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Este documento explora la exhortación apostólica familiaris consortio de san juan pablo ii, centrándose en la situación actual de la familia y las propuestas de la iglesia para fortalecer el matrimonio y la familia. Se analiza la influencia de la revolución sexual, la importancia de la vocación sacramental del matrimonio y la familia, y la necesidad de una pastoral familiar activa. El documento destaca la importancia de la familia como iglesia doméstica y santuario de la vida.
Tipo: Resúmenes
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La Exhortación Apostólica Familiaris Consortio de San Juan Pablo II hace un énfasis una vez más sobre el valor cristiano del matrimonio y la familia, porque dicha institución cada día se ve amenazada en perder su identidad cristiana, por las profundas y rápidas transformaciones que la sociedad y la cultura le imponen. La pregunta que guiará este escrito es ¿Cuál es la situación de la familia hoy y que propuestas hace la Iglesia para fortalecer el matrimonio y la familia? Después de cuarenta y tres (43) años ¿Qué novedad presenta el documento sobre el matrimonio y la familia? En primer lugar, la iglesia que comparte los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres (GS 1) siente el desafío por esta situación y quiere hacer sentir su voz y ofrecer su ayuda a todo aquel que, conociendo ya el valor del matrimonio y de la familia, trata de vivirlo fielmente (FC, 1). Por lo tanto, la Iglesia considera que la familia y el matrimonio constituyen uno de los bienes más preciosos de la humanidad (FC,1) porque en su ser y misión es la primera comunidad llamada a anunciar el evangelio a la persona humana en desarrollo y a conducirla a la plena madurez humana y cristiana, mediante una progresiva educación y catequesis (FC, 2). La nueva situación del matrimonio y la familia Las nuevas realidades que la institución matrimonio y familia debe afrontar es que es objeto de muchas fuerzas que tratan de destruirla o deformarla. ¿Cuáles son esas fuerzas o cambios? En primer lugar, se trata de un ofrecimiento sostenido con frecuencia por una potente y capilar organización de los medios de comunicación social que ponen en peligro la libertad y la objetividad para juzgar (FC, 4). Además, se continua con más fuerza la degradación de los valores fundamentales de tan valiosa institución por la revolución sexual iniciada en los años sesenta, como son: una equivocada independencia tanto teórica como práctica entre los cónyuges, al ambigüedad en la relación de autoridad padres e hijos, la dificultad que tiene la familia para transmitir los valores, el número elevado de divorcios, el uso frecuente de la esterilización junto con la instauración de la mentalidad anticoncepcional (FC, 6). De estos signos anteriores lo que más preocupa a la Iglesia que son ya muy naturales hoy son la facilidad del divorcio y el recurso a una nueva unión; la aceptación del
matrimonio civil en contradicción al del Sacramento y el rechazo de las normas morales que promueven el ejercicio humano y cristiano de la sexualidad dentro del matrimonio (FC, 7). Esto ha sido evidente porque son la oferta de la revolución sexual contra el matrimonio y la familia, que se dé una ruptura entre la sexualidad y el matrimonio, entre sexualidad y procreación y la desvinculación de la sexualidad del amor autentico. En la base de estos fenómenos está la corrupción de la idea de libertad como la fuerza autónoma de autoafirmación, por ende, la libertad no se fundamenta en la verdad de la persona humana y del matrimonio. Y a la vez hunde sus raíces en el secularismo y la negación de Dios por el hombre moderno. Recordar la tradición del magisterio sobre el valor del matrimonio y la familia Desde la Palabra de Dios vuelve la Iglesia a recordar la vocación sacramental del matrimonio y de la familia, enseñando que el matrimonio es uno de los siete sacramentos de la nueva alianza y en virtud de la sacramentalidad del matrimonio los esposos quedan vinculados uno a otro de la manera más profunda e indisoluble porque su representación sacramental es la misma relación de Cristo con su Iglesia. A la vez la Exhortación recuerda que el matrimonio como acontecimiento de salvación y sacramento es memorial, actualización y profecía. En cuanto a memorial esta la pareja en el deber y la gracia de recordar las obras grandes de Dios, y dando testimonio de ellas ante los hijos; en la actualización, es deber y gracia por obra presente las exigencias de un amor que perdona y que redime y en cuanto a la profecía, tienen la gracia y el deber