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Este documento proporciona una visión detallada de los eventos que marcaron el inicio de la independencia de méxico a principios del siglo xix. Describe cómo méxico, conocido entonces como la nueva españa, era una colonia del imperio español que comenzó a experimentar un creciente descontento y movimientos de independencia. El documento se centra en la figura de miguel hidalgo, quien lideró el grito de independencia el 16 de septiembre de 1810, y en los eventos subsiguientes como la toma de san miguel el grande, celaya y guanajuato. También aborda las diferencias entre hidalgo y otros líderes insurgentes como ignacio allende, así como la posterior ejecución de los principales líderes. Una perspectiva histórica valiosa sobre los orígenes y el desarrollo inicial de la lucha por la independencia mexicana.
Tipo: Resúmenes
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Diseño de Medios Educativos para el Aprendizaje de la Historia DOCENTE: LUIS GERARDO PALACIOS ALUMNA: Sinnai Dinorha Hernández Gómez MONTERREY, NUEVO LEÓN
A principios del siglo 18, México era conocido como la Nueva España y era una colonia del Imperio Español. La sociedad mexicana en ese momento estaba estratificada en diferentes clases sociales, con los españoles nacidos en España en la cima de la jerarquía social y los indígenas en la parte inferior. Según el historiador Agustín Cue Cánovas nos refiere que a fines del siglo XVIII y a principios del XIX, se presentó un gran crecimiento demográfico, entre 1742 y 1793 se aumentó la población en más de un millón de habitantes, ello debilitó el rígido sistema de castas La economía de la Nueva España se basaba principalmente en la minería de plata, que era una actividad lucrativa para los españoles. Grandes cantidades de plata se extraían de las minas en lugares como Zacatecas, Guanajuato y Taxco, y se enviaban a España para financiar las actividades del imperio. Además de la minería, se desarrollaron otras actividades económicas como la agricultura, la ganadería y el comercio. La Iglesia Católica también tenía una gran influencia en la sociedad mexicana. Era una institución poderosa y desempeñaba un papel importante en la vida cotidiana de la gente, tanto en términos religiosos como políticos. La Iglesia poseía tierras y riquezas significativas, y desempeñaba un papel activo en la educación y la cultura. En términos políticos, la Nueva España estaba gobernada por un virrey, que era el representante del rey de España. El virrey tenía amplios poderes y ejercía el control sobre todos los aspectos de la vida colonial. Sin embargo, a medida que avanzaba el siglo 18, comenzaron a surgir movimientos de independencia y un creciente descontento con el dominio español. El pensamiento ilustrado y las ideas de la Ilustración europea también comenzaron a influir en México en este período. Los intelectuales y las
élites mexicanas adoptaron las ideas de la Ilustración y comenzaron a cuestionar el sistema colonial y a buscar reformas.
Periodo de transición que va de 1808 a 1876, en el que el liberalismo y el nacionalismo comenzaron a imponerse en el país, fenómeno en el cual las naciones iberoamericanas fueron pioneras. Introdujeron nuevos principios en la vida política y en las relaciones entre los estados. Estos principios, calificados en 1812 de liberales, rechazaban las monarquías absolutas, estableciendo la soberanía en el propio pueblo, por lo que sus representantes debían escoger su propio gobierno, ejercido por tres poderes distintos: Legislativo Se ocupa de la creación, modificación y derogación de las leyes que rigen la sociedad. Ejecutivo Toma de decisiones y de las labores diplomáticas responsable de la conducción y la gestión política del Estado. Judicial Encargado de velar por el cumplimiento de la Ley. Se ocupa de la resolución de los conflictos en la sociedad siguiendo de lo que dicta la Constitución o el ordenamiento jurídico que corresponda. Esto como medio para garantizar los derechos y libertades de los individuos, pero si bien, estos principios afectaron la organización y las relaciones internas de los países, no solo esas sino también las relaciones internacionales, que dejaron de ser dinastías, basadas en la soberanía monárquica y la exclusividad de mercados, para fincarse en los principios de libertad de comercio de protección del individuo y de la propiedad privada.
