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Orientación Universidad
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Exist Is All Ayuda Emocional, Ejercicios de Literatura

Lectura de ayuda emocional para hombres y mujeres

Tipo: Ejercicios

2018/2019

Subido el 09/07/2024

michael-ramirez-perez
michael-ramirez-perez 🇲🇽

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A mis alumnas, pasadas, presentes y futuras. Gracias por hacer del mundo un lugar más bello con cada sueño cumplido.

Sé quién eres. Te fascina la idea de que podemos crear conjuntamente nuestra realidad con el Universo. Una vocecita en tu cabeza te dice «¡Sí, es posible! Sé que estoy destinada a más y lo puedo lograr». Diste «me gusta» a incontables publicaciones en las redes sociales que afirman «El Universo es abundante», «Si lo puedo soñar, lo puedo crear», «Atraigo lo que vibro»... Has intentado pensar en positivo y agradecer lo que tienes. Sin embargo, al no ver los cambios deseados, tu mente racional ha vuelto a tomar el mando y decreta: «No funciona. Eso son chorradas. Lo único que da resultado es trabajar duro». O peor: «Lo que quiero no es para mí. Debería abandonar. No estoy hecha para tener el éxito que deseo». Pero, a pesar de todo, estás aquí. Porque en el fondo sigues creyendo. Quieres creer que puedes manifestar tus deseos. Quieres creer que el Universo es abundante y que eres capaz de crear la vida que tanto anhelas. Pero no sabes cómo. Sientes que algo no te convence. Sientes que algo falta. Te lo digo desde ahora: tienes razón, algo falta. Manifestar es mucho más que sentarse en el sofá, visualizar un millón de euros y esperar a que suceda la magia. Es mucho más que expresar gratitud durante tres minutos antes de ir a dormir pensando que cuando te despiertes tus problemas habrán desaparecido. Tampoco tiene que ver con pensar en positivo y sentirte bien las veinticuatro horas del día para «vibrar alto» y así aprovechar la ley de la atracción. Yo también creía que era así. Y lo único que conseguía era culparme por no ser bastante optimista y hundirme más aún en los días de bajón, «porque eso quiere decir que no lo estoy haciendo bien». Aquí y ahora puedes dejar la lucha. Respira. Estás en el lugar correcto. Aquí es donde se detiene tu camino de no conseguir los resultados que deseas y empiezas a crear m-a- g-i-a en todas las facetas de tu vida. Manifestar tus deseos más grandes es mucho más fácil de lo que crees, si sabes cómo. Antes de seguir, pongamos las bases. ¿QUÉ ES MANIFESTAR? Manifestar es el proceso a través del cual hacemos tangible algo que solo existe en nuestra imaginación. El fenómeno que nos permite hacer visible lo invisible. Absolutamente todo dio comienzo a partir de una idea. Los inventos más revolucionarios, el libro que tienes en las manos, la ropa que te pones cada mañana. Todo existió en lo invisible antes de hacerse visible. Muchas veces llegan a mis programas mujeres diciendo «no se me da bien manifestar» o «no soy buena manifestadora». Déjame decirte que todas nosotras sabemos manifestar. Manifestamos nuestra realidad las veinticuatro horas del día. Nuestra vida entera es una cocreación que hilamos con el Universo. El problema radica en que la mayoría de las veces, sin darnos cuenta siquiera, somos expertas en manifestar lo que no deseamos. Y encima no sabemos cómo invertir esa tendencia. Nos quedamos presas de una vida en la que todo se nos hace cuesta arriba. Una vida que parece que vivimos para todos menos para nosotras mismas. La clave para salir de este bucle está en manifestar la vida que queremos de manera más consciente. ¿QUÉ ES LA MANIFESTACIÓN CONSCIENTE?

