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Este documento aborda la etapa de la adolescencia y cómo los padres pueden entender y acompañar a sus hijos durante este proceso de cambios físicos, emocionales y de personalidad. La autora, bárbara tovar, una reconocida psicóloga, explica las diferentes fases de la adolescencia, las batallas internas que libran los jóvenes y cómo los padres pueden ayudarles a superarlas. El texto ofrece una visión profunda y práctica sobre cómo navegar esta etapa tan desafiante pero crucial en el desarrollo de los hijos, brindando estrategias para educar las emociones, manejar la ira, fomentar el esfuerzo y el crecimiento emocional en familia. Con un lenguaje accesible y ejemplos concretos, este libro se presenta como una guía valiosa para que los padres puedan entender mejor a sus hijos adolescentes y acompañarlos de manera efectiva.
Tipo: Apuntes
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BÁRBARA TOVAR
ADOLESCIENCIA
1
V IVIR A SU LADO LA ADOLESCENCIA
¿QUÉ PUEDES ESPERAR EN CADA ETAPA ADOLESCENTE
Y CÓMO ACTUAR?
L a adolescencia siempre me ha resultado una etapa
fascinante. Es un periodo con grandes posibilidades,
quizás es una de las etapas más decisivas en la vida, y
conocerla a fondo nos permitirá ayudar a nuestros
hijos, sin duda, a que le saquen el máximo partido.
Como todo, tiene su ciencia, y mi objetivo es mostrár-
tela para reforzar tu labor como padre durante estos
años.
20
Hoy en día, la adolescencia es una etapa que cada
vez resulta más dilatada en la vida de nuestros hijos. Ya
no se trata de algo pasajero que, simplemente, aguantan-
do la respiración conseguimos atravesar. Ahora necesi-
tamos respirar en ella, ya que debido a factores funda-
mentalmente educativos y vinculados a nuestra sociedad
actual, este periodo es cada vez más largo. Además, en
él se resuelven las encrucijadas más importantes para la
vida de nuestro hijo, por lo que debemos zambullirnos
de lleno, en lugar de pasar de puntillas. De esta forma,
tanto tú como tu hijo, aprenderéis cosas nuevas y mara-
villosas, decisivas para continuar por el camino del cre-
cimiento y la transformación.
Si tienes un hijo con diez años, tienes un hijo que está
entrando en la adolescencia. Un hijo que va a necesitar
que escuches más y hables menos, que hagas aquello que
dices que vas a hacer, y que pienses antes de actuar. Es
muy probable que hayas notado algunos cambios en él,
que hayan aparecido ciertos altibajos de carácter, emo-
ciones más complejas e, incluso, que hayan aumentado
las tensiones en casa. Algunos niños, y especialmente
niñas, pueden comenzar a manifestar rasgos adolescen-
tes incluso antes, en torno a los nueve años. Recuerdo
cómo una madre me explicaba, algo sorprendida, que su
hija de nueve años se encerraba en su habitación a escu-
char música durante largas horas cada vez que tenía
algún problema con una amiguita. Este es un rasgo cla-
ramente adolescente. Su entorno, madurez, personali-
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Se trata de un cambio progresivo, lento, con grandes
altos y profundos bajos, en el que poco a poco las curvas
del camino se van suavizando, con menos picos, menos
valles y que son, sobre todo, menos frecuentes. Este es
el auténtico síntoma indicativo de que el adolescente
está superando esa etapa.
La adolescencia se ha dividido en tres capas, cada
una con un nivel madurativo distinto:
1.ª capa: de diez a catorce años. Se caracteriza por
ser una etapa de lucha contra su identidad, de conflictos
con los padres, de cambios repentinos de humor, com-
portamiento infantil cuando hay una situación de estrés
o un cambio en su vida. Crece el pensamiento abstracto.
2.ª capa: de quince a diecinueve años. Aparece en
esta etapa un cambio determinante aumentando su inte-
rés por el razonamiento moral y su reflexión sobre el
significado de la vida. Aparece el distanciamiento de los
padres y un fuerte acercamiento a los amigos. Se inicia
la capacidad de marcarse objetivos.
