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Trata de las enfermedades que afectan las vías aéreas superiores
Tipo: Monografías, Ensayos
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Mag. QUISPE PORTILLO SOFIA SUSAN INTEGRANTES : YUCRA PALOMINO JUAN JUVENAL CERVANTES TORRES JHOSELY BENITES CARDENAS JHON PATRICK CERVANTES HUAYLLA GIULIANNA YASIRET SEMESTRE ACADÉMICO 2025-I CICLO ACADÉMICO CUARTO SEMESTRE ABANCAY-APURÍMAC PERÚ-
Primero agradecer a Dios por estar con nosotros cada paso que damos y fortalecer nuestro corazón e iluminar muestro mente y por haber puesto en nuestro camino a aquellas personas que han sido nuestro soporte y compañía durante todo el periodo de estudio. Por tal sentido dedico a nuestros padres y familiares por brindarnos su apoyo tanto moral y económicamente para seguir estudiando y lograr nuestros objetivos trazados para un mejor futuro y ser orgullo para ellos. De igual manera agradecer a magister Quispe Portillo Sofia Susan, docente del curso, quien con su experiencia profesional nos enseña sus habilidades en el campo de ciencias de la salud. De igual manera a nuestros queridos docentes pues ellos fueron quienes nos brindaron sus conocimientos para elaborar el presente trabajo.
Las vías respiratorias inferiores incluyen la tráquea, los bronquios, los bronquiolos y los pulmones. Estas estructuras son fundamentales para el intercambio de gases que sostiene la vida: permiten que la sangre se oxigene y que el dióxido de carbono sea eliminado. Sin embargo, las enfermedades que afectan estas vías pueden interrumpir este proceso vital, generando síntomas que pueden afectar la salud y la calidad de vida de las personas. Entre los trastornos más comunes de las vías respiratorias inferiores se encuentran la neumonía, la tuberculosis (TBC) y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Cada una de estas condiciones tiene sus propias características en cuanto a su origen, síntomas, diagnóstico y tratamiento. Por ejemplo, la neumonía es una infección del tejido pulmonar que causa inflamación y acumulación de secreciones en los alvéolos, lo que dificulta la respiración. La tuberculosis, en cambio, es una infección bacteriana provocada por el Mycobacterium tuberculosis, que afecta principalmente a los pulmones y puede volverse muy grave si no se trata adecuadamente. La EPOC es un trastorno crónico y progresivo que se caracteriza por la obstrucción del flujo de aire, lo que genera dificultad para respirar y reduce la capacidad funcional de los pulmones. Es crucial conocer la definición de estas enfermedades, así como sus signos y síntomas, para poder identificarlas a tiempo. Además, entender los métodos de diagnóstico y las opciones de tratamiento es fundamental para controlar su evolución y mejorar el pronóstico de quienes las padecen. En esta presentación, abordaremos estos temas, ofreciendo una visión clara y actualizada sobre la neumonía, la tuberculosis y la EPOC, así como la importancia de la prevención y el control de estos trastornos respiratorios que representan un desafío constante para la salud pública.
