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Un análisis de la arquitectura en colombia desde la perspectiva histórica, abordando la arquitectura indígena, colonial y del siglo xix. Se examinan los diferentes estilos y técnicas constructivas, su relación con el contexto sociocultural y económico, y la evolución de la arquitectura a lo largo del tiempo. Además, se plantean cuestionamientos sobre la designación de los fenómenos arquitectónicos en colombia.
Tipo: Apuntes
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CONTENIDO
vas? Es indudable que todo ello incide, pero ¿cómo y a qué nivel?
Este problema se conectaba con el de la pe riodización. ¿Se debían respetar las transfor maciones básicas de la estructura histórica gene ral o responder a los cambios intra arquitectónicos? ¿Existen verda deramente rupturas reconocibles en nuestro desarrollo arquitectóni co, o se trata de una transfor mación continua a la que se aplican perio dizaciones artificiales?
Y claro, debajo de todo también quedaban las preguntas acerca de cuál arquitectu ra se trataba. ¿De la arquitectura colectiva, popular y anónima o de la de los especia
listas? ¿De los grandes monumentos o de la arquitectura doméstica? ¿Hasta dónde enfatizar el conti nuo juego de influencias internacionales? ¿Cómo matizar la autenti cidad de los eventuales aportes nacionales o regionales? En fin, ¿hasta dónde se puede hablar, legítimamente, de una “arquitectura colombiana”? Desde la altitud de la distancia se agolparon todas las preguntas, ya no como un especu lativo discurrir académico, sino con urgen te acuciosidad. Se debían tomar decisiones teóricas de principio para escoger la infor mación pertinente y así poder enfrentar con algún criterio, el cúmulo de datos suscepti ble de crecimiento ilimitado que amenazaba con volverse inmanejable.
conocimiento sistemático y los análisis in terpretativos son escasos o inexistentes.
Al examinar esta situación se llegó a la con clusión que la carencia más urgente de en frentar era la de establecer un marco general que permitiera ubicar, en el tiempo y en el espacio, los distintos estudios parciales pre sentes y futuros; se decidió entonces reali zar una panorámica completa de referencia donde poder insertar, con los acentos justos, las distintas manifestaciones arquitectóni cas a lo largo de toda nuestra historia.
El tiempo disponible para armar esta visión general era corto y no se podía aspirar a llenar todos los vacíos detectados ni a ha
cer dispendiosas investigaciones locales. El desafío imponía un ejercicio mental que permitiera tomar distancias, como quien se sube a una montaña para dominar todo el paisaje, sabiendo que lo que se gana en am plitud se pierde en nitidez y donde sólo lo protuberante se destaca.
Una vez tomada esta primera decisión, era indispensable ligar la historia arquitectónica con la historia general del país. Pero, ¿Con cuál historia? ¿Con la sucesión de grandes acontecimientos económicos y políticos? ¿Con el terco transcurrir de quehaceres co tidianos? ¿Con la historia de las ideas? ¿Con la evolución del arte? ¿Con la conquista de nuevos materiales y técnicas constructi
I. ARQUITECTURA
INDÍGENA
No se puede abordar con observaciones de especialista el área inmensa y comple- ja de la arquitectura indígena; tampoco se puede pretender adelantar estudios nue- vos que serían demasiado dispendiosos. A lo más que podemos aspirar -y es lo que se desarrolla en las páginas siguientes- es a recopilar algunas evidencias dispersas sobre la arquitectura de estos pueblos, ya estudiados por distintas personas, y pre- sentarlos de manera coherente. Para ello se optó por ordenar la información dispo- nible a partir de criterios arquitectónicos, en unas etapas que van de las manifes-
taciones más elementales a las más com- plejas, bajo el supuesto de que el nivel de complejidad en la arquitectura está relacionado con el nivel de complejidad cultural más general y entendiendo por “complejidad arquitectónica” no sólo la elaboración constructiva, sino el conjunto de nociones y concepciones ligadas a la creación arqui tectónica.
