































Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity
Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium
Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity
Prepara tus exámenes con los documentos que comparten otros estudiantes como tú en Docsity
Los mejores documentos en venta realizados por estudiantes que han terminado sus estudios
Estudia con lecciones y exámenes resueltos basados en los programas académicos de las mejores universidades
Responde a preguntas de exámenes reales y pon a prueba tu preparación
Consigue puntos base para descargar
Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium
Comunidad
Pide ayuda a la comunidad y resuelve tus dudas de estudio
Descubre las mejores universidades de tu país según los usuarios de Docsity
Ebooks gratuitos
Descarga nuestras guías gratuitas sobre técnicas de estudio, métodos para controlar la ansiedad y consejos para la tesis preparadas por los tutores de Docsity
Relación entre la iglesia católica y el Peronismo, en la primera presidencia de Perón.
Tipo: Apuntes
1 / 39
Esta página no es visible en la vista previa
¡No te pierdas las partes importantes!
por LILA CAIMARI
de ideas sociales estuvo lejos de ser el único resultado de la asociación entre catolicismo y peronismo: el mayor enfrenta- miento Iglesia-Estado del siglo también f u e parte de esta in- tensa relación. Si el p e r o n i s m o f u e el m o v i m i e n t o político más católico de la historia c o n t e m p o r á n e a argentina, también es el que más conflictos t u v o con la Iglesia y los católicos: j u n t o al idilio con el catolicismo, los incendios de iglesias de 1955 también f o r m a n parte, c o n f u s a m e n t e , de la memoria co- lectiva de los c o n t e m p o r á n e o s. Cualquiera que sea el nivel de análisis elegido — l a s relaciones ideológicas entre peronismo y catolicismo, o las políticas entre el E s t a d o peronista y la Iglesia Católica, o las personales entre Perón y miembros del c l e r o — , siempre es posible concluir con algún f u n d a m e n t o que el peronismo representa la tradición política más católica de nuestro país, y también la más hereje, el punto de mayor acercamiento entre la Iglesia y el E s t a d o , y el de su más vio- lento enfrentamiento. Esta aparente contradicción ha permiti- do diagnósticos muy variados con respecto a la naturaleza de ambos actores y su vocación de armonía o conflicto, diagnós- ticos f r e c u e n t e m e n t e ligados a la identidad político-religiosa de los autores involucrados. El propósito de este capítulo es recorrer la historia de esta relación examinando la peculiar articulación del p e r o n i s m o histórico a la tradición católica, así c o m o algunos aspectos de las relaciones del E s t a d o peronista con la Iglesia que pueden brindar claves para comprender el inexplicable salto de la es- trecha asociación de 1945 al conflicto radical de 1955.
peronismo a imagen católica, IGLESIA A imagen PERONISTA
Sin duda, la primera campaña presidencial de Perón generó muchas expectativas en las filas católicas mediante discursos y a c t o s que parecían traslucir una f e r v i e n t e fe religiosa, así c o m o su adhesión a fundamentales diagnósticos de la Iglesia universal sobre los males del mundo moderno. Estas declara- ciones no hacían sino reforzar la asociación de Perón con las políticas religiosas del gobierno militar del que era heredero, ya que, en sus t r a m o s iniciales, habían generado un acerca-
miento Iglesia-Estado sin precedentes en la historia de la Ar- gentina independiente. En efecto, a p o c o de instalarse en el poder en junio de 1943, el programa de gobierno del general Ramírez había adquirido un inconfundible aire de restauración católico-nacionalista. L o s síntomas más claros de que la agenda oficial debía mucho a la que el catolicismo había desarrollado durante la década precedente estaban en las opciones de reclutamiento del nuevo gobierno y en una infinidad de medidas t o m a d a s entre fines de 1943 y marzo de 1944. Las más emblemáticas fueron una serie de intervenciones puestas bajo el control de figuras provenien- tes de lo más f é r r e o del c a t o l i c i s m o nacionalista: A l b e r t o Baldrich en Tucumán, Jordán Bruno Genta en la Universidad del Litoral y el ex presidente de la Acción Católica mendocina, doctor Pithod, en la de Cuyo. Por primera vez en la historia contemporánea, una masa de cuadros del Estado provenía de la Iglesia. Y éstos no sólo eran católicos de nota: había también n u m e r o s o s militantes medios de la Acción Católica, que en los
Congreso Kucarístico Nacional, octubre de 1944.
