Docsity
Docsity

Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes

Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity


Consigue puntos base para descargar
Consigue puntos base para descargar

Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium


Orientación Universidad
Orientación Universidad

La Cuestión Rural: Autonomía y Desarrollo en América Latina, Apuntes de Antropología Social

Este documento discute la compleja cuestión rural en américa latina, examinando los cambios objetivos en la agricultura y el mundo rural, así como los nuevos enfoques que han permitido observar nuevas dimensiones en la materia. Se abordan temas como la autonomía social y cultural de las comunidades rurales, el papel de la agricultura de exportación y la importancia de la atención a procesos históricos.

Tipo: Apuntes

2018/2019

Subido el 08/05/2019

Mondragon24
Mondragon24 🇲🇽

4

(1)

3 documentos

1 / 63

Toggle sidebar

Esta página no es visible en la vista previa

¡No te pierdas las partes importantes!

bg1
36 SOCIOLOGIAS
Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº 10, jul/dez 2003, p. 36-98
JOSÉ BENGOA*JOSÉ BENGOA*
JOSÉ BENGOA*JOSÉ BENGOA*
JOSÉ BENGOA*
25 años de estudios rurales25 años de estudios rurales
25 años de estudios rurales25 años de estudios rurales
25 años de estudios rurales
“la Banda de Peñaherrera,
es la mejor de la comarca
a los profesores y estudiantes del
postgrado de Clacso en desarrollo rural.
Quito, 1977-2002.
ace 25 años vivía en Conocoto, un pequeño pueblo de la
sierra ecuatoriana cerca de Quito. Las calles eran de tierra
y a lo más, empedradas, había algunos almacenes con
productos locales, un “camal” donde se masacraba a los
animales, una feria y la Plaza. La gente se conocía. El pueblo se confundía
con el campo donde se cultivaba el maíz, las habas, las papas y la comida
común de la gente del pueblo. Aprendí allí la manera cómo se sembraba y
luego se repartían el fruto de la cosecha entre quienes habían puesto la
tierra, la semilla, el trabajo. En las noches se escuchaban guitarras y tristes
sanjuanitos en una chichería alumbrada con lámparas de parafina en una
esquina de la plaza. Hace un año volví a Conocoto sin lograr reconocer el
pueblo ni siquiera el lugar donde estaba la casa que habitaba. Una gran
carretera pasa por el medio, no se ven campos abiertos, se ha llenado de
casas de población, y la transformación del paisaje ha sido completa. La
cuadrícula de la plaza se mantiene aún intacta como testimonio de lo que
alguna vez, y hace muy poco, fue un pueblo de la sierra.
Cualquier observador que camine por el campo latinoamericano, en
* Profesor de la Escuela de Antropología de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Santiago, Chile.
HH
HH
H
DOSSIÊ
pf3
pf4
pf5
pf8
pf9
pfa
pfd
pfe
pff
pf12
pf13
pf14
pf15
pf16
pf17
pf18
pf19
pf1a
pf1b
pf1c
pf1d
pf1e
pf1f
pf20
pf21
pf22
pf23
pf24
pf25
pf26
pf27
pf28
pf29
pf2a
pf2b
pf2c
pf2d
pf2e
pf2f
pf30
pf31
pf32
pf33
pf34
pf35
pf36
pf37
pf38
pf39
pf3a
pf3b
pf3c
pf3d
pf3e
pf3f

Vista previa parcial del texto

¡Descarga La Cuestión Rural: Autonomía y Desarrollo en América Latina y más Apuntes en PDF de Antropología Social solo en Docsity!

Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº 10, jul/dez 2003, p. 36-

JOSÉJOSÉJOSÉJOSÉJOSÉ BENGOABENGOABENGOABENGOABENGOA*

25 años de estudios rurales25 años de estudios rurales 25 años de estudios rurales25 años de estudios rurales25 años de estudios rurales

“la Banda de Peñaherrera, es la mejor de la comarca

a los profesores y estudiantes del postgrado de Clacso en desarrollo rural.

