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Salud Adolescentes Uruguay, Summaries of Spanish Culture

Laws describing teenagers health in Latin america

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adolescentes y sexualidad. investigación, acciones y política pública en uruguay
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CAPITULO 1
Consideraciones conceptuales:
adolescencia, sexualidad y derechos
Valeria Ramos2
ADOLESCENCIA, ETAPA DE LA VIDA, CATEGORÍA SOCIAL, GENERACIÓN
A lo largo de la historia, las sociedades y culturas han conceptualizado al ciclo de vida
de diferentes formas y lo han clasificado en diferentes etapas. Mientras antiguamente en
latín se contaba con siete expresiones para nominar las etapas vitales, en el francés del
Renacimiento eran tres: niñez, juventud y vejez (Ariès, 1962). La ciencia produjo cono-
cimiento sobre las características y manifestaciones bio–psico-sociales de estos perío-
dos evolutivos atribuyéndoles distintos significados. Durante mucho tiempo se enfatizó el
carácter universal de las etapas de la vida. Sin embargo, esta idea ha sido probleama-
tizada concluyendo que no representan exclusivamente edades biológicas, sino que
se trata de constructos socioculturales e históricos. A decir de Enrique Martín – Criado,
“las clases de edad son divisiones que se operan con base en una edad definida socialmente:
infancia, juventud, vejez… Estas divisiones actúan como performativos: cada una de ellas
supone una forma de pensamiento y comportamiento socialmente definida y los suje-
tos tienden a adecuarse a la definición social de la categoría en que se hallan incluidos.
Estas clases de edad varían históricamente, tanto en los comportamientos que se les atribu-
yen como en el tramo de edad biológica que cubren” (2005, p.88). Según Bourdieu (1990),
la construcción de las clases de edad es el resultado de la lucha simbólica entre ellas.
Como producto de la modernidad y de la sociedad occidental, la adolescencia se particu-
larizará como forma de cubrir las nuevas necesidades sociales. Las mismas estuvieron
directamente relacionadas con las relaciones de género y de clase social. Para la cultura
de la época era necesario contar con un grupo poblacional que se preparara para cumplir
con los roles adultos de ese momento socio histórico. A decir de Ana María Fernández,
2 Valeria Ramos Brum es licenciada en Psicología (Facultad de Psicología, Universidad de la Repú-
blica). Magister en Género y Políticas Públicas (PRIGEPP, FLACSO, Argentina). Doctoranda en Psico-
logía (Facultad de Psicología – UdelaR). Oficial Nacional de Programa en salud sexual y reproductiva
del Fondo de Población de las Naciones Unidas, UNFPA. vramos@unfpa.org
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adolescentes y sexualidad. investigación, acciones y política pública en uruguay 15

CAPITULO 1

Consideraciones conceptuales:

adolescencia, sexualidad y derechos

Valeria Ramos^2 ADOLESCENCIA, ETAPA DE LA VIDA, CATEGORÍA SOCIAL, GENERACIÓN A lo largo de la historia, las sociedades y culturas han conceptualizado al ciclo de vida de diferentes formas y lo han clasificado en diferentes etapas. Mientras antiguamente en latín se contaba con siete expresiones para nominar las etapas vitales, en el francés del Renacimiento eran tres: niñez, juventud y vejez (Ariès, 1962). La ciencia produjo cono- cimiento sobre las características y manifestaciones bio–psico-sociales de estos perío- dos evolutivos atribuyéndoles distintos significados. Durante mucho tiempo se enfatizó el carácter universal de las etapas de la vida. Sin embargo, esta idea ha sido probleama- tizada concluyendo que no representan exclusivamente edades biológicas, sino que se trata de constructos socioculturales e históricos. A decir de Enrique Martín – Criado, “las clases de edad son divisiones que se operan con base en una edad definida socialmente: infancia, juventud, vejez… Estas divisiones actúan como performativos: cada una de ellas supone una forma de pensamiento y comportamiento socialmente definida y los suje- tos tienden a adecuarse a la definición social de la categoría en que se hallan incluidos. Estas clases de edad varían históricamente, tanto en los comportamientos que se les atribu- yen como en el tramo de edad biológica que cubren” (2005, p.88). Según Bourdieu (1990), la construcción de las clases de edad es el resultado de la lucha simbólica entre ellas. Como producto de la modernidad y de la sociedad occidental, la adolescencia se particu- larizará como forma de cubrir las nuevas necesidades sociales. Las mismas estuvieron directamente relacionadas con las relaciones de género y de clase social. Para la cultura de la época era necesario contar con un grupo poblacional que se preparara para cumplir con los roles adultos de ese momento socio histórico. A decir de Ana María Fernández, 2 Valeria Ramos Brum es licenciada en Psicología (Facultad de Psicología, Universidad de la Repú- blica). Magister en Género y Políticas Públicas (PRIGEPP, FLACSO, Argentina). Doctoranda en Psico- logía (Facultad de Psicología – UdelaR). Oficial Nacional de Programa en salud sexual y reproductiva del Fondo de Población de las Naciones Unidas, UNFPA. vramos@unfpa.org