La vía respiratoria es un conjunto de estructuras anatómicas que facilitan el intercambio de gases, principalmente oxígeno y dióxido de carbono, entre el organismo y el entorno. Este sistema es vital para la vida y desempeña un papel fundamental en la medicina, ya que su correcto funcionamiento es clave para mantener la homeostasis y la salud en general. La vía respiratoria se divide en dos partes principales: la vía respiratoria superior y la vía respiratoria inferior (1). En las vías respiratorias inferiores son la parte inferior del sistema respiratorio que están ubicadas debajo de las cuerdas vocales que comprenden la laringe, la tráquea, bronquios y los alveolos. Entre las enfermedades y trastornos más comunes tenemos: La neumonía es una infección pulmonar causada por bacterias, virus u hongos, que constituye una de las principales causas de enfermedad y muerte en niños y adultos. La bronquitis aguda es una infección breve de los bronquios, mientras que la bronquiolitis afecta principalmente a bebés y niños menores de 2 años. La gripe puede causar complicaciones graves en personas mayores, niños pequeños y personas con enfermedades previas. La enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) incluye bronquitis crónica y enfisema, y suele estar relacionada con el tabaquismo. Por último, la infección del tracto respiratorio inferior puede provocar tos, fiebre, dificultad para respirar y producción de moco (1). 2 MANIFESTACIONES CLÍNICAS GENERALES Las enfermedades de las vías respiratorias inferiores suelen presentar una variedad de síntomas comunes, aunque su intensidad y duración pueden variar dependiendo de la causa y del estado del paciente. La tos persistente, ya sea seca o productiva, actúa como un mecanismo de defensa para eliminar secreciones o irritantes de las vías respiratorias. Puede
complejos, la tomografía computarizada proporciona imágenes más detalladas. Las pruebas de función pulmonar, como la espirometría, miden el volumen y flujo del aire que se inhala y exhala, lo que ayuda a identificar obstrucciones o restricciones pulmonares típicas de trastornos como la EPOC. Por último, el análisis de muestras respiratorias, a través de cultivos de esputo o pruebas moleculares, permite identificar el agente infeccioso responsable, ya sea bacterias, virus o hongos, lo que guía el tratamiento específico (3). 4 TRATAMIENTO El tratamiento de estas enfermedades varía según su origen. Las infecciones bacterianas se abordan con antibióticos específicos para el microorganismo que se ha identificado o que se sospecha; la elección del antibiótico depende de factores como la gravedad de la infección, la resistencia local y las alergias del paciente. Por otro lado, las infecciones virales suelen manejarse con cuidados de soporte, que incluyen hidratación, descanso y medicamentos para aliviar síntomas como fiebre y tos; en situaciones particulares, como en el caso de la gripe, se pueden recetar antivirales. En el caso de enfermedades crónicas, como la EPOC, se necesita un enfoque multidisciplinario que incorpore broncodilatadores para abrir las vías respiratorias, corticosteroides inhalados para reducir la inflamación, oxigenoterapia en casos de hipoxemia y programas de rehabilitación pulmonar para mejorar la capacidad física y la calidad de vida. Además, las medidas generales son clave para prevenir y controlar estas enfermedades, e incluyen dejar de fumar, vacunarse contra la gripe y el neumococo, evitar la exposición a contaminantes y tratar otras condiciones concomitantes, como el asma o la insuficiencia cardíaca (4). 5 NEUMONÍA La neumonía es una infección aguda en los pulmones que afecta a los alvéolos, el intersticio, la pleura visceral, las vías respiratorias y las estructuras vasculares. Puede ser provocada por