Quito, 1977-2002.

ace 25 años vivía en Conocoto, un pequeño pueblo de la sierra ecuatoriana cerca de Quito. Las calles eran de tierra y a lo más, empedradas, había algunos almacenes con productos locales, un “camal” donde se masacraba a los animales, una feria y la Plaza. La gente se conocía. El pueblo se confundía con el campo donde se cultivaba el maíz, las habas, las papas y la comida común de la gente del pueblo. Aprendí allí la manera cómo se sembraba y luego se repartían el fruto de la cosecha entre quienes habían puesto la tierra, la semilla, el trabajo. En las noches se escuchaban guitarras y tristes sanjuanitos en una chichería alumbrada con lámparas de parafina en una esquina de la plaza. Hace un año volví a Conocoto sin lograr reconocer el pueblo ni siquiera el lugar donde estaba la casa que habitaba. Una gran carretera pasa por el medio, no se ven campos abiertos, se ha llenado de casas de población, y la transformación del paisaje ha sido completa. La cuadrícula de la plaza se mantiene aún intacta como testimonio de lo que alguna vez, y hace muy poco, fue un pueblo de la sierra. Cualquier observador que camine por el campo latinoamericano, en

  • Profesor de la Escuela de Antropología de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Santiago, Chile_._

HHH HH

DOSSIÊ

Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº 10, jul/dez 2003, p. 36-

estos años del siglo veintiuno que comienza, y que lo haya conocido breve- mente siquiera, veinte y cinco o treinta años atrás, convendrá que han ocurrido muchos cambios. Probablemente muchas más transformaciones que en los anteriores cien años. Los paisajes muchas veces ya no son los mismos y se percibe que la ciudad, con sus bondades y muchas de sus maldades, especialmente, han llegado a regiones y a pueblos que como Conocoto hasta entonces aparecían aislados y viviendo en la quietud y el aislamiento de la vida rural. Los ruralistas”, quienes por vocación, oficio, romanticismo o entusiasmo nos hemos dedicado a estudiar esta parte de la sociedad latinoamericana, están, y estamos, por lo general sorprendidos y no pocas veces desorientados. Muchos tenemos la impresión de que el llamado “objeto de estudio” se ha desdibujado cuando no de ha “disuelto en el aire”, como dicen que dijo alguien. A esta reflexión hemos sido con- vocados por la Asociación de Estudios Rurales de América Latina, para su próxima reunión de Porto Alegre, lo cual agradecemos como una oportunidad seria de levantar algunas hipótesis sobre esta compleja cuestión, la así llamada “cuestión rural”. Quisiera enfocar este breve texto describiendo y analizando los gran- des desplazamientos, a mi entender, que han ocurrido en las cuestiones referidas a la agricultura y el mundo rural, en los últimos veinte y cinco años. Me atrevería a afirmar que como en pocos ámbitos del conocimiento social, los temas referidos a estas áreas se han desplazado muy profunda- mente en América Latina. Tanto es así que la lectura de textos que fueron de la mayor trascendencia en los años sesenta hoy en día no son, con excepciones, otra cosa que asuntos de interés para el análisis de la historia de las ideas. Al revisar la literatura uno se encuentra ante debates que hoy suenan pasados de moda, sin importancia actual e incluso desmedidos. Más aún la inercia de los estudios actuales conduce a pensar en una falta de renovación y ausencia de nuevas miradas, por lo que es necesario el ejercicio de la crítica.

Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº 10, jul/dez 2003, p. 36-

se aplicaba el SAM, sistema agroalimentario mexicano, que superaba con creces al sector rural, pero que se lo percibía como un gran esfuerzo de refundar las relaciones urbano rurales, que amenazaban con la estabilidad económica, por las importaciones de alimentos, y política del sistema. Nadie podrá dejar de percibir que los fracasos de esas políticas de “desarrollo rural” están en el origen de las crisis políticas posteriores en ese país. Final- mente, para no nombrar todos los países, 1 en Centro América las luchas políticas estaban indisolublemente ligadas a las luchas rurales y en buena medida eran de carácter rural: en muchos de esos países la bandera prin- cipal era aún la Reforma Agraria, el reparto de la tierra. Mirados estos procesos con la perspectiva de los años, se podría decir que fueron revolu- ciones rurales, sino directamente agrarias las que allí ocurrieron , o pretendieron ocurrir, en particular Nicaragua y Guatemala. No es por casualidad que en esos años, mediados de los setentas, surge una de las mejores revistas rurales que se han publicado en América Latina, “Estudios Rurales Latinoamericanos” editada en Colombia, y que reunió a buena parte de los investigadores de estas materias. Al mismo tiempo en esos años el tema rural “se puso de moda” con una gran cantidad de investigaciones y publicaciones. Eduardo Archetti publica a mediados de los setenta la primera traducción al castellano de Chayanov,^2 que con décadas de distancia viene a insuflar nuevas orientaciones a los estudios rurales, sobre todo en un momento en que los esquemas marxistas más ortodoxos estaban siendo incapaces de analizar y observar la compleja realidad existente. 3 La Clacso, por su parte, de gran importancia en las Ciencias Sociales del período, desarrolla varios programas de postgrado en estudios rurales, en Centro América, en Asunción y el último en Quito. Van a hacer 25 años desde la finalización de ese curso el año 1977, que