16 “los hechos históricos que puntúan la aparición de la adolescencia son diferentes para los niños que para las niñas, y dentro de ellos primero se adolentizan los niños de clases burguesas y nobles que los de sectores populares” (Fernández, 1994, p. 266).La primera necesidad era que los varones accedieran a la escuela y contaran con un período de capacitación para el trabajo, lo que excluía a varones pobres y a las mujeres pues no tenían acceso al derecho a la educación. Posteriormente, y como consecuencia de la reprobación del casamiento en la adolescencia, era necesario que las niñas burguesas y nobles contaran con ese mismo período de tiempo, pero en su caso para prepararse para el matrimonio, es decir para cumplir correctamente con su rol de “madresposas” y “ser – para - otros”^3 impuestos por la cultura patriarcal. Pasará entonces más de un siglo para que a las niñas pobres se las identifique como adolescentes. Uruguay no se mantuvo aislado de estos sucesos, el historiador José Pedro Barrán ubica la “invención social del adolescente” a fines del ochocientos e inicios del novecientos; “este `ser inventado´ con deseo sexual y sin capacidad biológica, era una naturaleza de por sí enferma, que convocaba a todos los cuidados y vigilancias de las autoridades sociales y agentes represores de la época; policía (…), médico(…), maestro(…), sacerdo- tes(…), legisladores(…), familias(…)” (Barrán, 1999, p.61). A pesar del avanzado proceso de legitimación de la adolescencia, su conceptualización y posterior constitución como categoría social y conceptual es muy reciente. Se esta- blece como campo de estudio dentro de la psicología evolutiva a finales del siglo XIX y con mayor fuerza a principios del siglo XX, bajo la influencia del psicólogo norteame- ricano Stanley Hall (1904) quien con la publicación de un tratado sobre la adolescencia, se constituyó como hito fundacional del estudio de la misma. De esta forma, se convier- te en un eje de la psicología evolutiva, legitimándose así en el terreno científico de la psicología y la medicina. Para Hall, la adolescencia es, una edad especialmente dra- mática y tormentosa en la que se producen innumerables tensiones, con inestabilidad, entusiasmo y pasión, en la que la persona se encuentra dividida entre tendencias opues- tas. Fue descripta en un primer momento como una etapa de transición entre la infancia y la adultez. Idea que alude a un momento de pasaje por lo tanto a un estado incomple- to/inacabado tal como lo señaló Barrán. El tránsito entre estadios en sí no es relevante, sino que lo realmente importante es la etapa a la que se llegará en el futuro: la adultez. 3 La antropóloga Marcela Lagarde plantea que todas las mujeres por el solo hecho de serlo son madres y esposas, “maternidad y conyugalidad son las esferas vitales que organizan y conforman los modos de vida femeninos” (Lagarde, 1997, p. 363). Asimismo, se les asigna como condición de género y contenido de vida personal ser-para-otros y de-otros, “la humanidad subsidiaria de las mujeres reco- nocida en la cultura patriarcal les exige tener a otros como motivo y fin de la propia existencia, aceptarlo en la dominación, asumirse inferiores, secundarias y conseguir así la felicidad” (Lagarde, 1998, p. 22).