En Nueva España los cambios “modernizadores” impuestos por las reformas borbónicas ya habían alterado las relaciones sociales, políticas y económicas construidas a lo largo de más de dos siglos, lo que genero un malestar general y un anhelo de autonomía por parte de los novohispanos que se habían incrementado ante las crecientes exigencias económicas de la metrópoli que afectaban a todos los grupos sociales. De esa forma, él quiebre de la monarquía en 1808 y la revolución liberal española, se convirtieron en coyuntura favorable para la independencia, al permitir que los americanos expresaran sus agravios y experimentaran el constitucionalismo liberal español. La ciudad de México el 8 de junio de 1808 llego la noticia de que Carlos IV había abdicado en favor de su hijo Fernando, aunque los novohispanos habían jurado fidelidad a Fernando VII, el ayuntamiento de México, considero que por ausencia del rey la soberanía se había revertido el reino, con lo que hacía indispensable convocar una junta de ayuntamiento para decidir su gobierno. El 15 de septiembre de 1808 a la medianoche, 300 hombres al mando de Gabriel de Yermo penetraron el palacio y apresaron al virrey, el golpe no solo infligía las vías del derecho, sino que mostraba las de la violencia. Después de que la junta nombrara a Francisco Xavier Lizana, surgió la primera conspiración en Valladolid, no tardo en ser descubierta y los implicados fueron desterrados por Francisco, pero la conspiración ya se había extendido a Querétaro. En casa de los corregidores Miguel y Josefa Domínguez se organizaban “tertulias literarias” para evitar sospechas a las que asistían algunos sacerdotes, comerciantes, los capitanes Ignacio Allende y Juan Aldama, ambos miembros del Regimiento de Dragones de la Reina quienes viajaban a la ciudad de México, Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí y
Ignacio Allende estableció lazos con las conspiraciones queretanos encabezados por el corregidor de la ciudad, Miguel Domínguez, y por su esposa, Josefa Ortiz con quienes crearon, en apariencia, una academia literaria para encubrir las juntas donde conspiraban. El plan de insurrección no diferencia gran cosa de los anteriores: levantarse en armas, aprehender a los españoles y una vez lograda la victoria reunirse en la ciudad de México para determinar la forma de gobierno que conviniera a la nación. Los conspiradores habían considerado hombres, armas y caballos, pero sabían que el movimiento necesitaba de un hombre popular, querido, con excelentes relaciones, carismático, una especie de líder moral que ganara más adeptos a la causa y a quien el pueblo siguiera con entusiasmo y confianza. Ese hombre era el cura Miguel Hidalgo y Costilla. En mayo de 1810, Ignacio Allende se encargó de invitar personalmente a Hidalgo a sumarse al movimiento. El cura aceptó ser miembro de la junta secreta de San Miguel, y una vez convencido de que los planes de independencia estaban suficientemente respaldados, se adhirió a la conspiración de Querétaro, donde las juntas se realizaban bajo el liderazgo de Allende. De acuerdo con lo planeado, todo parecía indicar que, si la conspiración salía bien, el líder del movimiento de independencia sería, sin lugar a duda, el capitán Ignacio Allende