1 Una vez más el autor va a pecar de hispanoamericanismo, dejando fuera en su análisis a Brasil, no por que lo quisiera sino por falta de conocimiento detallado de los procesos políticos y sociales que allí ocurrieron. Es un pecado del que estoy consciente pero frente al cual no es fácil reaccionar por la ausencia de relaciones fluidas, intercambios y “lecturas” entre latinoamericanos de habla castellana y portuguesa. Consigno la deficiencia. 2 Alexander V Chanayov. La organización de la Unidad Económica Campesina. Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 1974. 3 Orlando Plaza publicó un compendio con el título Economía Campesina en Desco, Lima en 1976, que tuvo mucho éxito y muchas ediciones demostrando la vigencia que en ese momento tenía la temática y perspectiva netamente campesinista de ese trabajo colectivo.

Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº 10, jul/dez 2003, p. 36-

reunió a un importante grupo de agraristas y ruralistas latinoamericanos. Por ello un balance de lo ocurrido en las últimas dos décadas y media, donde se involucran muchas vidas y personas, no pareciera ser absolutamente arbitrario. Los desplazamientos de la temática agraria y rural obedecen a primera vista, a dos asuntos diferentes: por una parte, los cambios objetivos que han ocurrido en la agricultura y el mundo rural latinoamericano en las tres últimas décadas y por otra parte, los nuevos enfoques, especialmente la introducción de la dimensión “etnica” y de “género” que ha permitido en ciertos casos, observar «otro campo» en el mismo lugar en que anterior- mente se habían analizado esas situaciones sin considerar esas dimensiones. Por tanto nuestras hipótesis para tratar de comprender estos cambios, van entramadas en las dos dimensiones: por una parte evidentes transformaciones económicas, de población, de comunicación entre las ciudades y el campo. Por la otra parte, y no menor que lo anterior, cambios en los “paradigmas”, en las miradas de quienes observan, observamos, el campo y de quienes son observados y muchas veces se transforman, y se han transformados, en actores de una enorme trascendencia. Estos dos hechos o procesos complejos, han cambiado no solo la cuestión rural, sino que han variado absolutamente el carácter del conflicto rural, desplazándolo la mayor parte de las veces a un conflicto o un problema de carácter nacional. No es fácil determinar cuál de los elementos ha sido primero, o si existe una secuencia entre ambos. Lo interesante es señalar que esos cambios en las percepciones y miradas han repercutido también sobre las sociedades rurales mismas: ha sido el caso de la cuestión étnica y la cuestión de la mujer. ¿Es que anteriormente no habían ni indígenas, ni mujeres en el campo? o, ¿ es que la aparición de la temática étnica y de género condujera a modificaciones de las realidades tal y cómo las vemos hoy día en las sociedades rurales latinoamericanas? No es fácil responder a estas preguntas. No me atrevería a mostrar ninguna causalidad en los procesos, pero sí a decir que han habido concomitantemente cambios tanto en las sociedades rurales como en los estudios de las sociedades rurales, en las miradas que de ellas se han tenido.^4

4 Se ha transformado en una reiterada monserga decir que la cuestión indígena y en particular la aparición de nuevos discursos indígenas es un “invento de antropólogos”. Si bien es una hipótesis absurda, refleja la relación existente entre los sistemas de pensamiento y los sistemas de acción. Relación muy compleja que no trataremos siquiera de abordar en este artículo.

Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº 10, jul/dez 2003, p. 36-

1. Una mirada retrospectiva

El mundo rural se ha observado desde diversos ángulos a lo largo de la historia reciente latinoamericana. No es un ejercicio fácil condensar en dos o tres ideas estas miradas y puede ser además un ejercicio peligroso dado el nivel extremo de generalización que implica. Tiene el autor a su favor el hecho que le han solicitado realizar una evaluación de lo que ha ocurrido con el mundo rural, con los estudios rurales y los desplazamientos que ha habido en esta temática en los últimos 25 años. Los lectores podrán sacar sus propias conclusiones y podrán además cotejar si los procesos generales que aquí se señalan son adecuados a las diversas realidades vividas. El autor tiene la experiencia de algunos países latinoamericanos, en los que ha vivi- do y seguido con cuidado, y no de otros, por lo que el sesgo es y será evidente. Observar las miradas o puntos de vista, puede ser de utilidad para la comprensión del presente. En la historia de las miradas se encuentra es- condida, nos guste o no nos guste, la historia de la cuestión rural. Ya que a pesar de lo que diga la epistemología, la manera de mirar condiciona en buena medida la manera de ser. Así ha ocurrido con el mundo rural. Ha sido observado siempre desde las ciudades, desde las culturas urbanas. Ha sido un juego entre observador y observado. El mundo observado se ha adaptado la mayor parte de las veces al que le proponía el observador. Para quienes seguimos, en el fondo, siendo campesinistas, esto es, partidarios aún de adoptar una perspectiva desde y por el mundo rural, esa adaptación siempre ha sido silenciosa, callada, obligada y ladina. Ladina porque el mundo rural se ha tratado de aprovechar de la manera como lo han mira- do desde la ciudad para sacar provecho de ello. Ha sido, de una u otra manera, su forma de sobrevivir. Ha escondido permanentemente sus intereses aceptando las ofertas que le han llegado desde fuera, en lo prin- cipal, desde la ciudad, tradicionalmente desde el Estado y ahora, más

Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº 10, jul/dez 2003, p. 36-

contemporáneamente, desde las ONGs, organismos de desarrollo, agencias de desarrollo rural de todo tipo. La historia de las miradas es también de una u otra manera, la historia de los ciclos de la vida rural. Porque lo que aparece con claridad al analizar estos aspectos de la sociedad latinoamericana es que se ha transitado por diversos ciclos rurales, en que diversos aspectos de esta realidad se pusieron en la primera línea de preocupaciones del conjunto de la sociedad. Y que luego pasaron. Pues es cierto, que no sabemos muy bien hoy en día en qué ciclo nos encontramos y qué espacio rural se reconstruirá. Lo que nos parece, hipotéticamente por cierto, es que estamos frente a un final del ciclo rural que conocimos en la década del sesenta, que estaba marcado por la autonomía de la sociedad rural, que hemos tratado de definir más arriba, y que se abre un espacio de diversidad diferente. Esa observación de la sociedad rural como un ente separado de lo urbano, alejado de la modernidad, aislado muchas veces, y por ende visto con el estereotipo negativo de atrasado o con el romántico de puro, se terminó, o está pronto a terminarse. Este nuevo espacio rural se ha modernizado, cambiado, interconectado y muchas veces se ha resignificado frente al ámbito urba- no, a los diversos espacios que antes eran foráneos, entre los que el turis- mo no es menor, reescribiendo su identidad rural, replanteando su ruralidad en un nuevo discurso propio de la modernidad globalizada, que se abre incluso para la más remota de las comunidades perdidas en, como habría dicho Guillermo Bonfill Batalla, la América profunda. Porque la América profunda ha sido también invadida en los últimos 25 años. La experiencia del EZLN en Chiapas ha sido su expresión simbó- lica. El mismo día en que México ingresaba al Tratado de Libre Comercio, esto es, al máximo nivel de globalización, los encapuchados aparecen dis- parando sus mosquetes en San Cristóbal de los altos de Chiapas. Sus primeras declaraciones donde combinaban el tzotzil con el inglés,

Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº 10, jul/dez 2003, p. 36-

Cuáles eran las fuentes del criollismo y del indigenismo literario? Como es bien sabido no poseían fuentes documentadas, críticas, estabilizadas adecuadamente. Eran las impresiones por lo general, de la vida que habían vivido cuando niños en las haciendas de sus padres. Rosario Castellanos, una de las últimas representantes del indigenismo literario militante, rela- ta, describe y analiza, a partir de la experiencia en la Hacienda chiapaneca de su padre, la vida de los indios. Toda su obra es una suerte de arreglo de cuentas consigo misma, con su padre, con su condición de niña no indíge- na viviendo en un mundo profusa y extensamente indígena, como se lo puede comprobar dramáticamente hoy en día. Ciro Alegría escribe la gran- diosa obra, “El mundo es ancho y ajeno”, desde su exilio en Chile, miran- do hacia el norte, su tierra, su altiplano cajamarquino, lugar de sus experiencias infantiles y juveniles. José María Arguedas es quizá, como lo señala en su reciente libro Mario Vargas Llosa,^8 uno de los primeros (y pocos) escritores indigenistas que realiza investigación antropológica para la elaboración de sus obras, combinándola con sus experiencias personales infantiles y las que le tocó vivir en su azarosa vida. Tenía la extraña ventaja en un escritor indigenista de ser bilingue, quechua castellano, lo que le entregó un campo mucho más amplio de posibilidades de fuentes prima- rias. En el Zorro de arriba y el zorro de abajo, obra escrita al filo de su suicidio, percibe brutalmente el fin de la vida rural y su traslado a Chimbote, con la carga de confusión y destrucción que expresa en el relato y en el lenguaj e.^9 La mirada criollista e indigenista se agotará por su incapacidad de proponer caminos alternativos de solución, procesos de cambio, rupturas de la situación denunciada. Con la excepción ya dicha de Arguedas que es un indigenista fuera de tiempo (postindigenista podría decirse), se percibe