18 “La relación entre la edad biológica y la edad social es compleja, socialmente manipulada y manipulable, especialmente en lo referido a quienes tienen escasos recursos para ejer- cer sus derechos, entre ellos los niños y los jóvenes (Bourdieu, 1990; Hall y Montgomery, 2000; Bucholtz, 2002). Para las ciencias sociales, no hay un modo único de ser adoles- cente sino más bien identidades diversas que se definen a partir de relaciones sociales con los adultos y con otros grupos de adolescentes en contextos concretos, que deben ser también descriptos y analizados pues en su seno adquieren sentido las prácticas de los jóvenes incluidas las prácticas sexuales” (Adaszco, 2005, p. 39). El proceso de desarrollo, que se da continuamente a lo largo de la vida, encuentra en este período una de sus etapas más críticas. El proceso de autonomización, la elabo- ración de duelos, la búsqueda de ideales, el grupo de pares y los espacios propios de organización social y un nuevo ejercicio de la sexualidad, son características principales de esta etapa. La adolescencia es un proceso que implica transformación y autonomiza- ción. Este proceso se dará en forma diferente según el lugar y el momento histórico en el que le haya tocado vivir a cada adolescente. El concepto de generación, resulta fundamental para comprender la adolescencia. Abarca diferentes acepciones vinculadas al nacer en una misma fecha o período de tiempo, al sentido de filiación y los significados culturales de tener cierta edad en una sociedad y en un momento histórico determinado. Se produce un interjuego dialéctico en donde los grupos significan su edad de acuerdo al momento histórico de su existencia y cuentan con vivencias y experiencias comunes a lo largo de la vida. A la vez cada edad o etapa de la vida es valorada y “mirada” socialmente en forma diferente, según cada momento sociocultural e histórico. El universo de significados de cada edad varía y se transforma a lo largo de la historia y de acuerdo a ello se distribuirá el poder entre los grupos y las generaciones, en especial el acceso a recursos, servicios, oportunidades y ejercicio de derechos. Es decir, la edad también puede ser entendida en tanto categoría relacional, ya que se construye en el marco de relaciones de poder con los otros grupos de edad, “cómo es la juventud en una sociedad no puede definirse independientemente de cómo es la adultez en esa misma sociedad en torno a cada una de esas edades “sociales” se construye un sistema de prácticas y representaciones que involucra roles, expectativas, experiencias y actividades adecuadas, e institucionesencargadas de con- trolar, normalizar o eliminar las desviaciones a las mismas. En el caso de los jóvenes estas instituciones suelen estar controladas por adultos” (Adaszko, 2005, p. 39). Importa subrayar que a diferencia de la generación, “la edad social” está vinculada a roles, hábitos, sociales, derechos, deberes y está delimitada por una serie de momentos de transición como ser el comienzo de la enseñanza primaria, la secundaria, la confor- mación de un nuevo hogar, el matrimonio, etc. La generación es una categoría relacional,

adolescentes y sexualidad. investigación, acciones y política pública en uruguay 19 necesariamente para definirla hay que comprenderla en interdependencia con las demás. Asimismo, no es suficiente la contemporaneidad cronológica, es necesario que el grupo cuente con características particulares que la diferencien de las otras generacio- nes a esa misma edad.A decir de Karl Mannheim (1990) una generación no es un grupo concreto, sino un grupo delimitado por compartir unas mismas condiciones de existen- cia y la contemporaneidad cronológica no basta para formar generación, siendo que las condiciones materiales y sociales -a partir de las cuales se producen los individuos- son un eje fundamental para conformar una generación. Al pensar en los y las adolescentes uruguayas de hoy, se pueden identificar algunas características: nacieron en democracia, crecieron con la globalización, la postmoderni- dad, la revolución científica tecnológica, la era de la informática y las nuevas tecnologías, las crisis económicas y de las funciones protectoras del Estado - nación y sus institucio- nes, los fuertes cambios en las familias y la subjetividad, ejercen su sexualidad en la era del uso del condón, los anticonceptivos y el VIH-sida. Hoy en día, los y las adolescentes junto con niñas/os y ancianas/os ocupan en nuestra sociedad un lugar de menor po- der que las personas adultas. A su vez, al interior del colectivo adolescente existe gran inequidad respecto a las posibilidades de ejercer los derechos humanos, incluidos los derechos sexuales y los reproductivos. La inequidad generacional se asocia a la des- igualdad de acceso a oportunidades, derechos, recursos, bienes y servicios entre los grupos de edad en un mismo momento socio histórico. Tener en cuenta esta perspectiva resulta fundamental a la hora de producir información, desarrollar acciones y diseñar, implementar y monitorear políticas públicas. Asimismo, es crucial también incorporar las perspectivas de género, generaciones y diversidad,para comprender el proceso de la adolescencia y las formas en que las personas crecen, viven, actúan y piensan en una etapa de la vida determinada. SEXUALIDAD, DERECHOS SEXUALES Y DERECHOS REPRODUCTIVOS A decir de Jeffrey Weeks, ”las posibilidades eróticas del animal humano, su capacidad de ternura, intimidad y placer nunca pueden ser expresadas ‘espontáneamente’, sin trans- formaciones muy complejas: se organizan en una intrincada red de creencias, concep- tos y actividades sociales, en una historia compleja y cambiante”. (Weeks, 1985, p.21). La sexualidad es una dimensión constitutiva del ser humano, constructo sociocultural e histórico, producto y productora social. Las personas se construyen como sujetos sexuales a lo largo de sus trayectorias vitales, aprendiendo a vivir, sentir y ejercer su sexualidad desde los diferentes espacios de referencia, pertenencia y socialización. A lo largo del ciclo vital, la sexualidad presenta manifestaciones, intereses, expresio- nes, sentimientos y características diferentes. Las mismas refieren a un producto so- cio histórico y no exclusivamente a una biología universal de la especie, “considerada

