003). En la actualidad, la investigación está orientada a determinar el tipo de metodología de LCA a aplicar (análisis de procesos, técnicas de input‐output, métodos híbridos, entre otros), existiendo diferentes iniciativas europeas en el ámbito de la IPP, que tratan de avanzar en este campo. La "Plataforma Europea sobre LCA“ (2), surge por iniciativa de la Comisión Europea (CE, 2003), siendo su objetivo principal la evaluación de los diferentes métodos para estimar el ciclo de vida de bienes y servicios con la finalidad de elaborar indicadores consistentes y científicamente robustos que ofrezcan información de su impacto ambiental. Aunque esta evaluación no está finalizada (3), el análisis de huella ecológica ha sido considerado adecuado para valorar las categorías de cambio climático y uso de superficie (EPLCA, 2008), si bien se considera la versión clásica del indicador, sin considerar propuestas metodológicas diseñadas específicamente para ser aplicadas desde el enfoque del LCA. También se destaca la utilidad de la huella del carbono en este campo, para proporcionar a clientes y otros agentes amplia información relacionada con el ciclo de vida de bienes y servicios, y como fuente de información interna, con la finalidad de identificar puntos claves en la cadena de suministradores, riesgos potenciales y oportunidades de mejora (CE, 2007).
(1) La "Política Integrada de Producto" (IPP) está orientada a la reducción del impacto ambiental producido en cualquier fase del ciclo de vida de bienes y servicios. (2) En la web http://lca.jrc.ec.europa.eu/está disponible más información sobre esta plataforma. (3) La finalización de esta evaluación estaba prevista para finales de 2008, sin que por el momento tengamos constancia de que haya sido realizada. Los métodos evaluados se centran en el estudio del impacto del ciclo de vida o fase LCI, donde, entre otras cosas, se definen las categorías de impacto estudiadas y los indicadores aplicados para cada una (ver sección 4.2.2.2). Algunas alternativas estudiadas son EPS 2000, IMPACT 2002 +, CLM 2002 (EPLCA, 2008c)
HC nace huérfana, lo que posibilita que surjan diferentes interpretaciones del indicador. Algunas de las principales diferencias constatadas en diferentes estudios se relacionan con i) los gases cuyas emisiones incluye el indicador; ii) la relación con el análisis de huella ecológica. En el primer caso, algunos estudios optan porque la HC incluya varios gases de efecto invernadero, expresando la huella del carbono en toneladas equivalentes de CO (Doménech, 2004ab; Carbon Trust, 2007; POST 2006; BSI, 2008). Otros (BP, 2007; Global Footprint Network, 2007; Wiedmann y Minx, 2007) prefieren limitarse exclusivamente a un único gas, el CO2. En cuanto a la relación con el análisis de huella ecológica, no existe excesiva controversia a la hora de definir la realidad a la que se aplica el indicador, asumiéndose que, al igual que la huella ecológica, el indicador puede aplicarse tanto a poblaciones, como economías, organizaciones, productos (Holland, 2003) o cualquier actividad que genere emisiones de los gases objeto de estudio. Sin embargo, los vínculos con la HE son más débiles en lo que se refiere a las unidades en las que se expresa. La consideración de unidades de superficie implica la asunción de diferentes hipótesis relacionadas con la capacidad de absorción de CO2 de cada tipo de superficie, introduciendo errores innecesarios (Wiedmann y Minx, 2007). Por otro lado, la aplicación del indicador a determinadas realidades concretas, como el caso de organizaciones y sus productos, implica particularidades que añaden nuevas cuestiones a tener en cuenta. Algunos estudios recomiendan que la HEC de bienes y servicios se limite a la estimación de las emisiones directas realizadas por la empresa que los produce. En otros casos, se consideran también las generadas indirectamente, considerando las emisiones producidas en la cadena de suministradores de los que se abastece la empresa para obtener sus productos (Wiedmann y Minx, 2008). Todas las cuestiones señaladas propician que las definiciones propuestas difieran sustancialmente. A modo de ejemplo, desde Global Footprint Network define la HC como “la demanda de biocapacidad precisa para secuestrar, mediante fotosíntesis las emisiones de