8 Mario Vargas Llosa. La Utopía Arcaica. México: Fondo de Cultura Económica, 1997. 9 En otros trabajos hemos planteado que Arguedas es un escritor de transición entre el indigenismo y la emergencia indígena que va a ocurrir en América a partir de los ochenta y en particular de los noventas. El zorro de arriba y el zorro de abajo es una enorme intuición no terminada, ya que se suicida en autor, del fin de una época rural, de una literatura rural e incluso de una manera de escribir. Ver sobre Arguedas nuestro libro, La emergencia Indígena en América latina. México: Fondo de Cultura Económica, 2000.

Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº 10, jul/dez 2003, p. 36-

en los criollistas e indigenistas un trucamiento de la realidad, una mistificación basada en la compasión. Esa mirada ocultaba la condición de productores de los campesinos, su mundo cultural vivo, su participación en las luchas políticas, en fin, se lo describía en una marginalidad explotada susceptible solamente del ejercicio de la piedad. Las generaciones de cientistas sociales profesionales formadas en las Universidades en los años sesenta criticarán esas miradas como poco serias, desprofesionalizadas y sobretodo, ineficaz- mente ingenuas.

1.2. Desarrollismo y cambio social

La reacción de fines de los cincuenta y sobre todo de los sesenta criticará esa mirada poco “científica” del mundo rural, sin rigor documen- tal. Es por esta reacción, a nuestro entender, que se privilegiarán los datos cuantitativos para el análisis de la agricultura y los temas rurales. Coincide esta apreciación, a lo menos en Historia, con la repercusión en América Latina de la “historia económica” francesa de la escuela de los Anales, en la que estos autores trataban de encontrar las historias profundas, los datos de “larga duración” (Braudel). La economía como disciplina y la historia económica como especialidad, va a desplazar en buena medida a las antropologías ensayísticas, al derecho y ciencias sociales de él derivadas y a la literatura que había dominado el campo de los estudios o descripciones rurales y agrarias de los años anteriores. Este desplazamiento se observa, por ejemplo, en el libro, clave a nuestro entender, compilado por Carlos Delgado,^10 sobre la situación rural y los procesos de Reforma Agraria, que reúne a los mejores estudios e investigaciones realizadas en los años ante- riores, y que será libro de cabecera de quienes trabajarán en las reformas agrarias de los países latinoamericanos en los años siguientes. Si se observan los principales textos de consulta en esos años se podrá ver también la predominancia de la economía como ciencia social de análisis de la agri- cultura y por tanto de los datos económicos como fuentes principales y en

10 Carlos Delgado (compilador). Reformas Agrarias en América Latina. México: Fondo de Cultura Económica, 1962.

Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº 10, jul/dez 2003, p. 36-

Ellos mismos, los indígenas, y allí volvemos a encontrar la paradoja de la relación estudios, miradas, realidad social, se verán a sí mismos como campesinos. Dejarán sus etnicidades colgadas en la puerta de adentro de sus casas y saldrán a la vida pública como campesinos que luchan por los cambios estructurales, las reformas agrarias. Sus organizaciones se denominarán Central Campesina del Perú, de Bolivia, de Guatemala, de México, poniéndose a tono con los tiempos que corrían, a pesar de que en sus sindicatos y cooperativas se hablase quechua, zapoteco o mapuche. Los diagnósticos de esta época son fuertemente “urbano centristas”. La pobreza rural es vista como falta de modernidad. El desarrollo rural, como llevar al campo la modernidad urbana; la consigna subyacente es la urbanización del campo. Ciertamente existían dos procesos absolutamen- te objetivos que impelían a la acción inmediata: la masiva corriente migratoria del campo a las ciudades y la lenta respuesta de la producción agrícola, y alimenticia en particular, frente a las crecientes necesidades de la población. Cualquiera que observara la realidad social y económica del campo a fines de los cincuenta y en los sesenta se topaba con estos dos hechos indiscutibles. Los campesinos abandonaban el campo en busca de nuevas oportunidades en pueblos y ciudades. Las ciudades se llenaban de poblaciones callampas, pueblos jóvenes, favelas, o como se quisiera deno- minar a los cinturones de miseria y habitación precaria que en una década acordonaron a nuestras ciudades. El campo no respondía a las demandas de la sociedad. No retenía a quienes allí vivían y no producía suficientes alimentos para las masas crecientes urbanas. La explicación sería sencilla en ese período: la estructura del mundo rural estaba periclitada, no era capaz de dar cuenta de las nuevas exigencias y por tanto había que cambiarlas. Se imponía un cambio de estructuras.

Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº 10, jul/dez 2003, p. 36-

1.3 Reforma Agraria

La mirada de la Reforma Agraria, lo hemos dicho, estuvo presidida por la voluntad de cambio, por la cuestión del desarrollo, la modernización, la transformación. Este punto de vista “epistemológico” determinó los estudios rurales de esos años. Son muy pocos los trabajos que se desentienden de esos parámetros prácticos y que indagan por categorías más complejas y propias de los sujetos rurales. Hoy día podríamos decir que se produjo una “invención del actor rural”. 13 Esta voluntad de cambio era también de origen citadino y sobre todo estatal. Desarrollo de la agricultura significó en esos años, poner al sector rural en el sentido, en la línea de las modernizaciones urbanas. Las Refor- mas Agrarias de los años sesentas fueron totalmente urbanas. No son, a diferencia de las guerras y revoluciones del siglo diecinueve y comienzo de los veinte (con excepción de Bolivia que es de los cincuenta) movimientos de protesta y cambio que surgieran en las profundidades de las provincias rurales. No son la imagen del zapatismo subiendo a la ciudad de México y llevando los colores y olores del campo hasta el Palacio presidencial arre- batado. Son movimientos que se instalaron e irrumpieron por necesidades generales de la economía y el desarrollo de los países, con evidentes fun- damentos en la explotación rural y el atraso existentes. Mas aún, para muchos países la Reforma Agraria surgió externamente como consecuencia de las presiones de la Alianza para el Progreso. Los ruralistas urbanos des- de las Universidades y “Servicios Públicos” de las ciudades capitales, cuando no desde Washington y las capitales europeas, estudiaron, planificaron y ejecutaron el desarrollo rural, de modo de “romper las barreras” que “ataban” al campo a la vida tradicional , a las estructuras que impedían el cambio en la economía y en la sociedad. Vistos desde hoy fueron en su mayoría estudios interesados y no pocas veces extremadamente parciales.^14

13 Con los años hemos aprendido que todos los actores son fruto de una cierta “invención”, en la medida que la vida social esprofundamente ambigua y que se la suele determinar por el discurso que sobre ella, y en ella, se emite. No es menos invención lo que hoy día ocurre con el neo indigenismo o emergencia indígena en América Latina.14 En un polémico, pero interesante artículo, Orin Starn preguntaba el año 1992, ¿Porqué los antropólogos que estudiaban los Andes durante los años 60 y 70 no fueron capaces de pronosticar la violencia de los años 80?. “Missing the revolution:Anthropologist and the war in Perú”, en: Cultural Anthropology , n. 6, 1991, p 63-91. “…empecinados en ver a los campesinos serranos como prolongación de antiguas continuidades los antropólogos no tenían ojos para ver en la realidad las condicionesque hacían posible el surgimiento de Sendero”. Lo mismo podría decirse de Chiapas en México, donde se realizaban al mismo tiempo que se preparaba la insurrección, numerosas investigaciones y muchos programas de “desarrollo rural”.

Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº 10, jul/dez 2003, p. 36-

latinoamericanos esas miedosas reformas agrarias se constituyeron en el inicio de procesos de cambio en la agricultura que sobrevendrían en las décadas siguientes de manera mucho más espontánea y salvaje. Se dividieron los latifundios transformándose en casi todos los países en em- presas agrícolas. En muchos países, mas de lo que se cree, se entregó tierras a los campesinos creándose una nueva capa de productores que han se- guido las más diversas suertes. Se constituyeron en muchas partes, coope- rativas, asociaciones de productores, empresas colectivas, las que se han disuelto en casi todos los casos, produciendo un cambio enorme en las áreas agrícolas, pauperización, destrucción campesina, semi urbanización y gran destrucción de la antigua vida rural. Quizá uno de los aspectos menos estudiados del período ha sido la apertura de las tierras de colonización. En casi todos los países con fronteras amazónicas, por ejemplo, se abrieron espacios de colonización los que fueron promovidos por los gobiernos como una forma de alivianar la presión sobre la tierra en las áreas mas densamente pobladas, las llamadas “tierras altas” o “tierra fría”. La mayor parte de las veces fue la respuesta de gobiernos dominados por el latifundismo (o temerosos de él) a la Reforma Agraria. Campesinos y diversos estratos de aventureros, se internaron al “son del machete” 16 a las selvas de la vertiente oriental de Los Andes o en Brasil y Venezuela por los ríos de esa enorme cuenca. Los resultados de esa aven- tura nadie los pensó ni soñó: hoy día es el espacio de mayor producción de riqueza del mundo, esto es, de estupefacientes, y ha determinado en buena medida lo que es América Latina en el inicio del siglo veintiuno. Es un “efecto no deseado”, ni planificado, de las políticas de reasentamiento de población rural en los años sesenta, marcadas por la “manera de ver” la realidad rural de ese tiempo. 17