adolescentes y sexualidad. investigación, acciones y política pública en uruguay 21 La sexualidad no es patrimonio exclusivo de una disciplina sino que es un campo de investigación y estudio necesariamente inter y transdiciplinar (López y Guida, 2001). Para comprenderlo deben integrarse miradas y aportes de varias perspectivas; histórica, social, cultural, política, psicológica, biológica, antropológica, entre otras. Intervincular este campo complejo con los derechos humanos, implica un proceso en constante cons- trucción, debate y legitimación, tanto en la esfera social como privada. Los derechos humanos vinculados a la vida erótico - placentera sexual y a la vida reproductiva amplían y complejizan las concepciones de ciudadanía y de sujetos de derecho. Los derechos sexuales y reprocuctivos (DDSSyRR) en tanto derechos humanos, son conquistas socia- les, ejes centrales de la ciudadanía y de profundización de la convivencia democrática. Los mismos pueden definirse “en términos de poder y recursos: el poder para tomar decisiones informadas sobre la propia fertilidad, la procreación y el cuidado de los hijos, la salud ginecológica y la actividad sexual, así como los recursos para llevar a la práctica dichas decisiones de manera segura y efectiva” (Correa y Petchesky, 1995:4). Para poder ejercer estos derechos con equidad es fundamental contar con condiciones habilitantes, debe estar garantizada la libertad individual para la toma de decisiones y tener condi- ciones de justicia para que las mismas sean respetadas. Los derechos sexuales y los reproductivos no son un binomio inseparable. Por el contrario, se trata de dos grupos de derechos diferentes, vinculados a la conceptualización de la sexualidad. Es fundamental no entenderlos como un todo ni suponer que el ejercicio de unos implica ineludiblemente el ejercicio de los otros. De lo contrario se estaría cayendo en la tradicional homologación sexualidad/placer/erotismo = reproducción. Los DDSSyRR en tanto derechos humanos, portan las características de ser universales, indivisibles, interdependientes. Están inte- rrelacionados a los derechos económicos, sociales y civiles; afectándose mutuamente. Es decir, el ejercicio del derecho a la alimentación, el trabajo, la vivienda digna, la edu- cación, la salud, es condición indispensable para que el cumplimiento de los DDSSyRR y viceversa. A decir de Petchesky “Si no fuera así, ¿cómo puede una persona actuar res- ponsablemente como ciudadana y como miembro de un grupo familiar y de una comuni- dad si su cuerpo y su sexualidad son definidos y controlados por otros (esposo, parientes, autoridades religiosas o el estado)?” (Petchesky, 2002:85). En la adolescencia, como en las otras etapas de la vida, la sexualidad cuenta con ca- racterísticas, manifestaciones, necesidades y demandas propias y particulares. En este período el inicio de la capacidad reproductiva, la transformación del cuerpo y el organis- mo^4 , la iniciación sexual, el auoterotismo cobran especial importancia en el marco de las complejidades desarrolladas anteriormente. Autonomía (social, política, afectivo-sexual 4 “Organismo: equipo genético – infraestructura neurofisiológica de todas las coordinaciones posibles, se recibe por herencia. Cuerpo: es una construcción realizada sobre la `materia prima´ que da el or- ganismo, atravesado por la inteligencia y el deseo en un momento histórico determinado” (Fernández, 1998, p.51).

