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indica diferentes tipos de pensamientos criticos que se han desarrollado en el trascurso del timpo
Tipo: Apuntes
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Biblioteca Virtual Omegalfa nN
“ Quien quiera hoy día combatir la mentira y la ignorancia y es- cribir la verdad, tiene que vencer, por lo menos, cinco obstáculos. Deberá tener el valor de escribir la verdad, aun cuando sea re- primida por doquier; la perspicacia de reconocerla, aun cuando sea solapada por doquier; el arte de hacerla manejable como un arma; criterio para escoger a aquellos en cuyas manos se haga eficaz; astucia para propagarla entre éstos. Estos obstáculos son grandes para aquellos que escriben bajo la férula del fascismo, pero existen también para aquellos que fueron expulsados o han huido, e incluso para aquellos que escriben en los países de la li- bertad burguesa ”. Bertolt Brecht , “Cinco obstáculos para escribir la verdad”.
“ ¿No tienes enemigos? ¿Cómo que no? ¿Es que jamás dijiste la verdad, ni jamás amaste la justicia? ”. Santiago Ramón y Cajal, citado en Eduardo Galeano, Los hijos de los días
L término Pensamiento Crítico puede resultar siendo una abstracción y hasta tener un carácter tautológico, si no se precisa qué se entiende por tal denominación. Una abs- tracción que puede convertirse en un mero enunciado, que se repite sin mucho cuidado. Una tautología porque en rigor todo pensamiento que amerite tal nombre debería ser crítico con todo lo existente y consigo mismo. Pero como hoy se han entronizado en el mundo entero un conjunto de banalidades propias de un pensamiento único, un pensamiento sumiso y un pensamiento abyecto, adquiere sentido hablar de pensamiento crítico, no sólo para diferenciarse de estas formas sino para rescatar la esencia de una reflexión que no se quede en la mera contemplación, aceptación o apología de todo lo existente. En ese orden de ideas, y de manera algo esquemática, intentaremos precisar cuáles se-
prender que el presente actualmente existente es el resultado de procesos complejos en donde, entre muchas alternativas, se im- puso, a menudo con la violencia y la irracionalidad, solo una de ellas. En breve, el pensamiento crítico se sustenta en aquella cé- lebre propuesta de Pierre Vilar de pensar históricamente, para ubicar, localizar, relativizar, fechar, explicar, comprender y con- textualizar todos los procesos existentes, incluyendo al capita- lismo.
Es un pensamiento radical: Para develar la injusticia y la de- sigualdad se hace necesario ir a la raíz misma de los fenómenos, con la finalidad de explicar sus causas fundamentales. Esto es lo que quiere decir el término radical, hurgar en el transfondo de los procesos, y no quedarse prisionero en el mundo de las apa- riencias. Un pensamiento radical supone escudriñar sin conce- siones en los mecanismos que mantienen la dominación, la ex- plotación y la opresión, llamando a las cosas por su nombre, y desmontando las falacias ideológicas que se emplean para encu- brir con eufemismos la dura realidad. Por supuesto, la radicali- dad del pensamiento no es una cuestión puramente lingüística o retórica, puesto que la misma utilización de ciertos conceptos (como capitalismo, imperialismo, clases sociales, desigualdad) implica la adopción de un punto de vista, que tiene consecuen- cias prácticas, en la vida de las personas que asumimos ese tipo de crítica radical.
Es un pensamiento anticapitalista: En sentido estricto, en la ac- tualidad un pensamiento radical tiene que ser anticapitalista, porque durante dos décadas se nos anunció que el mercado per- fecto se había hecho realidad tras la desaparición de la Unión
Soviética y su imposición garantizaba el crecimiento ilimitado y la satisfacción, vía consumo, de las necesidades de todos los habi- tantes del planeta. Estas mentiras han quedado hechas añicos por la crisis capitalista que se ha extendido por el mundo desde el 2008, en la que se ha evidenciado que el costo de la crisis la pagan los trabajadores, y los pobres, como lo estamos viendo en la Unión Europea, modelo por excelencia del triunfalismo capita- lista, pero que hoy hace agua por todos los costados y que sitúa al mundo en la peligrosa disyuntiva fascista de la década de 1930. Si las cosas son así y se ha hecho palpable que el capitalismo en lugar de contribuir a solucionar los problemas de la humanidad los tiende a agravar con su lógica mercantil, basada en el lucro y el crecimiento ilimitado, es necesario volverse a plantear una propuesta que vaya más allá del capital.