El GRITO Los planes de independencia marcaban los primeros días de octubre de 1810 para el levantamiento armado, pero desde principios de septiembre hubo varios indicios de que la conspiración había sido descubierta. El 9 de septiembre se recibió la primera denuncia formal en contra de Allende y Aldama; el 14, Hidalgo fue avisado de esta por sus contactos en Guanajuato, y finalmente el 15 de septiembre las autoridades virreinales se presentaron en casa del corregidor Domínguez para darle aviso de la conspiración y solicitarle el cateo de los domicilios de los involucrados. Conforme al maestro Mario de la Cueva (1982) La lucha emancipadora se parece a la guerra porque en ella entran en combate dos pueblos o naciones, pero se aproxima también a la revolución porque el pueblo subyugado vive dentro del otro, carece de un orden jurídico y de una organización política propios y no existe para el mundo internacional como unidad soberana, por estas razones es una revolución emancipadora. Allende se encontraba en Dolores con Hidalgo, por lo que el alcaide Pérez solo encontró a Juan Aldama en San Miguel, quien puso al tanto de la situación y juntos marcharon a Dolores. Al llegar informaron a Hidalgo y Allende de la gravedad de la situación. El capitán dudó, sugirió escapar y reunirse semanas más tarde para ver cómo se desenvolvían los acontecimientos. Hidalgo no se arredró, ignoró lo dicho por Allende, dio un paso al frente y aconsejó dar comienzo al levantamiento de inmediato; todos aceptaron la iniciativa del cura y así, de manera natural y espontánea, Hidalgo se convirtió en el líder del movimiento, mientras Allende quedó en un segundo plano. Hidalgo envió a uno de sus sacerdotes a apresar a los religiosos y comerciantes españoles que vivían en Dolores, se apropió de los recursos que tenía el recaudador del diezmo eclesiástico y liberó a los presos para que se unieran a la causa.
comenzaba a montar sus puestos, una vez reunidos los feligreses los convoco a unirse y luchar contra mal gobierno; peones, campesinos y artesanos, con todo sus mujeres y niños en brazos; aprestaron hondas, palos, instrumentos de labranza o armas, cuando las tenían siguieron aquel hombre que como cura invitaba a la resignación, la caridad y el amor, abandonó el púlpito para alentar la rebeldía dando el Grito de Independencia,
Esa misma noche, las huestes ocuparon San Miguel el Grande y unos días después en Celaya, aquel pueblo que levanto Hidalgo, lo nombro Generalísimo y a Allende teniente general. En el santuario de Atotonilco se le dio al ejército la primera bandera: una imagen de la virgen de Guadalupe. Dos semanas más tarde, los insurgentes estaban a las puertas de la ciudad de Guanajuato, Hidalgo emplazo al intendente Juan Antonio a rendirse, pero este decidió atrincherarse en la alhóndiga de Granaditas con los vecinos ricos y sus caudales. Miguel Hidalgo inició la guerra de independencia con un ejército improvisado de gente que se fue uniendo a la causa en los días posteriores al 16 de septiembre de 1810. Aproximadamente 600 hombres habían salido del pueblo de Dolores, y a su paso por San Miguel el Grande y Celaya, el ejército insurgente llegó a 20 mil hombres, mal armados y vestidos, en su mayoría indígenas y presos, y los menos, militares profesionales encabezados por Ignacio Allende. La incorporación del pueblo a la lucha armada cambió por completo el sentido de la independencia. El proyecto de los criollos que venía cocinándose desde las conspiraciones de 1808 y 1809, quedó relegado por completo. La guerra de independencia se convirtió en un movimiento eminentemente popular el pueblo en armasal que se sumaron los pobres, los marginados, los desposeídos, los indios, los mestizos, guiados por un reducido grupo de criollos y sacerdotes convertidos en caudillos. Nueva España fue el único territorio donde ocurrió este fenómeno Los criollos incluso llegaron a repudiar la violencia que desató Hidalgo, pues su plan era tan solo aprehender a los españoles y establecer un gobierno propio. Cuando salieron de Celaya rumbo a Guanajuato, el ejército insurgente debió ser un espectáculo, ya que estaba constituido por: criollos, mestizos