22 y económica) y empoderamiento son centrales para el análisis de la sexualidad en la adolescencia y la ciudadanía. “La construcción del sujeto en su integralidad en tanto sujeto psíquico, histórico, social, político y de derechos, implica un complejo proceso de autonomización para el desarrollo de la capacidad de decidir sobre la propia exis- tencia y el agenciamiento del propio cuerpo. Así como también, el desarrollo de la ca- pacidad de incidencia en tanto sujeto implicado en su tiempo y realidad histórico social” (López Gómez, 2005:35). No sin tensiones este proceso se vincula con el mundo adulto, quien debe generar las condiciones habilitantes y acompañar a los y las adolescentes en este complejo camino. El proceso de conquista y formulación conceptual de los DDSSyRR se ha dado funda- mentalmente a largo del siglo XX, principalmente como producto de las reivindicaciones y acciones de los colectivos de mujeres y feministas, así como de los grupos de la diver- sidad sexual. La denominación “derechos reproductivos” la acuña la médica feminista Marge Berer cuando a fines de la década de los 70 en EEUU propuso una campaña por el aborto, la anticoncepción y contra la esterilización forzada. A nivel de la conferen- cias de Naciones Unidas sus orígenes se visibilizan en la Conferencia Internacional de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos (Teherán, 1968), y en las de Población de 1974 (Bucarest) y 1984 (México). En 1984 el concepto es retomado en la Reunión Internacional sobre Mujeres y Salud en Amsterdam. Sin embargo, la década de los no- venta marca un hito en el proceso de legitimación, que sienta sus bases en las Conferen- cias Internacional sobre Derechos Humanos (Viena, 1993), Internacional de Población y Desarrollo (CIPD - El Cairo – 1994) y Mundial de la Mujer (Beijing – 1995). Los y las ado- lescentes ocuparon un lugar central en los debates del Cairo y en su plataforma de acción. El programa de acción de la CIPD exhorta a los gobiernos para que en colaboración con las organizaciones no gubernamentales, atiendan las necesidades de los y las adoles- centes en materia de salud sexual y reproductiva, diseñen e implementen programas para responder a ellas, que incluyan la relación e igualdad entre los sexos. A estas instancias se suman la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación con- tra la mujer (CEDAW – 1979) y la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN – 1989). Recientemente, se destaca el Consenso de Montevideo, con declaraciones de avanzada en este campo, firmado en el marco de la Primera Conferencia Regional de Población y Desarrollo, realizada en Uruguay en 2013. También se cuenta con la Declaración de Compromisos del Milenio (2000), y sus objetivos para el 2015 (Objetivos de Desarrollo del Milenio – ODM), y actualmente Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Tanto las convenciones con su carácter vinculante para los gobiernos, como las confe- rencias en tanto marcos normativos de carácter declarativo y ético, representan acuer- dos internacionales que los Estados asumen y son de utilidad en tanto compromiso ad- quirido, para orientar el accionar de los gobiernos y para la generación de nuevo derecho

24 promoción y cuidado. Dichas construcciones y aprendizajes son distintos para niñas y niños, para mujeres y varones. Estas diferencias se anclan en los mandatos de género. Las mismas se traducen en oportunidades, derechos y obligaciones diferentes para mujeres y hombres. Se producen discursos, se promueven prácticas sociales, se norma- tiza y se regula lo que deben ser y hacer varones y mujeres, de acuerdo a parámetros construidos socio - históricamente sobre “lo masculino” y “lo femenino”. La sexualidad en tanto construcción sociocultural e histórica, está atravesada por condicionamientos, mandatos y estereotipos de género. Es por tal motivo que en las diferentes culturas im- peran, junto con los modelos hegemónicos de masculinidad y feminidad, modelos hege- mónicos de sexualidad femenina y masculina. Sexualidad y género son una articulación ineludible. La sexualidad y los DDSSyRR han sido campo de lucha, reivindicación y conquista de los movimientos de mujeres y de la diversidad sexual. El enunciado feminista “lo personal, es político” se presenta como eje central para el análisis de este campo de derechos, vinculados de manera compleja con aspectos sociales, públicos y culturales a la vez que con la esfera más íntima y personal de los seres humanos. A decir de López Gómez, “la visibilidad y reconocimiento social de los DDSSyRR (…) entrañan un fuerte cuestionamiento al contrato social moderno, al re-significar la dicotomía público – privado, planteando nuevos conflictos para la democracia en la medida que interpelan las estructuras de poder y decisión, y postu- lan una apertura de lo íntimo y personal a la aplicación de derechos y prerrogativas” (López Gómez, 2005, p. 31). El concepto de apropiación de derechos surge del uso del término inglés “entitlement” cuyo significado se vincula a tener derecho o autorización. Comenzó a ser utilizado pos- teriormente de la Segunda Guerra Mundial para referir al conjunto de “derechos de naci- miento”, para los cuales los gobiernos debieran generar las condiciones de cumplimiento, especialmente en las personas de sectores más desfavorecidos (Marshall, 1975 citado por Petchesky, 2006). En tanto construcción sociocultural e histórica se encuentra atravesada por aspectos de género, generaciones, edad, etnia, nivel socio económico, orientación e identidad sexual y de género, entre otras. La apropiación subjetiva de derechos implica una serie de elementos socioculturales, históricos, psicológicos, políticos e ideológicos que intervienen en “el hacer propio” los derechos humanos, su ejercicio y defensa, a decir de Petchesky y Judd (2006) “sentir que se tiene derecho a”. Ciangherotti García lo define como el “ proceso subjetivo con el que se encaran las aspiraciones, deseos y expectativas, interviene en la manera en que cada individuo se hace cargo de su individualidad y de su integridad física y psicológica. Es aquel proceso en el que el sujeto, resignifica su expe- riencia y se resignifica a sí mismo de forma que su posición ante la vida, sus decisiones y deseos, frente a lo social cambia radicalmente aportándole la capacidad y autoridad para exigir condiciones diferentes de vida y desarrollo” (2006, p.28).