Es un pensamiento abierto: Para ser radicalmente anticapitalista es indispensable apoyarse tanto en las más diversas tradiciones revolucionarias como en el conjunto de las ciencias y las artes. El pensamiento crítico precisa del dialogo permanente con diversos legados emancipatorios que se han ido construyendo durante varios siglos en distintos lugares del planeta, entre los que so- bresale el pensamiento de Marx y sus seguidores más lúcidos, el anarquismo, el ecologismo, el feminismo, el indigenismo y todo lo que ayude en el propósito de reconstruir una agenda de lucha contra el capitalismo y el imperialismo. Así mismo, como nos lo han enseñado los grandes pensadores de nuestra América y de otros continentes (como José Carlos Mariategui, Antonio Grams- ci, George Lukacs), la reflexión crítica se enriquece en un diálogo fecundo con las ciencias y la técnica, un intercambio necesario para afrontar la crisis civilizatoria a la que nos ha conducido el capitalismo y en la cual todos estamos inmersos. Porque esa cri- sis no se comprende al margen de los impactos nefastos y con-
Hay que decirlo, esto no supone el abandono ni de la ciencia ni de la técnica, como frecuentemente lo sostienen quienes creen que criticar al progreso es rechazar por completo la modernidad y retroceder a la época de las cavernas. Más bien de lo que se trata es de rescatar lo mejor de la modernidad para pensar en cons- truir otro tipo de civilización ecosocialista.
Es un pensamiento ecologista y antipatriarcal: La destrucción ambiental se ha generalizado en el planeta, y Colombia no es la excepción, y más ahora con las locomotoras de la minería y el libre comercio. El ecocidio avanza de manera incontenible al ritmo de la expansión capitalista por los cinco continentes, como lo demuestran las cada vez más frecuentes catástrofes sociales, que resultan de la destrucción de la naturaleza y de la mercanti- lización de los bienes comunes. Esto obliga a atender, mediante la reflexión analítica, el estudio de los límites ambientales del capitalismo y los peligros que eso entraña para grandes porcio- nes de la población, en primer lugar los más pobres. Se necesita de una nueva sensibilidad que incorpore a la crítica anticapitalis- ta, que ha estudiado a fondo la contradicción capital-trabajo, una crítica de similar importancia que dilucide la contradicción capi- tal-naturaleza, y que involucre a todos los sujetos sociales afec- tados por esta segunda contradicción. En consecuencia, el pen- samiento crítico requiere ser profundamente ecologista, en una perspectiva que sea un complemento indispensable del anticapi- talismo.
Al mismo tiempo, dados las notables contribuciones teóricas de diversas corrientes del feminismo, en consonancia con el some- timiento de la mayor parte de las mujeres, es prioritario que el pensamiento crítico asuma el cuestionamiento del patriarcado y de todos sus componentes de opresión y de marginación de la mitad del género humano.
Es un pensamiento nacionalista e internacionalista a la vez: El capitalismo realimente existente y sus ideólogos, entre los que sobresalen los neoliberales, se han encargado de construir un falso dilema: ellos presentándose como los globalizadores por excelencia, abjuran de todo lo relacionado con lo nacional, como propio del atraso y de la barbarie. Esto lo han hecho con la finali- dad de justificar la entrega de la soberanía de los países y el rega- lo de los bienes comunes que se encuentran en sus territorios, todo a nombre de una pretendida modernización global. Al mis- mo tiempo, como respuesta a ese universalismo abstracto, otros portavoces del capitalismo han suscitado feroces guerras xenó- fobas en varios continentes, que han suscitado la xenofobia y la limpieza étnica.