La huella ecológica (HE) es un conocido indicador diseñado a principios de los 90 por Mathis Wackernagel y William Rees para mostrar el consumo de recursos biológicos y la generación de desechos en términos de la superficie de ecosistema apropiada, pudiendo ser comparada con la capacidad productiva de la biósfera en un año determinado. Inicialmente, se define como la superficie terrestre productiva (o el ecosistema acuático) necesaria para mantener el consumo de recursos y energía, así como para poder absorber los residuos producidos por una determinada población humana o economía, empleando la tecnología habitualmente utilizada, independientemente de donde esté ubicada la superficie (Wackernagel y Rees, 1996). Las definiciones más actuales incorporan de modo explícito la aplicación de la huella, no solo a individuos y a poblaciones, sino también la todo tipo de actividades (Global Footprint Network, 2007). La rápida difusión del análisis de huella ecológica ha propiciado que surjan aplicaciones del indicador diferentes al estudio de la sostenibilidad de poblaciones y territorios. El potencial de la huella ecológica para estimar la huella ecológica de organizaciones, bienes y servicios ha sido destacado por diversos autores (Simmons et al., 2000; Holland, 2003; Doménech, 2007; Wiedmann y Lenzen, 2007). La huella del carbono (HC) es un concepto más reciente y, al mismo tiempo, menos definido que la HE. La HE tiene unos creadores conocidos, Wackernagel y Rees, que delimitan el concepto y el método de cálculo a emplear. La
La exposición de los fundamentos teóricos del MC3 ha sido realizada en diferentes trabajos (Doménech, 2004ab; Doménech, 2007), entre ellos uno publicado en esta revista (Doménech y Carballo Penela, 2009). De ahí que en este artículo no expongamos de nuevo como funciona el MC3, centrándonos en la ecoetiqueta propuesta. Por otro lado, recientemente una tesis doctoral ha desarrollado el método a ser aplicado para estimar la huella ecológica de bienes y servicios considerando su ciclo de vida (Carballo Penela, 2009).
Concepto de ecoetiqueta Las etiquetas son el principal instrumento para informar el precio a los consumidores. No es el único, pues rótulos de escaparate, catálogos, cartas de restaurantes, páginas web... pueden ser empleados con el mismo fin. De ahí que, en este capítulo, extendamos el significado del término etiqueta a cualquier medio empleado para informar del precio de un bien o servicio. Si contienen información medioambiental, las denominamos ecoetiquetas. Al igual que en otro tipo de cuestiones relacionadas con la gestión medioambiental de bienes y servicios, ISO proporciona el marco de referencia más empleado en el terreno del ecoetiquetado voluntario de bienes y servicios. Las normas ISO 14020 (Etiquetas y declaraciones ambientales: principios generales), 14021 (Autodeclaraciones medioambientales; etiquetado ecológico tipo II) 14024 (Etiquetado ecológico tipo I; Principios generales y procedimientos) y 14025 (Declaraciones ambientales tipo III; principios generales y procedimientos) establecen las características y requisitos de tres tipos diferentes de ecoetiquetas y declaraciones ambientales(4). A continuación, señalamos las principales características de las etiquetas y declaraciones ambientales definidas por ISO. Una distinción útil para comprender las diferencias entre los tres tipos de posibilidades de etiquetado ecológico, consiste en clasificarlos en base a dos criterios: la participación de un organismo externo acreditado, que
garantice la veracidad de la información, y la inclusión de información cuantitativa en la ecoetiqueta. La participación en el proceso de etiquetado de un tercero independiente, surge para certificar que el producto en cuestión cumple los requisitos establecidos para obtener la etiqueta; que la información que se ofrece al consumidor fue obtenida de acuerdo a los procedimientos señalados; además de su veracidad, esencial para obtener la confianza del consumidor. La inclusión de información cuantitativa, relativa a alguna variable indicativa del impacto ambiental de bienes y servicios incrementa la utilidad de la ecoetiqueta, pues permite establecer diferencias entre los bienes etiquetados. De este modo, el consumidor dispone de un elemento adicional para elegir entre bienes sustitutivos, además de obtener una visión global de la contribución al deterioro del medio ambiente de cada uno de los bienes que consume. La tabla siguiente clasifica a los tres tipos de ecoetiquetas, de acuerdo a los dos criterios señalados. Tabla 1. Clasificación de los tipos de ecoetiquetas y declaraciones ambientales propuestas por ISO.