Se trata de aprender a dejar de manifestar lo que NO quieres y empezar a manifestar lo que SÍ quieres. Manifestar es el arte de poner a tu servicio las leyes de tu mente subconsciente y del Universo para así materializar tus sueños. En definitiva, es usar nuestro don de cocreación con el Universo para crear nuestro propio paraíso en la Tierra. Contamos con una tecnología interna para crear milagros; ese es el mayor regalo que tenemos y, a la vez, la mayor responsabilidad. Hemos de saber ponerla a nuestro servicio. Cuando hayas dominado este arte, serás una Manifestadora Experta. ¿QUÉ ES UNA MANIFESTACIÓN EXPERTA? Es una mujer que tiene claro cómo usar la Manifestación Consciente para hacer realidad la vida que sueña. Una mujer que sabe que su éxito es inevitable y actúa a pesar del miedo. Tiene una confianza total en que el Universo conspira a su favor, incluso en los momentos en que parece lo contrario. Conoce su verdadero poder y, por lo tanto, se acepta también en esos días en los que no se siente del todo empoderada o segura. Sabe dar la vuelta a las situaciones más difíciles y girarlas a su favor. A diario, pone su mente subconsciente a su servicio para crear el mejor resultado posible con el mínimo esfuerzo. Entiende que sus sueños son sagrados y que, si tiene un deseo, es su destino cumplirlo. Inspira a los demás a expandirse solo con su ejemplo de liderazgo, de éxito y de abundancia en todas las facetas de su existencia. Vive una vida plena. Ha dejado de sacrificar su salud, su bienestar, su tiempo y su felicidad para conseguir el éxito. Es consciente de que lo puede tener TODO. Ha encontrado el equilibrio entre soltar y hacer, entre actuar y dejar el resultado en manos del Universo. Sabe escuchar su intuición para tomar las mejores decisiones sin esperar la aprobación de los demás. Reconoce la voz de su ego y ha puesto luz a sus mecanismos de autosabotaje para permitirse ser exitosa, desde dentro hacia fuera. Nunca, nunca, nunca abandona. Sabe con certeza que las cosas se darán en el momento perfecto en su mayor beneficio, y que toda espera significa que algo grande está por llegar. Vive en su mente la realidad que desea manifestar antes siquiera de tener pruebas de que vaya a suceder en el plano físico. No busca ver para creer, sino que cree para ver. Tiene la cabeza en las estrellas, los pies en la tierra y la mirada hacia el futuro. Te empezarás a convertir en ella a lo largo de esta lectura. ¿QUÉ PUEDES ESPERAR DE ESTE LIBRO? «Tu éxito es inevitable» no es tan solo una frase bonita para compartir en las redes. Es un mantra mágico que hicieron suyo decenas de miles de mujeres en el mundo para crear lo que un día pensaban que era imposible. Es una filosofía de vida, una realidad que siempre te acompañará y te permitirá superar cualquier obstáculo. Es un sistema de manifestación poderoso, fácil de aplicar y adaptable a ti, para que ningún sueño sea demasiado grande o inalcanzable. Tu éxito es inevitable es la vía para ser una Manifestadora Experta. Mi propósito es que aprendas a usar la Manifestación Consciente para crear una vida más bella incluso que tus sueños más locos. Este libro se ha inspirado en tres factores: una búsqueda insaciable, una obsesión por ayudarte a vivir en abundancia y la experiencia extraordinaria de trabajar con miles de mujeres que confían en mí cada día. Al aplicar lo que vas a leer en estas páginas, pasé de no poder pagar el alquiler de mi casa a manifestar

con la máxima concentración. Tú decides si saltarte los ejercicios de cada capítulo o hacerlos cuando yo te lo indique. Tú decides si pruebas de verdad cada concepto o lo descartas porque no encaja con tu visión del mundo. Es tu vida; por lo tanto, serán tus resultados. Yo no voy a estar contigo en casa para asegurarme de que lo haces todo. Lo que sí está en mi mano es ayudarte a evitar los mayores saboteadores que encuentro en las mujeres que quieren evolucionar en su vida. Aquí van mis consejos:

1. Suelta el «YA LO SÉ» Esas son las tres palabras más peligrosas del mundo. Te pueden costar, nada menos, que la vida de tus sueños. Hay un mundo entre haber leído o escuchado algo y saberlo. «Saber» quiere decir «vivirlo». Si aún no vives los resultados que quieres en tu vida, es que aún no sabes. Aún te queda por aprender. Una de las mejores aliadas en mi camino siempre ha sido y será la mente de principiante. Empiezo cada formación, cada libro, cada proceso como si no supiera nada. Como si descubriera todo por primera vez. Adopté esta filosofía tras escuchar el siguiente cuento zen, fue entonces cuando mi cerebro hizo el clic: Una profesora de universidad muy exitosa, a pesar de tenerlo todo en la vida, sentía un gran vacío que nada parecía colmar. A lo largo de los años había probado meditar, cuidar su mente, ir a terapia e incluso se había puesto a pintar. Por desgracia, nada parecía funcionar. Después de poco tiempo de mejora, el vacío siempre regresaba. Hasta que un día decidió tomar medidas más drásticas e irse unos meses de viaje iniciático al Tíbet. Estaba decidida a darle sentido a su vida a toda costa. Después de un largo recorrido durante el cual no dejó de preguntarse si estaba haciendo lo correcto, llegó a un templo budista. Al poco de llegar, un monje salió a recibirla y le propuso compartir un té. La profesora aceptó con felicidad y, nada más sentarse, empezó a contarle al monje todo lo que había hecho en su vida. Le habló de las diferentes terapias y técnicas de sanación que había seguido, los retiros a los que había acudido, las mejoras que había conseguido y los bajones que vinieron después. Le contó sus logros como profesora y el respeto que se había ganado en el mundo universitario. El monje escuchaba en silencio y vertía té en la taza de la mujer. Ella seguía contando con entusiasmo todo lo que había aprendido acerca de la espiritualidad, las tomas de conciencia que había experimentado y lo que había entendido sobre el verdadero sentido de la vida. El monje, siempre callado, seguía vertiendo el té lentamente, hasta que el líquido empezó a derramarse sobre la mesa y a caer en los pies de la profesora, que se calló al instante y luego exclamó —Pero ¿qué hace? ¿No ve que la taza está llena? ¡Ya no hay espacio para más! Con una sonrisa en los ojos, el monje respondió: —Exacto. Al igual que la taza, tú estás llena de tus opiniones y verdades. ¿Qué puedes aprender de nuevo, sin vaciarte primero? Si quieres crear un cambio de verdad, debes crear espacio para lo nuevo. Ponte la mano en el corazón y repite en voz alta: «Suelto el “ya lo sé”. Abro mi mente de principiante». Date la oportunidad de verlo todo con nuevos ojos y de preguntarte: ¿qué estoy descubriendo aquí que no había visto antes? Comprobarás que este simple cambio hace maravillas. Al final de cada capítulo he creado un apartado de ejercicios para que puedas anclar todos los conceptos que has leído y convertirlos en algo concreto, real y tangible en tu vida cotidiana. Hazlos. Cómprate una libreta bonita, si eso te motiva. Numerosos estudios [1] demuestran que escribir a mano activa los centros del cerebro relacionados con el aprendizaje de un modo más intenso que hacerlo en un teclado, permitiendo mejorar la memoria y crear una programación más profunda de nuevas ideas. La magia se potencia por cien cuando aplicas en ti los conceptos que lees. Al final del libro compartiré contigo el sistema de manifestación Tu éxito es inevitable. La tentación de ir directamente al final puede ser grande, por las prisas o la sensación de que «el resto ya lo sé». No lo hagas. Sería cómo decidir dar la vuelta al mundo evitando todos los países de la ruta para viajar directamente al último. De hacerlo así, no descubrirías gran cosa, ¿verdad? Déjate guiar y disfruta. 2. Suelta la mente escéptica No me malinterpretes, tener una mente crítica es muy importante. De verdad que te invito a que te lo