Contra ese falso dilema –entre el universalismo abstracto y el chovinismo nacionalista-, el pensamiento crítico debe y tiene que reivindicar otro tipo de nacionalismo, junto con el internaciona- lismo. No se puede abjurar de lo mejor de la configuración nacio- nal en nuestra América, máxime en estos tiempos de la vergon- zosa desnacionalización que han impulsado las clases dominan- tes en estos países, como se patentiza en Colombia. Esto no su- pone reivindicar ni mucho menos un trasnochado patriotismo barato, propio de la mentalidad retrograda de los terratenientes y ganaderos de Antioquia y otras regiones de este país. Quiere decir, por el contrario, postular un nacionalismo cosmopolita, basado en la máxima de José Martí: “Patria es humanidad”. Como quien dice, que estemos asentados en nuestro territorio, pero para comprender mejor el mundo relacionarnos en forma más adecuada con los otros países, y no creernos ni mejores ni peores que los demás. Ese internacionalismo, además, es urgente tanto para recuperar las mejores tradiciones de lucha de los dos últi-
rines intelectuales. En consecuencia, el pensamiento crítico debe estar atento a beber de lo más diversas fuentes, pero sin caer en las tentaciones de la novedad y de las modas efímeras, impuestas desde Nueva York o desde Paris.
Es un pensamiento que reivindica a los oprimidos de todos los tiempos y a sus luchas: El pensamiento crítico pretende develar los mecanismos de explotación y opresión en el presente, apo- yándose en una visión histórica en la que emergen los sujetos que se han rebelado contra las diversas formas de dominación en diversas épocas. El conocimiento de los procesos históricos seña- la que incluso en las peores condiciones, como en la época de la esclavitud moderna, que perduró cuatro siglos (entre 1500 y 1890), hubo protestas, sublevaciones y rebeliones, propias de lo que puede llamarse la hidra de la inconformidad de los plebeyos. Cual hidra mitológica que renace aunque se le destruya la cabeza, lo mismo ha sucedido en diversos momentos de la historia del capitalismo, cuando a pesar de la tortura, persecución y asesina- to de líderes y dirigentes populares, la protesta de los subalter- nos reaparece una y otra vez. Estudiando las luchas de los venci- dos, se alimenta el fuego de la inconformidad en el presente, porque aquéllos nos acompañan desde la posteridad, con la me- moria de sus acciones, de acuerdo al postulado de Walter Benja- min de no pedir “a quienes vendrán después de nosotros la grati- tud por nuestras victorias sino la rememoración de nuestras derrotas. Ese es el consuelo: el único que se da a quienes no ti e- nen esperanza de recibirlo”.^1 En resumen, el síndrome de Espar- taco basado en el lema “Me rebelo, luego existo”, debería sinteti-
(^1) Citado en Michael Lowy, Walter Benjamin, aviso de incendio. Una lectura de las tesis “sobre el concepto de historia”, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2005, pp. 135.
zar la rememoración de los que han luchado en todos los tiem- pos, un componente indispensable del pensamiento crítico.
