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Tipo: Esquemas y mapas conceptuales
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Muy buenos días, señor director, estimados docentes, compañeros y compañeras: Hoy me pongo de pie no solo para pronunciar palabras, sino para rendir homenaje a un peruano ejemplar, un republicano íntegro y un hombre de letras cuyo pensamiento sigue iluminando nuestra historia. Me refiero a José Faustino Sánchez Carrión, conocido como “El Solitario de Sayán”, uno de los más brillantes ideológicos de nuestra independencia. José Faustino Sánchez Carrión nació un 13 de febrero de 1787, en la histórica ciudad de Huamachuco, en la sierra liberteña. Fue hijo de Agustín Sánchez Carrión y de Teresa Rodríguez de Ledesma. Desde su niñez, mostró una inteligencia viva y un carácter decidido. Fue testigo de una época marcada por la opresión colonial, los abusos del poder y la negación de derechos a los hijos de esta tierra. Pero, lejos de rendirse ante la justicia, decidió preparase para combatirla. Se educo en el Real Convictorio de San Carlos de Lima, una de las instituciones más prestigiosas del Virreinato. Allí estudio Filosofía, Teología y Derecho, y empezó a forjar su espíritu rebelde y su vocación por la libertad. No tardo en destacarse como escritor, abogado, político y pensador profundo. Pero José Faustino no fue un hombre que buscara fama o títulos. Fue un hombre que amó profundamente a su patria y dedico su vida a liberarla no solo del dominio español, sino de cualquier forma de tiranía. En una época en la que se debatía, tras la independencia, el Perú debía adoptar una monarquía constitucional o una república, Sánchez Carrión fue tajante y visionario. Escribió una de sus frases más emblemáticas: “No quiero rey, ni quiero tirano; quiero una república”. Y no se quedó solo en palabras. Desde su pluma combativa, escribió artículos, manifiestos y cartas en los que defendía con valentía los principios republicanos y los derechos del pueblo. En su célebre Carta a los pueblos del Perú, publicada en 1822, escribió: “Peruanos: que vuestra voluntad libre y general sea la que gobierne y no la que imponga un jefe absoluto. Que no se perpetúe más el despotismo con otro nombre, pues sería trocar cadenas sin romperlas”. Este pensamiento adelantado para su época, que defendía la soberanía popular y el respeto por los derechos humanos, fue uno de los pilares sobre los cuales se levanto la primera Constitución Política del Perú, promulgada en 1823, y cuya redacción tuvo en él a uno de sus principales artífices. En dicha Constitución, por primera vez se consagraron principios que hoy consideramos inalienables: la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, la libertad de expresión, el derecho a elegir a las autoridades y la prohibición de la esclavitud. Fueron conquistas que, aunque hoy las disfrutamos, en su tiempo costaron sangre, destierros y sacrificio.
Pero Sánchez Carrión no se limito al papel de ideólogo. Como Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, fue el encargado de invitar formalmente a Simón Bolívar a venir al Perú para liderar la campaña militar final por la independencia. Fue su consejero, su organizador y su voz jurídica. Fue quien ordeno las gestiones políticas para garantizar la unidad y estabilidad de Perú mientras se preparaba la ofensiva libertadora. En sus cartas a Bolívar se advierte su compromiso con la causa republicana y su rechazo a cualquier forma de caudillismo. En una de ellas, le recordó: “La espada da la independencia, pero es la ley la que la sostiene”. Por eso, Sánchez Carrión es recordado no solo como el político lúcido, sino como el republicano convencido, el defensor del pueblo y el arquitecto de nuestra democracia naciente. ¿Por qué lo llamarón “El Solitario de Sayán”? Porque, cansado de intrigas y envidias, decidió retirarse un tiempo a la localidad de Sayán, en la sierra de Lima, donde continúo escribiendo y reflexionando sobre el destino de la república. Allí, su palabra escrita siguió iluminando a los patriotas y orientando el rumbo del Perú. Lamentablemente, falleció el 2 de junio de 1825, a la temprana edad de 38 años. Pero dejo un legado monumental. En sus escritos y en su obra política, nos dejó una lección eterna: “Que el gobierno se base en la ley y no en la voluntad caprichosa de los hombres; que la educación sea el arma más poderosa del ciudadano, y que la libertad se conquiste con inteligencia y se defienda con valor”. Queridos compañeros y compañeras: recordar a Sánchez Carrión no es un acto protocolar, es un deber patriótico. Es aprender de su ejemplo para no quedarnos callados frente a las injusticias, para defender nuestros derechos y cumplir también nuestros deberes como peruanos. Nos enseñó que las verdaderas revoluciones empiezan en la conciencia, que se sostienen con ideas claras y se concretan con voluntad y coraje. Por eso, hoy más que nunca, sigamos su ejemplo, no con armas, sino con educación, responsabilidad y compromiso cívico. Que viva por siempre el legado de José Faustino Sánchez Carrión, el Solitario de Sayán, el republicano de la independencia. Muchas gracias.