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Guerra y hegemonía 1939-1943. Un aspecto de las relaciones chileno-norteamericanas, Apuntes de Relaciones Internacionales

Tipo: Apuntes

2018/2019

Subido el 09/07/2019

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¡Descarga Guerra y hegemonía 1939-1943. Un aspecto de las relaciones chileno-norteamericanas y más Apuntes en PDF de Relaciones Internacionales solo en Docsity!

INSTITUTO DE HISTORIA

pontificia Universidad Católica de Chile

PONTIFICIA UNIVERS IDAD CATOLlCA DE CHILE

I NST I TUTO DE H ISTORIA

DIRECTOR FUNDADOR

t JAIME EYZACUUtRE CUTIÉ:II.RF.Z

DUtEcrol
JUAN RICAJWO COUYOUMDJlAN

CoMISIÓN EDITORA JUAN RICAR.DO CoUY O U~mJLAN , CO!'ZALO IzQUIEI\OO, RICARDO KREBs, JULIO HETAMAL FAVEREAU , FERNANOO SILVA

CoNSEJO EDITORIAL HAROLD BLAKEMORE, PEDRO CRASES , LEWlS H ANKE, t..'fACNl.lS t..I6RNER, DE:\IE'TRIO RA:\IOS y SILVIa ZAVALA

SECRETARIO DE LA REvISTA ROBERTO HERNÁNDEZ PONCE

Código Internacional: rSSN 0073 - 2435

La revista Historia se publica una vez al año e incluye trabajos relativos a la historia de Chile y temas afines, de investigadores nacionales y extranjeros. La Comisión Editora recibe y selecciona los trabajos para su publicación. Toda c~rrespondencia debe ser dirigida a:

Instituto de Historia Pontificia Universidad Católica de Chile , , Casilla 114- Santiago de Chile

El valor de la suscripción anual al extranjero es de US$ 25 más gastos de envio

HISTORIA 23 / 1988

Pero mientras que los dos primeros trabajos subrayan la perspectiva nortea.mericana, el caso del chileno constituye una defensa de su actua- ción, escrita 30 años después de los acontecimientos. Se trata de una defensa persuasiva, y que contiene elementos de juicio muy valiosos para el historiador, pero sin duda insuficiente para una comprensión cabal de la política chilena. El trabajo de Francis constituye una obra maciza que estudia comparativamente a Chile y Argentina. El de O'Brien es una tesis doctoral que se desarrolla como "test" a la teoría de la dependencia; como tal es sumamente interesante y sus conclusio- nes deben ser incorporadas a la mirada del historiador, pero no intenta abrirse a la totalidad de los factores ~Ilvueltos. Barros Jarpa, por último, ofrece un artículo sólido en defensa de su desempeño, de considerable extensión, aunque por ci~rto mucho menos detallado. Mientras 'los nor- teamericanos incluyen un -somero- análisis del proceso de toma de decisión en ahile y de la actitud de la clase política, Barros Jarpa lo analiza fundamentalr~nte a nivel de Gobierno. Los tres hacen uso de la publicación de documentos confidencia'les del Gobierno norteameri- cano; Francis y O'Brien examinaron tanto lo.s Foreigll Relatioll 01 tlle United Sta/es, como los documentos del "National Ardhives"; Barros Jarpa empIca sólo los primeros, bastante ricos por lo demás .. Los tres hacen uso, modestamente, de la prensa y de otro t~po de fuentes chilenas. En nuestro caso hemos incluido además una revisión -todavía no del todo exhautiva- de los archivos del Ministerio de Relaciones Exte- riores de Chile. Además, esperamos hacer uso intensivo de la prensa, insustiluible para un estudio de cultura política, así como un análisis del lenguaje político a través de UIlQ amplia gama de fuentes, pero en primer lugu por medio de los documentos parlamentarios. Por último, la inrormación económica de tipo estadística ha sido publicada en diver- sas partes. Aunque en algunos aspectos (v. gr., deuda externa) cs difícil de reconstruir careciendo de conocimientos estadísticos sofisticados. con todo permite obtener una idea acerca del panorama y del grado de "dependencia'" de la economía chilcna con EE.UU.

