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Canto de entrada. Monición inicial: Acudimos al Creador para implorar lluvia y un buen tiempo desde la siembra hasta la cosecha, El regula el ciclo natural, la fecundidad de los campos y animales, cuida la semilla y sus brotes y nos dispensa toda clase de dones y bendiciones y no dejar estéril nuestro trabajo humilde y confiado. Trisagio S. En los cielos y en la tierra sea por siempre bendito y adorado T. El corazón amoroso de Jesús sacramentado S. Dios Padre, en quien vivimos, nos movemos y existimos: concédenos la lluvia oportuna para que, ayudados con los bienes del presente, apetezcamos confiadamente los eternos. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén Padre nuestro y Gloria. Canto S. En los cielos y en la tierra sea por siempre bendito y adorado. T. El corazón amoroso de Jesús sacramentado S. Mira, Señor, nuestros campos parecen desiertos y la desolación se ve por todos lados. Nuestras almas, como la tierra, esperan con ansia tus bendiciones. Padre nuestro que estás en el cielo; Tú prometiste escuchar la plegaria del que te pide con fe ¿permitirás que tus hijos sufran hambre y escasez? Para que no falte el pan de cada día envíanos Señor la bendición de la lluvia. Padre Nuestro y Gloria Canto: S. En los cielos y en la tierra sea por siempre bendito y adorado. T. El corazón amoroso de Jesús sacramentado S. Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, fuente de sabiduría y consejo, que iluminas con tu gracia al pueblo santo elegido para servir a los demás, desde el cielo la lluvia sobre nuestros campos para fecundarlos y sobre nuestras ciudades para calmar nuestra
sed y remediar las múltiples necesidades; te lo pedimos, Padre amoroso, por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo... Amén. Padre Nuestro y Gloria Canto: «Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que de simiente al sembrador y pan para comer, así será la Palabra que sale de mi boca» (Is 55,10-11). Oración de san Paulo VI para pedir la lluvia: Dios Padre Nuestro, Señor del cielo y de la tierra. Tú eres para nosotros; existencia, energía y vida. Tú has creado al hombre a tu imagen y semejanza, Tú has creado al hombre a tu imagen y semejanza, para que con su trabajo, haga fructificar las riquezas de la tierra, colaborando así a tu creación. Somos conscientes de nuestra miseria y debilidad. Nada podemos sin Ti. Tú, Padre Bueno, que haces brillar el sol sobre todos y haces caer la lluvia, ten compasión de cuanto sufren durante la sequía en estos días. Escucha con bondad las oraciones que tu Iglesia te dirige con confianza, como escuchaste las súplicas del Profeta Elías que intercedía a favor de su Pueblo. Haz que caiga del cielo sobre la tierra árida, la lluvia tan deseada, para que renazcan los frutos y se salven los hombres y los animales. Que la lluvia sea para nosotros el signo de tu gracia y bendición. Así, confortados por tu misericordia, te rendimos gracias por todo don de la tierra y del cielo, con que tu espíritu satisfaga nuestra sed. Escucha con bondad las oraciones que tu Iglesia te dirige con confianza, como escuchaste las súplicas del Profeta Elías, que intercedía a favor de su Pueblo. Haz que caiga del cielo sobre la tierra árida, la lluvia tan deseada, para que renazcan los frutos y se salven los hombres y los animales. Que la lluvia sea para nosotros el signo de tu gracia y bendición. Así, confortados por tu misericordia, te rendimos gracias por todo don de la tierra y del cielo, con que tu espíritu satisfaga nuestra sed. Por Jesucristo, Tu Hijo, que nos ha revelado tu amor, Fuente de Agua Viva que brota hasta la vida eterna. Amén. «Descienda como lluvia mi doctrina, destile como rocío mi Palabra, como llovizna sobre la hierba, como sereno sobre el césped» (Dt 32,2).
Canto: “Elías oró insistentemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Después oró de nuevo, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo fruto” (St 5,17-18). Las sequías por el calentamiento de la tierra y contaminación ambiental nos amenazan como una peste. Mas los creyentes renovamos nuestra fe y acudimos al Señor para implorar lluvia. Creemos que Dios creador regula el ciclo natural de la fecundidad de campos y animales, cuidando la semilla y los brotes. Soberano de todo, lleno de bondad dispensa sus dones a todos, y no dejará sin regar nuestras tierras flacas para que no falte pan a sus hijos. Todos por igual necesitamos agua en campos y bordos, sin diferencias. Con el agua cambia todo, como promesa de vida abundante, de buena cosecha, y de alegría para las familias. Los campesinos se resisten a aceptar la muerte de sus labores, pese a ver el campo tan deprimido y olvidado. Aman la tierra, aunque no esté regularizada su propiedad, o deban emigrar, vender o rentar por falta de crédito, pero la esperanza los sostiene. Dios sabe cuánto necesitamos la lluvia, que abastezca los bordos para los animales durante varios meses. Implorar un buen temporal significa pedir a Dios la fecundidad de la tierra, la ausencia de plagas, de granizada o tempestades, y de más contratiempos que dañan nuestros cultivos. Significa comprometernos a amar la tierra y la naturaleza en general, defendiéndola de todo lo que la daña, la contamina y la explota indiscriminadamente. Significa tener aprecio por los hombres y mujeres del campo y su actividad, pues por ellos comemos todos, y apoyarlos en sus ventas y trabajos. No basta pedir agua; es preciso cuidarla. Dios nos la da, y nosotros debemos hacer uso sensato de la misma. Es un recurso cada vez más escaso, que no debemos desperdiciar, menos aún contaminar. Apoyemos las campañas tendientes a cuidar el este líquido vital y precioso. Impulsemos una cultura del agua para evitar la desertificación del ambiente. El agua es patrimonio de las generaciones presentes y futuras y un derecho de todos. No caigamos en la trampa de un tráfico ilegal del agua. La sequía nos debe hacer conciencia del cuidado que debemos tener por el agua. La sequía ocasiona estragos no solo en la agricultura y ganadería, sino que afecta a las familias, pues ya no es
suficiente el agua para el consumo humano. Desde hace tiempo, la Iglesia católica ha hecho llamados constantes en vistas a un mejor cuidado de la creación. Es compromiso de todos administrar razonablemente el consumo del agua. Pues las reservas del agua son limitadas, y los cálculos especializados, desde hace años, advierten a la población mundial que tales reservas alcanzan apenas para unos cincuenta años. Como cristianos hemos de tener sentido social y aprender a usar razonablemente el vital líquido. El Compendio de Doctrina Social de la Iglesia dedica todo un capítulo a la relación entre el hombre y el medio ambiente: «Una correcta concepción del medio ambiente, si por una parte no puede reducir utilitariamente la naturaleza a un mero objeto de manipulación y explotación, por otra parte, tampoco debe absolutizarla y colocarla, en dignidad, por encima de la misma persona humana… La tutela del medio ambiente constituye un desafío para la entera humanidad: se trata del deber, común y universal, de respetar un bien colectivo, destinado a todos... Es una responsabilidad que debe crecer, teniendo en cuenta la globalidad de la actual crisis ecológica y la consiguiente necesidad de afrontarla globalmente, ya que todos los seres dependen unos de otros en el orden universal establecido por el Creador. Canto: «Temamos al Señor nuestro Dios, que da la lluvia tempranera y la tardía a su tiempo; que nos garantiza las semanas que regulan la siega» (Jr 5,24). El agua es considerada en la Sagrada Escritura símbolo de purificación (Sal 51,4; Jn 13,8) y de vida (Jn 3,5; Ga 3,27): Don de Dios e instrumento vital, imprescindible para la supervivencia y, por tanto, un derecho de todos. La utilización del agua y de los servicios a ella vinculados debe estar orientada a satisfacer las necesidades de todos y sobre todo de las personas que viven en la pobreza. El acceso limitado al agua potable repercute sobre el bienestar de un número enorme de personas y causa enfermedades, sufrimientos, conflictos, pobreza e incluso de muerte. Para resolver esta cuestión, hay criterios morales basados en el valor de la vida y el respeto de los derechos humanos y la dignidad de todo ser humano. El agua, por su misma naturaleza, no puede ser tratada como una simple mercancía más entre las otras, y su uso debe ser racional y solidario. Su distribución es parte de las responsabilidades de autoridades y gobierno, porque el agua ha sido considerada
Aclamación: «El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra producirá su fruto» (Sal 85,13). aleluya Evangelio Según San Marcos
Dios es nuestra Providencia y nuestro Padre, a quien nada de la vida de sus hijos se le escapa. Su amor nos atrae hacia Él, a pesar de nuestros pecados. Pidámosle que nos ayude a marchar hacia Él, a través de las dificultades de la vida, y a superar esta sequía. Respondamos a cada petición: Creador providente, sálvanos.