Cuando salieron de Celaya rumbo a Guanajuato, el ejército insurgente debió ser un espectáculo, ya que estaba constituido por: criollos, mestizos e indios, casacas azules de militares, chaquetas de cuero, chaparreras, botas, espuelas, sombreros de ala ancha, jorongos de lana, ropas de manta, harapos, huaraches, pies descalzos, fusiles, escopetas, lanzas, machetes, garrotes, la efigie de Fernando VII y el estandarte guadalupano. El 28 de septiembre el ejército insurgente llegó a las inmediaciones de Guanajuato. A diferencia de Celaya, que se había rendido antes de que llegaran los insurgentes, el intendente de Guanajuato, Juan Antonio Riaño, decidió hacerse fuerte en la Alhóndiga de Granaditas junto con 500 hombres, entre integrantes del batallón de infantería de la ciudad. Hidalgo ordenó atacar, tras una larga resistencia, en menos de una hora, Riaño y sus hombres ya no podían sostenerse. Desesperado, salió de la Alhóndiga para colocar en sus puestos a 20 españoles armados, y al volver cayó muerto de un tiro en el ojo izquierdo. Con la situación fuera de control, los insurgentes comenzaron a descender de los cerros mientras otros se agolpaban en las calles reforzadas por la caballería del Regimiento de Dragones de la Reina, arrollando todo a su paso. En tan solo unos minutos la puerta de la Alhóndiga era consumida por el fuego. La muchedumbre invadió la alhóndiga y con furia se lanzó a una cruenta matanza y saqueo, los españoles, desesperados, pedían a gritos que se capitulara; tiraban sus armas y arrojaban dinero por las ventanas, pero en vano rogaron por el perdón de sus Vidas. Unos pocos sobrevivientes, casi desnudos, heridos y amarrados unos con otros, fueron conducidos a la cárcel. El dinero y las barras de plata se tomaron para engrosar los fondos del ejército insurgente y el saqueo
pronto se extendió por toda la ciudad. Hidalgo y Allende no pudieron contener, el infortunado suceso le restaría simpatizantes al movimiento y retardaría su triunfo.
El 30 de octubre de 1810, a las ocho de la mañana, en el Monte de las Cruces, el numeroso ejército insurgente se presentó frente a las menores, pero más poderosas y mejor disciplinadas, tropas de Torcuato Trujillo. Después de varias horas de batalla, los insurgentes lograron acercarse al enemigo, rodearlo y colocarlo entre dos fuegos. Casi a las seis de la tarde, Trujillo reunió a sus tropas, abandonó sus pertrechos y huyó del campo de batalla. Esta victoria abrió la posibilidad de avanzar sobre la capital. El ejército insurgente desbordaba ánimo y la derrota de Trujillo había incubado temor en el virrey Venegas, Además, en la capital había adeptos al movimiento; quizá podrían tomarla por asalto. Sin embargo, en el último momento Hidalgo se negó de manera inexplicable; sus argumentos no convencieron a nadie, Expresó que, a pesar de la victoria, el ejército insurgente había sufrido bajas, tanto de hombres como de artillería, así que se le hizo fácil ordenar la retirada, ante la oposición de Ignacio Allende y otros militares Hidalgo no tomó la Ciudad de México y terminó de una vez con la guerra por la matanza perpetrada en la Alhóndiga de Granaditas quiso evitar que sucediera lo mismo en la capital del virreinato. Los insurgentes marcharon de regreso hacia Querétaro. Cerca de Arroyo Zarco se enteraron de que Félix Mari Calleja y sus más de diez mil hombres marchaban para interceptarlos. El 7 de noviembre de 1810, cerca del pueblo de San Jerónimo Aculco, bastó un poco más de una hora y algunos movimientos precisos del brigadier Calleja para derrotar a los insurgentes, a quienes esta vez no les funcionó la clásica estrategia y abandonaron el campo de batalla La etapa de las victorias había terminado, pues unos días después los insurgentes tropezaban con el ejército realista de Aculco y fueron
derrotados. Allende, inconforme con la dirección de hidalgo marcho rumbo a Guanajuato, mientras que el cura siguió su camino hacia Guadalajara.