16 Ver entre otros, Alfredo Molano. Siguiendo el corte. Relatos de guerras y tierras. Prólogo de Orlando Fals Borda. Bogotá: El Ancora Editores, 1989, en que se describe ese gigantesco proceso que hoy es determinante en la situación de ese país. 17 Esta hipótesis acerca de la “responsabilidad histórica” de la apertura salvaje, no planificada y destructiva de las “tierras calientes” nunca se realiza al discutir el “problema de la droga”. Las oligarquías le cerraron el paso a las transformaciones agrarias en los espacios tradicionales de producción, obligando a miles de personas pobres, campesinos muchos de ellos, a dejar sus tierras y meterse en la selva. Allí no hubo apoyo del Estado ni de nadie. Se transformaron en una clientela cautiva a las propuestas de los traficantes y luego a la de grupos armados y mafias de toda especie. Estos “cultivos alternativos” son además una demostración palmaria que el campesinado, cuando tiene motivaciones productivas y de ganancias, aprende de una manera perfecta a cultivar cualquier producto, utilizar tecnologías altamente complejas, establecer redes de comercialización sumamente eficaces. Las teorías acerca de la falta de tecnología del campesinado, su incapacidad para cambiar tecnológicamente, etc.. se estrellan frente a este hecho objetivo. Lo hemos denominado el mayor cambio tecnológico que ha habido en la agricultura latinoamericana realizado mediante un sistema de autocapacitación silenciosa e incoporación de tecnología clandestina.

Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº 10, jul/dez 2003, p. 36-

1.4 Campesinistas y descampesinistas

Las reformas agrarias y los planes de desarrollo rural fueron terminan- do poco a poco en medio de una frustración generalizada. Acabaron por cierto con los gobiernos que les habían dado origen. En el camino habían quedado miles y miles de campesinos, algunos con tierras, muchos otros con las ganas de haberla obtenido. Los intelectuales trataron de comprender los hechos ocurridos. El final de los setenta y el comienzo de la década de los ochenta está dominada por la discusión entre “campesinistas y descampesinistas o proletaristas”. La Revista Estudios Rurales Latinoame- ricanos , publicada por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales en Bogotá, Colombia, y de la que Humberto Rojas fue su mentor y entusiasta editor, copa la discusión durante el período. Todo está allí. El debate entre quienes pensaban que el campesinado latinoamericano era la estructura de estabilización del continente y quienes veían un proceso inevitable de destrucción de las unidades campesinas y que a la corta o a la larga se proletarizaría la fuerza de trabajo rural, migraría a las ciudades y se empobre- cería cada vez más. La presentación al número uno de la Revista Estudios Rurales Latinoamericanos reza de la siguiente manera:

La transformación de los procesos productivos que ha experimentado América Latina en su conjunto durante las últimas décadas ha dislocado las antiguas relacio- nes sociales, induciendo una permanente visión de crisis en donde antes la tradición era identificada con el sen- tido común... El desarrollo de las ciencias sociales en América Latina ha formado parte de este derrotero. La búsqueda de la transformación de la sociedad ha ido dando tumbos con el ensayo y fracaso de métodos y teorías. Ha sido un penoso pero quizá rápido proceso de maduración. La investigación social está tratando

Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº 10, jul/dez 2003, p. 36-

marcada por la crisis mas generalizada (y aún no concluida) condujo a que esas enormes masas de personas humanas no quedaran incluidas en una categoría social claramente detectada por las ciencias sociales. Masas po- bres flotantes entre las ciudades y los campos, trabajadores de tempora- das, semiasalariados, habitantes de poblados semirurales , en fin, una nueva masa poblacional sobre la cual tenemos muy poco que decir y de la que los intelectuales y cientistas sociales latinoamericanos sabemos muy poco ya que la tratamos de aprehender con categorías añejas, europeas, norteamericanas, y sin “imaginación sociológica”. A finales de la década del setenta el tema se había agotado de tal suerte en que no existían púgiles que combatieran desde el lado campesinista o descampesinista. El cansancio había reventado el debate y amistado a unos y otros, sin vencedores ni vencidos. Ni Chayanov, ni Lenin como escribiera David Lehman, fue la campana que terminó con el com- bate y con muchos de sus púgiles.^19 Chayanov fue siendo olvidado por las nuevas generaciones de campesinistas y Lenin cayó con el peso de los ladrillos del “Muro de Berlín”. La realidad los criticó mas fuertemente que las críticas de las Revistas. Solo en los últimos años, fines de los noventa, algunos viejos campesinistas irredentos, hemos vuelto a mirar las ideas del ruso de la Escuela de la Agricultura Moderna, muerto en algún lugar del Gulag, y vuelto a buscar la utilidad de sus curvas y análisis empíricos, para observar lo que queda de campesinado subsistente y resistente en rincones de nuestros países latinoamericanos. Fragmentos reticentes a la modernización, unos y otros, estudiosos y estudiados.

1.5 En busca de los campesinos viables

A partir de esos debates la cuestión rural comenzó a dar tumbos. Vinieron los tiempos de ajustes estructurales, como se les llamó de manera elegante. Década perdida decían los organismos internacionales. El actor campesino se desdibujó. Las centrales campesinas que se habían organizado, muchas veces con la acción decidida del Estado, se desplomaron. Quedaron burocracias vacías que levantaban algunas banderas y protestaban en declaraciones públicas. No sabemos muy bien qué ocurrió con los campesinos en esos años. Se perdieron en la crisis de

19 David Lehman. “Ni Chayanov, ni Lenin: notas sobre la teoría de la economía campesina”. En: Estudios Rurales Latinoamericanos , v. 2, n. 4, 1979.

Sociologias, Porto Alegre, ano 5, nº 10, jul/dez 2003, p. 36-

los movimientos sociales. La falta de actores en el campo condujo a algunos a buscar a “los campesinos viables”, esto es, los que se podían integrar en los circuitos agrocomerciales y agroindustriales. Un ejemplo tomado del análisis de Bolivia al inicarse los noventas, puede ser un ejemplo de la tendencia que recorría ese período:

La eliminación de las trabas a las exportaciones puede ser también evaluada positivamente. Los campesinos pueden de esa manera escoger los cultivos y los mer- cados que mejor convengan a sus intereses. La eviden- cia disponible parece indicar que los campesinos con producción de exportables comienzan a beneficiarse con esta medida y ya se observa una expansión signifi- cativa. Queda, sin embargo, que las necesidades de competir externamente no han dado lugar todavía a saltos en los rendimientos por hectárea. 20 Por cierto no era fácil ser demasiado pesimista en ese momento ya que era evidente lo mal que andaban las cosas en las economías de esos años. La economía boliviana, al igual que en muchos países sufría de fiebres inflacionarias, abría sus mercados, privatizaba sus empresas y aplicaba la receta del “ajuste estructural”, esto es, la rendición frente a la situación internacional que se avecinaba. La receta neoliberal campeaba por Améri- ca Latina y el Banco Mundial andaba buscando campesinos viables que se insertaran en los nuevos mercados emergentes. Un largo trabajo de la CEPAL hablaba de la “articulación de los pequeños y medianos agricultores con el mercado” y cifraba esperanzas en esa via “farmer”, que a la distancia analizada por cierto (todos suelen y podemos ser generales después de la batalla), ya no tenía espacio en las ajustadas economías.^21 No quisiera ser pesimista, pero pareciera que fue la última primavera

20 Juan Antonio Morales “Ajustes estructurales en la agricultura campesina boliviana”. En:de 1990, p. 121 y ss. Debate Agrario , Julio- Septiembre 21 Comisión económica para América Latina.Santiago de Chile, 1995, Dice: “ En las propuesta de la Cepal sobre transformación productiva con equidad, se destaca la Las relaciones agroindustriales y la transformación de la agricultura. necesidad de mejorar la competitividad de los diferentes sectores… esto se traduce muy particularmente en la necesidad demejorar la competitividad de los pequeños y medianos agricultores por medio de la transformación productiva y el desarrollo tecnológico de sus explotaciones, metas que tienen como requisito el que los agricultores puedan vincularse en buena formaa los mercados y a las fuentes de financiamiento e información tecnológica. La tesis que guía este proyecto es la siguiente: que las relaciones entre los agricultores y las empresas agroindustriales son el instrumento mas idóneo para alcanzar estasmetas, como queda de manifiesto en lo mucho que han contribuido estas empresas a mejorar las técnicas y diversificar las exportaciones agrícolas ”.