3.ª capa: de veinte a veinticuatro años. Afortunada-
mente comienza a solidificarse la identidad y una mayor
estabilidad emocional. El individuo ya piensa en el futu-
ro y sigue usando el razonamiento moral. Se desarrolla
la capacidad cerebral para gestionar ideas complejas.
Cada una de estas capas requerirá un acercamiento
distinto al hijo adolescente. En este cuadro se resumen las
principales características que los padres deben conocer
para apoyar y ser realmente una ayuda para él en esta etapa.
VIVIR A SU LADO LA ADOLESCENCIA 23
Momento crucial para sembrar valores antes de que lleguen las verdade- ras turbulencias de la adolescencia.
Los padres tendrán peso en la medida en que su hijo vea en ellos algo que necesita y no tiene. Es importante que nuestro hijo vea que le compren- demos y entendemos su forma de ver la vida.
Aunque le veamos más estable, sigue necesitan- do tu escucha y tu guía. Pero cada vez hay que dejarle más autonomía, para que aumente su independencia en la forma de gestionar su vida.
Los padres deben apro- vechar para sembrar un fuerte liderazgo emocio- nal y de valores en su hijo. Luego será más difícil.
Fuerte vínculo con sus amigos y con la figura líder, su opinión puede ser más importante que la de sus padres. Puede traicionar nuestra con- fianza por ellos.
Como padres, ser su alia- do, su incondicional, pero sin miedo a expre- sar de forma adecuada lo que nos parece incorrec- to; sin temor a su recha- zo. Hay que decírselo.
Necesita sentirse acepta- do en el grupo de amigos y hará por integrarse todo lo que esté en su mano. Muy importante: conocer los valores, acti- tudes y entorno educati- vo de sus amistades prin- cipales, así como conocer bien a sus amigos y la relación que establecen con él.
Fuerte idealismo y vincu- lación a valores, aunque a veces no actúe de acuerdo a ellos. Aprove- char esto para inculcarle principios positivos con argumentos lo suficien- temente bien funda- mentados para que le motiven en su realiza- ción. Su afán de prota- gonismo favorecerá la charla centrada en él y en sus cosas.
Error muy grave encasi- llarlo como «malo», «bueno» o «echado a perder». Es probable que se comporte confor- me a esas etiquetas. Per- mitirle que muestre el otro lado. Evitar las eti- quetas le ayudará a expresarse con más libertad.
Muy dado a hacer lo que la mayoría o el líder mande. Aunque lo hará igualmente, alentarle para que tome sus pro- pias decisiones, en fun- ción de sus preferencias.
Ofrecerle compromisos concretos y posibles. No cumplir con nuestras promesas puede generar- le una actitud de rechazo hacia nosotros y romper su confianza.
Época para luchar contra el hedonismo y el mate- rialismo que impera en la sociedad y que puede manifestarse de forma masiva en esta etapa. Su pensamiento más elabo- rado le ayudará a absor- ber estos conceptos.
VIVIR A SU LADO LA ADOLESCENCIA 25
LOS LOBOS QUE LUCHAN EN EL INTERIOR DE TU HIJO
Existe un proverbio alemán que dice: «Cuando el niño
crece, tiene un lobo en el vientre». Yo creo realmente
que tiene dos, lo explicaré más adelante. Lo cierto es que
esta expresión resalta el componente de lucha que aflora
en la adolescencia, una dura batalla entre el que es y el
que quiere ser. La diferencia entre cómo le ven los
demás y cómo quiere que le vean. Y esa lucha interna
produce muchas veces un estado anímico cambiante,
con altos y bajos, explosiones emocionales, mutismo,
alegría desbordante o tristeza profunda. Si la adolescen-
cia se caracteriza por algo es precisamente por albergar
emociones a raudales, muchas de ellas extremas, que nos
desconciertan como padres. Esas emociones intensas
son observables por nosotros como espectadores de pri-
mera fila y, con frecuencia, van precedidas por una lucha
interna que, o bien ha finalizado, o bien sigue abierta
dentro de él.
Recuerdo el caso de María, de quince años. Un día en
nuestra sesión me dijo: «No puedo con mi madre, cuan-
do se pone en plan crítica sobre si la falda no me queda
bien, si esta camiseta es horrorosa, y todo, apenas unos
minutos antes de salir con mis amigas, no lo soporto de
verdad, parece que lo hace a propósito para sacarme de
quicio». El caso es que María llevaba horas en su habi-
tación probándose diferentes conjuntos de ropa que no
acababan de convencerla y libraba una férrea batalla
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interior con respecto a su imagen. El comentario de su
madre probablemente hizo que se dispararan sus emo-
ciones y pagó con ella toda la tensión acumulada. María
está en la fase dos y, como hemos visto en el cuadro, es
fundamental el manejo de la crítica en esta etapa, saber
detectar esas luchas interiores en nuestros hijos para
profundizar en sus emociones y actuar en consecuencia.
A veces observarás que tu hijo llega a casa más serio
de lo habitual, o, por el contrario, lo hace con una
amplia sonrisa. O que, en ocasiones, se encierra en su
cuarto sin apenas hablar y en otras se muestra más cola-
borador que nunca. Nosotros asistimos perplejos a estos
cambios de humor aparentemente inexplicables, pero
que tienen su fundamento en el universo de tu hijo. Algo
ha sucedido que le está provocando esos cambios. Ser
sensible a ello es muy importante, porque nos permitirá
conectar con su vida y los acontecimientos que en ella
suceden. A ellos les resultará difícil abrirse emocional-
mente si perciben que te enfadas o te sientes herido por
lo que hace. Eliminar esa percepción es parte de nuestro
trabajo como padres; de lo contrario, nos expulsará de su
vida íntima, y perderemos una información que es de vital
importancia conocer.
A todas estas emociones encontradas hay que añadir
los cambios físicos. Siempre que pienso en ello, me viene
a la memoria el famoso cuento del patito feo, ¡cuántas
veces nuestros hijos se han sentido como patitos feos en
el camino de su trasformación física! Acné, bello, altiba-
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otorgaba una media de tres. Tras correr alrededor de
cuarenta minutos, después de una ducha y ponerse cómo-
do, debía repetir la valoración, y esta aumentaba, por
término medio, hasta los 6 puntos. No solo se autoapro-
baba, sino que se concedía un bien. Indudablemente, era
el mismo que una hora antes se castigaba con un insufi-
ciente, los mismos granitos, en los mismos lugares,
—«mágico, ¿no?»— me decía Jaime. No es magia, es
química, es serotonina, adrenalina, opiáceos endógenos,
que ayudaban a Jaime a verse mejor. ¡Qué buena receta!
La autoestima, el bienestar, aunque a nuestros hijos
les cueste darse cuenta, nace desde su interior hacia el
exterior. Si el interior no está bien, el exterior tampoco
lo estará. Darán igual los esfuerzos estéticos que se
inviertan, solo si el interior está bien, relativizaremos
nuestra percepción del exterior.
También se producen cambios en la manera de ves-
tir. La adolescencia es la época en la que muchos jóvenes
comienzan a cambiar su atuendo. Pueden decidir vestir
solo de negro, teñirse el pelo de colores, rapárselo o
cubrirse el cuerpo de tatuajes o piercings. Todo ello no
es más que una necesidad individual de proclamar a
gritos quién es, cómo es, lo que siente, qué piensa, y
cuándo lo piensa. En estos casos, el desprecio de los
padres a estas formas de expresión suele ser interpretado
por el adolescente como un rechazo a su persona, a sus
ideales, a sus emociones y al grupo de referencia al que
pertenece sin reservas. Mala receta. Recuerda que estos
VIVIR A SU LADO LA ADOLESCENCIA 29
cambios suelen ser temporales, suelen evaporarse, igual
que vienen se van.
La ropa, en estas etapas, se manifiesta como un obje-
to instrumental para alcanzar cierta seguridad, solo eso.
Cuando nuestro hijo descubra quién es, no le importará
que los demás no lo sepan, porque, en caso de que les
interese saberlo, ya se esforzarán por acercarse y cono-
cerlo. En definitiva, habrá madurado. Por el contrario,
es información útil acerca de sus gustos y sus ideales.
