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Ciencia Política: Sociedad, Política y Poder - Un Manual, Apuntes de Ciencia Política

Este extracto de un manual de ciencia política explora la naturaleza de la política como un proceso de gestión de conflictos sociales. Se analiza la relación entre sociedad, política y poder, destacando la importancia de la política como un mecanismo para regular las diferencias y desigualdades sociales. El texto también aborda la evolución de la política en el contexto de la globalización y la influencia de las tecnologías de la comunicación.

Tipo: Apuntes

2022/2023

Subido el 09/11/2024

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CIENCIAS SOCIALES
CIENCIAS SOCIALES
CIENCIAS SOCIALES
POLÍTICA
POLÍTICA
Ciencia
política
Josep M.ª Vallès
Salvador Martí i Puig
Un manual
Nueva edición actualizada
Josep M.ª Vallès
Salvador Martí i Puig
CIENCIA POLÍTICA. UN MANUAL
POLÍTICA
La política se presenta a menudo como la acumu-
lación desordenada y confusa de palabras y accio-
nes. Por eso llama la atención el intento de asociar
política y ciencia. ¿Hasta qué punto cabe un saber
ordenado sobre los fenómenos políticos? Asimismo
podemos preguntarnos si la política sigue siendo
una actividad relevante cuando la globalización
económica o la expansión de las redes sociales
parecen imponer reglas invisibles y elaboradas al
margen de los procesos políticos de carácter ins-
titucional.
A estos y otros interrogantes responde esta obra,
una extraordinaria introducción que revela los lo-
gros y las limitaciones de esta disciplina. En esta
nueva edición actualizada, los autores se dirigen a
estudiantes que aspiran a una formación universi-
taria en ciencia política, derecho público y consti-
tucional, gestión y administración pública, econo-
mía o comunicación social. Numerosos ejemplos y
referencias les permitirán construir su propia idea
de la política.
Josep M. ª Vallès es catedrático emérito
de Ciencia Política y de la Administración.
Ha pertenecido al claustro de la Facultad
de Ciencias Políticas y de Sociología de la
Universitat Autònoma de Barcelona,
de la que fue primer decano y rector.
Ha ocupado también la presidencia
de la Asociación Española de Ciencia Política
y de la Administración y del Institut Català
d’Avaluació de Polítiques Públiques (Ivàlua).
Su investigación se ha centrado en el campo
del comportamiento y sistemas electorales.
Ha ejercido también responsabilidades políticas
como diputado en el Parlament de Catalunya
y como miembro del gobierno catalán.
Salvador Martí i Puig es catedrático de Ciencia
Política y de la Administración en la Universitat
de Girona e investigador sénior asociado
del CIDOB de Barcelona. Ha sido profesor
en la Universidad de Salamanca y ha ejercido
como docente invitado en otros centros de
Europa, América Latina y Estados Unidos.
Su investigación se ha centrado en el campo
de la política comparada, con especial atención
en los movimientos sociales y los procesos
políticos de América Latina.
OTROS TÍTULOS:
Cómo mueren las democracias
Steven Levitsky Daniel Ziblatt
Los orígenes sociales de la dictadura
y la democracia
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Robert Dahl
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Diez textos básicos de ciencia política
VV. AA.
Ciencia de la política
Josep M. Colomer
Decisiones públicas
Bruno Dente y Joan Subirats
Comportamiento político y electoral
Eva Anduiza y Agustí Bosch
Historia del pensamiento social
Salvador Giner
Diseño de la cubierta: Planeta Arte & Diseño
Diseño de la colección: J. Mauricio Restrepo
Imagen de la cubierta: © Jayesh, Getty Images
PVP 27,90 10258945
23 mm
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C I E N C I A S S O C I A L E S

POLÍTICA

Ciencia

política

Josep M.ª Vallès

Salvador Martí i Puig

Un manual

Nueva edición actualizada

CIENCIA POLÍTICA. UN MANUAL

Nueva edición actualizada

Josep M.

a

Vallès

Salvador Martí i Puig

POLÍTICA

ÍNDICE GENERAL

Parte primera

Parte segunda

Parte cuarta

Parte quinta

LA POLÍTICA COMO PROCESO: (2) LOS ACTORES

Capítulo 1

¿QUÉ ES POLÍTICA?