En el caso del Tipo I, existe un organismo, público o privado, impulsor de la ecoetiqueta. Este organismo establece una serie de requisitos ambientales que deben cumplir los productos que deseen ser etiquetados. Los requisitos se definen a partir de diferentes categorías de productos, siendo acordes a sus características. La verificación de las condiciones establecidas es realizada por un tercero autorizado para ese fin, lo que incrementa la credibilidad de este tipo de distintivo. Así, este tipo de etiquetado constituye "una recompensa ambiental", indicativa de que el bien en cuestión es preferible a otro de la misma categoría no ecoetiquetado. Las autodeclaraciones medioambientales (etiquetado ecológico Tipo II), son declaraciones efectuadas por fabricantes, importadores, distribuidores..., o cualquier interesado en beneficiarse de este tipo de declaración sin tener que solicitar la certificación de una tercera parte
(4) Las declaraciones son afirmaciones, símbolos o gráficos que indican un aspecto medioambiental de un producto, componente o envase. Pueden acompañarse de una explicación de la información que contienen y mostrarse o no en el producto a que se refieren (AENOR, 2002).
no
independiente (AENOR, 2002). Suelen identificarse con diferentes símbolos, en función de la característica de la que se ofrezca información. El bucle Möbius (Figura 1), es empleado para distinguir a los productos reciclables y es uno de los que han alcanzado más difusión. Figura 1. Etiqueta Euro Flower, MSC, bucle Möbius y FSC
Este tipo de distintivos aluden a una característica determinada del producto o de su envase, considerada positiva para el medio ambiente (productos degradables, compostables, reciclables, vida prolongada...). En algunos casos, pueden incorporar información relativa al grado de cumplimiento del atributo señalado (% de reciclado, energía recuperada…). A pesar del esfuerzo que realiza la ISO 14021 a la hora de señalar la información que debe recoger este tipo de autodeclaraciones, en que supuestos se considera verificable y el modo de verificar su autenticidad, el consumidor penaliza el hecho de ser emitidas por los beneficiarios de la propia etiqueta (Allison y Carter, 2000). El Tipo III incluye declaraciones comparativas, certificadas por una tercera parte, basadas en la consideración de los impactos ambientales durante el ciclo de vida de los productos estudiados. La finalidad buscada es facilitar la comunicación objetiva, comparable y creíble del comportamiento ambiental de bienes y servicios (AENOR, 2007). Este tipo de declaraciones suelen materializarse en un informe, que recoge las principales conclusiones del ciclo
de vida estudiado. El análisis de ciclo de vida deberá realizarse de acuerdo a las normas ISO relativas a esta cuestión (ISO 14040 y 14044, principalmente) sin que se determine a priori un método de cálculo específico (5).
No se trata de un elemento distintivo relativo al cumplimiento de una serie de requisitos medioambientales necesarios para obtener una etiqueta (el caso de las etiquetas Tipo I) o de información que proporciona el fabricante con respecto a la calidad de sus productos (Tipo II). En este caso, se incluye información cuantitativa, en base a una variable elegida, relevante en relación a un determinado impacto ambiental (por ejemplo, las emisiones de gases de efecto invernadero en relación al cambio climático) o a una actividad con incidencia en el medio ambiente (uso de recursos renovables, presencia de sustancias tóxicas ...). Se posibilita así la realización de comparativos entre los diferentes productos, imposible en los otros casos. Una ventaja de esta clase de declaraciones es que a partir de la información obtenida pueden elaborarse distintos tipos de etiquetas. La figura siguiente muestra tres tipos de ecoetiquetas elaboradas a partir de una declaración Tipo III. La primera sólo indica la existencia de la declaración, la segunda incluye el período al que se refiere la información obtenida, mientras que la tercera muestra diferentes tipos de información ambiental. (5) Por ejemplo, el Korea Ecoproducts Institute (http://www.koeco.or.kr/eng/) elabora declaraciones Tipo III relativas las emisiones de gases de efecto invernadero, empleando como método de cálculo la PAS 2050.