adolescentes y sexualidad. investigación, acciones y política pública en uruguay 25 Apropiarse subjetivamente de un derecho requiere acceder a la información, incorporarla en el “torrente psíquico”, encarnarla en la subjetividad, disponer de la misma para tomar decisiones y contar con la capacidad de exigibilidad y reivindicación. Es un concepto estrechamente ligado a la noción de empoderamiento y vinculado a los procesos indivi- duales y colectivos de construcción de ciudadanía. Se construye a lo largo de la vida en un contexto histórico y social determinado, es dinámico y susceptible de transformación. En función de las vicisitudes y condiciones de existencia o de las etapas del ciclo vital, las personas pueden cambiar los niveles de apropiación de derechos. Importa subra- yar que no se trata de un proceso lineal, sino que por el contrario implica contradicción y conflicto, en el que se entrecruzan de manera compleja diferentes niveles del sujeto: intrapsíquico, intersubjetivo e intergeneracional. Está integrada por dimensiones cons- cientes e inconscientes, y por dos esferas interdependientes; vertiente cognitiva y ver- tiente afectiva-sexual, producto de la temprana conexión, en la vida de las personas, entre cognición y afectividad. La misma se inscribe en el proceso de socialización, que implica ideologización y construcción de subjetividad. Esta conformación del su- jeto en tanto ser social se desarrolla en la tensión “reproducción vs transformación”. La socialización junto con el desarrollo cognitivo-intelectual y afectivo sexual, son por lo tanto, los procesos fundacionales de la apropiación subjetiva de derechos. La apropiación subjetiva cobra significados particulares en el terreno de los derechos humanos vinculados a la vida erótico-sexual y reproductiva, Amuchástegui y Rivas lo vin- culan a “la manera en que cada individuo se hace cargo de su sexualidad y su cuerpo. Pero este camino está indefectiblemente ligado con las condiciones de producción y sujeción sociales y culturales que incluyen el ordenamiento de género” (2004:556). Los procesos de socialización de género y socialización sexual se entrecruzan y dia- graman las significaciones individuales y colectivas asociadas a la noción de sujeto de derecho en el campo de la sexualidad y de las relaciones entre varones y mujeres. Las personas reciben información impregnada de significados ideológicos respecto a la sexualidad, ese dato a su vez es decodificado desde la trayectoria e ideología de cada quien. De esta forma lo cognitivo se encuentra indefectiblemente atravesado por lo afec- tivo, las personas podrán o no apropiarse de ese saber y gerenciarlo. La vertiente cog- nitiva de la apropiación subjetiva de derechos, implica el proceso a través del cual una representación cognitiva es asimilada e interiorizada vía socialización. Las significaciones conscientes e inconscientes del aprender son diferentes en varones y mujeres con pun- tos de encuentro y divergencia, a decir de Alicia Fernández, es necesario “vislumbrar lugares diferenciales de la mujer y del varón ante el conocimiento, es decir, entender que, frente a la prohibición mítica del conocer, la mujer y el varón realizan movimientos diferen- tes de acuerdo con los distintos lugares donde están situados” (1998, p. 66). Asimismo, los escenarios donde se produce este trasiego de información, “la calle”, la experiencia co- tidiana, las familias, las diferentes instituciones de referencia y pertenencia, así como los

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REFERENCIAS:

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