Política: un término familiar y controvertido

A cualquier ciudadano común le resulta familiar el término política,

cuando se compara con términos de otros ámbitos del conocimiento huma-

no: son muy pocos los que se refieren con naturalidad a la heliantina, los

quarks , la eritocitrosis, la metonimia o el valor añadido. En cambio, la polí-

tica forma parte de nuestro lenguaje habitual: en las relaciones familiares,

en las conversaciones de negocios, en las informaciones de los medios. Se

aplica el término para describir la conducta de muchos actores: tienen su

«política» los entrenadores de fútbol respecto de sus jugadores, las empre-

sas respecto de sus competidores o de sus clientes, los estudiantes y los pro-

fesores —incluso padres e hijos— en sus relaciones mutuas, etc. Y se emplea

también, como es natural, cuando tratamos de quienes dicen profesar la

actividad política como tarea principal y aparecen de un modo o de otro en

el escenario público: los gobernantes de todos los niveles (estatales, regiona-

les, municipales), los funcionarios, los representantes de los grupos de inte-

reses, de los partidos, de los medios de comunicación, de las iglesias, etc.

  • Pero la familiaridad con la palabra no implica que quienes la usan la

entiendan del mismo modo. Política es un término multívoco, dotado de

sentidos diferentes según el ámbito y el momento en que se emplea. Basta

la consul ta a diccionarios —o incluso a los manuales de ciencia política—

para darse cuenta de ello. Un buen ejercicio para comprobarlo consiste en

solicitar a un grupo de personas que den su definición espontánea de lo

que entienden por política: comprobaremos la diversidad de contenidos que

le asignan.

Un intento de definición personal

Es útil que el lector —en este momento y antes de seguir adelante— se someta a sí mismo al ejercicio de formular una definición propia de la polí tica. Basta que redacte unas pocas líneas sobre ello y las conserve. Le

18 sociedad, política, poder

será provechoso repetir este ejercicio una vez que haya avanzado en la lectura y en el estudio de la materia para poder comprobar si se mantiene fiel a su primera intuición o la ha revisado como resultado de sus reflexio nes ulteriores sobre la cuestión.

  • También abundan las referencias a la política en tono despectivo o recelo-

so: suele asociarse a confusión, división, engaño, favoritismo, manipula-

ción, imposición, corrupción. Por lo mismo, estar «al margen o por enci-

ma» de la política se considera un valor. «Politizar» una cuestión o tomar

una decisión por «razones políticas» comporta generalmente un juicio

condenatorio, incluso en boca de políticos o de otros actores públicos. La

política, pues, no está libre de sospecha. Al contrario: carga de entrada

con una nota negativa.

  • Y, sin embargo, la política también es capaz de movilizar en un momento

dado a grandes sectores de la ciudadanía, incluyendo a veces a los que

—si se les pregunta sobre ella— la critican. Despierta emociones positivas

—y negativas— con respecto a personajes, símbolos, banderas, himnos.

Ha producido y produce movimientos de solidaridad y de cooperación

humana. Y se asocia con frecuencia a conceptos valiosos que la gran ma-

yoría afirma respetar: libertad, justicia, igualdad, paz, seguridad, bienes-

tar, bien común.

Hemos de ocuparnos, pues, de la política a sabiendas de que se trata de

un concepto de manejo incómodo: es de uso habitual, pero controvertido,

incluso contradictorio y presuntamente responsable de muchos males. Con

todo, si queremos seguir adelante, no podemos prescindir de construir nues-

tra propia idea de la política. Estamos obligados a tomar una opción inicial

—de carácter provisional, si se quiere—, que nos sirva de punto de arran-

que. A partir de aquí podremos ponerla a prueba, explorar paso a paso sus

diferentes manifestaciones y analizar sus distintos componentes.