AI'Io"TECEDFJ','TES L."MEDIATOS; PRlMEIIA GUEIIRA MUNDIAL y GRAN' DEpRESiÓN

La. guerra de 1914 ofrecía una primera experiencia. Naturalmente

que en ese entonces la reacción de Chile -de neutralidad- estaba in- serta tanto en sus tradiciones históricas y en su legalismo, como en las circunstancias propias a la situación del Cono Sur americano y de las

J. I'ERMANDQI;, / GUERRA Y HEGEM ONÍA 1939-

presiones de la época 4. Así, cuando evocamos este problema nos refe- rimos esencialmente al tipo de relaciones hi stóricas, qu e recientemente han sido calificadas como las de "una amistad esquiva"~, en cuanto a que los vÍncuios interestataJes entre Ohile y EE.UU. han sufrido siem- pre de alguna dificultad y, cada cierto tiempo, de alguna tensión. Pa- radójicameante ( quizás), EE.UU. ha sido considerado -explícita o tácitame nte- como un paradigma de sist-ema político y, con menos consenso, como organización económica. En el primer tercio d el siglo XX la penetración económica norteamericana encontró escasa resistencia entre la clase política chilena, aunque surgiría una crítica cultural al respecto, muy propia del mundo latinoamericano. También lo guerra acelera un proceso que estaba en ciernes, esto es, el reemplazo de la hegemonía económica inglesa por la norteame- ricana, sobre todo como fuente de finan cia miento y de inversión exter- nas ·. La Gran Depresión no haría SiDO destaror nítidamente lo s pro- blem ls que arrojaron estas oportunidades. Mientras el mundo cayó en un proteccionismo, las estrategias de superaci6n de la cri.~is, cuando las hubo, emergieron de la constitución de bloques económicos exclu- yentes, relativamente cerrados 1. En el caso norteam er icano el proteccio. nismo constituyó un factor agravante de la crisis, que afectó con sin- gular dureza a América Latina, a Ohile con especial ensañamiento 8. Lentamente \Vashington intentarío. superar esta situación con una po- lítica más o me nos sistemática de reapertura, en la que destacaron l os acuerdos de comercio recíproco, uno de los cuales se discutiría durante toda la década pOra el caso chileno. En otras palabra s, la aproximación económica de EE.UU. a Ohile en los años 30 se vinculaba a sus intentos

4 Ricardo Couyumdjian, "En tomo a la ncutntlidad de Chile dur an te la Pri- mera GuelTa Mundial", en Walter Sáochez, Teresa Pereira, eds., 150 .... ños de Pol ítico E;derior C/lilma, (Sa ntiago, U nh'ersitaria, 1 977), pp. 180-205. Sobre polí- tica exte ri or chilena, su legalismo, y su conform,'lción a través de In histori.l, Lawrence Littwin ..... n lnte groted V/ew uf ClilIean Fareign Policl/ (New York University, Dis$ ., 1967 ). $ Heraldo Muñoz, Carlos Portales, Una Ám/#ad E.tqul¡;o. La.s Re la cione. de Chile con Estadol UnIdOl, (Santiago, Pehuén, 1987). ~ Juan Ri cardo Cou)'oumdjian, Chile y Gran Bretaño durante lo Pri1JU.TO Guerra MundiDl y ID Portguerro 1914-1921, (Sa ntiago, Andrés Bello, Ediciones lln i. "ersidad Calólica de Chile, 1 986). También Paul W. Drakl', "La Mi sión Kemmerer a Chile: consejeros norteamericanos, estabilización y endeudamiento, 1925-1932", en Cuaderno.! de 1/istoria, 4, julio 1984, pp. 31-60. 1 Charles P. KindJeberger, La CrisÍ.! Ecoll6mico 1929-1939 ( Ba rcelona, Edi- torial Crítica, 1 983), pp. 205-2.38. 11 P. T. Ellsworth, Chile. An Econotnr¡ in Tron.Jition (New York, T he Macmillao Pre.s, 1945), esp. pp. 3-22.

J. ~'ERMANDOIS I CUERRA y lIECEMONÍA 1939·

En cambio sí que hubo un despuntar nuevo en las preocupaciones norteamericanas hacia Ohile, aunque por ahora muy tenue. El desarrollo político interno inquietaría a Wo.shington, aunque todavía concentrado en las consccuencias que ello podía tener para l os intereses econÓ· micos de ciudadanos norteamericanos. Esta situación se conecta con la instalación en el sistema político y en la cultura política chilenos de una izquierda marxista con un verdadero status de subcultura 11. Parte de la autoidentificación de esta izquierda emanará de una critica al "imperialismo", csto cs, a la sombra hegemónica de EE.UU. sobre Amé ri ca Lat ina. De todas maneras, este antinorteamericanismo sería relativo, ya que la consideración en el interior de la mentalidad colec· tiva de EE.UU. como paradigma de lo moderno no estaría ausente de la izquierda 12. Finalmente, hacia fines de la década, en el albor d el conflicto europeo en 1939, nada indicaba una posible disonancia entre Chile y EE.UU. En la esfera económica el gobierno del Frente Popular (cuyo advenimiento en 1 938 no provocó mayor alarma en Washington) con· fiaba en la ayuda de EE.UU. tanto para los planes de la CORFO como paro la reconstrucción de las zono.s asoladas por el terremoto de Chi· Ilán. Esto último implicó además la suspensión de los pagos de la deuda externa y d61 rescate de bonos de la mi5ma 13. Aunque muohas veces

