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Historia sobre el origen del cristianismo, Resúmenes de Historia

El origen de como los cristiano sobre la vida

Tipo: Resúmenes

2010/2011

Subido el 24/09/2022

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julio-duran-2 🇩🇴

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Cuando
el cristianismo
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Una examen nueva a la iglesia evangélica
actual en la luz del cristianismo primitivo
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David W. Bercot
Traducido por Ernest Strubhar
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Cuando

el cristianismo

era nuevo

Una examen nueva a la iglesia evangélica actual en la luz del cristianismo primitivo ──────────────────

David W. Bercot

Traducido por Ernest Strubhar

Índice 1 El Prisionero............................................................................... 4 2 ¿Quiénes eran los cristianos primitivos?..................................... 7 3 Ciudadanos de otro reino.......................................................... 16 4 ¿Será lo bueno y lo malo cuestión de cultura?.......................... 25 5 ¿Por qué tuvieron éxito ellos cuando nosotros fracasamos?...... 39 6 Lo que creyeron acerca de la salvación..................................... 52 7 Lo que creyeron acerca de la predestinación y el libre albedrío 63 8 Lo que el bautismo significaba a los cristianos primitivos........ 70 9 La prosperidad:......................................................................... 75 10 ¿Una bendición o una trampa?................................................ 75 11 ¿Superan las enseñanzas del N. T. a las del A. Testamento?... 82 12 ¿Quién entiende mejor a los apóstoles?................................... 90 13 ¿Se falsificaron a propósito las enseñanzas de los apóstoles?. 97 14 Cómo el cristianismo primitivo se destruyó.......................... 107 15 Los muros restantes se derrumban........................................ 118 16 El cristiano más influyente de toda la historia....................... 124 17 ¿Fue la Reforma un retorno al cristianismo primitivo?......... 129 18 El renacimiento del cristianismo primitivo............................ 135 19 ¿Qué quiere decir para nosotros todo eso?............................ 142 Diccionario biográfico............................................................... 149 Notas.......................................................................................... 152 Obras citadas.............................................................................. 161 Esta edición digital de Cuando el cristianismo era nuevo no se venda, por favor, ni se coloque en páginas web. Tampoco no se imprima, excepto para uso personal. La edición digital es proveído por: www.elcristianismoprimitivo.com Copyright © 2006, David W. Bercot

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El procónsul quedó desconcertado al ver la respuesta del prisionero. Este había hecho lo que se le mandó, pero no de la manera esperada. No satisfaría al gentío loco que seguía gritando por su muerte. El procónsul quería poner en libertad a este anciano, pero tenía que aplacar a la gente. —¡Maldice a Jesucristo! —ordenó. Por unos momentos Policarpo miró fijamente al rostro severo del procónsul. Luego habló con calma: —Por ochenta y seis años he servido a Jesús, y él nunca me ha hecho mal alguno. ¿Cómo, pues, podré maldecir a mi Rey y Salvador? Mientras tanto, la multitud se impacientaba más. Querían sangre, y el procónsul lo sabía. Tenía que hacer algo. —Jura por la divinidad de César —le instó otra vez. Pero el prisionero contestó sin demorar: —Ya que usted aparenta no saber quién soy, permítame ayudarle. Digo sin vergüenza que soy un cristiano. Si usted desea saber qué creen los cristianos, señale una hora, y yo con gusto se lo diré. El procónsul se agitó. —No me tienes que persuadir a mí. Persuade a ellos —dijo, señalando hacia la multitud impaciente. Policarpo dio un vistazo al tumulto que llenaba la arena. Habían venido para ver la diversión de sangre. Eso querían, nada menos. —No abarataré las enseñanzas de Jesús ante tales personas. Ahora el procónsul se enojó. —¿No sabes que tengo a mi poder los animales feroces? ¡Los soltaré de inmediato si tú no te arrepientas de estas necedades! —Muy bien. Suéltelos —replicó Policarpo, sin miedo—. ¿Quién ha oído jamás de que una persona se arrepintiera de lo bueno para andar en pos de lo malo? El procónsul solía vencer aun a los criminales más fuertes con sus amenazas, pero este anciano más bien lo vencía a él. Su cólera montaba. —Bien, si los leones no te dan miedo, óyeme. ¡Te quemaré vivo si no maldices a Jesucristo ahora mismo!