La política como gestión del conflicto social

Nuestra opción es considerar la política como una práctica o actividad

colectiva que los miembros de una comunidad llevan a cabo. La finalidad de

esta actividad es regular conflictos entre grupos. Y su resultado es la adop-

ción de decisiones que obligan —por la fuerza, si es preciso— a los miem-

bros de la comunidad. Desarrollemos algo más esta propuesta siguiendo el

esquema propuesto en la figura I.1.1.

  • El punto de partida de nuestro concepto de política es la existencia de

conflictos sociales y de los intentos para sofocarlos o para regularlos. La

especie humana se presenta como una de las físicamente más desvalidas

—¿la más desvalida?— entre los animales. En todas las etapas de su vida

20 sociedad, política, poder

tos genera sentimientos de incertidumbre, de incomodidad o de peligro.

De aquí la tensión que está presente en nuestras sociedades: afecta a mu-

chas áreas de relación social y se expresa en versiones de diferente inten-

sidad.

  • En este marco de incertidumbre, la política aparece como una respuesta

colectiva al desacuerdo. Se confía a la política la regulación de la tensión

social porque no parecen suficientemente eficaces otras posibilidades

de tratarla, como podrían ser la fidelidad familiar, la cooperación amis-

tosa o la transacción mercantil. Estos mecanismos de regulación social

—ya sea para mantener el statu quo , ya sea para lograr un cierto cambio

en la redistribución de posiciones y recursos— se basan, respectivamen-

te, en los vínculos de sangre, la ayuda mutua o el intercambio económi-

co. Cuando estos mecanismos no funcionan de manera satisfactoria

para alguno de los actores empieza el ámbito de la política. ¿Qué distin-

gue, pues, a la política respecto de otras vías de regulación del conflicto

social? Lo que caracteriza a la política es el intento de resolver las dife-

rencias mediante una decisión que obligará a todos los miembros de la

comunidad. Es este carácter vinculante o forzoso de la decisión adopta-

da lo que distingue a la política de otros acuerdos que se adoptan en fun-

ción de una relación de familia, de una amistad o de un intercambio

económico.

  • Esta decisión vinculante se ajusta a un conjunto de reglas o pautas. La

combinación entre reglas y decisiones obligatorias aproxima la práctica

política a determinadas formas de juego o de competición. Cuando en

una partida de naipes, un encuentro deportivo o un concurso literario se

producen momentos de desacuerdo, los participantes aceptan la aplica-

ción obligatoria de un reglamento que han admitido de antemano. Sólo

de este modo puede llegarse a un resultado previsiblemente acatado por

todos, aunque sólo unos se hagan con la victoria. Es cierto que pueden

darse —y de hecho se dan— disputas sobre la misma elaboración del re-

glamento, sobre su interpretación y sobre los propios resultados de la

competición. Pero nadie negará que sin decisiones de obligado cumpli-

miento nacidas de unas reglas y sin algún tipo de árbitro que pueda resol-

ver las disputas, no hay siquiera posibilidad de iniciar la partida o de lle-

varla a buen término.

Hemos aludido al cumplimiento obligado de las decisiones políticas.

Este cumplimiento obligado presupone que la capacidad de obligar inclu-

ye el uso de la fuerza. Esta posibilidad de usar la fuerza física —o de la

amenaza de recurrir a ella— es característica de la política frente a otras

formas de control social. Veremos más adelante que no todas las acciones

políticas integran alguna dosis de violencia. Pero no la excluyen: la tienen

presente como recurso último al que acudir.