militar, muchos se preguntaban por el f u t u r o de los logros ca- tólicos obtenidos en 1943. Es, pues, en este contexto de ansiosas expectativas de un lado y otro que deben interpretarse los gestos de religiosidad que Perón hizo públicamente durante su campaña electoral. Di- chas manifestaciones — c o m o la publicitada peregrinación al santuario de la Virgen de Luján y algunos discursos electorales "católicos" de mucha visibilidad— se insertaban en el marco de una campaña concentrada en la reivindicación de la política so- cial ya desarrollada por Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Los discursos se referían casi unánimemente a la ins- piración de esa obra en la doctrina social de la Iglesia Católica d e s a r r o l l a d a en las f a m o s a s encíclicas Rerum Novarum y Quadragesimo Auno de León XIII y Pío XI. La adopción de la Doctrina Social de la Iglesia como contexto ideológico en el cual Perón insertó su obra atrajo a muchos dentro del mundo eclesiástico — e n particular a quienes desde la Juventud Obrera Católica (JOC) trabajaban por la difusión de esas mismas ideas en círculos oficiales desde hacía tiempo. Además de tener la virtud de atraer a los militantes "jocis- tas" y a los miles de miembros de la Acción Católica que si- guieron el nacimiento del peronismo con entusiasmo, las refe- rencias "católicas" de Perón estaban destinadas a tranquilizar a quienes temían que el nuevo movimiento de los t r a b a j a d o r e s desembocara en algún proyecto subversivo. Si el público ecle- siástico era percibido c o m o el destinatario principal de los mensajes católicos, esto no parece evidente en el uso de esas referencias por el candidato laborista: la primera alusión de Perón a la "opinión extraordinariamente autorizada" de L e ó n XIII en cuestiones sociales no fue hecha ante una audiencia católica, sino en el contexto de su más f a m o s o discurso "patro- nal", el emitido en la Bolsa de Comercio en 1944. La carta pastoral del E p i s c o p a d o del 15 de noviembre de 1945, en la que se prohibía a los fieles votar por partidos que incluyeran la enseñanza laica en su plataforma — c o m o haría la Unión D e m o c r á t i c a — f u e interpretada por c o n t e m p o r á n e o s e historiadores como la muestra más clara del apoyo de la Iglesia oficial al candidato de los trabajadores. U n d o c u m e n t o que de- finía tan precisamente el precio del apoyo eclesiástico mostra- ba (^) a las claras que el Episcopado esperaba de Perón garantías
El coronel Perón saluda a monseñor De Andrea, julio de 1945.
con respecto al f u t u r o de las ventajas recientemente obtenidas en el t e r r e n o educativo. Pero dichas d e m a n d a s no suscita- ban en el candidato católico más que sonrisas y evocaciones de las encíclicas. El cálculo político no era ajeno a estas evasivas: quizá para ahorrar un conflicto con sus aliados laboristas anti- clericales, o para evitar promesas públicas que recordaran pe- ligrosamente los orígenes autoritarios de su reciente trayecto- ria política, Perón insertó sus referencias católicas en la lógica de su discurso electoral sobre cuestiones sociales, y no en la de las demandas de la pastoral del Episcopado. Naturalmente, en contraste con la Unión Democrática — d o n d e la defensa de la enseñanza laica era una de las raras coincidencias programáti- cas de radicales, socialistas y c o m u n i s t a s — , la n a t u r a l e z a exacta de las referencias católicas de Perón parecía irrelevan- te. Y la agitada campaña de 1945-46 terminó de polarizar posi- ciones, distrayendo a unos y otros del hecho de que el candida- to católico no era un candidato eclesiástico.
caba asociarse a la Iglesia y la tradición católicas en la historia moderna argentina. L o s signos más visibles de esta vincula- ción no provenían de Perón, que después de la victoria electo- ral parecía haber perdido interés en las encíclicas. Los princi- pales v o c e r o s del p e r o n i s m o católico se e n c o n t r a b a n en la miríada de nuevos funcionarios reclutados en diversos secto- res del m u n d o de la Iglesia: la Acción Católica, claro, que aportaría dinámicos militantes imbuidos de las ideas del cato- licismo integracionista a los que el peronismo parecía brindar una oportunidad única de cristianizar la sociedad; pero tam- bién representantes de las elites provinciales de un catolicismo más tradicional, intelectuales católicos independientes y algu- nos ilustres representantes de la vertiente católico-hispana del nacionalismo de los años treinta.
Los temas preferidos del flamante catolicismo peronista no eran ya la inspiración de la doctrina de la Iglesia en las políti- cas sociales del gobierno, que después de las elecciones habían adquirido legitimidad propia y ya no necesitaban referentes externos para justificarse. La presencia del catolicismo se ma- nifestó en una multiplicidad de imágenes, temas y símbolos rápidamente introducidos en el discurso político del flamante movimiento. Los ejemplos sobran. Basta con leer los discursos de los diputados oficialistas que en marzo de 1947 defendieron la legalización de la enseñanza religiosa definiendo al peronis- mo c o m o la única entidad política que entroncaba con la tradi- ción hispana de trescientos años de catolicismo y c o m o el de- fensor del alma nacional de los intentos de secularización y ateísmo de la oposición radical. O revisar los mensajes del nuevo secretario (luego ministro) de Educación, Oscar Ivani- ssevich, quien se refirió a su obra c o m o la enseñanza del "ideal de Dios, el ideal de las virtudes del Evangelio, el ideal de la patria, el ideal de la familia" y a los maestros c o m o los "héroes de la cruz y el libro". O recorrer los d o c u m e n t o s de Arturo Sampay, a u t o r y p r o m o t o r de la r e f o r m a constitucional de 1949, a la que presentó c o m o la implementación de las ideas de la encíclica Quadrage simo Anno. Incluso funcionarios con poca conexión anterior con el universo católico hacían un es- fuerzo por ponerse a tono con el clima general de comunión católico-peronista: tal era el caso del gobernador de Buenos Aires, Domingo Mercante, quien en 1948, en el marco de una
Eva Perón en el Vaticano, 1947.
tudinarias típicas de aquellos años, tales c o m o el C o n g r e s o Mariano de 1948, era generosa tanto en recursos como en el tiempo invertido por altas autoridades nacionales y provincia- les. Las ceremonias en las que alternaban los encendidos dis- c u r s o s de f u n c i o n a r i o s peronistas con los del cardenal Ca- ggiano o Copello inevitablemente traían a la memoria de anti- g u o s miembros del Episcopado el recuerdo del Congreso Eu- carístico Internacional de 1934, en el que por primera vez un presidente de la República, Agustín P. Justo, había colaborado y participado activamente en celebraciones eclesiásticas de esa naturaleza. Q u e aquel acercamiento no había estado motivado por inquietudes espirituales del Presidente sino por la necesi- dad de adquirir nueva legitimidad en un contexto de crisis po- lítica e ideológica no era un secreto, pero tal distinción no ha- bía disminuido en nada los beneficios que el cambio había im- plicado para la salud institucional de la Iglesia. En 1948, el peronismo parecía querer situarse en la continuidad de la tradi- ción de colaboración Iglesia-Estado iniciada quince años antes por Justo y recientemente retomada por el gobierno militar in- augurado en 1943. Parece difícil exagerar el peso de esta colaboración estatal en el balance que la