Invierte más tiempo en descubrirlos con una mente
abierta que en juzgarlos. Dará mejores resultados.
Hasta aquí tres claves indispensables para entender
la adolescencia:
claro reflejo en el exterior. No se debe tomar
como algo personal.
mente y a borbotones.
vestir que le llevan a reivindicarse ante el mundo
de una determinada manera.
Son los lobos que habitan en el vientre de tu hijo los
que en ocasiones hacen que no reconozcamos a ese
dulce y cariñoso niño de antes. ¿Dónde está?, se pregun-
tan muchos padres. Está ahí mismo, frente a ti, pero no
siempre quiere mostrar dulzura y, a veces, la oculta tras
VIVIR A SU LADO LA ADOLESCENCIA 31
Otras veces, comprobamos que su interés por todo
lo que le enseñamos está en lucha con su apatía y su
indolencia. De esta manera, trata de aumentar su auto-
nomía, de separarse de nosotros, de ver qué sucede si
camina solo.
Los padres, frustrados y rechazados, nos retiramos
ante la falta de interés de nuestros hijos por nosotros.
Ahora, su alegría, su energía, su ilusión, las invierte en
su novio o en su novia, en sus amigos, mostrándola en
casa con poca frecuencia. El tema es que a vosotros ya
os tiene conquistados, ahora es al resto del mundo al que
ha de conquistar.
Los lobos siguen estando ahí; se manifiestan en la
constante dualidad que subyace entre lo que debe hacer
y lo que quiere hacer, entre lo que dice y lo que final-
mente hace. Esta lucha se materializa en una anécdota
entrañable que me sucedió hace unos años en la boda de
un familiar. Era una ceremonia sencilla, con pocos invi-
tados, pero todos muy allegados. Mis hijos andaban de
aquí para allá entre las mesas hablando con unos y otros.
Entonces, un familiar del novio se levantó y comenzó a
tocar el violín de forma deliciosa. Mi hijo mayor, Óscar,
un amante de la música desde muy pequeño, más inclu-
so de lo que reconoce, siempre se ha empeñado en di-
simular la enorme emoción que le genera la música, pero
lo cierto es que su cuerpecito se mueve de manera invo-
luntaria en cuanto escucha las primeras notas. En esta
ocasión se me acercó y me dijo: «Mamá, quiero bailar,
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pero me da vergüenza, me van a mirar todos…». Com-
prendí perfectamente lo que debía de sentir y le dije:
«Mira cariño, a veces sentirás que tienes dos lobos
luchando dentro de ti: uno es el de la vergüenza, el otro
el de la valentía». Rápidamente me interrumpió: «Y
¿quién gana, mamá, quién gana?». «Ganará aquel al que
tú decidas dar de comer. Si hoy no bailas, estarás alimen-
tando al lobo de la vergüenza y este se hará más grande
y fuerte. Sin embargo, si bailas, estarás fortaleciendo tu
valentía». Me miró con cara de estar asimilando cuanto
acabada de oír, y con la música del violín de fondo,
comenzó a moverse y a bailar, ante la atenta y divertida
mirada de amigos y familiares. Recuerdo la escena con
todo detalle, porque comprobé que mi hijo, a pesar de
su sonrojo, no dejaba de bailar, y no dejó de hacerlo
durante un buen rato. Me sentí orgullosa y feliz por verle
gestionar aquella situación que le sacaba fuera de su
zona de confort. Cuando la música terminó, vino corrien-
do, se echó en mis brazos y me dijo: «Mamá, me he
puesto rojo, pero lo he hecho». Fue un gran hito para él,
porque logró superarse y de vez en cuando recuerda
aquellos lobos para enfrentarse a una nueva situación de
superación. Los niños son realmente sabios y nunca
olvidan una herramienta útil cuando disponen de ella.
Hoy sé que todos llevamos esos lobos dentro, no
importa la edad que tengamos, tampoco si somos hom-
bres o mujeres, si nuestra estatura es alta o baja, si somos
o no malos estudiantes, pacientes o impacientes, todos,