11 Paul W. Drake, SOCiaIi.rm and Populi.rm in Chile. 1932.1952 (Urbana,

ChiCQgo, Londre.s, University of Chicago Press. 1978). También Son. Yopo, El

Partido Socialista Chileno y EstadOl Unido&: 1933·1946 (Santiago, Fbcso, Docto. 1'0 224, 1984); Y Alfredo Riquelme, Visi6n de EJtado, Unido. en el Partido Co- mun/.s1a Chileno, 1. La ~Era R~I"': 1935-- 1945 (Santiago, Flacso, Docto. NQ 2.19, 198.5). 12 Joaquín Fermandoi5, Chile rJ el Mundo, 197Q·HJ73. La Política Ertmor del Gobierno de la UnidGd Popular y el S/.#erna lntemocional (Santiago, Ediciones Universidad Católica de ChUe. 19&5), p. 256 s. Emte en estos ailOS treinta y cuarenta una literatura ensaylstic3 acerca de EE.UU., que quizás convendria tematizar como objeto de análisis. Entre ellos Joaquín Edwa rds Bello, El Naclo- nalirmo Continental (Santiago, Ediciones Erctlla, 1935); Enri(lue Molina, Páginar de un Diario. Vin/e a lo, EJtodo, Unicún de NCfftcoméricG, abril.;unio de 194(J (Santiago, X'ucimento, 1940); Benjamín Suber~ux, Retomo de USA. Noot

~r;:~;_'Jn 1!~mt:n~f°j¡a1's;:~~~, A~:~m:.n~~~~illiPS, Eslad(J$

la O'Brien, op. cit., pp. 173-188. Sobre las fuentes de financiamiento, Markos

J. ~Iamalakis, An Analysis of lhe Financial Invettment Actioltiel of the Chikan

Development Corporatian: 1939-1964 (Tho University of Wltcuruin, Milwaukee, Center for Latin American Studies, 1969). Es importante hacer notar que en sus pbnt'l: de industrialización, el Gobierno chikno proyectó una polltiCQ mil o menos desconfiada a las ¡nveniolleS aut600mas del capital eJflnnjero. Al respecto las instruociones del Caociller Cristóbal S&enz al delegado chileno a 111 convenl.·

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huoo desacuerdos, todo indicaba en lo formal (pero no carente de sustancia) una negociación entre iguales, entre los que por añadidura existe un consenso básico. En las conferencias panamericanas de Buenos Aires y de Lima la actitud chilena s6lo había tenido una singularidad en cuanto a ser fiel a los posiciones chilenas en relación a la tradición exterior de Chile H, Ocasionalmente fun cionarios chilenos plantearlan la posibi lid ad de una cooperación es tratégico-militar con EE.UU., lo que incluiría una fOrtificación de la Isla de Pascua. Sin embargo, en esta posición chilena siempre leemos primordialmente una preOCupación por el equilibrio en el Cono Sur, perspectiva que nunca dejarla de l ado la diplomacia chilena, y que hay que tener en cuenta pan entender al menos parte de cada u no de los actos y posiciones de Santiago la. POr último, Chile en estos años intentaría iniciar un estrechamiento de relaciones entre sus Fu erzas Armadas y las de EE.UU., principalmen- te por medio de la compra de material de guerra. Debido a la escasez de divisas y a algunas reticencias norteamericanas el asunto se arros- trarla bastante. La Fu erza Aérea de Chile ( FACH ) ya 'había comprado algunos aviones, pero nada significativo; la marina deseaba construir dos cruceros, y adquirir material avanzado Ifl. Pero a medida que se

cio~s económicas en Washington, Carlos Campbell. 15 de mayo de 1940, en An:hloo del Min isterio de ReUu::lones E:derloru de Chik (a continuación cit. como ARREE). vol. 1823. 14 Por ejemplo, cfr. Memorándum con instrucciones (preparadas por Enrique Bemstein). pólm la delegación chilena a Lima, ARREE, '01. 1657. 11 De la Embajada en Santiago al Departamento de Estado (Duggan). Me- morándum del Encargado de Negocios \Vesley Fros t acerca de su conversación con el Subsecretario de Relaciones chileno, De la Maza, estando también presente Enrique Bernstein, el 26 de julio de ¡939; en National Arclli\lC3 (a continuación citado como NA 711.25/92). De la Maza insiste en que la cooperación sólo debe ulenclerse al campo polítiCO, ya 'Iue se prefieren las relacione¡ económicas con Alemania que serian m;.¡ convenientes pam Olile. También el chileno afirma que Alemania habria ofreddo la ~nta de dos cruL'el'O$ para la Annada de Chile, En general se trata de un documento digno de reproducirse, pero éste no es el lugar ¡nr. hacerlo. Sobre este mismo problema, cfr. el cable de Frost a lI uD, del 19 de julio de ¡939 en donde se refiere a otro mensaje "estrictamente confidencial'· del 10 de julio, ~n el cual también se hablaba de la posibilidad de fortifi ca r la hla de PaJC\la, en Forcign RelutiOns 01 the United SUJte$ (a continuación FRUS), ¡939, V. p. 4645. Entonce.s esta idea .ce~ de Pasc::ua no fue mero producto de una conversación casual. Ifl ARREE, vol. 1657 , También Francis, op. cit., pp. 27-32.. Por otro lado ya en junio de 1939 el Congreso norteamericano había autorizado al Presidente para vender equipo militar a las MRepúblicas americanas"; FRUS, ¡939, V, p, 29, 29 de junio de 1939. Tb. clr, EmiliO Meneses, El Factor NaTJtJl e-n 1M Re-Iocione-I de Chile 11 E!todo. Unido.; 1881·1951, por aparecer en el curso de 1988; por gen- tileza del Prof, Menl!Se$ tuvimnl acceso a l manU$Cl"ito re spectivo.