jerarquía eclesiástica hacía del peronismo en los primeros años. Contrariamente a la percepción de con- temporáneos, la Iglesia argentina de los años cuarenta no era tan fuerte c o m o parecía. A diferencia de Vargas, Perón nunca trató con una Iglesia con nutrido personal ni f u e r t e liderazgo. E s cierto que la institución había crecido mucho en tamaño e influencia en los años treinta, impulsada por la creación de la Acción Católica, el acercamiento al E s t a d o ya mencionado, la multiplicación de diócesis y la estela de euforia dejada por el Congreso Eucarístico de 1934. N o obstante, esta Iglesia así fortalecida lo era sobre t o d o por oposición a un largo pasado de debilidad que se remontaba a la Independencia. L o s eventos de 1810 habían inaugurado una crisis que había dejado a lo que se convertiría en la Iglesia, ya marginal durante el período colonial, virtualmente desintegrada. Desprovista de liderazgo y de personal, la institución debió atravesar el siglo XIX y bue- na parte del X X negociando su espacio con gobiernos que al- ternaban entre el regalismo y el f r a n c o anticlericalismo. En los años cuarenta, este Episcopado liderado por el carde-
El presidente Perón se entrevista con monseñor Copello.
LAS TRAMPAS de la f e
Perón había enviado una carta a Pío XII en la que exponía si- milares quejas sobre la tibieza evangélica del clero nacional, que a su juicio se notaba en la poco entusiasta colaboración de los prelados con la obra social de su gobierno. La implicación de varios sacerdotes en el seudoatentado contra Perón, que de- rivó en el encarcelamiento de Cipriano Reyes en septiembre de 1948, reveló una i n e s p e r a d a a n i m o s i d a d anticlerical en la prensa peronista. U s a n d o a r g u m e n t o s anticlericales clásicos, diversos artículos criticaron entonces la hipocresía y la dudosa moral privada de los curas en cuestión. Sin duda, o p a c a d o por la abrumadora evidencia del gran es- pacio o t o r g a d o al catolicismo en el proyecto peronista y por la visibilidad que los católicos tenían en ese proyecto, el impacto de estos incidentes f u e insignificante. Sólo más tarde — c u a n - do el peronismo ya estuviera firmemente establecido en el po- der y su identidad mejor definida— estos "deslices" se conver- tirían en el único discurso religioso del oficialismo. Una vez que Perón impuso su poder sobre la inicial coali- ción formada a su alrededor para las elecciones de 1946, su objetivo esencial f u e un largo y vigoroso trabajo de organiza- ción y expansión del E s t a d o para encuadrar a la sociedad ar- gentina en organizaciones unánimemente peronistas. Este pro- yecto no era nuevo: desde los inicios de su gobierno, Perón se había referido a la necesidad de lograr la unidad en el seno de la comunidad nacional mediante el consenso alrededor de cier- tos valores primordiales que t o d o s debían compartir. Dichos valores f u e r o n f o r m u l a d o s en discursos presidenciales, libros y panfletos, c o n s t i t u y e n d o una D o c t r i n a Nacional a la que Perón se refería más insistentemente a medida que su poder se consolidaba. El Estado tenía un papel esencial en este proyecto de unificación espiritual, y alrededor de 1950 los resortes de este E s t a d o ya estaban firmemente controlados por Perón. A medida que su situación en el poder se afirmaba y que el proyecto de unificación espiritual se hacía posible, Perón dejó de presentarse c o m o el continuador de tradiciones nacionales preexistentes. Si en 1945 éstas podían brindarle legitimidad en el m o m e n t o de construcción de una identidad política todavía precaria, en 1950 las referencias a f u e n t e s de inspiración no peronistas constituían innecesarios obstáculos al proyecto de unificación espiritual, máxime si dichas f u e n t e s estaban bien
CRISTIANISMO de iglesia Y CRISTIANISMO DE ESTADO