cuestiones todo. Sin embargo, al estudiar los hábitos de la gente exitosa y feliz me he dado cuenta de que la gente no crea la vida de sus sueños pidiendo pruebas científicas que les demuestren que eso es posible. Si esperas que la ciencia corrobore todo lo que avanza la espiritualidad, puede que te quedes esperando toda tu vida. La palabra «pseudociencia» se usa como un insulto para deslegitimar enseñanzas espirituales que se apoyan en conceptos científicos o psicológicos que aún no son unánimes. Sin embargo, debemos reconocer que las tradiciones espirituales promulgan desde hace milenios lo que la ciencia apenas empieza a admitir hoy. Incluso un limitado conocimiento de la historia de los descubrimientos científicos nos revela que una infinidad de teorías declaradas como verdades absolutas fueron refutadas años o siglos después. Hasta los años sesenta, según la neurociencia, nuestro cerebro no se podía reprogramar con la experiencia. Hoy, miles de estudios científicos han comprobado que la plasticidad cerebral es un hecho, y que estamos plenamente capacitadas para reescribir nuestros patrones, cambiar nuestras creencias y liberarnos de nuestros peores hábitos. El fundamento de la teoría de la gravedad de Isaac Newton, considerado como el mayor genio de la historia de la física, fue desmantelado al cabo de cientos de años. Según su teoría, la gravedad actuaba como una fuerza a distancia, sin que hubiera contacto entre los objetos. Él mismo escribió en 1687: «Que un cuerpo pueda actuar sobre otro a distancia a través de un espacio vacío sin la mediación de nada más [...] es para mí de un absurdo tal, que creo que ningún hombre tiene en cuestiones filosóficas facultad plena para pensar en ello». Con la aparición de la física cuántica, hoy sabemos que lo que percibimos como cuerpo y materia es solo una impresión en la estructura del espacio, que todo es energía, que no hay espacio vacío ya que todo está unido por el campo. Hasta la teoría heliocéntrica de Copérnico, confirmada un siglo después por Galileo, el hombre pensaba que la Tierra era el centro del Universo y que el Sol giraba en torno a ella. ¿Qué más descubriremos en treinta, cuarenta, cincuenta o cien años? Detrás de la ciencia hay hombres y mujeres, como tú y yo. Y, como todos los humanos, están en un proceso permanente de descubrimiento y evolución. No sé tú, pero yo no voy a esperar a que la comunidad científica en pleno acepte la idea de que puedo crear la vida que quiero. Sé tú la científica de tu vida. Investiga empíricamente en tu propia realidad. Pruébalo todo antes de descartar nada. Yo misma decidí hacer un experimento de 365 días para darme la oportunidad de ver si la manifestación funcionaba de verdad. La mejor decisión de mi existencia. En el peor de los casos, siempre podrás regresar al punto de inicio, a cuando llevabas tu vida sin hacer ningún cambio, ¿verdad? No tienes mucho que perder.

3. Suelta las razones por las que «a ti no te puede funcionar» Si quieres convencerte de que lo que comparto en este libro vale para todas pero no para ti porque vives en X país, tienes X edad o vives X situación personal y laboral, seguro que lo conseguirás. «Tanto si crees que puedes como si no, en los dos casos tienes razón», decía Henry Ford. Aquí la cuestión es que puedes tener o bien tus excusas, o bien tus sueños. No los dos. No te conozco personalmente, pero te puedo decir que en los últimos años he acompañado a mujeres del mundo entero, de todas las edades y todos los niveles económicos. Algunas emprendedoras, otras funcionarias, otras sin empleo. Solteras, madres, casadas, abuelas. Cualquiera que sea tu momento y tu situación vital, este libro te ayudará a dar un salto al siguiente nivel, a tu siguiente nivel, si se lo permites, claro. ¿Quiere decir esto que pasarás de estar endeudada a ser multimillonaria en tres semanas? Por supuesto que no. Pero si es tu deseo crear esta transformación, lo conseguirás, paso a paso, en el momento adecuado. TODO es posible. La verdad es que ya has dado un gran paso al elegir este libro. Ahora te queda decidir cómo lo quieres leer. Tienes tres opciones. Un poco como cuando eras estudiante y tenías tres formas de prepararte para un examen.