virus, bacterias u otros patógenos, como hongos y parásitos. La neumonía adquirida en la comunidad se contrae en un entorno fuera del hospital y abarca aquellas que comienzan dentro de las primeras 48 a 72 horas de hospitalización. En contraste, la neumonía intrahospitalaria se desarrolla 48 a 72 horas después de haber ingresado al hospital o hasta 7 días después de haber sido dado de alta. Según la guía técnica para el diagnóstico y tratamiento de la neumonía en niños, se identifican varias formas clínicas. La neumonía grave se caracteriza por una dificultad respiratoria significativa, cianosis central, problemas para beber o lactar, vómitos frecuentes, convulsiones, alteraciones en el estado de conciencia o una saturación de oxígeno (SO₂) de ≤ 92% (hasta 2500 msnm) o ≤ 85% (a más de 2500 msnm). La neumonía complicada incluye condiciones como derrame parapneumónico, empiema, abscesos, necrosis, enfermedad multilobar, neumotórax, fístula broncopleural o sepsis. La neumonía aspirativa ocurre cuando una sustancia extraña entra en las vías respiratorias de manera aguda, y sus síntomas varían según el tipo de sustancia (sólido, líquido o gas) y el volumen aspirado. Por último, la neumonía congénita es aquella que se adquiere durante el embarazo o en el momento del nacimiento (5). 5.1 CUADRO CLÍNICO La neumonía puede presentarse con diferentes niveles de gravedad, dependiendo de factores como el tipo de germen, la edad y la salud general del paciente. Los síntomas más comunes incluyen tos, fiebre, dolor en el pecho y expectoración; en los casos más severos, se puede experimentar dificultad para respirar y un deterioro del estado general. La bronconeumonía, por otro lado, suele ser más leve, con fiebre baja, tos y crepitaciones, y menos dificultad respiratoria. En personas mayores o con un sistema inmunológico comprometido, los síntomas pueden ser menos típicos, mostrando poca tos y cambios en el estado mental. La neumonía típica se presenta de forma repentina, con fiebre alta,
Debido a la dificultad para identificar con certeza el agente causante, la neumonía a menudo se trata inicialmente con un enfoque empírico, dependiendo de la gravedad del paciente, que se evalúa mediante escalas como PSI o CURB-65. Es crucial administrar la primera dosis de antibiótico lo más pronto posible, idealmente en el servicio de urgencias, ya que esto ayuda a reducir tanto la mortalidad como la duración de la hospitalización. El tratamiento antibiótico varía según el lugar donde se atienda al paciente y la gravedad de la infección (8).
hídrico, prevenir complicaciones como trombosis y fomentar la movilización temprana del paciente, especialmente en los ancianos (8). 6 TUBERCULOSIS (TBC) La tuberculosis (TB) es una enfermedad infecciosa y altamente contagiosa, provocada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis, también conocida como el Bacilo de Koch. Aunque esta bacteria ataca principalmente los pulmones, en ocasiones puede extenderse a otros órganos como el cerebro, la columna vertebral, los huesos y los riñones. La tuberculosis es una de las diez principales causas de muerte a nivel mundial y se considera la principal enfermedad provocada por un solo agente infeccioso (9). Dada su gravedad, la tuberculosis se ve como un problema de salud pública que no discrimina entre sexos, edades o condiciones sociales. Dependiendo de la resistencia que las bacterias desarrollan frente a los medicamentos, se pueden clasificar en dos tipos. El primero es la TB sensible (TBS), donde las bacterias no presentan resistencia a los medicamentos más comunes utilizados en el tratamiento. El segundo es la TB drogorresistente (TB DR), que se caracteriza por la resistencia a uno o más fármacos, y se divide en TB multidrogorresistente (TB MDR) y TB extensamente resistente (TB XDR) (9). Además, la tuberculosis se clasifica según la ubicación de la infección. La forma más común es la TB pulmonar, que ocurre cuando el bacilo se instala en los pulmones, causando síntomas típicos como tos y expectoración. En contraste, la TB extrapulmonar se desarrolla cuando el bacilo afecta otros órganos, como los huesos, el estómago, los intestinos, los ganglios linfáticos o las mamas. En estos casos, el diagnóstico se realiza principalmente a través de biopsias del órgano afectado, complementadas con estudios de laboratorio, como cultivos de tejidos, para confirmar la presencia del bacilo (9).
ayuda a identificar anomalías como consolidaciones, calcificaciones o cavitaciones que sugieren la presencia de la enfermedad (11). Por otro lado, el diagnóstico microbiológico del esputo es fundamental. El bacilo de la tuberculosis es un bacilo ácido-alcohol resistente (BAAR), por lo que se utiliza la tinción de Ziehl-Nielsen para su detección. Generalmente, se recomienda realizar análisis de al menos tres muestras de esputo, aunque no siempre es necesario un cultivo positivo para comenzar o continuar el tratamiento (11). También es crucial determinar la resistencia de la bacteria a los medicamentos. Por eso, el bacilo aislado debe ser analizado lo antes posible para conocer su patrón de resistencia y asegurar la eficacia del tratamiento. Este análisis debe repetirse en pacientes que no responden al tratamiento o que siguen teniendo cultivos positivos después de tres meses de terapia (11). La prueba cutánea de la tuberculina, conocida como el método de Mantoux, es útil para detectar la infección por tuberculosis. Se realiza inyectando 0,1 ml de proteína purificada del bacilo tuberculoso en la piel del antebrazo, formando una pápula de 8-10 mm. A las 48- horas, se mide la induración (no el enrojecimiento) de forma transversal para determinar el resultado. El Mantoux es una prueba que nos ayuda a saber si alguien ha estado expuesto a la bacteria de la tuberculosis. Esto se determina a través de una reacción de hipersensibilidad retardada, que es del tipo IV y está mediada por linfocitos T que ya han sido sensibilizados. Sin embargo, un resultado positivo no nos dice si la persona tiene una infección latente o si está sufriendo de tuberculosis activa. Por eso, es necesario realizar otras pruebas, como una radiografía de tórax o un análisis del esputo, además de estudios bioquímicos como la PCR. En resumen, para llegar a un diagnóstico definitivo de tuberculosis, es fundamental combinar una buena anamnesis con la correcta interpretación de estas pruebas complementarias (11).
Es crucial que las personas con tuberculosis reciban el tratamiento adecuado y sigan al pie de la letra la posología prescrita. Aunque el tratamiento suele durar seis meses, la principal razón por la que no tiene éxito es porque algunos pacientes lo abandonan. Por eso, la educación y el apoyo al paciente durante todo el proceso son fundamentales para asegurar que el tratamiento sea efectivo y para prevenir recaídas o resistencias (11). Antes de comenzar el tratamiento, hay varios aspectos importantes a considerar, como la capacidad de los medicamentos para eliminar bacterias, su capacidad para esterilizar, la prevención de resistencias, la dosificación, la tolerancia y la toxicidad. Para combatir la infección de manera efectiva y evitar que surjan resistencias, se utilizan varios antimicrobianos de primera línea, como Rifampicina, Isoniazida, Pirazinamida, Etambutol y Estreptomicina (11). El tratamiento habitual comienza con una fase inicial de dos meses que incluye Isoniazida, Rifampicina, Pirazinamida y, en algunos casos, Etambutol. Luego, se pasa a una fase de mantenimiento de cuatro meses con Isoniazida y Rifampicina. Esta combinación de medicamentos asegura la eliminación de los bacilos que están en replicación activa, conocida como actividad bactericida, así como de los bacilos en estado latente, que se llama actividad esterilizante (11). Es importante destacar que, aunque el paciente deja de ser contagioso aproximadamente a los 15 días de iniciar el tratamiento, ya que el esputo deja de ser infectante, esto no significa que deba interrumpir el tratamiento. Completar el tratamiento es esencial para evitar recaídas y la aparición de resistencias, que pueden complicar la curación y prolongar la enfermedad (11).
Los síntomas iniciales, como la tos y la expectoración, a menudo se consideran normales (la famosa “tos del fumador”), pero si persisten más de tres meses al año durante dos años consecutivos, se puede diagnosticar bronquitis crónica. La disnea es el síntoma más característico y suele aparecer después de los 50 años, empeorando con infecciones o actividad física. Otros síntomas pueden incluir sibilancias, pérdida de peso en etapas avanzadas y hemoptisis durante infecciones (13). Durante el examen físico, se pueden observar signos como taquipnea, respiración con labios fruncidos, uso de músculos accesorios, cianosis en etapas avanzadas, así como hallazgos como hiperinsuflación, aumento del timpanismo, roncus y sibilancias al auscultar. También es importante evaluar posibles alteraciones cardíacas, como el cor pulmonale (13). La espirometría es clave para confirmar si hay obstrucción en el flujo de aire, evidenciada por una disminución en el FEV1 y en la relación FEV1/FVC. La gravedad de la enfermedad se relaciona directamente con la reducción del FEV1. En el caso del enfisema, la DLCO también tiende a bajar. Aunque la radiografía de tórax puede parecer normal en las etapas iniciales, a medida que la enfermedad avanza, se pueden observar signos de hiperinsuflación y enfisema (13). 7.2 DIAGNOSTICO El diagnóstico de la bronquitis crónica se basa en la presencia de tos productiva durante al menos 3 meses en dos años consecutivos, asegurándose de descartar otras posibles causas. Para el enfisema, se realiza una exploración física y pruebas de función pulmonar. A menudo, estas dos condiciones coexisten, y la principal preocupación médica radica en el grado de obstrucción del flujo de aire (13).
pueden escuchar sibilancias, los sonidos respiratorios pueden disminuir y se puede notar una espiración prolongada. La radiografía de tórax puede ser normal en casos leves, pero en situaciones más graves, puede mostrar pulmones hiperinsuflados y signos de enfisema, como bullas (13).
combinarse con broncodilatadores, aunque a menudo causan náuseas, dolores de cabeza o pérdida de peso (13). Los antibióticos, como la azitromicina o la eritromicina, pueden ser utilizados a largo plazo en personas que sufren brotes frecuentes. La teofilina, en cambio, solo se prescribe cuando otros medicamentos no han funcionado, y su uso requiere un seguimiento cuidadoso. Aunque los expectorantes no tienen evidencia clara de su efectividad, mantenerse bien hidratado es clave para evitar que las secreciones se vuelvan espesas (13). Durante las recaídas, se recomienda el uso de antibióticos si se sospecha de una infección bacteriana. Algunas personas tienen antibióticos de reserva listos para comenzar el tratamiento ante los primeros síntomas. En casos de brotes severos, puede ser necesaria la hospitalización, donde se administran oxígeno, medicamentos inhalados de acción rápida y, en ocasiones, ventilación no invasiva o mecánica. Aunque los antibióticos a largo plazo pueden ser beneficiosos en ciertos casos, su uso prolongado puede aumentar el riesgo de desarrollar bacterias resistentes (13). La oxigenoterapia es esencial para quienes tienen niveles bajos de oxígeno en sangre. Puede ser temporal tras una hospitalización o a largo plazo en situaciones graves, ayudando a mejorar la calidad de vida y a aliviar la falta de aire. Existen diferentes sistemas para suministrar oxígeno, desde concentradores eléctricos hasta tanques portátiles y oxígeno líquido, lo que permite mayor movilidad (13). Finalmente, hay otros tratamientos que incluyen el uso ocasional de opiáceos para aliviar la tos o el dolor, aunque no se recomiendan debido a sus efectos secundarios y el riesgo de dependencia. Para aquellos que tienen un déficit grave de alfa-1-antitripsina, se pueden realizar infusiones intravenosas de reemplazo. En situaciones severas de enfisema, se puede optar por una cirugía de reducción de volumen pulmonar o la colocación de válvulas
endobronquiales para facilitar la respiración. El trasplante de pulmón también es una alternativa para quienes sufren de obstrucción severa, aunque conlleva la necesidad de inmunosupresión de por vida y un mayor riesgo de infecciones (13).
En pocas palabras, los trastornos y enfermedades que afectan las vías respiratorias inferiores, como la neumonía, la tuberculosis (TBC) y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), son problemas serios de salud pública que impactan la vida de millones de personas en todo el mundo. Aunque cada una de estas condiciones es diferente, todas comparten un efecto negativo en la función respiratoria y en la calidad de vida de quienes las sufren. Es crucial identificar sus síntomas y buscar atención médica a tiempo para obtener un diagnóstico correcto y un tratamiento adecuado. La neumonía, que puede avanzar rápidamente, requiere atención urgente para prevenir complicaciones. La tuberculosis, una enfermedad infecciosa que persiste, necesita un enfoque integral y un seguimiento riguroso del tratamiento para evitar su propagación y la resistencia a los antibióticos. Por otro lado, la EPOC exige medidas de prevención y un manejo a largo plazo, ya que es una enfermedad crónica que afecta gravemente la capacidad funcional de los pulmones. Además de recibir atención médica, la educación en salud y la adopción de hábitos saludables son esenciales para prevenir y controlar estas enfermedades. Mantener una buena higiene, evitar fumar y la