Es un pensamiento comprometido y no meramente contemplati- vo: Los enormes problemas que afronta el mundo actual, agrava- dos todavía más en nuestro continente por la dependencia y ser- vilismo de las clases dominantes, requieren tanto de una refle- xión seria y rigurosa, como del involucramiento de esa reflexión con los problemas de la gente común y corriente. En pocas pala- bras, se trata de que el pensamiento se encarne en sujetos con- cretos para devenir en praxis transformadora, a la luz de los pro- blemas específicos que afronta la mayor parte de la población. No estamos hablando de una instrumentalización artificial de las ideas, que abjure de la importancia de la reflexión y que despre- cie el trabajo intelectual, sino de la necesidad de vincular, de al- guna manera, esas reflexiones con los problemas reales de la gente. Me gusta reivindicar nuestra actividad como propia de los trabajadores del pensamiento, como lo hacia Julio Antonio Mella cuando decía: “Intelectual es el trabajador del pensamiento. ¡El trabajador!, o sea, el único hombre que a juicio de Rodó merece la vida, es aquel que empuña la pluma para combatir la iniquida- des, como los otros empuñan el arado para fecundizar la tierra, o la espada para libertar a los pueblos”.^2 Si situamos la elabora- ción de pensamiento crítico como un trabajo, y no como una refi- nada actividad especulativa al margen del mundo real, tendre- mos más oportunidad de vincularnos con el resto de trabajado- res, incluyendo a los que con sus manos laboran la tierra o fabri- can las cosas. Así podríamos declarar, a nuestra actividad como una artesanía del pensamiento, una artesanía que genera pro-
(^2) Julio Antonio Mella, “Intelectuales y tartufos”, en Escritos revoluciona- rios, Siglo XXI Editores, México, 1978, p. 44.
pósito es indispensable erradicar de los campus a todos aquellos que cuestionen, critiquen y duden, ya que la universidad de la ignorancia requiere profesores, estudiantes y funcionarios obe- dientes y sumisos. En concordancia, la consigna de los mercade- res de la educación es erradicar el pensamiento crítico del mun- do universitario, so pretexto de que no es ni útil ni rentable. Esa es la situación que hoy afrontamos de manera directa todos los que hemos hecho de la universidad pública nuestro proyecto de vida. Es necesario, entonces, defender ese territorio democrático de los embates del capital nacional y extranjero, para preservar la libre exposición y discusión de ideas, proyectos y propuestas para construir naciones y sociedades justas e igualitarias.
Puesto que el mundo universitario solamente representa a un ámbito reducido de la población y grandes problemas de la so- ciedad son asumidos por organizaciones populares, que constru- yen sus propios instrumentos analíticos, es necesario que el pen- samiento critico se relacione con esos proyectos y esas luchas, para que aprenda de ellas y se nutra de esas experiencias, a las que luego podrá realimentar en forma dialógica. Es decir, el pen- samiento crítico también se construye fuera de los espacios uni- versitarios, en la calle, en la plaza pública.
Es un pensamiento digno: Para terminar, deben mencionarse las implicaciones éticas del pensamiento crítico, lo cual está relacio- nado con los intereses que representa, con las fuerzas sociales de las que aprende, se nutre y a la vez alimenta, y a los valores que defiende. Al respecto, la dignidad es una de sus características distintivas. Por dignidad entendemos muchas cosas, entrelazadas y complementarias: la independencia de criterio; la libertad de critica; la insubordinación; la defensa de los desvalidos; el valo- rar a las cosas por lo que son y no por su precio monetario; asu- mir los costos y las consecuencias de lo que se dice sin hacer
concesiones ni traficar con los principios morales; no arrodillar- se ni subordinarse a los amos y poderosos, a cambio de retribu- ciones, o reconocimientos formales, que buscan la claudicación; y, mantenerse al lado de los oprimidos sin importar que eso im- plique la marginación y la criminalización. El pensamiento digno no se vende por unas cuantas migajas, no se desmorona ante las lisonjas y halagos interesados de los mercachifles del saber y de la investigación, no se subordina a los dictados de la figuración mediática propia de la sociedad del espectáculo, no escribe ni diserta sobre aquello que proporcione dinero y fama, no negocia con el saber como si fuera una mercancía, no se cotiza en la bolsa de valores del arribismo intelectual. Quienes cultivan el pensa- miento crítico caminan con rectitud con la frente bien en alto, por un sentido acendrado de dignidad, y no como le sucede a los portavoces de la mentalidad sumisa, por desgracia la vasta ma- yoría que, como lo afirma el dramaturgo italiano Darío Fo, “an- dan erguidos porque la mierda les llega hasta el cuello”. ■