(^12) IIISTORlA 23 / 1988

a cabalidad con lo que las circunstancias le imponían (con In adverten- cia a EE.UU. de que su marina no tenía la capacidad de patrullar efectivamente las 300 mUlas correspondientes). y WaShington quedó convencido de que [as reservas chilenas para una cooperación eran inexistentes, ya que así le fue comunicado por el gobierno chileno lB, Esto era efectivamente así en ese momento, pero s6lo que la dinámica de los acontecimientos los separaría irremediablemente. Mas todavía faltaba para ello. Existe un elemento de juicio indispensable de tener presente para entender la época: los EE.UU. permanecían neutrales y permanecieron como taJes mientras no fucron atacados, y el grueso de su opinión púo blica tendía hacia un aislacionismo O al menos a una neutmlidad que ayudase desde la distancia a Inglaterra (ya la URSS a partir de junio de 1941) 111. Eso era lo que observaban los actores políticos chilcnos y no dejarían de señalarlo en 1942. Como parte de esta política, en todo este período, y cada vez más intensamente hacia 1941, \Vashington intentaría configurar una coalición estratégica con ·Ios Estados conti· nentales con el objeto de enfrentar la guerra en alineamiento contra el Eje, ya sea ante el problema de la posible "Quinla Columna", todo un tema de la época (en gran medida exageradísimo). o tomando las medidas económicas y militares que pudiesen prever una confrontación militar:lO. En otras palabras, también con la regi6n Washington llevaba la misma política -como es demasiado obvio- que tenía ante su propia opinión pública y ante el Eje. Esto implicaba empujar al país a ayudar a I nglaterra, a participar de esta manera en la guerra, por ahora con

18 De Wesley Frost a Hull, 4 de octubre de 1939, FRUS, 1939, v, p. 375. Ante los ataques a la posición de EE.UU. en América Latina, sobre todo en relación al conflicto europeo. de pute del Frente Popular, el Canciller se distancia claro y rotundamenae afinnando que provcnlan de "intrigas de Moscú". Ello cra rigu- rosamente anotado por los norteamericanos. Telegrama de BowelO al Departa- mento de Estado, 29 de abril de 1940, NA, 711.25/98, File NO;> 812.6363/6809. 111 Robert Dal1ek, Frol1klln D. Roo.wvelt ¡md AmeTican ForCign Policy, 1932- /9/5 (O:.:Iord, New York, Toronto, Melboume, Odord University Press, 1981), pp. 144-313. 20 Para las con~rsacjQnes entre Dowers y el Canciller junto a delegaciones militares de ambos países en torno a la vigilancia marltima en Punta Arenas así como para la represión del espionaje ya en agosto de 1940, cfr. FRUS, 1941, VI, pp. 552-554. Las memorias de Glaude G. Bowers, Misión en Chile, 1939- (Santiago, Editorial del Pacifico, 1957), esp. pp. 68-82. corutitu)'en una elocuente demostración de esta "espiomanla", a pesar de que el Embajador norteamericano era mucho menos exaltado que sus colegas en Washington. La personalidad de Bowers y su permanencia en Chile merecerían un pequeño estudio.