Para el establecimiento de los distintos “es- tadios cultura les” que se pueden recono- cer en el territorio colombiano, se adoptó el esquema propuesto por el antropólogo
Gerardo Reichel-Dolmatoff1 que distin- gue, en términos generales, cuatro niveles básicos que brevemente se podrían des- cribir así:
a) Nivel paleoindio, correspondiente en América al paleolítico, caracterizado por grupos nómadas de cazadores y recolecto- res;
b) Nivel formativo, de grupos sedentarios tribales, fundamentalmente selváticos (amazonas y costa atlántica) que llegan al desarrollo incipiente de la cerámica y la
agricul tura;
c) Nivel de cacicazgos, con el dominio territorial de hoyas hidrográficas relativa- mente restringidas, centradas en la agri- cultura del maíz y con organización social jerárquica,
d) Nivel de federaciones de aldeas, que es un estadio superior de desarrollo de los cacicazgos, con estructura de clases clara- mente diferenciada, incipiente formación del Estado y dominio de un vasto territo- rio; esta etapa al parecer sólo fue alcan-
zada por los Tayrona y los Muisca y fue interrumpida por la conquista española.
Debe aclararse que estos cuatro estadios están ordenados en una progresión según su grado de complejidad cultural y por lo tanto no expresan necesariamente ni una secuencia cronológica, pues de hecho en distintos momentos coexistieron grupos con diverso grado de desarrollo, ni una continuidad cultural, pues no conforman una línea evolutiva que permita caracte- rizar cada estadio como base eficiente del siguiente.
Este criterio de ordenamiento “ideal” o “lógico” aunque no respeta las caracterís- ticas de evolución de cada una de las cul- turas to cronológico, es sin embargo muy útil para el análisis que nos proponemos pues permite entender las manifestacio- nes arquitectónicas como un proceso inte- ligible y unitario y como alternativa a la simple constatación de una multiplicidad de expresiones inconexas y aisladas.
Las referencias arquitectónicas que se utilizan son extraí das, a la manera de ejemplos, de los grupos más conocidos y
estudiados, procurando que fuesen repre- sentativas de los distintos estadios cultu- rales. Para investigadores que se intere- sen en profundizar este tema, se remitirá en cada caso a la bibliografía pertinente. Abrigamos la esperanza que próximamen- te se efectúen en el país estudios que am- plíen y mejoren el conocimiento de esta parte de nuestra historia arquitectónica, la cual, somos consientes, sólo dejaremos aquí esbozada, y utilizando exclusivamen- te trabajos ya realizados.
L
a llegada de los españoles a suelo ame- ricano plantea, para la designación de los fenómenos arquitectónicos que sobreven drán, una serie de interrogantes que se acumulan en la expresión “arqui- tectura colonial colombiana”.
En primer lugar es necesario preguntarse si lo que se levanta en nuestras tierras pue- de estrictamente denominarse “arquitec- tura” o tan sólo “edilicia”. La gran mayoría de construcciones estuvieron destinadas a vivienda y a usos religiosos siguiendo patrones muy sencillos, tipologías básicas
que se establecieron desde la Conquista y que se repitieron a ritmo lento en unas tierras que eran periféricas no sólo para el Imperio Es pañol sino también dentro del Nuevo Continente.
En la Nueva Granada no se produjo nin- gún fenómeno estilístico destacado, a di- ferencia de México o Perú; los méritos formales se redujeron a saber manejar con gracia y talento, es cierto, los ecos de un saber arquitectónico lejano y difuso. Es necesario no equivocarse en cuanto al tono menor, mesurado y modesto predo-
minante en nuestra edilicia colonial. Tal vez es precisamente de ahí de donde pro- viene, sin embargo, su fuerza y su interés.
En segundo lugar es necesario pregun- tarse si es lícito hablar de arquitectura “colonial”. Si se tiene en cuenta la rápida de saparición de los indígenas y de su cul- tura y el carácter tremendamente imposi- tivo y sangriento de la conquista española, podría concluirse que lo que aquí se hizo puede considerarse tan sólo como un capí- tulo de las arquitecturas españolas en otro suelo.