de vivir y de testimoniar la esperanza del futuro encuentro con Cristo (cf. FC, 13). La Iglesia también enseña que, por designio de Dios, el matrimonio es el fundamento de la comunidad más amplia de la familia, ya que como institución y el amor conyugal están ordenados a la procreación y educación de los hijos en la que encuentran su plenitud. Así mismo la manifestación de amor de los esposos es para los hijos el signo visible del amor de Dios. Al presentarse la esterilidad también los esposos están llamados a otros servicios: adopción, obras educativas, la ayuda a otras familias, a niños pobres o minusválidos (cf. FC 14-15). Además, el matrimonio y la familia son signos de la comunión en virtud del pacto del amor y así lo expresa la Sagrada Escritura “no son ya dos, sino una sola carne” por
Dios. Con la celebración de los sacramentos la Iglesia enriquece a la familia con las gracias de cristo y con el anuncio del mandamiento de la caridad anima y guía a la familia cristiana al servicio del amor. (Cf. 48-51). Ante estas responsabilidades y reconociendo su identidad cristiana ante el matrimonio la familia esta llamada a la vocación universal del bautismo y del sacramento del vinculo matrimonial, es decir, a su propia santificación. En efecto, el don de Jesucristo no se agota en la celebración del sacramento del matrimonio, sino que su gracia acompaña a los esposos a lo largo de toda su existencia, a través, de sus realidades propias de la convivencia conyugal y familiar. Por ende, nace una verdadera espiritualidad cristiana que se evidencia en la santificación de los hombres, la edificación del cuerpo de Cristo y el culto a Dios (cf. FC 56-57). Por último, la exhortación recuerda a las familias que el centro de la vida de fe es la Eucaristía como fuente del matrimonio cristiano, ya que representa la alianza del eterno amor de Cristo con su Iglesia y sellada con la sangre de la cruz y ahí los cónyuges vivifican y configuran su alianza matrimonial. Ante sus dificultades, heridas y resentimientos la familia debe ser testimonio del perdón y de reconciliación acercándose de manera asidua al sacramento de la penitencia. También, son ejemplo vivo, concreto de la oración junto a sus hijos para dejar huella, para que los acontecimientos posteriores no la borren (cf. FC 57- 60). Instaurar la pastoral familiar con las Iglesias domesticas (Novedad) La urgencia de la intervención pastoral de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia, es esforzarse en desarrollar y consolidar una pastoral familiar, porque en el futuro la evangelización depende de la familia doméstica. La pastoral familiar debe intensificar la preparación de los jóvenes al matrimonio y vida de familia; programas mejores e intensos en la preparación al matrimonio con una preparación remota, próxima e intermedia y una evangelización postmatrimonial. Esta pastoral ha de desarrollarse dentro de unas estructuras eclesiales como la comunidad eclesial universal, diocesana y parroquial; a la vez acompañada por las diferentes asociaciones de familias para las familias (FC, 65-76).
En conclusión, la exhortación analiza profundamente la identidad y la misión de la familia como fruto del designio de Dios y de la Iglesia calificándola, como iglesia doméstica y santuario de la vida. La exhortación recuerda a las familias que su vínculo de amor no es un contrato civil sino al contrario, por su carácter sacramental es tan sagrado que carga sobre sí el futuro de las familias y de la Iglesia. Por eso la sociedad actual no debe desfigurar el verdadero rostro de la familia reduciéndola en una institución social o cultural que está al servicio de los intereses políticos y económicos porque la familia tiene valores fundamentales a los cuales le es imposible renunciar por el vínculo del matrimonio. Así mismo el Código de Derecho Canónico recuerda que “la alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio para toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole” (C. 1055). Esto constituye el fundamento de la familia, su patrimonio sagrado e inviolable, su servicio y bien común a la humanidad. ¿Qué logró la Familiaris Consortio para ayudar las familias? Primero, en el año 1983, con relación a lo solicitado en el numeral 46, la santa sede publica la carta de los derechos de las familias. La jornada mundial de las familias celebrado en 1994 en Roma. En este mismo año, 1994, se instituye la pontificia Academia para la vida, profundizando las cuestiones bióticas de la familia como santuario de la vida. En 1995 se publica la encíclica Evangelium Vitae, se recuerda el valor sagrado de la vida.