  • Nos hemos referido a la «regulación» o «gestión» del conflicto: hemos evi-

tado aludir a «la solución» del conflicto. ¿Por qué razón? El término solu-

ción evoca la idea de una salida satisfactoria para todos los implicados en

la competición. Y parece claro que —incluso en las condiciones más favo-

rables— es muy difícil conseguir esta satisfacción universal. De la acción

¿qué es política? 21

política puede derivarse una alteración profunda de la situación anterior,

lo cual no dejará muy convencidos a quienes antes disfrutaban de las me-

jores condiciones. En otras ocasiones, la política reequilibrará las posicio-

nes con modificaciones que contarán con la aceptación —resignada o en-

tusiasta, según los casos— de los diferentes afectados. Pero esta acción

política puede desembocar también en una ratificación del statu quo an-

terior, dejando inalteradas —y, a veces, agudizadas— las sensaciones de

agravio o de amenaza. En cierto modo el conflicto no desaparece, sino

que —al igual que la energía— se transforma.

  • Por tanto, la política no consigue siempre «solucionar» los conflictos,

aunque así lo prometan y lo proclamen algunos de sus protagonistas.

Cuando se gestiona o maneja una determinada disputa, lo que se procura

es pre servar —de grado o a la fuerza— una relativa cohesión social. Inclu-

so la política autoritaria de los regímenes dictatoriales tiene como objeti-

vo mantener un agregado social aunque sea sobre la base del dominio

despótico de unos pocos sobre todos los demás. En cierto modo, la políti-

ca —como acción colectiva— busca reducir el riesgo de desintegración.

Esta desintegración social se produce cuando —ante la existencia de con-

flictos sociales— cada grupo decide «tomarse la justicia por su mano»

acudiendo por sistema a la venganza privada.

  • La política puede contemplarse, pues, como un seguro colectivo que las

comunidades asumen contra la amenaza —más o menos probable— de

un derrumbe del edificio social. O, si se prefiere una visión más positiva,

la política se convierte en la garantía de que persistirá la cohesión de este

edificio porque las tensiones provocadas por desequilibrios y desigualda-

des internas serán reguladas de un modo suficientemente aceptable para

el mayor número de los miembros del colectivo. Así pues, la acción políti-

ca —la que hacen a un tiempo los ciudadanos de a pie y los protagonistas

de la escena pública— no puede ser vista como disgregadora de una pre-

via armonía social. Al contrario: en sociedades divididas por creencias,

intereses y recursos —como son todas las que conoce la historia de la hu-

manidad—, la política es ante todo constructora de sociedad. Dicho de

otra manera: la política constituye la argamasa que cohesiona a los gru-

pos, más allá de sus relaciones y diferencias familiares, afectivas, econó-

micas, simbólicas, vecinales, etc.

Es muy probable que este agregado social —esta sociedad concreta—

que la política contribuye a conservar no se ajuste al modelo ideal que algu-

nos —o muchos— desearían. Lo que hay que preguntarse, entonces, es qué

caminos ofrece la política —en otras palabras, si existen otras maneras de

gestionar los conflictos— para modificar los equilibrios (o desequilibrios)

sociales y alcanzar nuevos equilibrios que se acerquen más al modelo ideal

de cada uno.

¿qué es política? 23

  • Tales diferencias de situación marcan unas fracturas — cleavages o esci-

siones, dirán algunos autores— entre grupos, cada uno de los cuales com-

parte unas determinadas condiciones: sociales, de género, culturales, eco-

nómicas, etc. De las relaciones asimétricas entre estos grupos nacen

constantemente tensiones que pueden requerir un tratamiento político.

Existen diferencias de situación o de convicción entre asalariados y em-

presarios, entre generaciones de diferente edad, entre diferentes grupos

religiosos, entre distintas comunidades nacionales, entre los dos géneros,

entre agricultores y ganaderos, entre países pobres y países ricos, entre

grandes empresas y pequeñas empresas, etc.