consideramos suficiente que la ecoetiqueta recoja la huella de bienes y servicios en una única unidad. Un único dato fácil de asimilar puede favorecer la aceptación de la ecoetiqueta. Recordemos que, en algunos casos, como los alimentos, la compra puede implicar la consulta de información recogida en los envases, como composición del alimento, caducidad... El análisis de dos huellas "diferentes" implicaría un mayor esfuerzo, que podría reducir la utilidad del indicador, al dificultar su comprensión. La información que ofrecen HEC y HCC es, teóricamente adecuada, por lo que el factor que va a determinar la elección de una u otra, se relaciona más con el conocimiento e interpretación de los ciudadanos de una u otra unidad. El éxito del indicador y su contribución al desarrollo sustentable, están condicionados a que el consumidor comprenda el significado de la unidad elegida y su relación con el medio, dándose cuenta de que la decisión de compra que adopte va a tener repercusiones ambientales. La mitigación del cambio climático es, en la actualidad, uno de los principales retos que debe afrontar nuestra sociedad (UNFPA, 2001; Carbon Trust, 2008). La magnitud de este problema ha propiciado que la difusión alcanzada sea probablemente superior a la de ninguna de las amenazas ecológicas que afectan a todo el planeta: se han celebrado diferentes cumbres gubernamentales mundiales sobre cambio climático(7), el programa de Naciones Unidas de Medio Ambiente (UNEP) ha creado un panel permanente sobre este tema, el ya mencionado IPCC; más de 300 países ratificaron un Protocolo, el de Kioto, con el objetivo de mitigar el calentamiento del planeta; el cambio climático ha sido objeto de numerosos debates científicos, películas con un gran éxito y documentales. Todos estos hechos repercuten en la presencia en los medios de comunicación de noticias relacionadas con el cambio climático, por lo que una buena parte de la población del planeta ha recibido, por el medio que sea, algún tipo de información referida a este problema y lo
La Figura 3 trata de ilustrar este efecto. Se considera el ciclo de vida de un pescado capturado por una empresa pesquera, transformado en una factoría y que, una vez transportado, es adquirido por un restaurante y distribuido al consumidor final. Si en el momento del consumo existiera información de la HEC‐HCC del pescado solicitado, la elección de aquellas opciones de menor huella incentivarían a los propietarios del restaurante a reducir su HEC‐HCC. Si esta reducción se realiza solicitando disminuciones de huella a la empresa situada en el nivel anterior de la cadena de suministradores, comenzaría el efecto dominó. Cuanta mayor sea la demanda de productos de baja huella al final de la cadena, más son las posibilidades de que las reducciones de huella lleguen hasta el origen. Cuantos más productos ofrezcan esta información, mayor será la contribución al desarrollo sustentable. Debemos destacar que este enfoque es totalmente coherente con la Política Integrada de Producto. Por otro lado, este sistema de ecoetiquetado permite que la información ambiental se integre en los mercados de modo natural, siendo el mercado quien, competitivamente absorbe el desarrollo ambiental competitivamente (WGIPP, 2006). El ecoetiquetado de acuerdo al MC A la hora de diseñar una ecoetiqueta deben considerarse cuestiones de diversa naturaleza. A continuación, exponemos la visión del MC3 al respecto. Cuestión 1. Las unidades de la ecoetiqueta En el caso del MC3, el principal objetivo es ofrecer información cuantitativa, válida para realizar comparaciones entre los diferentes bienes y servicios en el mercado. No se trata de premiar a un determinado producto, sino de ofrecer información útil, su HEC‐HCC, que permita que el consumidor disponga de información ambiental en su decisión de compra (6). La etiqueta propuesta se elaboraría de acuerdo a los principios de las declaraciones tipo III, de acuerdo a la nomenclatura ISO. Una primera cuestión a resolver es la unidad a emplear. Si bien superficie y emisiones proporcionan información útil, (6) A pesar de que la ecoetiqueta propuesta no sea un premio, es posible que su ausencia en un determinado bien sea valorada negativamente por el consumidor, en un contexto donde esté generalizado el uso de la HEC-HCC en bienes y servicios.
(7) En el momento de escribir estas líneas, la más reciente es la de Poznan (Polonia) en noviembre de 2008.
(8) Supongamos que una lata de conservas de atún de la marca x de 125 g tiene una huella de 2.000 g de CO2, mientras que la huella de una lata de la marca y de 150 g alcanza los 2.100 gr. La huella total es más elevada en el primer caso, si bien, si relacionamos las emisiones con el peso de la lata, obtenemos 16 g de CO2/g en el primer caso, por sólo 14 gr de CO2/g en el segundo.
(9) Directiva 92/75/CEE del Consejo, 22 de septiembre de 1992 y sucesivas modificaciones.
relaciona con las emisiones de gases de efecto invernadero. De ahí que consideremos que las toneladas de CO2 sean una unidad más adecuada que las hectáreas para este fin. La relevancia del Protocolo de Kioto y, particularmente en el caso español, los objetivos de reducción de emisiones considerados en el Plan Nacional de Derechos de Asignación para diferentes sectores de la economía española, refuerzan nuestra elección, proporcionando la ecoetiqueta una herramienta para que las empresas interesadas puedan reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Erlandsson y Tillman (2009) recientes trabajos sobre la consciencia social de los problemas ambientales nos dan la razón. Estos autores destacan que grado de conocimiento de los ciudadanos de los problemas derivados del cambio climático está incrementando el interés de las empresas por ofrecer información ambiental de sus productos. Cuestión 2: Información a incluir La información contenida en la ecoetiqueta es otra de las cuestiones a considerar. Las toneladas de CO2 emitidas en la producción y distribución de cada producto pueden ser relacionadas con el peso del producto en cuestión, siendo esta la información que proponemos figure en la ecoetiqueta. Así, la huella estará expresada en unidades comparables (t CO2/t de producto). De otro modo podría llevar decisiones erróneas (8). Una forma más simple de etiquetar sería la creación de intervalos basándose en la huella por toneladas de producto, tal y como muestra la tabla siguiente:
Esta forma, similar a la ya empleada para mostrar el consumo energético de algunos bienes de consumo en, por ejemplo los aparatos electrodomésticos(9) , implicaría la elaboración de intervalos de huella, asignando a cada uno un distintivo que figuraría en la etiqueta. En el ejemplo que muestra la Tabla. 2, se distinguen tres intervalos, que se corresponden con una letra, A, B, o C, que varía a medida que aumenta la huella. Este modo de proceder, más simple de ejecutar, tropieza con la dificultad de delimitar el número de intervalos y su longitud. Un bien podría tener una calificación diferente en función del criterio adoptado, existiendo siempre beneficiados y perjudicados. Por otro lado, la información es más precisa si se conoce la cantidad exacta de CO empleada en la producción de cada bien o servicio, incrementándose el número de comparaciones posibles y, por lo tanto, la utilidad para las decisiones del consumidor. Hemos valorado la posibilidad de emplear diferentes unidades de masa para cada producto, en función de su tamaño, decidiendo emplear en todos los casos tCO2/t de producto. Así, la HEC‐HCC de todos los bienes y servicios estará referida a una misma unidad, lo que posibilitará que el consumidor pueda realizar comparaciones de bienes de una misma y de diferentes categorías. En el caso de aquellos productos comercializados en tamaños pequeños (alimentos, productos textiles...) sería útil añadir la huella en unidades g o kgCO2/g o kg de producto, si bien esta información complementaría, y no sustituiría, a la huella expresada en toneladas. Las propias empresas, además de estimar su huella total, emplearán sus propios datos internos de producción para ofrecer información de la huella por unidad de masa. El peso con el que se relaciona la huella se refiere al peso bruto del producto tal y como se comercializa, incluyendo los envases adquiridos por el consumidor con el bien en cuestión. Una alternativa a esta formulación sería la relación de la huella de cada producto con una unidad variable, relacionada con el propio bien o servicio, tal y como se
etiqueta, pues el consumidor podrá comparar directamente sus emisiones, del mismo modo que compara los precios. Tampoco consideramos necesario que la ecoetiqueta incluya recomendaciones para reducir la huella generada en el uso. Este tipo de información es relevante una vez que se realiza la compra, por lo que debería estar accesible una vez que el consumidor se dispone a emplear el bien elegido, por ejemplo, en el manual de instrucciones. En el caso de aquellos productos en los que no se acompañe este tipo de documento, podría añadirse un breve manual ambiental o un simple rótulo, donde brevemente se explique el uso más ecológico posible(12). Cuestión 3. Localización de la ecoetiqueta La función de la ecoetiqueta es proporcionar al consumidor información de la HEC‐HCC de bienes y servicios. Se trata de una herramienta diseñada para ofrecer información del ciclo de vida de cada producto desde una perspectiva cradle to gate, por lo que el ciclo de vida considerado finaliza en los distribuidores al por menor, los suministradores del producto al consumidor final. En el resto de fases, no es necesaria su elaboración, existiendo otros medios para informar y transmitir la huella, tal y como veremos a continuación. No obstante, en el caso de que la distribución de bienes y servicios en niveles anteriores al último distribuidor comparta algunas de las características del comerciante al por menor, podría procederse al ecoetiquetado. Este sería el caso de aquellos almacenistas con una amplia gama de productos, expuestos en un lugar al que el comprador accede para observar y adquirir los bienes que desea. En este caso, por ejemplo, comerciantes al por mayor de alimentación, tiene sentido un ecoetiquetado a este nivel, pues existiría un lugar (almacén, centro expedidor...) donde se puede transmitir de forma simultánea la información de diferentes productos al siguiente eslabón de la cadena. El ecoetiquetado a este nivel no sería una obligación, pues este cometido podría realizarse empleando otros medios. Tampoco sustituiría a la ecoetiqueta final, igualmente necesaria en el distribuidor al por menor, al que acuden otro tipo de clientes diferentes a los del almacenista. Sería una opción
voluntaria, más o menos eficiente en función de las características del distribuidor(13). En todos los casos la información de la huella debe estar junto al precio del producto comercializado. La mayoría de los consumidores consulta el precio de los bienes y servicios que adquiere, por lo que es más probable que la huella sea vista y, por lo tanto, consultada, si figura junto al precio. Además, esta situación puede favorecer el logro de una mayor concientización del consumidor con respecto a cuestiones ambientales. En la medida en que precio y huella se muestran juntos y sin otro tipo de información adicional, el valor monetario y el valor ambiental del bien en cuestión están en un plano de igualdad (14). Además de figurar junto al precio, es interesante que la información ambiental comparta el mismo espacio que el precio. Recordemos que, de acuerdo a nuestra propuesta, el ecoetiquetado sólo implicaría una cifra, tCO2/t producto, y un color, en función del compromiso de reducción de las empresas que intervienen en la producción del bien en cuestión. De ahí que precio y HEC‐HCC podrían ser mostrados en la misma etiqueta, igualmente, una ecoetiqueta, incluso en el caso de los bienes donde habitualmente se etiqueta en unidades de tamaño reducido. La inclusión de la huella en los tickets de compra o documentos análogos, entregados al consumidor una vez que adquiere el producto, contribuiría a reforzar el argumento anterior, favoreciendo el conocimiento del indicador. Esta no es la única posibilidad. La propuesta de Carbon Trust opta por incluir la huella en el envase de cada producto, tal y como muestra la Figura 2. Se parte de que existe una demanda por parte de los consumidores de información ambiental de los bienes que adquieren (Carbon Trust, 2008), de modo que la cuestión principal a resolver es la satisfacción de esa demanda(15).
(12) Esta sería información del tipo “lavar a 30º C contribuye a ahorrar x gramos de CO2 por lavado", o consejos para una conducción más ecológica, etc.
(13) En el caso de que los niveles intermedios comercialicen un único producto estandarizado y sin exposición al público (por ejemplo, ladrillos para la construcción) no sería necesario ecoetiquetar a este nivel, pudiendo incluir información de la huella en contratos, presupuestos.... (14) Esto no sucedería si la huella se muestra en la parte de atrás del producto, o en lugares que el consumidor no consulta habitualmente. (15) De acuerdo a Carbon Trust (2008) en el Reino Unido un 67% de los consumidores están más dispuestos a adquirir productos con una huella del carbono baja.