Lleno del Espíritu Santo, Policarpo contestó con gozo y valor: —Me amenaza usted con un fuego que se apaga después de una hora. ¿No sabe que vendrá un fuego eterno, el fuego de juicio reservado para los impíos? ¿Por qué esperar más? Haga conmigo lo que va a hacer. El procónsul no había querido que saliera de esta manera. El había querido conquistar a este viejo. Había esperado verle de rodillas, rogando por misericordia. Pero el prisionero…el anciano…había conquistado al procónsul. Y éste se recostó en su silla elegante, humillado y enfurecido. Mandó heraldos a diferentes sitios en la vasta arena para anunciar lo que Policarpo había dicho. Cuando se anunció el último desafío de Policarpo, una ola de furia corrió por la multitud. ¡Esto harían! Lo que ellos habían querido desde el principio. Con gritos agudos, saltaron de sus sillas y corrieron por los corredores. Se lanzaron hacia las puertas que daban a las calles. Corriendo locamente, buscaron leña dondequiera. Saquearon las tiendas. Entraron hasta en los baños públicos y robaron la leña de allí. Y se apresuraron para volver a la arena, cargados con leña para prender el fuego. Amontonaron la leña alrededor de la pira preparada, a la cual los soldados ya clavaban las manos y las piernas de Policarpo. Pero él habló con confianza a los soldados: —Déjenme así como estoy. El que me fortalece contra el fuego me ayudará a permanecer en él sin que me aseguren. Después de permitir que Policarpo orara, los soldados prendieron el fuego.^1 Al quemar a Policarpo, el pueblo de Esmirna creía que lo pondrían en el olvido y que la despreciada secta de los cristianos se acabaría. Como el procónsul que había esperado intimidar a Policarpo, así creía el pueblo que los cristianos se intimidarían y olvidarían su fe. ¡Qué equivocación! Resultó todo lo contrario. En vez de intimidarse por la muerte de Policarpo, su líder, los cristianos cobraron más ánimo. Y su número aumentó. Paradójicamente, lo que los romanos no podían hacer, la iglesia misma después hizo. Hoy en día, el nombre de Policarpo descansa en el olvido, y el cristianismo de aquel entonces no existe.

¿Eran éstos “los santos padres”? Cuando yo empiezo a hablar de los escritores entre los cristianos primitivos, muchas personas luego responden: “Ah, bien. Usted se refiere a ‘los santos padres’ de la iglesia.” Pero estos escritores no eran “santos padres de la iglesia”. La mayoría de ellos eran cristianos ordinarios que trabajaban con sus manos, aunque sí tenían más educación que muchos otros en su tiempo. Se hubieran indignado con cualquier persona que se hubiese atrevido a llamarlos “santos padres”. No tenían tal nombre. Los únicos “padres” de la iglesia que ellos conocían eran los apóstoles—y no los llamaron padres. En verdad, el hecho de que estos escritores no eran padres de la iglesia añade gran valor a sus escritos. Si ellos fueran “padres” de algún gran sistema teológico, sus escritos serían de poco valor para nosotros. En tal caso, aprenderíamos sólo las doctrinas que tales teólogos hubieran propuesto. Pero los cristianos en el segundo siglo no escribieron obras de teología. Ningún cristiano del segundo siglo puede ser llamado teólogo. No existía en ese tiempo una teología sistemática en el sentido actual, ni en todo el mundo antes del emperador Constantino. Los escritos de la iglesia primitiva pueden ser divididos en tres clases: (1) obras de apología que defendían las creencias cristianas frente a los ataques de los judíos y de los romanos; (2) obras que defendían al cristianismo contra los herejes; y (3) correspondencia entre iglesias. Estos escritos dan testimonio de las creencias y prácticas universales en la época después de la muerte de los apóstoles. Y es esto lo que les da gran valor. Si hubiera un cristiano entre los años 90 y 313 a quien pudiéramos llamar “teólogo” sería Orígenes. Pero Orígenes no imponía sus creencias sobre otros cristianos. Al contrario, el era el menos dogmático de todos los escritores de los primeros siglos de la época cristiana. Y en esta época ningún escritor mantenía un dogma estricto, sino sólo en los puntos más básicos de la fe cristiana. Uno de los distintivos del cristianismo primitivo es la carencia de muchos dogmas inflexibles. En realidad, mientras más atrás uno va en la historia del cristianismo, menos de teología halla. Sin embargo, aunque había mucha diversidad entre los cristianos primitivos, todavía hallé que había muchos de los mismos temas y

creencias expresados en todos los escritos de ellos. Este libro examina estas creencias y prácticas universales de los cristianos primitivos. Con este propósito, no hablo en este libro de ninguna creencia ni práctica de la iglesia primitiva a menos que cumpla los siguientes requisitos:

  1. Todos los cristianos primitivos que escriben del tema concuerdan en lo que dicen; y
  2. Por lo menos cinco escritores, distantes los unos de los otros en cuanto a geografía y tiempo, escriben del mismo tema. Realmente, la mayoría de los puntos que presento en este libro son apoyados por el testimonio de más de cinco escritores. Una introducción breve a ocho de los escritores principales Antes de presentar las creencias de los cristianos primitivos, quiero introducir algunos de los escritores principales los cuales voy a citar: Policarpo—Discípulo del apóstol Juan Policarpo, de cuya muerte hablamos en el primer capítulo, servía de modelo de fe y de devoción a las congregaciones de Asia. En su juventud él acompañó al apóstol Juan y aprendió a sus pies. Evidentemente, Juan mismo lo ordenó como obispo de la congregación en Esmirna.^2 Si es correcto que “los ángeles” de las siete iglesias de Apocalipsis se refieren a los obispos de las iglesias, entonces “el ángel” de la iglesia en Esmirna pueda haber sido el mismo Policarpo. (Véase Apocalipsis 1.20 y 2.8.) Si es así, qué grato es notar que el Señor Jesucristo no reprendió en nada a la iglesia de Esmirna. Policarpo vivió hasta una edad de por lo menos 87 años. Fue martirizado alrededor del año 155 d. de J.C. Ireneo—Eslabón importante con los apóstoles Uno de los discípulos personales de Policarpo fue Ireneo, quien después se mudó a Francia como misionero. Cuando el obispo de la congregación en Lyon fue muerto en una ola de persecución, Ireneo fue llamado para tomar su lugar. La iglesia en todo el mundo elogiaba a Ireneo como hombre justo y piadoso. Como discípulo de Policarpo, quien a su vez era discípulo del apóstol

Otro filósofo que halló el cristianismo en su búsqueda de la verdad fue Clemente. Viendo la vanidad de la filosofía humana, se volvió a Cristo. Después de convertirse en cristiano, viajó por todo el imperio romano, aprendiendo los preceptos de la fe cristiana personalmente de los maestros cristianos más ancianos y estimados. Los escritos de Clemente, fechados hacia el año 190, reflejan la suma de la sabiduría de sus maestros. Han inspirado a muchos cristianos a través de los siglos, inclusive a Juan Wesley. Con el tiempo, Clemente se mudó a Alejandría, Egipto. Fue ordenado anciano en aquella congregación y encargado de instruir a los nuevos conversos. Por lo general se le llama “Clemente de Alejandría” para distinguirlo de otro Clemente, quien era obispo de la iglesia en Roma a fines del primer siglo. En este libro, si no lo explico de otra manera, cuando hablo de “Clemente” me refiero a Clemente de Alejandría. Orígenes—Una mente aguda dedicada a Dios Entre los alumnos de Clemente en Alejandría había un joven hábil llamado Orígenes. Cuando Orígenes tenía sólo 17 años, estalló una persecución severa en Alejandría. Los padres de Orígenes eran cristianos fieles, y cuando su padre fue apresado, Orígenes le escribió una carta, animándolo a que permaneciera fiel y no renunciara a Cristo por causa de su preocupación por su familia. Cuando se anunció la fecha para su juicio, Orígenes decidió acompañar a su padre al juicio para morir con el. Pero durante la noche anterior, mientras dormía, su madre escondió toda su ropa para que no pudiera salir de la casa. Así es que se le salvó la vida. Aunque tenía sólo 17 años, Orígenes se distinguió en la iglesia de Alejandría por el cuidado amoroso que prestaba a sus hermanos en la fe durante la persecución. Pero las turbas enfurecidas también notaron el cuidado de Orígenes por los cristianos perseguidos, y en varias ocasiones Orígenes apenas escapó con la vida. Orígenes había aprendido la gramática y la literatura griega de su padre, y empezó a dar clases privadas para sostener a sus hermanos menores. Era maestro tan sobresaliente que muchos padres paganos mandaron a sus hijos a recibir instrucción de

Orígenes. Pero muchos de estos jóvenes se convirtieron en cristianos como resultado del testimonio de Orígenes. Mientras tanto, Clemente, el maestro encargado del adoctrinamiento de los nuevos conversos, estaba en peligro. Los oficiales de la ciudad tramaron su muerte, y él se vio obligado a escapar a otra ciudad para continuar su servicio cristiano. En una decisión extraordinaria, los ancianos cristianos de Alejandría le nombraron a Orígenes, de sólo 18 años, para tomar el lugar de Clemente como maestro principal en la escuela para los nuevos conversos. Fue decisión sabia, y Orígenes se dedicó de corazón a la obra. Dejó su profesión de pocos meses como instructor de gramática y literatura. Vendió a plazos todos sus libros de obras griegas, viviendo en la pobreza de lo poquito que recibió mensualmente de la venta de ellos. Rehusó aceptar sueldo alguno por su trabajo como maestro cristiano. Y después de sus clases de cada día, estudiaba las Escrituras hasta horas avanzadas de la noche. Pronto Orígenes llegó a ser uno de los maestros más estimados de su día. A los pocos años, algunos de sus alumnos le pidieron que diera una serie de discursos de exposición bíblica, comentando sobre cada libro de la Biblia, pasaje por pasaje. Los alumnos pagaron escribas los cuales escribieron lo que Orígenes decía, y estos escritos llegaron a ser los primeros comentarios bíblicos que se produjeron. No fue intención de Orígenes que estos comentarios se tomaran muy en serio. A menudo él se salía del texto y daba suposiciones personales. En todo el comentario, mantuvo un espíritu apacible, poco contencioso. Muchas veces terminó su discurso, diciendo: “Bien que así me parece a mí, pero puede ser que otro tenga más entendimiento que yo”. Orígenes tenía una de las más brillantes mentes de su día. Estaba en correspondencia personal con uno de los emperadores romanos. Pero su fama también atrajo la atención de los enemigos de los cristianos. Varias veces tuvo que trasladarse para otro lugar para escapar de la persecución. Sin embargo, llegó a los 70 años. En ese entonces sus perseguidores lo aprehendieron y lo torturaron. Pero por más que lo torturaron, él no negó a Jesús. Y al fin dejaron de torturarlo, exasperados. Con todo, Orígenes nunca se recuperó de la tortura y al fin murió.

Los escritos de Cipriano tienen un valor especial ya que constan mayormente de cartas personales a otros ancianos cristianos e iglesias. En sus cartas vemos los intereses y los problemas diarios de las congregaciones cristianas de aquel entonces. Cipriano se vio obligado a trabajar como pastor clandestinamente, ya que durante la mayor parte de su ministerio rugía la persecución contra la iglesia. Como pastor, trabajaba incansablemente, dando su tiempo y su vida por el rebaño de Cristo que le había sido encomendado. Al fin, fue aprehendido por los romanos y decapitado en el año 258. Lactancio—Maestro del hijo del emperador Lactancio es poco conocido a los cristianos de hoy en día. En esto, nosotros perdemos, porque Lactancio escribió con claridad y elocuencia extraordinaria. Antes de convertirse al cristianismo, fue instructor célebre de la retórica. Aun el emperador Diocleciano le alabó. Después de su conversión, dedicó sus habilidades literarias a la causa de Cristo. Sobrevivió la última gran persecución de los romanos contra la iglesia al principio del cuarto siglo. Con el tiempo, hizo su hogar en Francia. Aunque Lactancio era muy anciano cuando Constantino se hizo emperador, éste le pidió que volviera a Roma para ser el profesor particular de su hijo mayor. Los escritos de Lactancio tienen gran importancia para nosotros porque se escribieron al final de la época pre-Constantina de la iglesia. Demuestran ampliamente que la gran mayoría de las creencias cristianas habían cambiado muy poco durante los 220 años entre la muerte del apóstol Juan y el principio del reinado de Constantino. Si acaso a usted se le olvidan estos nombres... Bien puedo creer que estos nombres no son conocidos para muchos de ustedes. Pueda que les sea difícil recordarlos. Por este motivo, he incluido un diccionario biográfico al final de este libro. Este diccionario presenta un cuadro biográfico muy breve de todos los escritores que voy a citar en el libro. Es posible que quiera poner un marcador de libro en esta página para que pueda refrescar su memoria sobre cualquier de los nombres que menciono.

En mis primeros borradores de este libro yo describí las creencias y prácticas de los cristianos primitivos, incorporando sólo una cita o dos de ellos en cada capítulo. Pero cuando di estos primeros capítulos a mis amigos para leer, todos ellos comentaron lo mismo: “Queremos oír a los cristianos primitivos, no a usted.” Así es que eso he hecho. He aquí la historia de ellos, contado en gran parte por ellos mismo. Espero que le cambie a usted tanto como me ha cambiado a mí.

estaba equivocado. Nos hemos dicho que en verdad podemos tener las cosas de dos mundos—las de este mundo y las del mundo venidero. Muchos de nosotros llevamos una vida muy poco diferente de las personas incrédulas con valores conservadores, excepto asistimos a los cultos de la iglesia cada semana. Miramos los mismos programas de televisión. Compartimos las mismas preocupaciones acerca de los problemas del mundo. A menudo, estamos tan enredados en los negocios y en los afanes de las riquezas como nuestros vecinos incrédulos. Así es que muchas veces nuestro “no ser de este mundo” existe más en la teoría que en la práctica. Pero los cristianos primitivos eran muy distintos de nosotros. Los primeros cristianos se gobernaban por fundamentos y valores muy distintos de sus vecinos. Rechazaron las diversiones del mundo, su honor, y sus riquezas. Ya pertenecían a otro reino, y escuchaban la voz de otro Señor. Esto lo vemos en la iglesia del segundo siglo tanto como en la del primer siglo. La obra de un autor desconocido, escrito alrededor del 130, describe a los cristianos a los romanos de la siguiente manera: “Viven en sus distintos países, pero siempre como peregrinos… Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan sus días en el mundo, pero son ciudadanos del cielo. Obedecen las leyes civiles, pero a la vez, sus vidas superan a esas leyes. Ellos aman a todos los hombres, mas son perseguidos por todos. Son desconocidos y condenados. Son llevados a la muerte, pero [serán] restaurados a la vida. Son pobres, mas enriquecen a muchos. Poseen poco, mas abundan en todo. Son deshonrados, pero en su deshonra son glorificados… Y aquellos que los aborrecen no pueden dar razón por su odio.”^1 Ya que el mundo no era su hogar, los cristianos primitivos podían decir sin reserva alguna, como Pablo, “el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1.21). Justino explicó a los romanos: “Ya que no fijamos nuestros pensamientos en el presente, no nos preocupamos cuando los hombres nos llevan a la muerte. De todos modos, el morir es una deuda que todos tenemos que pagar.”^2 Un anciano de la iglesia exhortó a su congregación: “Hermanos, de buena voluntad dejemos nuestra peregrinación aquí en el mundo para que podamos cumplir la voluntad de aquel que