  • No importa sólo que las diferencias tengan un fundamento objetivo o

cuantificable, que pueda medirse en términos monetarios: por ejemplo, la

desigualdad entre patrimonios o rentas. También importa la percepción

social de la diferencia. Es decir, que la sociedad atribuya valor o prestigio

a determinadas situaciones, mientras que otras sean vistas como negati-

vas o de menor valor: por ejemplo, el prestigio que la pertenencia a una u

otra casta conlleva en una sociedad como la india. El valor o el desvalor

—el prestigio o el desprestigio— que la sociedad imputa a cada situación

originan discrepancias y enfrentamientos porque quienes ocupan posi-

ciones no valoradas no suelen conformarse con ellas, y quienes disfrutan

de posiciones de prestigio no quieren perderlas. Desde esta perspectiva, el

origen de la política puede atribuirse también a una desigual distribución

de valores en una determinada sociedad y a los intentos de corregirla

(Easton).

  • Entre las diferencias señaladas, ¿hay alguna que pueda considerarse

como central, de la que dependen todas las demás? Algunas teorías socia-

les han optado a veces por seleccionar como primordial una de dichas di-

ferencias: la división en clases sociales, la diferencia de géneros o la dis-

tinción élite-masa sería —según diferentes interpretaciones— la divisoria

o fractura clave, a partir de la cual se generarían todas las demás. Con

todo, hay que admitir que la explicación que puede ser válida en un con-

texto histórico puede dejar de serlo cuando dicho contexto se modifica: es

posible que diferencias o fracturas de gran importancia en un momento

dado se vean sustituidas por otras, siguiendo la evolución de las condicio-

nes sociales y culturales.

diferencias internas y externas: política doméstica y política global

Completando las dos tablas que siguen, se comprobarán las diferencias existentes, tanto internas —dentro de una misma comunidad— como ex ternas —entre comunidades—. La comparación entre un país avanzado —como España— y un país en vías de desarrollo—como Sierra Leona— nos revela todo tipo de desigualdades (cfr. tabla I.1.1). Por su parte, las diferencias de renta en el interior de un mismo país expresan desigualda des en el acceso a recursos de todo tipo: educación, salud, cultura, cali dad de la vivienda, etc. Para obtener los datos, se sugiere recurrir a:

24 sociedad, política, poder

www.datos.bancomundial.org www.hdrundp.org/es/data

¿Qué sugieren los datos obtenidos cuando se relacionan con la situación política de cada país?

Tabla I.1.1. Desigualdades sociales entre países

España Marruecos Bolivia Sierra Leona

Esperanza de vida (hombres) Población analfabeta (%) Población rural (%) Habitantes por médico Ejemplares de prensa diaria por 1.000 habitantes PNB per capita ($) Líneas móviles por cada 100 habitantes Consumo de calorías diarias per capita

Tabla I.1.2. Desigualdades sociales en el interior de un país

Participación de la población en la renta nacional (%)

El 10 % El 10 % Relación entre más rico recibe más pobre recibe lo recibido (A) (B) por A y B

Noruega Suecia Bangladesh Alemania India España Vietnam Marruecos Turquía Reino Unido Camerún Estados Unidos Irán Sudáfrica Chile México Argentina Brasil

26 sociedad, política, poder

do a lo largo de la historia de los pueblos. Y que esta alteración dependerá

tanto de cambios técnicos y culturales como de la capacidad de los actores

para someter —o para sustraer— sus disputas a esta gestión de carácter vin-

culante.

Las etapas de la politización

Esta modificación del ámbito político no ha seguido siempre la misma

pauta. Pero, en un plano ideal, serían cuatro las etapas que pueden llevar a

la politización de una diferencia social:

a ) identificación de una distribución desigual de valores y recursos que es

percibida como inconveniente o generadora de riesgo;

b ) toma de conciencia por parte de los colectivos implicados y expresión

de sus demandas, exigencias y propuestas para corregir la situación y

controlar el riesgo que acarrea;

c ) movilización de apoyos a las respectivas demandas y propuestas, acu-

mulando todo tipo de recursos (conocimiento experto, difusión de in-

formación, dinero, organización, armas...) y buscando el mayor núme-

ro de aliados entre otros grupos y actores;

d ) traslado del conflicto al escenario público, reclamando la adopción de

decisiones vinculantes para toda la comunidad. Estas decisiones, que

pretenden modificar el desequilibrio anterior, deben contar con el res-

paldo de la coacción que administran las instituciones políticas.

En cada una de estas etapas ideales —que a menudo se solapan— se

reproducen las tensiones y los antagonismos, puesto que algunos actores

colectivos pueden oponerse a la politización del conflicto. O, cuando es ya

inevitable, pueden promover diferentes alternativas de regulación.

En algunos ejemplos recientes podemos reconstruir aproximadamente

las etapas, los actores y los resultados obtenidos en procesos de politización

a gran escala o de tipo «macro»: es el caso del movimiento feminista o del

movimiento ecologista. El movimiento feminista aparece como promotor

de un reequilibrio en la relación entre hombres y mujeres, mediante la adop-

ción de políticas obligatorias de igualación y de discriminación positiva. El

movimiento ecologista surge como promotor de un reequilibrio entre quie-

nes priman la explotación económica ilimitada de los recursos naturales y

quienes denuncian y padecen los perjuicios sociales y ambientales deriva-

dos de estos excesos. De esta politización se derivan las decisiones medioam-

bientales de obligado cumplimiento que algunos estados van poniendo en

marcha gradualmente.

Pero también pueden identificarse casos de politización o despolitiza-

ción a escala menor o «micro». Por ejemplo, la politización de conflictos lo-

cales, cuando un grupo de vecinos toma conciencia sobre un déficit en los

equipamientos de su pueblo o de su barrio en comparación con otros. O cuan-

do los agricultores especializados en algún tipo de cultivo reivindican un tra-

¿qué es política? 27

tamiento que les ponga en condiciones semejantes a las de sus competidores

y los proteja frente al riesgo que estos competidores representan. O cuando

los usuarios de autopistas de peaje trasladan a la escena pública su concien-

cia de desigualdad respecto de los usuarios de vías de libre circulación.

Por el contrario, la despenalización del adulterio, la privatización de la

seguridad social y de determinados servicios públicos o una eventual acep-

tación del libre tráfico y consumo de drogas significan una reducción del

ámbito de intervención de lo político.

Así pues, a lo largo de la historia y en la actualidad inmediata podemos

identificar situaciones que son objeto de politización o de despolitización,

según los casos. Cuando estas situaciones entran en el ámbito de la políti-

ca, serán gestionadas mediante decisiones vinculantes que pretenden revi-

sar la situación inicial, con el apoyo —si es necesario— de una coacción

aceptada socialmente. En cambio, cuando las disputas dejan el ámbito de

la política, tendrán que resolverse mediante acuerdo voluntario entre las

partes. O, si este acuerdo no se consigue, mediante la imposición de hecho

de la parte más fuerte sobre las demás. La ausencia de política —en condi-

ciones de desigualdad— permitirá jugar con ventaja a los grupos que ocu-

pan las posiciones más favorables.

nUevos conflictos , nUevos debates, nUevos eqUilibrios

Señalamos a continuación algunas cuestiones que provocan hoy el deba te social en muchas comunidades y que se han trasladado al ámbito polí tico.

  • ¿Deben ponerse condiciones legales a la procreación asistida? ¿Deben prohibirse las «madres de alquiler»?
  • ¿Tiene derecho un fumador a un trasplante gratuito de corazón?
  • ¿Puede un empresario despedir libremente a sus trabajadores?
  • ¿Debe estar abierta la universidad a todos los que desean acceder a ella?
  • ¿Hay que subvencionar con fondos públicos la actividad de los agricul tores?
  • ¿Debe fijarse por ley la paridad de género —entre hombres y mujeres— en las candidaturas electorales de los partidos?
  • ¿Hay que impedir la producción y el comercio de alimentos genéti camente modificados?
  • ¿Debe impedirse la fusión de grandes empresas transnacionales de co municación?
  • ¿Debe prohibirse la descarga gratuita de los contenidos disponibles en internet?

Sobre cada una de estas cuestiones, un análisis politológico debe plan tearse algunas preguntas básicas: