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Ensayo del libro "Por tu propio bien de Alice Miller, para la evaluación de la clase Psicología y Pediatría.
Tipo: Apuntes
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Los métodos de educación han ido evolucionando con el paso de los años. En la actualidad, gracias a los descubrimientos que se han hecho respecto a la psique y al desarrollo infantil, contamos con un panorama amplio para diseñar modelos de educación, además de que tenemos un mayor entendimiento de las necesidades infantiles. Sin embargo, los métodos que empleamos para educar, no son los mismos que se tenían antes. En cada época, las personas contaban con sus propias técnicas de enseñanza e ideas respecto al comportamiento que debía de considerarse adecuado en un niño. Hace algunos siglos, se tenía la idea de que la mejor manera de educar a un hijo, era castigándolo cuando no hacia lo que se le ordenaba hacer; obligándolo a pasar hambre y frío para que creciera con una voluntad fuerte y resistente; aplicando severas sanciones físicas, todo con tal de que el niño creciera para convertirse en un adulto productivo y funcional. La paternidad es una tarea difícil, no sólo representa un gasto económico y un cambio radical en las actividades de los padres, sino que la cuestión de la crianza es un tema que causa mucha controversia, sobre todo entre los padres primerizos. Existen muchos libros al respecto, escritos por supuestos expertos que pretenden plantear la manera correcta de educar a un hijo. La incógnita a resolver es, ¿realmente existe una manera correcta de educar a un niño? Una de las suposiciones es que un padre tan sólo puede educar a su hijo del mismo modo en que fue educado, ya que nos resulta difícil separarnos de las enseñanzas que nos fueron dadas en la infancia. Si nuestros padres fueron negligentes, nosotros nos convertiremos en padres negligentes; si nuestra educación se dio a base de golpes, gritos y castigos severos, estas serán las técnicas que utilizaremos en nuestros hijos. ¿Por qué los seres humanos tendemos a repetir los patrones de enseñanza? La respuesta que podemos inferir, es sencilla: tendemos a repetir los patrones debido a las limitaciones de nuestro panorama, ya que no tenemos otros conocimientos además de lo que nos fueron enseñados y de lo que aprendimos empíricamente.
Sin embargo, existe otra explicación más profunda, relacionada con la parte más oscura de la psique humana: el inconsciente. Muchas de las cosas que manifestamos: nuestra forma de comportarnos, la manera en la que hablamos, las elecciones que hacemos, creemos que lo ejercemos de modo consciente. Empero, nuestro inconsciente tiene gran influencia en todo lo que hacemos. Si durante nuestra infancia nuestros padres nos reprimen cada vez que actuamos con espontaneidad, creatividad o de una manera que contradigan sus deseos y ordenes, aprenderemos que comportarnos así, como niños, no es aceptable. Como consecuencia, buscaremos suprimir a nuestro niño interno, reprimiendo nuestros deseos e impulso infantiles, con tal de agradar y ser aceptados por nuestros padres. Sin embargo, reprimir los sentimientos no es el equivalente a eliminarlos, es una forma de inhibirlos momentáneamente, hasta que son manifestados de una forma u otra. Bien lo estipuló Sigmud Freud en las siguientes palabras: “Las emociones reprimidas, nunca mueren. Están enterradas vivas y saldrán a la luz de la peor manera.” Aquellos sentimientos de ira, odio y rabia, son los que se prohíben con mayor ahínco. Desde pequeños se nos enseña a que no debemos enojarnos, no debemos agredir a otros y no debemos responder contrariamente a lo que la figura de autoridad nos está ordenando. Alice Miller refiere que esta ira no manifestada se mantiene guardada hasta que finalmente se ve obligada a salir: cobra vida y se transformará en un odio hacia el propio Yo o hacia otras personas: “Con diferente intensidad y aplicando sanciones diferentes, aflora la tendencia a desprenderse lo más pronto posible del niño que llevamos dentro. (…) Si reencontramos a aquel ser en nuestros hijos, lo perseguiremos con los mismos medios con que una vez nos persiguieron, y llamamos a esto «educación».” (Miller, 1998) Así, el utilizar los mismos métodos crueles de enseñanza en nuestros hijos es una forma de agredir a ese niño que llevamos dentro y que nunca pudo complacer del todo a sus padres.
a sus hijos a actuar de igual manera, ya que una parte de nuestro aprendizaje se da por imitación. Podrá parecer una forma inocente de actuar, no obstante, el mostrarse siempre alegre y optimista lo único que logrará es que el niño crezca y se convierta en un adulto que se vea conflictuado por lo que siente y lo que debería de sentir. Es importante saber cómo lidiar con los sentimientos de ira y de rabia; es importante inculcar en los hijos maneras apropiadas de manifestar su enojo, de tal forma que no se vean obligados a embotellar sus sentimientos y terminen por lastimar a otras personas o a ellos mismos. Un ejemplo claro, es la vida de Sylvia Plath, quien mandaba cartas a su madre informándole que todo iba bien y que ella se encontraba bien. No obstante, su vida culminó en un suicido a la edad de 30 años. La madre de Plath no podía lidiar con las tragedias y malas noticias, así que su hija se dio a la tarea de comunicarle aquello que quería escuchar: que todo iba de maravilla, a pesar de que ocurría lo contrario. Esta imposibilidad de no poder confesar a nadie sus sentimientos negativos, acabo por destrozarle la vida. Plath era una niña sensible y podía expresarse libremente a través de sus poemas y el diario en el que escribía. Sin embargo, esto no fue suficiente, ya que el papel no puede remplazar la misma magnitud de alivio que proporciona el confiar en una persona de carne y hueso. Sylvia Plath manifestó cómo se sentía en su novela La Campana de Cristal (1963) : “Para la persona encerrada en la campana de cristal, vacía y detenida como un bebé muerto, el mundo mismo es la pesadilla.” ¿Qué representa la campana de cristal? Si bien, podría ser los muros metafóricos que construimos entre nosotros y las demás personas, que nos limita a guardar nuestros secretos y sentimientos, que nos obliga a reprimir impulsos y emociones. Esta reticencia terminará por hacernos sentir impotentes, desesperados y solos. En base a lo anterior podemos concluir que una educación a base de humillaciones; una educación estricta en la que el niño se vea obligado a reprimir sus emociones, no es lo adecuado. Entonces, ¿Cuál es la manera correcta de educar a un hijo?
No existe como tal una técnica adecuada que garantice que el hijo vaya a crecer sin ningún conflicto. Cada niño es diferente y reaccionará de manera diferente ante los estímulos que se le den. Lo primordial, sería entender que la ira y la rabia son sentimientos inherentes a la naturaleza humana y no debemos prohibirlos, debemos enseñar a los niños a expresar sus sentimientos de la manera más apropiada posible.
(1963). En S. Plath, La campana de cristal. Miller, A. (1998). En A. Miller, Por tu propio bien (p. 66). Barcelona, España: Tusquets Editores, S.A.