nos llamó. No tengamos temor de salir de este mundo,…sabiendo que las cosas de este mundo no son nuestras, y no fijamos nuestros deseos en ellas… El Señor dice: ‘Ningún siervo puede servir a dos señores’. Si deseamos, pues, servir tanto a Dios como a la riqueza, nuestra vida será sin provecho. ‘Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?’ Este mundo y el venidero son enemigos… Por tanto, no podemos ser amigos de ambos.”^3 Cipriano, el anciano de estima de la iglesia en Cartago, destacó el mismo punto en una carta que escribió a un amigo cristiano: “La única tranquilidad verdadera y de confianza, la única seguridad que vale, que es firme y nunca cambia, es ésta: que el hombre se retire de las distracciones de este mundo, que se asegure sobre la roca firme de la salvación, y que levante sus ojos de la tierra al cielo… El que es en verdad mayor que el mundo nada desea, nada anhela, de este mundo. Cuán seguro, cuan inmovible es aquella seguridad, cuan celestial la protección de sus bendiciones sin fin— ser libre de las trampas de este mundo engañador, ser limpio de la hez de la tierra y preparado para la luz de la inmortalidad eterna.”^4 Hallamos este mismo tema en todos los escritos de los cristianos primitivos, sean de Europa o de África del norte: no podemos tener a Cristo y a la vez al mundo. Para que no pensemos que los cristianos describían una vida que en realidad no llevaban, tenemos el testimonio de los mismos romanos de esta época. Un enemigo pagano de los cristianos escribió: “Menosprecian los templos como si fueran casas de los muertos. Rechazan a los dioses. Se ríen de cosas sagradas [de la idolatría]. Aunque pobres ellos mismos, sienten compasión de nuestros sacerdotes. Aunque medio desnudos, desprecian el honor y las túnicas de púrpura. ¡Qué descaro y tontería increíble! No temen las tormentas presentes, pero temen las que quizás vengan en el futuro. Y aunque no temen en nada morir ahora, temen una muerte después de la muerte… “A lo menos aprendan de su situación actual, gente miserable, que es lo que en verdad les espera después de la muerte. Muchos de ustedes…en verdad, según ustedes mismos dicen, la mayoría de ustedes…están en necesidad, soportando frío y hambre, y

Clemente describió la persona que conoce a Dios de esta manera: “Por amor a otro él se hace pobre a sí mismo, para que no pase por alto ningún hermano que tenga necesidad. Comparte, especialmente si cree que él puede soportar la pobreza mejor que su hermano. También considera que el sufrir de otro es su propio sufrir. Y si sufre algo por haber compartido de su propia pobreza, no se queja.”^8 Cuando una enfermedad fatal inundó el mundo entero en el tercer siglo, los cristianos eran los únicos que cuidaban a los enfermos. Los cuidaban aunque corrían el peligro de contagiarse ellos mismos. Mientras tanto, los paganos echaban a las calles a los enfermos, miembros de sus propias familias, para protegerse de la enfermedad.^9 Otro ejemplo ilustra el amor fraternal de los cristianos y su entrega total al señorío de Cristo. Cuando un actor pagano se convirtió en cristiano, se dio cuenta de que no podía seguir en su empleo. Sabía que las obras dramáticas fomentaban la inmoralidad y estaban empapados en la idolatría pagana. Además, el teatro a veces hizo homosexuales a los muchachos con el propósito de prepararlos para hacer mejor el papel de mujeres en las obras. Pero ese actor recién convertido no tenía ninguna otra pericia para el empleo. Por eso, él propuso establecer un colegio para enseñar el drama a alumnos incrédulos. Sin embargo, primero presentó su plan a los ancianos de la iglesia para oír sus consejos. Los ancianos le dijeron que ya que la profesión de actor era inmoral, le sería inmoral enseñar esa profesión a otros. No obstante, esa cuestión era nueva para ellos. Escribieron una carta a Cipriano en Cartago, la ciudad más cercana, para pedir sus consejos también. Cipriano estaba de acuerdo con ellos en que un cristiano no debía enseñar una profesión que él mismo no podía practicar. ¿Cuántos de nosotros estaríamos tan preocupados por la justicia que presentaríamos nuestros planes de empleo a los ancianos de la iglesia o a una junta de diáconos? ¿Y cuántos ancianos hay en la iglesia actual, que estarían tan preocupados por no ofender a Dios que tomarían una posición semejante tan firme? Pero eso no es el fin de la historia. Cipriano también dijo a la iglesia que debían estar dispuestos a sostener económicamente al actor si no podía ganarse la vida de otra manera—de la misma

manera que sostenían a los huérfanos, o a las viudas y a otras personas necesitadas. Pero escribió más: “Si la iglesia allí no tiene los recursos para sostenerlo, él puede trasladarse para acá y le daremos lo que le falte para ropa y comida”.^10 Cipriano y su iglesia ni siquiera conocían a ese actor, mas estaban dispuestos a sostenerlo sólo porque era creyente, compañero en la fe. Fue así como un cristiano dijo a los romanos: “Nos amamos los unos a los otros con amor fraternal porque no conocemos el odio.”^11 Si los cristianos de hoy en día se atrevieran a decir tal cosa al mundo, ¿lo creería el mundo? El amor de los cristianos no se reservó sólo para otros creyentes. Los cristianos primitivos ayudaban también a los incrédulos: los pobres, los huérfanos, los ancianos, los enfermos, los náufragos…y aun a sus perseguidores.^12 Jesús había dicho: “Amad a vuestros enemigos…y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5.44). Los cristianos primitivos recibieron estas palabras como un mandamiento del Señor, no como un ideal bello pero poco práctico para la vida actual. Lactancio escribió: “Si todos nos hemos originado de un hombre, quien fue creado por Dios, claramente pertenecemos a una sola familia. Por esta razón lo tenemos por abominación el aborrecer a otra persona, no importa cuán culpable sea. Por este motivo, Dios ha ordenado que no aborrezcamos a nadie, sino más bien que destruyamos el odio. De esta manera podemos consolar aun a nuestros enemigos, recordándoles que somos parientes. Porque si todos hemos recibido la vida de un solo Dios, ¿qué somos sino hermanos?... Y ya que somos hermanos, Dios nos enseña a nunca hacer el mal a otro, sino sólo el bien—auxiliando a los oprimidos y abatidos, y dando comida a los hambrientos.”^13 Las Escrituras enseñan que el cristiano no debe llevar su hermano ante la ley. Al contrario, debe sufrir el ser defraudado por su hermano, si fuera necesario (1 Corintios 6.7). No obstante, como abogado he visto que los cristianos de hoy en día no temen demandar a su hermano ante la ley por algún daño que han recibido. Doy un ejemplo de un caso perturbador que sucedió hace poco en la ciudad donde vivo. Un alumno en un colegio cristiano trabajaba en la escuela en sus horas libres para ayudar a pagar su instrucción. Un día se desmayó a causa de los vapores de un insecticida que aplicaba por el colegio. Tuvo que ser hospitalizado