Si con respecto a la arquitectura indígena son más protuberantes las rupturas que las continuidades, puesto que los aspectos tipológicos, constructivos y decorativos indígenas que se incorporaron fueron re- lativamente marginales, también es cier- to que la arquitectura neogranadina del período colonial no puede estrictamente ligarse al desenvolvimiento de la arquitec- tura española. Se trata de una arquitec- tura peculiar, formada de diversos ingre- dientes entre los cuales el de mayor peso es el de las constantes tipológicas de las inercias culturales españolas, enfrentadas
Una vez tomadas estas precauciones en la utilización de los términos nos referiremos de todas maneras a la “arquitectura colo- nial colombiana”, intentando, para cada momento, precisar el peculiar sentido que estas palabras adquieren. Va en ello una alta dosis de imaginativa interpretación pues son hoy muy contados y puntuales los vestigios que quedan sin alteración. A lo endeble de los sistemas constructivos hay que añadir sismos, abandonos, pobre- za, falta de mantenimiento y, por último, picas demoledoras. La superposición de adiciones y arreglos
hace hoy difícil -a veces imposible- distin- guir en muchas obras lo relativo a cada pe- ríodo, sin contar con las ya desaparecidas; para reconstruir una imagen coherente del desarrollo arquitectónico no se cuen- ta a veces sino con esquivas descripciones documentales. Sabiéndolo así, y para no hacer el inútil ejercicio de repetir los tra- bajos serios y dispendiosos que han sido realizados por varios historiadores, hemos opta do por un partido más riesgoso pero que puede resultar interesante: intentar reproducir la génesis y procesos generales de estas arquitecturas como un argumento
discernible, ayudados por los vestigios físi- cos y documentales y por la imaginación. Se trata, por lo tanto, de la construcción histórica de hipótesis explicativas (llenas de puntos discutibles, no lo dudamos) a partir del recuento de los “datos” arqui- tectónicos disponibles.
Desde el punto de vista arquitectónico durante el período colonial se pueden distinguir tres períodos secuenciales, que poseen, cada uno de ellos, una coherencia formal y conceptual. El primero se refiere al momento inicial de la conquista y do-
minio de un nuevo territorio, que culmina hacia 1550.
A pe sar de su precariedad y de que prác- ticamente han desaparecido todos los ejemplos de este primer momento, su importan cia radica en su intensidad crea- tiva: es entonces cuando los conquistado- res españoles deben inventar las formas fí- sicas que representan la cultura española en tierras desconocidas.
La traza inicial de las ciudades, la cons- trucción de las primeras estructuras de- fensivas y de las arquitecturas iniciales marca rán un hito y serán los precedentes obligados del desarrollo ar quitectónico y urbanístico de los siglos siguientes. El segundo período cubre lo restante del siglo XVI, el siglo XVII y los comienzos del siglo XVIII y se refiere a la prolongación inercial de los tipos básicos establecidos. Dentro de un sentimiento de radicación donde lo español priva sobre lo americano y con una agricultura de subsistencia, las ciudades se van consolidando a paso lento.
Salvo casos excepcionales, la arquitectura doméstica y religiosa presenta variaciones mínimas. Los únicos procesos arquitec- tónicos visibles son la desinteriorización paulatina y la formación efectiva del es- pacio urbano. El tercer período, básicamente el núcleo del siglo XVIII se caracteriza por el apasio- namiento y el decorativismo. Aunque este movimiento estético general se comparte con España y sus provincias de ultramar, el sentimiento de radicación empieza a privilegiar lo americano sobre lo español, aun dentro del aislamiento regional.
El auge económico, proveniente de la ex- tracción minera, del comercio y de la orga- nización de la agricultura en haciendas, se manifiesta en un auge de la construcción que deja una impresionante arquitectura militar, intere santes ejemplos arquitectó- nicos “barroquizantes” y un espacio pú- blico de vocación escenográfica. Entre las décadas finales del siglo XVIII y las prime- ras del XIX se presenta el academicismo neoclásico, que expresa en arquitectura dos efectos ideológicos entremezclados: la moda oficial española de las Academias y el sentimiento libertario de algunos pione-
ros cercano a la revolución francesa y su revitalización de las for mas clásicas.
Dos de sus principales expositores son precisamente un clérigo español de for- mación académica y un precursor de la independencia. Aunque el neoclasicismo no es un movimiento de gran amplitud, su repercusión es importante en el desarro- llo posterior de la arquitectura en el siglo XIX. Los períodos anteriores no poseen la misma delimitación cronológica para to- das las regiones del país. Por ejemplo, manifestaciones corres-