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apoyo material al no poder intervenir militarmente debido a una opi- nión pública todavía reticente. Tampoco nadie ponía en duda en Amé- rica Latina que ésta era. la política de Roosevelt, mas también nada indicaba que la orientaci6n chilena pudiese encontrar algún reparo en Washington. En Santiago, s610 en boca del Canciller Juan Bnutista Rossetti, ya hacia septiembre de 1941 , se podían encontrar algunas expresiones que combinaban el tradicional homenaje o. la "solidarid:ld americana" con un enjuiciamiento ideológico del conflicto, que en el caso de agresión por parte de una fuerza "extracontinaatal" obligarían o. Ohile a '·particlpar en la defensa con la serena e irrevocable decisi6n" :11. Frase ciertamente aislada en boca de personeros oficiales, y que los propios norteamericanos sabían bien que no era del todo representa- tiva =. Pero la personalidad desbordante y entusiasta de Juan Bautista Rossetti ayudaría a transmitir al amhiente oficial de Washington ya en esta época una idea de que Chile seguiría más o menos entusiasta- mente las aguas norteamericanas ante las ci rcunstancias que se ave- cinaban. Naturalmente no debemos olvidar que Chile tenía una larga tra- dici6n de buenas relaciones con Ital ia y. sobre todo, con Alemania, distantes pero no enturbiadas con Japón. No podía haber un entu- siasmo ni gubernativo ni siquiera de opini6n pública por un rápido alineamiento antigennano, al menos en 1939 y 1940. Sólo con España las relaciones estuvieron temlxlralmente interrumpidas; en este con- texto ello muestra algún interés, ya que en la documentación nortc- americana no se pone en duda de que España es parte del "Eje":13. Así, la Conferencia de La Habana (21 al 30 de julio de 1940) no present6 ninguna ocasión de disonancia por parte de Chile. cuyos delegados mantuvieron una posici6n discreta:14. La Conferencia cerr un capítulo abierto en Lima en 1938, que inicia una transformación del sistema interamericano de ser una instancia de arreglo pacífico de

21 FRUS. 1941, VI. p. 555. en cable de HuU a Bm... ers pidiéndole que trans- mita sus agradecimientos a Rossetti por el d.is::'ucso, ibid. 22 De Boweu a Welles, 6 de julio de 1940, en donde se c:omenta que Rossetti no participaría en la Conferencia de La Habana, lo que resultaba mejor, pues era

dt>maSiado entusiasta. MI am gbd Rossetti is out. Like J. J-Iam Lewis he is always

brilliant bul oflen a briUianl clamn fool, ,00 such men are MI confortable in negotiations", en NA, 71l.25/104. 23 Cfr. Paul W. Orake, "Chile", en Marlc Falcoff y Frooerick 8. Pilee, ods., T~ Spanish ClvU WQr. 1936-1939. .American Hemlspheric Per.spectlocs (Lincoln y Londres, University oC Nebraska fren, 1982), esp. pp. 273-282. 2-1 Francis, op. cit., p. 26.

J. t"'ERMANtlOIS / CUfJU\A y HECEMONÍA 1939-1943 15

decidido a Londres, así como su curso de colisión con Tokio, se trans- formó en una apasionada participación pleoo en el conflicto mundial como consecuencia del ataque japonés a Pearl HarOOr. La guerra es enfrentada por la sociedad norteamericana con apasionamiento y rigo. rismo ético, de modo quc una actitud de neutralidad de algún actor continental llegaba a ser considerada como una suerte de traición o de colusión con las fuerzas demoníacas y "totalitarias" (como con exclusión de cualquier otra se consideraría a las fuerzas del Eje). La propia actitud de la opinión pública norteamericana hasta ese mom ento sería rápidamente olvidada Cn un desdoblamiento de conciencia (o de "memoria selectiva") nada de extroño en estas circunstancias, por lo demás. Con un estado de ánimo como éste, la posición chilena (y, sobre todo, la argentina) no podía aparecer sino como una aberraciÓn:::8. Esto se ve magnificado, creemos, porque en Washington se tuvo la impresi6n, al comienzo (ca. enero-mayo 1942), de que el atraso chileno en ali· nearse sólo se debía a un problema sucesorio. Efectivamente, Pedro Aguirre Cerda habia muerto en noviembre de 1941, las elecciones pam escoger a su sucesor se llevarla a ca 00 sólo el 19 de febrero de 1942, y el ganador asumiría el 2 de abril siguiente. También la perplejidad ante la sorpresa de ?carl Harbar le daría crédito a los temores de una incursi6n japonesa en la costa americana del Pacifico. La misma tarde del. 7 de diciembre, mientras en la CaSJ. Blanca pululaban altos funcionarios de Gobierno y del Congreso, y mientras llegaban noticias cada vez más negras desde Hawaii, Roosevclt tiene tiempo de acercarse a Hull y señalarle que se debe comunicar con los Estados de América Latina y solicitar su cooperación !v. 1o.-las también la situación operoba a la inversa. lEsa tarde el Embajador Rodolfo Michels se acercaba al Departamento de Estado para expresar el apoyo chileno. "El Gobierno de los Estados Unidos puede estar seguro de que se han tomado todos las precauciones para asegurar la producción y envío de materiales estratégicos" 30 • Ciertamente ésa era la posición chilena y lo seguiría siendo durante 1942. Pero ¿cómo lo podían leer los norteamericanos? No de otra manera sino como uno.

rreo:n~t:lg~nfá~::n~!te;:e~ilib;'1 ~~=~lrt~ E;~~~lI;f sl:t:::"~ tion: The United S<ateJ and Argentina, 19.u·1946", en JoumDl 01 lAIin Americon Studlef, 12, 2. 1980, pp. 365-396. ~ Cardan Prange, At Dawn \Ve S/ept. The Untold llinOflJ uf PeorE Harbor (:o-Iew York, Penguin Boob, 1 982), p. 556. ao Memorándum de la conversación de Bursley con Michels, 7 de diciembre de 1941, en NA, 711.2..5/115.

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declaración de principios para seguir las aguas de Washington en la política continental. Más todavía, se tomaría esta impresión ante la actuación inicial del Ministro Rossetti en la Conferencia de Río de Janeiro (15 al 28 de Cnero de 1942), convocado. precisamente por iniciativa (calurosa- mente celebrada en \Vashington) del mismo Rossetti, en quien Bowcrs creía ver a alguien empeñado "en complacemos de cualquier manera en Río" 31. Efectivamente, el desempeño de Juan Bautista Rossetti en la Conferencia de Río llevó a los norteamericanos a un engaño, al creer que Ohile seguiría rápidamente las aguas de \Vashington. Sumncr W-elles le comunicó a Hull que Rossetti kle había infonnado (que) a él (al mismo Rossetti) se le había comunicado de parte de su Gohierno de que Chile estaba preparado para romper todas sus relaciones con el Eje sin mayores dilaciones" 32. Existen versiones contradictorias acerca. de la actitud del Canciller chileno M, pero no cabe duda de que la percepción de los norteamericanos (o de Welles solamente) los llevaría a ha(;erse ilusiones primero, y después a una cada vez mayor indig- nación por la reluctancia chilena a romper sus relaciones con el Eje. El asunto es que después vendrían instrucciones precisas de San- tiago para que no se votara una "resolución" de ruptura que atara de manos al futuro gobierno chileno. Al no poder impulsar esa "resoluci6nn, EE.UU. aceptó con bastonte desilusión que la Conferencia emitiese una "recomendación" de ruptura, que tendía a favorecer a Chile y Argentina, Jos únicos países que todavía mantenaín relaciones diplo- máticas y consulares con el Eje. Fue el primer tropiezo, y luego se desenoodenatÍan una serie de roces que conducirían a una virtual confrontaei6n.

SI De Bowers a Hull, 30 de diciembre de 1941, en FRUS, 19·i2, V, pp. 6-8. 32 De \VeUe!I a Hull, 25 de enero de 1942, en FRUS, V, p. 40. 33 Barros Jarpa, op. cit., pp. 39-49. También Rossetti habría infonnado al Embajador de Inglaterra que aunque en Río de!leaba solidarizarse con los paises americanos, Chile debla cuidar por $U seguridad que apareda en peligro ante los avances del Eje; de Orde al f'oreign Office, 6 de enero de 1942, cit., c/r. Emilio Meneses, Copping wilh Decline .. Ch/lean F«eign Po/U;.¡ Durlng Ihe Twenlieth Cen1ufll, 1902-1972 (OxfOl"d: Diss., 1988), p. 216. También e/ro el testimonio de un entonce, ;oven diplomático chileno, Enrique Bemstein, Recuerdos de un Di- pl0m4lico. Haciendo Camino 1933-1957 (Santiago: Andrés Bello, 1984), pp. 64-

  1. El propio Tobias Barros confinnaria sus impresiones de entonces 45 años después en sus memorias, en donde reproduce algunos de sus telegramas despa- diados en Berlin, y que hemos revisado en el Archivo de la Cancillería; Reco- giendo los Pasos. Tu/Igo Mi/itar 11 Polílica del Siglo XX (Santiago: Planeta, 1988), pp. 416-430.
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lOs aliados. En realidad, de acuerdo a 10 tratado en las conferencias intcramericanas desde 1938 en adelante, Chile otorgó rápidamente ~I status de "no beligerante" a EE.UU., lo que le permitía a éste ,cvadiT las restricciones que tocaban a los neutrales en su trato con Chile. En cambio Alemania no podía gOzar de semejante garantla (por lo demás, no tenía el dominio del mar con qué conseguirla). Al asumir Ríos, el 2 de abril, el país aparecía a sus ojos muy cla· ramente al lado de los aliados. Pe ro, (l la vez, nada parecía más lejos de la política oficial que una ruptura y, más todavía, una participación bélica contra el Eje. El lenguaje con que se manifestaba no corres- pondía sino a uno tradicional en la retórica diplomática chilena (y, para estos casos, mundial en los tiempos modernos). Al hablar al cuerpo diplomático el 6 de nbril, Ríos destacará que "anhelamos man- tener nuestras vinculaciones amistosas con todos los Estados ... (ligado a la) ... conciencia de nuestras obligaciones. Miembros de la familia continental, nos sabemos y nos sentimos solidarios de su misión y de su sino. Sin renunciar a nuestra individualid.'l.d soberana, seguiremos buscando, como lo hemos hecho hasta ahora, Jos métodos y procedi- mientos de cooperación que permiten dar a nuestro dinamismo fra· terno un sentido de realidad y un contenido de eficacia" 3$. Prototipo de un lenguaje vacuo. Pero también es un medio de fuerza y de ambigüedad indispensable en el mundo diplomático, sobre todo para un país pequeño que danza junto al explosivo volcán. También son palabras que contienen ele~ntos de continuidad y de expresión de la política de neutralidad chilena. Más explicito en esta última dirección son las palabras de Ríos con ocasión de la lectura de su Mensaje anual poco después: "Nuestra política internacional corresponde a la tradición y representa el leal cumplimiento de los deberes de solidaridad continental. Hasta ahora hemos llegado a otorgar el estatulo de "no beligerante" a Jos Estados americanos quc se han visto arrastrados al conflicto ~lico. El territorio y las aguas jurisdiccionales de la República no podrán ser utilizados ni directa ni indirectamente para el ejercicio de las actividades de cual- quier orden que perjudiquen el patrimonio moral o material de cual- quier país americano". También dice que el Presidente "ejercerá sus privativas (acultades constituciollaJes"~. El corazón de este lenguaje coincide naturalmente con las instrucciones que ha dado n su Canciller,

u MerntWla del Mill/sterlc rk Rclacione$ Erteriorc$ de CM/e (11 continuación citada corno MMRE), 1942. H "El Mercurio", 22 de mayo de 1942.

J. FERMANDOI S / GUERRA Y HECEM O~'ÍA 1939-1943 19

Ernesto Barros Jarpa, de que Ohile mantendría la neutralidad hasta que se produjeran "hechos nuevos" que justificaran la ruptura a1. Ese cora- ZÓn semántico afirmaba que Ohile ya cumplía con los acuerdos de Río y que sus simpatías estaban con la causa aliada, pero que la doc- trina chilena de política exterior ordenaba no innovar en materia de relaciones, salvo una violaci6n de la neutralidad chilena como base de una agresión contra un país americano. Así se dejaba una puert~ abierta, pero condicionada específicamente a esa violaci6n. Ríos había llegado al poder sobre los hombros de una amplia coalici6n de centro-izquierda, de modo que no se le podían suponer -dentro de la ret6rica política corriente- simpatías por el Eje. Por otro lado, según algunas versionC'S, temía un triunfo alemán, algo que en 1942 no podía aparecer disparatado M. Pero en 1942 se encuentran escasos rastros de que consideraciones de esta clase hayan tenido algún efecto decisivo en la determinaci6n de la actitud chilena. El caso de Ernesto Barros Jarpa (n. 1894) merece párrafo aparte. Su fuerte personalidad, inteligencia rápida y serena, su dominio del derecho internacional, su posici6n política li~ral, sus condiciones de conocedor de la política y de los "negocios" norteamericanos, y la autoridad que fluía de su persona hacían de él el candidato ideal para un desempeño prolongado, tenaz y exitoso en el cargo. Por otro lado, por sus vincu- laciones econ6micas parece demasiado como el prototipo del repre- sentante de una "elite-cliente", dependiente y beneficiaria de la ex- pansi6n capitalista av. A corta. edad, en los años 20, había desempeñado el mismo cargo, y después -hasta su muerte en 1977- permanecería como una figura pública de categoría, desde luego como un especia- lista en derecho internacional siempre consultado por la Cancillería. Los norteamericanos s610 podían estar entusiasmados con él. Sin embargo, su actuación sería efímera y rodeada de una fuerte controversia. En los periódicos norteamericanos de la época aparece repetidamente como "pro-germo.n", calificaci6n inverosímil, pero que haría de él -y no de la política de Ríos- el objeto de la disputa. Tam- bién dentro del país quienes estaban por la ruptura, pero a la vez no podían o no querían atacar a Ríos, concentraban SIl5 fuegos sobre el Canciller. Ya antes de su nombramiento Barros Jarpa había mani-

37 Barros Jarpa, 011. cit., p. 32. 38 Cfr. Floreocio Durán Bemales, El Partido Radical (Santiago, Nascimento, 1958), pp. 338-351. Al menos el Embajador en Alemania, ToMas Barros, le transmitió esta impresión. e/r. ARREE, voL 2091. 3g Cfr. Francis, op. cit .• p. 100; en referencia a la "teoría de la dependencia".

J. FDtMANOOIS / GUERRA" II.f'.CEAIOl'ÍA 1939-1943 21

que se encuentran en guerra con él". Después el Canciller efectúa una declaración de principios que creerlamos propia de un mitin "' anti- imperialista", si no proviniera de una Circular Confidencial NQ 4, del 9 de julio de 1942.: "'Si presiones económicas o políticas de los paises poderosos son aceptadas para arrastrar a los países pequeños a la guerra,

el fundamento del paoomericanismo -que -es el respeto a la soberanía

de cada uno de los Estados que 10 intcgran- desaparece. Al exigirlo para nuestra actitud, estamos defendiendo el derecho de los pueblos americanos para detenninar sus propios destinos". y para terminar, una consideración de tipo pragmático. al menos a los ojos del decidido Canciller, quien dice que lo que se rehúsa "es la adopción de actitudes sin significado práctico para la cooperación, que nos crean gravísimos problemas de seguridad sin estar preparados para afrontarlos y res- pecto de los cuales nos coruideramos con pleno derecho para adoptar resoluciones soberanamente-·'. La posición es impecable; la exposi- ci6n, clarísima; en sus consecuencias para el futuro, clarividente. Y, sin e mbargo, desde nuestra perspectiva parece notar un aire de irrealidad en los planteamientos de Barros JC\fpa. Si nos inclináramos por desconfiar del autor podríamos decir que esta circular no la hemos hallado (hasta el momento) en el Archivo de la Cancillería. Mas en su intercambio con el Embajador Michcls, que hemos examinado, aparece prácticamente el mismo lenguaje perentorio, claro y lógico con la tradiciÓn chilena, intt:riorizada tanto por el fun- cionario encargado de su ejecución, como por una figura pública y tratadista internacional como B,uros Jarpa. "'No tenemos dudas -dice el Canciller al Embajador Michels- que siguiendo la posición que hemos adoptado podremos vernos confrontados con la ruptura de rela- ciones, pero como USo muy hien lo sabe esa ruptura se haría sin pre· siones extrañas y resguardando en absoluto nuestra libre determina- ción. Observamos en este momento diversas iniciativas coincidentcs en Washington y en Santiago para obligarnos a forzar la ruptura. USo debe desaconsejar tales intentos contraproducentes. El gobierno dc los Esta- dos Unidos debe tener confianza 'en el sincero espíritu de cooperación que anima al Presidente de la República; y es como una prueba de tal confianza que hemos apreciado la honrosa invitación del Presidente Roosevelt. Condicionarla ahora con medidas previas o compromisos anticipados es algo que estaría en contra de las instrucciones que USo llevó y sobre todo de la atmósfera de dignidad insospechable de que

.u Citado por Barros Jarpa, op. cif., p. SSs.

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deseamos rodoor el viaje de S.E .... w instrucciones directas a Michels

no se apartan ni una letra del discurso oficial, y dan una muestra de

rara coherencia en la ejecución de la política, aunque esta vaya siendo progresivamente insostenible en vista de la presión hegemónica. Todavía Barros Jarpa, en el mismo mensaje, añade un argumento que también se sostenla en público, aunque no de manera explicita por el discurso oficial. pero sí por funcionarios oficiosos del Gobierno, por actores del sistema político y por algunos funcionarios nortenmerica- nos, Bowers y el Vicepresidente Wallace entre ellos: el argumento del factor institucional chileno. "(Debe) USo agregar que dentro de nuestro sistema democrático la adopción de una medida grave de Gobierno de la trascendencia de ruptura de relacione.~ sólo podría hacerse en el país, con la consulta del Gabinete, del Senado, del Coruejo de Defensa Nacional y algunos otros elementos de prestigio"·a. Es decir, desde la perspectiva del Canciller la toma de decisión chilena podía esperar el desarrollo de 1m. acontecimientos por las mismas razones que Washing- ton había esperado hasta Pearl Harbor. Además, EE.UU. no trataba aquí con un gobierno "fuerte" que respondiera sólo por medio de lo. cabeza de gobierno, sino con un sistema de gobierno democrático que filtraba e influía decisiones de gran importancia. Barros Jarpa aludía al viaje que Ríos efectuaría a EE.UU. a co- mienzos de octubre, y que fue preparado con gran cuidado. EE.UU. esperaba que al rededor -antes o después- del viaje Chile rompiera con el Eje. Ríos, por SU parte, 10 habría pensado así, pero dándose su tiempo. En todo caso quería que previamente quedara en claro la posición chilena de neutralidad y sus motivaciones hasta ese momento. Anteriormente el PrC5idente había estado de acuerdo en no aceptar una invitación para que Barros Jarpa fuera a \Vashingtoo, por temor a que las presiones resultasen irresistibles. "Prefiero que no visitemos Berchtesgaden" le dijo a su Canciller H. en alusiÓn a las "invitaciones" de H itler para que le solicitasen su "protección". Las circunstancias no podían parecer más claras y la interiorización de las "lecciones de la historia" se presentan como motor de la (latitud de espera. Hasta octubre de 194.2 esta actitud constituyó el núcleo de la posición chi- lena, y ella fue representada, personalizada y sostenida por el Mi- nistro de Relaciones Exteriores.

  • 3 Cable NO 351, 11 de septiembre de 1942, de Barros Jarpa a Mic:hels, en ARREE, vol. 2019. H BalT05 Jarpt, 0". cit., p. 51.