campañas de las administraciones públicas serían una herramienta eficaz en este cometido, la vinculación de esta información con el precio es importante a la hora de difundir el indicador y conseguir su comprensión, aceptación, y uso por parte de los consumidores. Un ciudadano preocupado por el medio ambiente, tendrá interés en la información que incluye la ecoetiqueta y se preocupará de buscarla, por lo que el envase puede ser un lugar adecuado para mostrarla. Alguien inicialmente no interesado en este tipo de información, probablemente no realice esfuerzo alguno en este sentido. No obstante, consultará el precio de cada producto que adquiere. Si en esta consulta, realizada en cada acto de compra, observa las emisiones de CO2 necesarias para obtener cada producto, existe la posibilidad de que en algún momento se pregunte que es lo que está observando y para que sirve, aunque inicialmente no tenga interés en disponer de esta información. Es cierto que el conocimiento del indicador no garantiza que vaya a incorporar la información que proporciona a sus decisiones de compra, pero el desconocimiento lo evita con total seguridad. Por otro lado, el proceso de ecoetiquetado diseñado por Carbon Trust parte de la existencia de una corporación interesada en incorporar información ambiental a sus productos, encargándose de organizar y dirigir la búsqueda de información, tanto en las fases anteriores del ciclo de vida, como en las posteriores. La existencia de un líder, normalmente la empresa que pone la marca al producto, permite que este recoja toda la información del ciclo de vida y la incorpore a su etiqueta. Nuestro enfoque también es diferente en este punto. Consideramos que es importante poner a disposición de las empresas todos los medios necesarios para que estimen su HEC‐HCC (información sobre el indicador y su
(16) Esto no significa que el grado de sensibilidad sea alto.
(17) Probablemente, existan diferencias entre países en cuanto a la importancia concedida por los ciudadanos a los problemas ambientales. En todo caso, algunos estudios realizados en el ámbito de la Unión Europea nos dan la razón en este punto. WGIPP (2006) señala que "sólo una pequeña parte de los consumidores tienen el interés suficiente en cuestiones relacionadas con la sostenibilidad para buscar activamente información ambiental relativa a bienes y servicios. Este cometido requiere mucho tiempo y muy poca gente lo hace consistente y sistemáticamente. Algunos consumidores, una minoría, están suficientemente interesados en obtener este tipo de información frecuentemente, por el momento, son mayoría los que ponen poca atención a los productos verdes, incluso si la información está disponible. "WGIPP (2006, 13).
Esta información debe cumplir unos requisitos en cuanto a la estandarización del método de cálculo, certificación y convalidación de los resultados obtenidos y, por supuesto, debe estar disponible en un lugar accesible en el momento de la compra, en este caso, el envase del producto.
Si bien el método de cálculo que proponen es, teóricamente, aplicable a cualquier tipo de bien, por el momento el ecoetiquetado se limita a productos que se pueden adquirir en supermercados e hipermercados (principalmente, alimentos, productos de limpieza y textiles), pero no a otro tipo de bienes como automóviles, electrodomésticos... donde el envase no suele incluir información alguna. Nuestra visión es diferente. Pensamos que la sociedad en general es cada vez más sensible con respecto a cuestiones ambientales (16), y una parte de los consumidores valoran positivamente un menor impacto en el medio ambiente de los productos que adquieren. No obstante, somos más pesimistas con respecto del porcentaje de consumidores que, actualmente considerarían relevante, la información ambiental a la hora de tomar sus decisiones de compra(17). Además de realizar un esfuerzo informativo importante para comprender el significado de la HEC‐HCC, las
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cuestiones puedan suscitar en la mayoría de nuestra sociedad, deben realizarse avances a la hora de suministrar información de base para que los ciudadanos puedan tomar decisiones que contribuyan a evitar la degradación medioambiental. Es cierto que la existencia de este tipo de sistemas de información no garantiza su uso pero, su ausencia limita la actividad de aquellos interesados en participar. A pesar del incremento de las desigualdades sociales constatado en las últimas décadas, la mayoría de la población mundial es, en mayor o menor medida, consumidora, por lo que el ecoetiquetado de bienes y servicios se configura como un mecanismo 1) con un alcance muy elevado; 2) que otorga al consumidor capacidad de influir en el medio ambiente más allá del ámbito en el que se toma la decisión de compra 3) permitiendo además que decisiones independientes e individuales repercutan en la sostenibilidad global. La HEC‐HCC es una herramienta útil para el ecoetiquetado de bienes y servicios, proporcionando el MC3 un sistema de ecoetiquetado que ofrece información cuantitativa a considerar en las decisiones de compra. En este artículo hemos expuesto las características de las ecoetiquetas en base a este método. La difusión internacional del alcance del cambio climático y el carácter global de este fenómeno son los factores que nos han llevado a ofrecer información de las emisiones de CO2, estandarizadas en función de la producción de cada empresa (t CO2/t). La localización de la información medioambiental en el mismo lugar que la información económica, el precio del bien, es otra de las características que definen el método expuesto.
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