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Duelo, recomponerse a la pérdida
Tipo: Tesinas
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Michael White
"Freud afirma que para que se complete el proceso de duelo es menester que quienes quedan con vida desarrollen una nueva realidad que ya no comprenda lo que se ha perdido. Pero... hay que agregar que la plena realización del duelo puede restaurar lo que se ha perdido e incorporarlo en el presente. La recordación plena puede ser tan vital para el bienestar y la recuperación como el olvido de los recuerdos" (Myerhoff, 1982, pág. 110).
Durante algún tiempo estuve examinando la metáfora de "decir hola" y su aplicación al trabajo al tratar la aflicción. Me vi impulsado a esta indagación por determinadas experiencias de la terapia con personas de quienes se había diagnosticado en otros lugares que sufrían de "aflicción demorada" o "duelo patológico". Muchas de esas personas habían sido objeto de prolongados e intensos tratamientos orientados por el modelo "normativo", y dando por descontado el proceso de aflicción, o por el enfoque de aplicar productos químicos a los problemas de la vida. Generalmente compruebo que esas personas están bien familiarizadas con el proceso del pesar informado por la metáfora de "decir adiós" y que pueden situar fácilmente su experiencia en relación con ese proceso. Comprenden claramente que en su evolución no han alcanzado la meta apropiada. "Saben" que la llegada a esa meta estará evidenciada por el "adiós" plenamente experimentado, por la aceptación de la pérdida definitiva del ser querido y por un deseo de emprender una nueva vida que no tenga relación con la persona muerta. En el primer contacto la persona que padece de "aflicción demorada" o "duelo patológico" parece que hubiera perdido su propio yo junto con la persona amada. Sin que se las incite a hacerlo, esas personas exponen al terapeuta todo lo relativo a la pérdida sufrida y los consiguientes efectos que ella tiene en su vida; por su cuenta dan todos los detalles de su sensación de vacío, de falta de valor de todas las cosas y de su depresión. Su desesperación es tal que a menudo me sentí completamente abrumado al comienzo de la terapia. Generalmente distingo las incitaciones que me hacen esas personas para que me una a ellas en conversaciones de "más de lo mismo" que son activadas por la metáfora de "decir adiós"; pero en general logro declinar tales incitaciones. En semejantes circunstancias puede esperarse que continuar trabajando con la aflicción según el
(^1) Este artículo se escribió para ser presentado en el "Loss and the Family International Colloquium", Ballymaloe, County Cork Irlanda, desarrollado entre el 5 y 8 de julio de 1988. Quiero agradecer a Karl Tomm sus comentarios sobre el primer borrador de este capítulo. Publicado en el Dulwich Centre Newsletter, primavera de 1988. [En M. White (1995) Guías para una terapia familiar sistémica. Ed. Gedisa, Barcelona, pp. 57-68]
modelo normativo —un modelo que especifica las fases del proceso de la aflicción de conformidad con la metáfora de decir adiós— complicará aún más la situación en lugar de capacitar a esas personas a reaccionar y enriquecer sus vidas. La desolación que esas personas experimentan es tal que, en la terapia, crear un contexto para incorporaren él la relación perdida parece mucho más indicado que todos los esfuerzos tendientes a hacer olvidar esa relación. Esta consideración impulsó mi investigación de la metáfora de "decir hola". Guiado por esta metáfora, elaboré y formulé preguntas que, según esperaba, pudieran presentar la posibilidad de que dichas personas reivindicaran su relación con el ser amado y perdido. Sorprendido por el efecto que tenían estas preguntas en la resolución de la sensación de vacuidad y de depresión, me decidí a investigar más la metáfora. Esperaba alcanzar una mejor comprensión de los sucesos y que esto me permitiera prestar ayuda más efectiva a las personas en el restablecimiento de sí mismas, un restablecimiento que aportaría el alivio tan vehementemente deseado.
Mary
Mary tenía 43 años cuando acudió en busca de ayuda terapéutica por lo que ella llamaba "una pérdida no resuelta". Seis años antes, su marido Ron había muerto súbitamente de un ataque cardíaco. Se trataba de un hecho enteramente inesperado. Hasta aquel momento toda la vida había sido excelente para Mary. Ella y Ron habían disfrutado de una relación "rica y amorosa", una relación que ambos valoraban en muy alto grado. Después de la muerte de Ron el mundo de Mary se derrumbó. Agobiada por la pesadumbre y sintiéndose entorpecida, atontada, desde aquél momento Mary “simplemente pasaba por la vida" sin experimentar consuelo de ninguna clase. Su entorpecimiento sobrevivió a varios intentos de "elaborar" su aflicción mediante asesoramiento. La medicación corriente no le había procurado ningún alivio. A pesar de esto, Mary persistió en sus intentos de alcanzar cierta sensación de bienestar consultando terapeutas y procurando aceptar los hechos durante los cinco años siguientes. En mi primera entrevista con Mary, ella me declaró que había desechado casi toda esperanza de recobrar alguna vez siquiera una apariencia de bienestar. Le parecía que nunca sería capaz de decir adiós. Una vez que Mary me hubo expuesto su desesperación, la invité a que eludiera las consecuencias "terriblemente serias" de la muerte de Ron. Le pregunté decididamente si decir adiós era de alguna manera una idea positiva y si no sería una idea mejor decirle a Ron "hola". Le dije luego que la desolación que experimentaba tan agudamente podía significar que ya había dicho "adiós" demasiado bien. Mary reaccionó con desconcierto y sorpresa. ¿Había oído lo que creía haber oído? Repetí mis pensamientos y comprobé que por primera vez brillaba en ella un destello. Después le pregunté si le interesaba experimentar con esa idea de decir hola a Ron o si creía que éste estaba sepultado demasiado profundamente para acariciar semejante idea. Mary comenzó a
asesoramiento de profesionales, pero no había logrado experimentar el alivio deseado. Teniendo en cuenta la larga historia del repudio de si mismo que experimentaba John, le pedí más detalles sobre su vida. Me contó que había gozado de una infancia feliz hasta la muerte de su madre que sobrevino cuando él estaba en la tierna edad de siete años, justo antes de cumplir ocho años. En la familia nadie había resistido bien este golpe y durante algún tiempo el padre de John fue una persona perdida para todo el mundo, incluso para el propio John. Este conservaba vivido recuerdo de los hechos que rodeaban la muerte de su madre. Durante un tiempo considerable no llegó a creer en esa muerte, pues siempre esperaba ver aparecer de nuevo a la madre en cualquier momento. Luego sintió que tenía el corazón enteramente destrozado. Posteriormente el padre volvió a casarse con una buena persona "pero realmente las cosas nunca fueron de nuevo como antes". Le pregunté a John si las cosas hubieran continuado siendo las mismas, sí su madre no hubiera muerto, ¿qué opinión tendría ahora de sí mismo? Al llegar a este punto comenzó a derramar lágrimas. ¿Pensaba que la madre le había faltado de su vida durante demasiado tiempo? ¿Era realmente positivo que ella permaneciera ausente de la vida de su hijo? John pareció sorprendido y yo le pregunté si no le molestaría que le hiciera más preguntas. "No, estará muy bien". Entonces le hice las siguientes preguntas: ¿Qué veía su madre cuando lo miraba a usted con sus amorosos ojos? ¿Cómo sabía ella estas cosas sobre usted? ¿Qué rasgos tiene usted que pudieran decirle a ella algo sobre esto? ¿Qué puede ver ahora en sí mismo que estuvo perdido durante tantos años para usted? ¿Qué modificación sufrirían sus relaciones con los demás si usted llevara consigo este conocimiento en su vida diaria? ¿Haría esto que fuera más fácil para usted ser su propia persona antes que una persona para los demás? ¿Qué haría usted para comunicar a los otros esta nueva imagen de sí mismo como persona? ¿Hasta qué punto el hecho de comunicar a otros esta nueva imagen de su persona le permitiría fortalecerse algo más? ¿De que manera esa experiencia de fortalecerse podría afectar la relación que mantiene con usted mismo? Vi a John en tres ocasiones más con intervalos de dos semanas y luego, ocho meses después, lo vi para verificar cómo había evolucionado. Durante este tiempo, John tomó varias medidas para mantener viva la "imagen" que su madre tenía de él y llegó a mantener una nueva relación consigo mismo, una relación en la que se aceptaba como persona en lugar de repudiarse. Y ya no se sentía vulnerable a esos hechos que solían empujarlo a concebir dudas sobre sí mismo.
Experiencia de experiencia
Si usted estuviera viéndose ahora a través de los ojos de Ron, ¿qué rasgos de usted misma advertiría que pudiera apreciar?
Las preguntas que parecían más eficaces para ayudar a las personas a reivindicar estas importantes relaciones, eran aquellas que invitaban a relatar lo que las personas percibían como la experiencia positiva de ellas que tenía el ser desaparecido. Ese relato era expresión de la experiencia que tenían de aspectos específicos de lo que experimentaba la persona fallecida. Estas preguntas tenían un efecto inmediato y visible. Los recuerdos evocados no se referían sólo a sucesos históricos efectivamente ocurridos, sino que abarcaban también una experiencia vivida y plena, una experiencia que comprendía las partes afectivas y emotivas de la persona. Era evidente que en esa narración tornaba a experimentarse el yo pasado. Varias nociones perdidas u olvidadas del yo parecían renacer y eran susceptibles de ser expresadas por las personas. ¿Cómo ha de entenderse este proceso? Al esforzarnos por dar sentido a nuestra vida debemos encarar la tarea de disponer las experiencias que tenemos de los sucesos en una secuencia temporal a fin de poder llegar a ana exposición coherente de nosotros mismos. Las experiencias específicas de hechos del pasado y del presente y de hechos que se predicen para el futuro se combinan para desarrollar esta versión a la que hemos llamado historia o narración o relato.
"El pasado, el presente y el futuro no sólo están construidos sino que se encuentran conectados en una secuencia lineal que está definida por relaciones sistemáticas, si no causales. La manera en que pintamos cualquier segmento está referida a nuestra concepción del todo que he decidido concebir como una historia". (Bruner, 1986a, pág. 141).
Que obtengamos éxito en esta tarea da cierto sentido de continuidad y de significación a nuestra vida. Contamos con ese sentido para ordenar nuestra vida diaria y para interpretar ulteriores experiencias. Sin embargo alcanzar ese sentido tiene un precio. Una narración nunca puede representar toda la riqueza de lo que Turner (1986) llamó nuestra "experiencia vivida".
"...la experiencia de la vida es más rica que los discursos. Las estructuras narrativas organizan y dan significación a la experiencia, pero la historia dominante no comprende siempre por completo los sentimientos y la experiencia vivida". (Bruner, 1986a, pág. 143).
La estructuración de una narración exige recurrir a un proceso selectivo en el que expurgamos de nuestra experiencia aquellos hechos que no encajan en la versión dominante que desarrollamos y que nosotros y los demás tienen sobre nosotros. De manera que con el correr del tiempo buena parte de
tales conocimientos.
"Las significaciones duramente logradas deberían expresarse, pintarse, bailarse, dramatizarse, ponerse en circulación". (Turner, 1986, pág. 37)
Para hacer circular estas versiones es menester que exista un público que asista a las nuevas significaciones. Pueden derivarse preguntas que identifiquen y reúnan a ese público. En la "interpretación" de estas nuevas significaciones ese público participa por retroalimentación en las nuevas producciones del yo de la persona en cuestión. La producción del yo es un proceso recursivo, un proceso en el que aspectos elegidos de la experiencia de uno se realizan y en el que esta realización misma contribuye a aumentar el caudal de la experiencia de hechos de los que derivó el conocimiento de uno mismo.
Tener conciencia de la producción de producciones
¿ Cómo puede influir en usted lo que ahora sabe de usted mismo en su próximo paso? Al dar ese próximo paso, ¿qué otro rasgo cree que podría hallar que fuera importante que usted conociera?
Se pueden hacer más preguntas para alentar a las personas a conservar más plenamente la medida de su papel en la producción de sus propias producciones, el grado en que están personalmente activas en la constitución y modelación de sus vidas, el grado en que lo que "saben" de sí mismas determinará las decisiones que tomen respecto de los pasos que den en la vida y, por otra parte, el grado en que sus perspectivas sobre esos pasos puedan contribuir a acrecentar lo que saben de sí mismas. Tener conciencia de la producción de las propias producciones de uno abre nuevas posibilidades para que las personas dirijan el curso de sus vidas. Cuando las personas se dan cuenta del proceso en el cual son, por un lado, actores y, por otro, espectadores de sus propias realizaciones se les hacen accesibles nuevas opciones y entonces se sienten como "las autoras de sí mismas" (Myerhoff, 1986, pág. 263).
Otras aplicaciones
Pérdida de niños pequeños
Padres que perdieron a hijos muy pequeños comprobaron que era eficaz la metáfora de "decir hola", incluso cuando las circunstancias son las de la muerte de hijos aún no nacidos. Una vez que se les hubo presentado la idea, no experimentan gran dificultad en imaginar cuál podría ser la experiencia de ellos que tuviera el niño, cómo podría éste haberlos considerado en su condición de padres para luego incorporar versiones del yo asociadas con la situación.
Los niños y el abuso
La posibilidad de aplicar esta metáfora fue estudiada y se comprobó que era eficaz en el caso de niños de los cuales se habían hecho cargo en algún hospicio, en el caso de niños con historias de repetidos y serios abusos. Como resultado del abuso, estos niños generalmente se refieren con odio a su yo y hacen todo lo posible para frustrarse, pues hasta mutilan sus vidas y su futuro entregándose a una conducta destructiva. En estas circunstancias, he trabajado con un niño y los celadores del hospicio para localizar "logros aislados" (White, 1988) que manifestaran la aparición de personas adultas en actitudes positivas y de auxilio respecto del niño, en lugar de adoptar posiciones negativas o dañosas. Estos logros aislados pueden situarse históricamente o en el tiempo presente. Por ejemplo, podría descubrirse que cierto maestro de escuela había tenido una actitud particularmente amable con ese niño o que un asistente social se había interesado mucho por la situación de ese niño o que un celador de la residencia había hecho recientemente observaciones importantes y favorables sobre el niño. Una vez identificados los logros aislados se pueden hacer preguntas que inciten al niño a darles significación. Esas preguntas alientan la especulación sobre versiones alternativas de su yo que están vinculadas con los logros aislados. A continuación doy algunos ejemplos de esas preguntas:
¿Qué hizo que tu maestro se diera cuenta de que (el adulto que perpetró el abuso) estaba ciego? ¿Qué parte de ti dijo a tu maestro esto? ¿Qué le hizo saber a tu maestro lo que tú conoces de ti mismo? Si (el adulto que perpetró el abuso) no hubiera estado tan ciego a estos hechos y hubiera reparado en ti como persona, ¿cómo habría modificado esto su actitud respecto de ti? ¿Crees que tu vida habría sido diferente y más rica si (el adulto que perpetró el abuso) hubiera sabido realmente lo que hay que saber sobre ti?
Estas preguntas y las que fomentan la circulación dé versiones alternativas, así como las que hacen adquirir conciencia de la producción de las producciones de uno, socavan el odio de sí mismo que siente el niño y se oponen a la mutilación de su vida y de su futuro.
El adulto y el abuso
He introducido una variación en el trabajo con mujeres y hombres que como resultado de abuso emocional o físico sufrido durante la infancia y la adolescencia, conservan una actitud muy negativa de sí mismos en la vida adulta. Este sentimiento de repudio de sí mismo es el resultado de haber incorporado la actitud del adulto que cometió el abuso. Esas personas no pueden vivir tranquilas. Se sienten continuamente obligadas a obrar y a disciplinar su yo de conformidad con las actitudes del que perpetró el abuso. Son incapaces de
cooperación activa con ella. Si se logra esa incorporación se resuelve el problema de las dudas y de la indignación farisaica.
Conclusión
Muchas personas que me consultaron por problemas relacionados con una pesadumbre sin resolver han considerado que es eficaz la metáfora de "decir hola" y que también son eficaces las preguntas derivadas de esa metáfora. He comprobado que la incorporación de la relación perdida resuelve problemas definidos como "duelo patológico" y "aflicción demorada". Al lograr esta incorporación una persona llega a establecer una nueva relación con su yo. Y en el proceso la persona introduce concepciones alternativas de su yo como persona y las presenta a los demás en sus redes sociales. Esto obliga a los demás a reconsiderar la vida de las personas, lo cual acarrea consigo nuevas posibilidades en sus relaciones. La actitud de las personas respecto de si mismas llega a ser una actitud de mayor aceptación y logran tratarse a sí mismas con mayor bondad y compasión. Las ilustraciones dadas en este capítulo representan algunos aspectos de la utilización de esta metáfora. No obstante, estos ejemplos en modo alguno agotan las posibles aplicaciones. Al concentrarme aquí en la metáfora de "decir hola" no tomo partido contra la utilización de la metáfora de decir "adiós". Hay muchas cosas a las que hay que decir adiós, incluso a la realidad material y a muchas esperanzas y expectativas, etc. Por mi parte, creo que el proceso de la aflicción es un , fenómeno en el que hay que "decir adiós y luego decir hola". Una vez aclarado este punto, diría yo que cualquier experiencia de pérdida es única, así como son únicos los pasos necesarios para resolver cada pérdida. Una metáfora es eficaz solamente en la medida en que reconozca y facilite la expresión de este carácter único y en la medida en que no someta a las personas a especificaciones normativas.
Referencias bibliográficas Bruner, E.M. 1986a: "Ethnography as narrative" en Turner, V.W. y Bruner, E.M (comps..) The Anthropology of Experience. Chicago, University of Illinois Press. Bruner, E.M. 1986b: "Experience and its expressions" en Turner, V.W. y Bruner, E.M. (comps.) The Anthropology of Experience. Chicago, University of Illinois Press. Myerhoff, B. 1982: "Life history among the elderly: performance, visibility and remembering" en Ruby, J. (comp.) A Crack in the Mirror: Reflexive perspectives in anthropology. Philadelphia, University of Pennsylvania Press. Myerhoff. B. 1986: "Life not death in Venice: its second life" en Turner, V.W. y Bruner, E.M. (comps.) The Anthropology of Experience. Chicago, University of Illinois Press. Turner, V. 1986: "Dewey. Dilthey, and drama: an essay ¡n the anthropology of experience en Turner, V.W. y Bruner, E.M. (comps.) The Anthropology of Experience. Chicago, University of Illinois Press. White.M. 1988: "The process of questioning: a therapy of literary merit?" Dulwich Centre Newsletter. invierno.