Al no encontrar la respuesta, llegó a mi otra pregunta enseguida: «¿A quién intentas convencer de que la manifestación es real? ¿A ellos... o a ti misma?». Ese día entendí que si me aferraba tanto a lo que ellos creían era porque yo misma no estaba segura de que fuera verdad. Había leído libros, había estudiado, pero no la había vivido en mis propias carnes. Esperaba con toda mi alma que fuera la verdad, pero necesitaba una validación externa. No era a ellos a quienes intentaba convencer; era a mí misma. Imagina que quieres aprender a montar en bici. Has leído absolutamente todo sobre cómo hacerlo. Sabes hasta el más mínimo detalle de cómo pedalear, mantener el equilibrio y avanzar. Pero nunca lo has hecho de verdad. Nunca has pedaleado tú misma. Ahora quieres enseñarle a un amigo y le explicas todo con la máxima ilusión, y entonces te dice que eso son tonterías, que es imposible. A pesar de decirle que sí es posible y que se lo puedes probar, ¿qué sientes, en el fondo? Como es lógico, dudas. No sabes quién tiene la razón, si él o tú. En ese momento tienes dos opciones: o bien quedarte debatiendo meses y empezar una cruzada con tu libro para convencerlos a todos de que en teoría funciona, o bien usar tu tiempo y energía para montar directamente en bicicleta. Elegir la segunda opción te libera. Imagina que te montas en la bicicleta, y arrancas. Sientes que el viento mueve tu cabello y el sol calienta tu cara. Ves el paisaje desfilar y te maravillas con la fuerza de tus piernas con cada golpe de pedal. Vives la verdad. ¡Pues claro que se puede montar en bici! Ya no se trata de conocimiento intelectual, sino de sabiduría. Lo sabes y punto. Nadie más en el mundo te podrá hacer dudar. De repente te da igual si te dicen que es imposible porque estás demasiado ocupada disfrutando de tu bicicleta. Como por arte de magia, la necesidad de convencer a toda costa desaparece porque ya te has convencido a ti misma. El día en que tomé conciencia de esto, acepté que podía parecer una loca delante de mucha gente. Acepté ser la rara, ser diferente, no encajar, para crear algo más grande. Poco después, al ver los resultados en mi vida, de repente todos querían saber cómo se montaba la puñetera bici. No necesitas convencer a nadie. Tu ejemplo lo hará por ti. Céntrate en tu persona. Confía. ¿CÓMO SE ORGANIZA ESTE LIBRO? Cuando decidí escribir este libro, tenía claro qué estructura le daría. Cada capítulo rompería los bloqueos principales que nos frenan a las mujeres a la hora de querer manifestar nuestros sueños. Los elegí después de estudiar todas las dudas que mis alumnas y seguidoras tenían más a menudo y que me planteaban ya fuera por mensajes en las redes sociales o durante nuestras llamadas semanales. Cuando empecé a leer libros sobre la manifestación y la ley de la atracción, eché en falta textos escritos por y para mujeres. No es que quiera discriminar, todo hombre que desee leer este libro es bienvenido, pero, al haber crecido en una sociedad patriarcal, nosotras tenemos creencias limitantes, miedos y complejos específicos que deben ser atendidos para que podamos manifestar al máximo nuestro potencial. En cada capítulo desmontaremos esos bloqueos, y encontraremos la solución adecuada. Al final de cada uno de ellos dispondrás de unos ejercicios diseñados para ayudarte a integrar todos y cada uno de los conceptos. Además, no estoy sola. En los capítulos, una Manifestadora Experta, graduada de mis programas Manifiéstalo o Eres un imán para el dinero, compartirá su historia y un consejo contigo. Ellas son mujeres como tú y han querido unirse a mí para inspirarte y acompañarte en tu camino. Porque no estás sola. Lo que es posible para una es posible para todas las demás. Juntas, nos apoyamos y vamos a más.

Cuando acabes el libro, no lo dejes de lado ni lo olvides por completo. Úsalo como una caja de herramientas, a mano cada vez que la necesites. Déjalo en tu mesita de noche para volver a leer un párrafo en los días de dudas e irte a dormir con buena energía. Subraya tus pasajes preferidos y anota cualquier idea que te venga a la mente durante la lectura. Si vieras mis libros... ¡están llenos de apuntes y colores! Deja que viva y evolucione contigo. Cada vez que lo retomes, lo entenderás de forma más profunda y aprenderás más y más. Conseguirás un entendimiento y una toma de conciencia nuevos. Porque tú misma serás otra.

ANTES DE EMPEZAR

Si te ayudara a crear la vida de tus sueños sin sanar la «comparacionitis», ¿de qué te serviría? Cualquier cosa que consiguieras tú, otra habría conseguido más. Otra será más joven, tendrá más experiencia, la piel más bonita, la pareja más simpática, la cuenta bancaria más llena y las amigas más maravillosas. Si no empiezo por tratar la comparacionitis, es posible que incluso leas este libro por razones equivocadas. Tu vida no será exitosa si la vives buscando la validación exterior. Tu vida no será plena si mides el éxito en función de cuánta gente te alaba. ¿Por qué has elegido este libro? Opción 1: ¿Para enseñarles a los que no creyeron en ti que se equivocaban, y que en realidad sí puedes? Opción 2: ¿Para vivir una vida que te emocione a ti, llegar a la máxima expresión de ti, con tu camino único y tus dones personales? De lo que respondas dependerá que tu camino al éxito sea: Opción 1: Una carrera agotadora y eterna hacia la aprobación exterior. Opción 2: Un camino gozoso de milagros, satisfacción y abundancia. Manifestar la mejor vida posible para ti no significa ganar a nadie, no se trata de ser «más que...». Se trata de ser más tú. Se trata de ser más libre. Libre para hacer lo que quieras, cuando quieras, donde quieras y con quien quieras. Cuando te liberes, podrás crear tu propio sueño despierta, para ti, no para impresionar a los demás. Y ya que vamos a pasar tiempo juntas, ¿qué te parece si empezamos a ser superhonestas la una con la otra? Dime (no se enterará nadie), ¿te ha sucedido alguna vez que una amiga compartiera contigo algo bueno que le ha pasado —por ejemplo, una pareja, un trabajo o un piso nuevo— y que al felicitarla y alegrarte por ella sintieras al mismo tiempo que por dentro te hacías más pequeña? ¿Que, sin querer, te llegara un pensamiento del tipo «¿por qué a mí no me pasa eso?»? Si eres como yo, seguro que te ha pasado. Si es así, puede que enseguida hayas pensado: «Qué mala soy, ¿por qué no puedo simplemente alegrarme por ella?, ¿qué pasa conmigo?, ¡qué pésima amiga soy!, ¡qué egoísta!». Y entonces, justo después de la envidia, te han visitado la vergüenza y la culpa. Qué buena mezcla, ¿verdad? Se dice que las mujeres no sabemos ser buenas amigas y que las peleas entre nosotras ocurren más que entre los hombres. «La envidia y los chismes son cosas de mujeres», dicen. ¿Lo has pensado tú también? ¿Qué pasa? ¿Es que somos así y ya está? ¿Será algo biológico de la hembra humana? Por supuesto que no. Como todo lo que nos limita, se trata de un comportamiento aprendido. Y como todo comportamiento aprendido, se puede desaprender. Menos mal. ¿Empezamos? ¿DE DÓNDE VIENE LA COMPARACIONITIS? En muchos libros de desarrollo personal se dice que, cuando nacemos, somos una «página en blanco». Pero la página ya viene con algún que otro texto escrito en letra pequeña. Las memorias de las generaciones pasadas habitan en nuestro inconsciente hasta que las llevamos a la luz para sanarlas. Pero para nosotras, las mujeres ¿qué son esas memorias? No sé si te habrás dado cuenta, pero vivimos en (atención, spoiler) una sociedad patriarcal. Digamos que a las mujeres no se nos ha dado el papel dominante en... pues en ninguna área de la sociedad. Durante milenios no hemos tenido ni derechos ni posesiones. Pasábamos de ser propiedad del padre a

ser propiedad del marido. La ley no estaba de nuestro lado en caso de conflicto y no podíamos tener ni dinero ni trabajo propios. Es decir, no contábamos con medios económicos para sobrevivir por nosotras mismas, ninguna ley nos protegía, las instituciones eran exclusivamente lideradas por hombres y, además, nos ganaban en cuanto a fuerza física. En resumen, lo que nuestras antepasadas integraron durante siglos fue:

  • La ley no me protege.
  • No tengo posesiones económicas.
  • Soy propiedad de mi padre o de mi marido.
  • Mi opinión no tiene ningún peso, ni en mi vida privada ni en asuntos públicos.
  • No puedo trabajar (o más bien sí, pero sin quedarme con el dinero generado).
  • No me puedo defender físicamente. En ese caso, ¿qué nos quedaba para sobrevivir? Pues muy sencillo. Solo nos quedaba... gustar. La estrategia de supervivencia de las mujeres, dado que las circunstancias estaban en nuestra contra, era desesperada: tengo que agradar a toda costa. Sobre todo teníamos que agradar más que las demás. Si no éramos mejor, ningún hombre nos elegiría. Y si no éramos elegidas, nos quedaríamos sin nadie que nos protegiera en un mundo hostil. Durante milenios, ser «mejor» que las demás era un asunto de vida o muerte. Era una competición para la supervivencia. Así de simple. Nuestras antepasadas no tenían otra opción que agradar al máximo para que las «seleccionara» un representante del «sexo fuerte». Ser perfectas para casarse y, por ende, lograr medios económicos, protección y un hogar. ¿Ves? No te comparas porque seas mala persona, ni por ser superficial. La comparación y la envidia han nacido en las mujeres por el hecho de vivir en una sociedad en la que hemos sido sometidas. Si estás en una posición de privilegio, ser mejor no es una cuestión de vida o muerte. Entonces, no tiene tanto sentido hablar mal y despreciar a los demás, ¿cierto? Así que el hecho de que los hombres se critiquen y envidien menos no es una cuestión biológica, sino fruto de una cultura que se ha basado en la opresión de la mitad de la población del planeta. Quiero que sepas que cuando decides liberarte de la comparación y la envidia, estás haciendo algo grande. Te deshaces de milenios de creencias arraigadas en el inconsciente colectivo femenino que te gritan: «¡Tienes que ser la mejor, si no, morirás!». ¡Ya!, parece una locura, y dices: «¡¿Cómo voy a creer yo eso?!». Tú no lo crees, pero tu cerebro primitivo, el que es responsable de mantenerte a salvo, se lo cree totalmente. Piensa que, si te deja estar bien contigo misma, abandonarás tus esfuerzos para ser mejor y estarás perdida. Tu cerebro piensa que la comparación es necesaria para tu supervivencia. No ha entendido que ya no estamos en la época de los romanos, ni en el siglo XIX. Está bien, porque se lo puedes enseñar. Aquí aprenderás a poner tu cerebro a tu servicio y no dejar que sus delirios de persecución sigan guiando tu comportamiento. ¿QUÉ SIGNIFICA «SOMOS NIETAS DE LAS BRUJAS QUE NO PUDISTEIS QUEMAR»? Hoy, la bruja se ha convertido en un emblema del empoderamiento de las mujeres. La frase «somos hijas de las brujas que no quemaron» está en incontables publicaciones de redes sociales y pancartas del 8M. Hemos cambiado la narrativa que convertía la palabra «bruja» en un insulto. Nos la hemos reapropiado. Nos encanta identificarnos con la bruja mágica, la sabia, la curandera; la que corría con los lobos, la que era indomable, valiente e intuitiva. Y sí, volver a conectar con esta parte de nuestra psique es fundamental para reclamar nuestro poder. Lo que pasa es que hemos olvidado otra parte de la herencia que nos dejaron nuestras antepasadas brujas. Como sucede muy a menudo con los procesos de evolución personal, queremos estar solo en la luz; sin embargo, no hay una liberación real si no integramos la oscuridad. Lo que se ha venido llamando «caza de las brujas» en la Edad Media en Europa, que suena a nombre místico y romantizado, en realidad fue un feminicidio. Obviamente, no se reconoce como tal, ya que son los vencedores los que escriben la Historia. Para dejar las cosas claras: «feminicidio» es igual a «genocidio de las mujeres».

Estoy a salvo. A continuación, cambia el filtro con el que observas a la mujer con la que te comparas. Recuerda la dura historia que nos une a todas. Cuando lo hagas, la podrás mirar de verdad. Podrás verla más allá de la envidia. Podrás verla por quien es: una mujer como tú, que cada día decide avanzar y desafiar sus miedos. Una mujer que, sin la más mínima duda, a pesar de la perfección de su feed de Instagram, tiene momentos en los que los pensamientos negativos la superan. Una mujer que, por muy hermosa que la veas, en el 95 % de los casos se ha acomplejado por las duras exigencias que la sociedad impone sobre su físico. Una mujer que ha vivido con la sensación de ser menos valiosa solo por haber nacido «ella». Una mujer que tiene dudas, que se pregunta si lo hace lo suficientemente bien, si merece su éxito y si la gente la odia. Ella es humana. Ella es como tú. Tú eres como ella Somos una. Cuando la puedas ver, así, por lo que realmente es, desaparecerá de ti la envidia y la reemplazará una inmensa gratitud. Una gratitud por elevarnos a todas, y por enseñarte lo que es posible para ti. Gracias a ella, tenemos una representante más de que sí, nosotras podemos, y de que sí, tenemos derecho a tenerlo TODO. Solemos necesitar pruebas de que lo que deseamos es posible, y ella te las está dando con su ejemplo. ¿Ves?, la envidia no tiene por qué ser mala. Si en lugar de escaparte de ella como si fueras mala persona por sentirla, la miras con curiosidad, trae regalos inesperados. Tenemos que dejar de ver a la otra como una enemiga en la lucha por la supervivencia. Entonces en vez de estancarnos en la envidia, podremos transformarla en inspiración, y usarla de motor para crear la misma magia en nuestra vida. Está claro, la comparacionitis no se irá del todo de un día para otro. El objetivo no es que se vaya por completo, sino que te liberes de su impacto emocional que resta empoderamiento. Como sucede con cualquier práctica, cuanto más la tengas presente, más automática y poderosa se hará. Confía. Todo gran viaje empieza por un paso. LAS GRANDES IDEAS DE ESTE CAPÍTULO

  • La comparacionitis no es innata, es aprendida. Nace de una cultura que se ha basado en la opresión a las mujeres.
  • Como todo patrón aprendido, se puede desaprender.
  • Cuando decides liberarte de la comparación, le haces un favor a todo el inconsciente femenino y, con él, al planeta entero.
  • Cuando veas a una mujer tener éxito, cambia la envidia por gratitud, y desde la gratitud, permítete ver qué te inspira de ella. Antes de continuar: llévate una mano al corazón y repite: «¡Mi éxito es inevitable y siempre estoy en el buen camino!». Ejercicios para soltar la comparacionitis Compárate contigo misma
  1. ¿Quién eras, qué hacías y qué tenías hace cinco años? Apunta todo lo que has madurado, lo que has aprendido y lo que has superado desde entonces. Escribe todo lo que has creado, lo que has amado, lo que te has atrevido a soltar. No existe jerarquía en los logros. Reconócelos todos. Después de hacer el ejercicio escribe; ¿de qué te das cuenta?, ¿de qué te sientes más orgullosa?
  2. Haz la lista de todo lo que agradeces en tu vida hasta el día de hoy. Empieza cada frase por «Gracias por...». ¿Verdad que hace cinco años estar donde estás ahora era apenas un sueño?
  3. Por último, responde a esta pregunta: ¿Qué te emociona más acerca del futuro, ahora que reconoces lo grande que eres y lo

mucho que ya has manifestado en tu vida? Cuatro pasos para soltar la Herida de la Bruja

  1. La próxima vez que te encuentres comparándote, inspira profundamente por la nariz y suelta el aire por la boca varias veces. Mientras lo haces, puedes darte golpecitos con los dedos en el centro del pecho para liberar la tensión a través del corazón.
  2. A continuación, repite: Esto no es mío. Lo suelto. Soy suficiente. Estoy a salvo.
  3. Mueve tu atención. Piensa en la historia que te une a esta mujer. Cambia la envidia por gratitud.
  4. De la gratitud, pasa a la inspiración. ¿Qué te inspira de ella? ¿Qué te enseña que es posible para ti también?

ERES LO QUE CREES

Charisse Nixon es doctora en Psicología y profesora en la Universidad de Penn State (Pennsylvania, Estados Unidos). Durante los últimos veinticinco años de su vida se ha dedicado a estudiar y enseñar la psicología comportamental en niños y adolescentes. Para comprobar el impacto de lo que creemos sobre lo que creamos, llevó a cabo un experimento en clase con sus alumnos que me parece fascinante. Al entrar en la sala, los estudiantes debían formar dos grupos: los que estaban sentados en el lado izquierdo del aula, el primero, y los que ocupaban el derecho, el segundo. Cada grupo recibió tres anagramas que resolver en un tiempo limitado. Lo que no sabía el grupo de la derecha era que los dos primeros anagramas eran imposibles de resolver; es decir, que poco importaba el tiempo y el esfuerzo que dedicaran a intentarlo, pues no había ninguna posibilidad de crear otra palabra con las letras proporcionadas. Los de la izquierda, en cambio, recibieron anagramas de solo tres letras, extremadamente fáciles de reordenar para crear nuevas palabras. Nixon pidió a los alumnos que en cuanto resolvieran un anagrama levantaran la mano. A los treinta segundos, casi todos los alumnos de la izquierda alzaron la mano. Ninguno del grupo de la derecha lo hizo, ni en treinta segundos ni pasado más tiempo. A continuación, llegó el segundo anagrama. De nuevo, Nixon pidió a los alumnos que se manifestaran en cuanto tuvieran la respuesta correcta. La misma mitad de la clase levantó el brazo, aún más emocionada que antes, siempre orgullosos de haber sido los más rápidos. Con cada éxito, ganaban confianza en sus habilidades e inteligencia. En cambio, los de la derecha se hacían cada vez más pequeños y más inseguros con cada fracaso. Al ver a sus compañeros tener éxito tan rápido y al ser ellos mismos incapaces de hacer lo propio, empezaron a frustrarse y a sentirse fracasados. Entonces llegó el tercer y último anagrama, «CINEMARA » (en inglés), que puede cambiarse fácilmente a «AMERICAN ». [3] Los estudiantes del lado izquierdo lo solucionaron a los pocos segundos. Los del lado derecho, en cambio... A pesar de lo fácil que resultaba esta tarea, ninguno de los alumnos levantó el brazo. Algunos intentaron encontrar la solución sin éxito. Otros ni siquiera lo probaron. ¿Es porque eran menos inteligentes que los de la izquierda? Por supuesto que no. Lo que les ocurrió fue que aprendieron a fracasar. Viendo a sus compañeros tener éxito tan rápido, y al no conseguir ellos lo mismo, empezaron a contarse historias del estilo: «No lo sé hacer», «No soy capaz», «Es demasiado difícil», «No soy bueno para esto», «Es imposible»... Y fue exactamente eso lo que manifestaron: su incapacidad para resolver el último anagrama. De la misma manera, los de la izquierda lo resolvieron más rápido que la media normal de personas. ¿Por qué? En su mente, las historias que dominaban eran: «Es superfácil», «Soy buenísimo en esto», «Me encanta hacerlo, es divertido», «Se me da genial»... Y fue exactamente eso lo que manifestaron: se transformaron en unos supersolucionadores de anagramas en tres intentos. ¿Qué nos enseña este experimento? Lo que crees, lo creas. Un día en el colegio, cuando tenía diez años, mientras el profesor explicaba un ejercicio de matemáticas en la pizarra, yo escuchaba a medias porque estaba observando por la ventana cómo volaba un pájaro. Y de repente oí: «¿Maïté?». Me di la vuelta y descubrí que todo el mundo me estaba mirando. No sabía ni lo que me había preguntado. Estaba aterrada. Justo cuando pensaba que no podía pasar más vergüenza, el profesor me dijo: «Ven aquí, que vas a resolver el ejercicio para toda la clase». Me quedé paralizada. Sentía las mejillas que me cambiaban de color, y el calor subiéndome por todo el cuerpo. Sentía la mirada atenta de mis compañeros; unos, aliviados de que no les hubiera tocado a ellos salir a la pizarra; otros, sinceramente compadecidos por mí, y los últimos... los últimos tenían una sonrisa de satisfacción que rozaba el sadismo (así lo veía yo). Deseé que se me tragara la tierra. Me levanté despacio; sentía el corazón latir en el pecho y la sangre en el cuello. El verdadero walk of shame. El trayecto entre mi silla y la pizarra se me hizo interminable, podía sentir cada par de ojos que me miraban y se clavaban en mi piel. Una vez llegué a la altura del profesor (un hombre de unos cincuenta años, rígido y carente de empatía), me pasó el rotulador y dijo: «Ahora, resuelve eso».

Me quedé mirando la pizarra, esperando en el fondo que, si miraba bien bien, la respuesta apareciera ante mí por arte de magia. Un poco como cuando abres tres veces la puerta de la nevera para verificar que no ha aparecido comida desde la última vez que miraste. El silencio y las risas a mi espalda no fueron nada en comparación con lo que dijo el señor Conrad después de unos minutos en los que no conseguí hacer el ejercicio: «No entiendes nada. Nunca serás buena para los números. Ni lo intentes». Y eso fue lo que hice. Ni lo intenté. A partir de ese momento, cada vez que había clase de matemáticas, me quedaba paralizada y esperaba que pasara a otro tema; casi dejaba de respirar para que no me vieran. A este profesor le gustaba hacerme salir a la pizarra muy a menudo, y repetir frases del estilo «si sigues así, no conseguirás nunca nada». Después de acabar el curso, la propia palabra «matemáticas» se convirtió en un trauma. Tanto que, hasta cierto punto y durante mucho tiempo (hasta que tuve veinte años o así), cálculos tan simples como 7

  • 8 me producían taquicardia y me resultaba imposible resolverlos sin la ayuda de una calculadora. Las consecuencias pudieron haber sido solo estas, pero terminé rechazando todo lo que tuviera que ver con números. Había interiorizado que se me daba mal cualquier cosa que no tuviera que ver con las letras. ¿Y sabes lo que tiene que ver con los números? El dinero. A los doce años, decreté «De mayor siempre seré pobre. No sé hacer nada que requiera entender números». Y de mayor, extrañamente, siempre estaba en números rojos. Por muchas horas que trabajara, siempre me era imposible llegar a fin de mes. No entendí la relación entre estos acontecimientos y la realidad que había creado en mi cuenta bancaria hasta que aprendí el impacto que tiene lo que creemos en nuestra vida. Por suerte, no todas las historias son así de negativas. Durante miles de años se consideró imposible correr una milla (1,6 km) en menos de cuatro minutos. Ningún humano lo había logrado. Esa era la «realidad». Todos los atletas fallaban en el intento. Un día, en 1954, Roger Bannister hizo lo imposible: corrió una milla en menos de cuatro minutos. Hasta sus oponentes se sintieron aliviados al ver que sí se podía hacer. Pero lo interesante de esta historia no está en la hazaña. Lo fascinante es que Bannister no conservó ni unos meses el récord mundial, pues durante ese mismo año decenas de atletas alrededor del mundo bajaron su registro. ¿Qué pasó? ¿Acaso cambió la genética humana en tan poco tiempo? Claro que no. Lo que pasó fue que Bannister les dio permiso para creer que era posible. De repente, correr una milla en menos de cuatro minutos se convirtió en una posibilidad real. Creyeron que era posible y entonces lo hicieron. Si las creencias tienen tanto peso en lo que creamos, vale la dicha pararse a entender lo que son y cómo crean la realidad, ¿verdad? Empezando por lo obvio, ¿qué es una creencia? Una creencia no es más que una visión del mundo que has aceptado como la verdad absoluta. Es una perspectiva, una opinión, que, para ti, ya no es cuestionable. Estás convencida de que es la verdad. El filósofo alemán Schopenhauer lo describe con maestría en una frase: «Cada hombre toma los límites de su propia visión por los límites del mundo». Diré incluso que todo es una creencia. De hecho, hasta decir que todo es una creencia, es una creencia. Y si crees que no es así, también es una creencia. Hasta «verdades» tan ciertas como la muerte son en realidad creencias. Para más de la mitad del planeta, por tradición religiosa o pertenencia espiritual, la muerte es solo un paso más de la vida antes de regresar a otro cuerpo. Que el cielo es azul también se puede ver como una creencia. Sabemos que es una ilusión óptica. La luz solar llega a la atmósfera de la Tierra y es dispersada en todas direcciones por los gases y las partículas presentes en el aire. La luz azul se dispersa más que los otros colores por viajar en ondas más cortas y pequeñas. Es solo por eso que vemos un cielo azul la mayor parte del tiempo. [4] Observa esta otra ilusión óptica: